sábado, 22 de agosto de 2020

ERIK URANO . ASTRONAUTA DEL 4X4

RAP Y CIENCIA FICCION ESPECULATIVA


¿Cómo lleváis el fin del verano mutantes? Yo voy a tener que pasar por revisión de chapa y pintura para que el técnico revise mi climatizador corporal, le estoy dando un tute por encima de lo recomendado por el fabricante, no paro de sudar aceite y mancho todo. El verano es un castigo, aunque desde que nos quedamos sin capa de ozono, ponerle nombre al resto de estaciones del año no tiene sentido, pero pese a los implantes aún somos humanos ¿verdad? La nostalgia y las tradiciones nos diferencian de las máquinas, por ahora.


Sin duda, lo mejor del verano suele ser la cerveza fría, y de todo el año, una vez más, me doy cuenta de que da igual que sea verano, y si me paro a pensar, el verano, sólo trae cosas malas como por ejemplo la canción del verano.

Hoy voy a hablar de música, música que tiene que ver con la ciencia ficción por supuesto, con los futuros distópicos y las ficciones especulativas, música que bailan los robots, porque hace ya muchas entradas que no hablo de música desde Aviador Dro, pero existe mucha música unida a la ciencia ficción igual que lo están el cine, la literatura, o los videojuegos, la música es otra vía narrativa que además atraviesa paredes porque penetra con sus algoritmos ritmicos en lo más reptiliano de nuestro cerebro y empezamos palmeando el suelo con el píe, y derepente eso se ha convertido en un zapateo, y al rato ha descarrilado un tren interior de movimientos espasmódicos y desacompasados en todo nuestro sistema psicomotríz que nos ha puesto a dar giros, vueltas y hacer aspavientos y ejecutar una rutina de bugs cervicales aritméticamente in crescendo. La música tiene poder.

Pero cuando además cuenta una historia, cuando además tiene lírica, tiene narrativa, estamos ante una de las más ancestrales y complejas formas de expresión. Técnica y vocacional, genética me atrevería a decir.

Y técnica porque para componer, hay que aprender, y puedes hacerlo en un conservatorio, o mirando y escuchando de forma autodidacta, pero hay que aprender, requiere tiempo, interés, entrenamiento, uno no compone de la noche a la mañana, requiere meses y años de dedicación. Una dedicación que además debe satisfacer al individuo involucrado, debe generarle placer, ponerle a cien las glándulas pineales y eyacular dopamina en un orgásmo porcino de media hora, porque requiere mucho tiempo.

Mueve el píe izquierdo, el derecho, y las manos para hacer sonar esa batería como debe, mira cuantas teclas tiene éste piano, ¿por qué las guitarras tienen tantas cuerdas?.


Y luego está la parte lírica, ¿sabes contar historias? ¿Tienes algo que decir? ¿Cómo llevas los recursos literarios, el compás, y la rima asonante y consonante? Ësta parte la considero algo más innata, pero no menos técnica si deseamos un resultado a la altura de un selecto grupo de consumidores.

Pero aún hay más, ¿tienes voz? ¿sabes solfeo? ¿Dominas tus cuerdas vocales para convertirlas en un instrumento mientras cuentas esa historia que tanto ha costado escribir? Esto es lo genético, y también requiere su desarrollo.


Así que hacer música, es una ciencia terriblemente compleja que no está al alcance de cualquiera, porque además, para que suene bien nso queda la parte no menos importante del androide ingeniero. ¿Tienes dinero para invertir en la maquinaria adecuada para poder inmortalizar ya esa canción que acabas de escribir y componer? ¿Sabes lo que es un patrón, un delay, un preset, un DB, fade in y fade out, pistas, la compresión, un pluggin? Oh Dios mío de los santos cables y las placas quemadas.


Pero un día, en los barrios bajos de la costa este americana a finales de los 70, en fiestas improvisadas y bla, bla, bla, brotó una enfermedad llamada rap que permitía a todos aquellos notas de barrio catalogados en perfil bajo, con escaso poder adquisitivo, financiaciones de dudosa procedencia, y carencias culturales y educativas, convertir su realidad diaria del lumpen en loops y arengas pareadas para mover el esqueleto, dar vueltas en el sintasol y cagarse en la sociedad que les discriminaba.

Durante décadas esa música evolucionó haciendo eses y meandros en el río del culto que crearía, y sigue fluyendo hoy día, de formas renovadas aunque no tan diferentes, ya que entre el amplio abanico de temáticas, looks e idiologías que aquél estilo aforamericano, siguen conservándose unos cánones aparentemente innamovibles, vacas sagradas del género, que son los leit motiv y señas claramente identificativas del rapero aceptado en su movimiento creativo como tal, tienda más a la lírica conservadora del mensaje social, la denuncia y la pseudo poesía de a duro; O al también conservador y nada vanguardista himno edonista de los gansters y soñadores de Tony Montana que quieren pasar de las zapatillas victoria a las Balenciaga a cualquier precio, maquiavélicamente, mediante cualquier medio lucrativo, para después jactarse de ello y hacer propaganda de las virtudes y bondades de saltarte el sistema para conseguir el éxito estandarizado que la sociedad blanca impone. Sea como fuese, entre medias hay cientos de subgéneros, ideas, puntos de vista y estilos de vida, con sus correspondientes targets objetivos y sus defensores y detractores.

Y no voy a redactar un ensayo del rap, pese a que muy bien podría hacerlo con cátedra, si no que voy ya, hecha la introducción reglamentaria, a presentar a mi protagonista de hoy, único en su especie (o casi) en ésta vorágine de cadenas de oro y anglicismos snob que es el rap según los españoles, que da para otro ensayo totalmente diferenciado.


Hoy voy a disfrutar de Erik Urano.




GORRIONES Y SATÉLITES


Rara avis el gorrión vallisoletano que sin saltarse los cánones más primigenios de la secta religiosa del hip hop, logró con éxito volar lo suficientemente lejos del vórtice de antimateria de los vibes sampleados de soul, funk, jazz y rhythm n blues; Y los cinturones de asteroides de rimas frenéticas sin contenido, cacofonías invalorables heréticamente llamadas “métricas”, skills, y flow; Y encontró su campo de gravedad rotacional, no lo suficientemente lejano para abandonar el sistema rap, pero lo suficiente para escapar a los telescopios, sondas y robots satélite que rastrean el espacio para que el orden de los códigos no implosione en un mega big bang bong boom bax en un compás de cuatro por cuatro a 90 bpm.


Y aquél gorrión dió una vuelta, y dos, y tres, en su órbita, cómodo, observando desde el confín del sistema todos aquellos planetas, astros y planetoides de diferentes tamaños y colores, con anillos o sin ellos, con la única norma en común de intentar mantener la “realidad” en sus mensajes y textos, el vivo reflejo de sus vivencias, de los barrios, de las calles y de los perfiles ni tan marginales ni tan aburguesados pero sistemáticamente desobedientes y antisistema.


Y desde la órbita de Valladolid, que no es Nueva York, Paris, ni tan siquiera la aburrida Madrid ni la “europea” Barcelona, el gorrión disparó su texto, lo convirtió en rap, y le añadió algo a todo ese lore de periferia y delincuencia al por menor que lo convirtieron en su seña de identidad, le añadió ciencia ficción, y resultó.


Hablamos entonces de un artista que de por sí, sin que exista una ridícula regla de que tengas que ser del gueto para que te den la licencia de hacer pareados, viene de una ciudad que podríamos los neófitos catalogar de apacible, sosegada, histórica y tradicionalmente conservadora. Siendo generosos, eso está muy bien para la agencia de turismo de la ciudad Castellana. Pero desde mi más temprana y antisistemática juventúd, ya en la Malasaña de los 90, raperos, punkies, sharperos y metaleros compartíamos las leyendas urbanas, o no (porque cuando el río suena agua lleva), de la fachadolid en la que grupos de skinetos campaban a sus anchas casi sin resistencia importunando a los “guarros” como nosotros, que desdichadamente habían nacido allí, en vez de la ciudad que inventó la pólvora, la sopa de ajo y los macarrones con queso que todos sabíamos que era la capital opresora del estado, no otra que Madrid.


Y con el tiempo, mucho viajar, madurar, y sin que la segregación urbanística de estratos sociales por nivel económico, etnia y lugar de residencia me sirvan de termómetro para nada, pero aceptando que los tópicos existen por que un estudio popular no regulado de estadística reincidente les concede su veracidad, llegué a la conclusión de que cualquier ciudad, cualquier pueblo, cualquier barrio, esconden tesoros y animales venenosos en sus arterias de ladrillo, pladur y cristal.

No me han intentado nunca atracar en La Ventilla, Bronx, Long Beach, y sí lo han hecho en la boca de metro O'Donnell frente a la casa de la moneda y timbre dentro del distrito de Salamanca. ¿Me seguís?

Pues haciendo gala de esa realidad absoluta, y del refrán “Pueblo pequeño, infierno grande”, Erik Urano comenzó la panspermia cósmica de sus vivencias urbanas (canon del rap) camufladas con pixels digitales, logrando casi un estilo cyberpunk que sin querer o queriendo (no se) aúna múltiples características del subgenero ci-fi sobre compases de 4x4 y fotografías de bloque proletario estándar costumbrista y naturalista, retratado como Zolá o Benito Pérez Galdós pero en versión contemporánea, porque los tiempos cambian.


Como me atrevía a decir en al introducción de la entrada, para hacer música hay que aprender, y una vez aprendes, lo ideal es pasar por múltiples fases creativas, consecuentes con uno mismo y la realidad de la que el artista absorbe sus energías telúricas. Erik Urano no escapa a mi lupa de esas fases, de una evolución hasta ser lo que es ahora, sin saber qué será mañana, porque igual que la ciudad está en movimiento como decían los Dro, el humano también, como Goya. Somos organismos dentro de organismos, parte de un sistema vivo que envejece, muta, y se renueva constantemente. El universo es infinito, se expande, y Erik Urano lo hace con él, de copiloto con Carl Sagan.

Porque antes de hablar de esa evolución y su gráfica percentil, añadir, que si algo es claro a los oídos y ojos del buen observador, es que Erik Urano tiene un respeto nada chic ni esnobista a los arquitectos, lo suyo no es moda, y patente queda en sus odas a kraftwerk, Los Dro, o esplendor geométrico entre otros, que no solo lee ci-fi, si no que la escucha, es un robot asimoviano que se cree humano, absolutamente convincente, y en ocasiones un humano que se siente robot, planteando en sus líricas todos esos dilemas sobre la alienación y la cosificación humana patrocinada por la sociedad, sin masonerías ni gilipolleces, casi basándose en un método cientifico infalible, en las predicciones de los “papás” de la cifi especulativa, y en los futuros cercanos que nunca llegan, porque han llegado sin darnos cuenta, nos han metido la puntita, y se nos han corrido dentro un montón de nanositos mientras seguimos girando en el remolino del sistema, lo laboral, la sociedad del confort, la política del bienestar y todas esas trampas del capitalismo occidental que va de culo y cuesta abajo mientras sonreímos, Amazon nos trae la compra con un dron y un becario de programación ruso nos espía por la cam de nuestro terminal móvil de 1500 pavos mientras nos masturbamos en la taza del water. “The future is now” decían los Nonphixion.


Insisto en que Erik urano no es moda, y haciendo honor a la verdad tampoco el único en su mundo del rap en hacer música inspirada en ciencia ficción, añadiría a Elphomega cuyo álbum Homogeddon es un parque temático de la distopía genial, inmejorable, de culto; O algún otro tímido asedio como el de Mitsuruggy con un álbum y un E.P. ni de lejos tan bien construidos en torno a la ci-fi pero con un puñado de droppins inspirados en clásicos y maestros como Asimov y Sagan. Pero Erik es sin duda el más constante en su pompa distópica, no es tema pasajero para él, si no su prioridad, en cada álbum (o en casi todos, a ver si me meto ya con esa evolución en su carrera) y de ahí su mérito, porque en las temáticas del rap más aceptadas, desde la llamada “era dorada” del género que los puristas y metomentodos consideran los 90, la ciencia ficción no ha sido un tema especialmente aceptado por los oyentes que esperaban continuadamente su dosis de violencia, códigos criminales, sexo explícito y dramas fruto de la marginalidad. Y cuando España importó el género, en sus inicios se caracterizó por añadir una alta carga de mensaje antifascista en la mayoría de sus grupos, más reactivos en general, hasta la democratización del género, su expansión por toda la piel de toro, y un pequeño salto generacional para equilibrar la balanza, sin contar con que la gente de los 90 tenía que enterarse de todo vía parabólica, y ya entrados los 2000 internet puso en la palma de la mano millones de Gigas de música pirateada al consumidor que pudo hacerse una nueva reconfiguración de sus clústers al respecto del software que se habían instalado en sus discos duros, con una consecuente ebullición volcánica de cismas, enfrentamientos filosóficos y cruzadas inquisitoriales sobre todo tipo de dogmas de diferentes profetas del barrio.

Así que su valentía, por mantenerse firme, sin miedo al qué dirán, afianza su personalidad hidráulica como el auténtico astronauta del rap. No hay otro.


Pero ahora parece que la moda, las nuevas generaciones, ha sufrido un cambio en todo aquello que venía arrastrándose décadas atrás, y se permite por beneplácito de los nuevos influencers del Trap norteamericano, el mestizaje de la cultura vulgarmente considerada friki, la más nerd, con el submundo delictivo que sigue abanderando el movimiento respecto al consumo de drogas y las financiaciones ilegales que siguen manteniéndose como piedra angular del estilo musical.

La nueva adolescencia millonaria del nuevo rap norteamericano, ha comenzado a defender el manga y el videojuego como partes imprescindibles de la cultura popular de su generación, y veamos, siendo objetivos, no me sorprende ni me escandaliza, lo que me hace ver es cómo otras generaciones anteriores fueron tan ciegas de en ocasiones no expresar esas mismas influencias sólo por el hecho de permanecer dentro del rebaño. Dicho ésto, muchos jóvenes artistas emergentes buscando su hueco en el mercado y las redes, componen ahora esta nueva música no menos cyberpunk en su filosofía, conocida como Trap (una evolución o subgenero del rap durante el siglo XXI) e incluyen con naturalidad y orgullo propaganda y conceptos relacionados con Ghost In the shell, Cowboy Beebop, el cyberpunk en general, pero casi siempre a través de la cultura otaku , sin el poso verdaderamente intelectual que Erik Urano nos aporta, pese a que su último trabajo se titule precisamente Neovalladolor en honor de la obra cúlmen de Katsuhiro, no debemos confundirnos ni caer en el prejuicio de catalogárlo previamente como kitch.

Muchos de éstas nuevas promesas emergentes mantendrán una relación esporádica y promiscua con la ci-fi, mientras Erik está casado con ella.

No obstante, la cultura popular es propiedad del pueblo, y el pueblo, somos todos, por lo que enriquezcamos mediante cualquier medio nuestra sociedad y expandamos horizontes al respecto.


DISTOPIA DE LOS BARRIOS


Vamos a lo musical, embrollos al margen y ya ubicados.

Una búsqueda rápida de Flat Eerik e tu oráculo virtual favorito te va a poner frente a la cara un par de títulos de la última década, Cosmonáutica y su reciente Neovalladolor. Los títulos son toda una declaración de intenciones. Pero hay más si rebobinamos la cinta de recuerdos, encontraremos títulos de obras completas como Energía Libre junto a Zar1, el maxisingle Matrix, el E.P. Balaclava, y sin duda hay un buen porrón de canciones para estudiar de Erik desde principios de los 2000 junto con su grupo creativo, los Urano Playerz.



Los ví en concierto en 2010, y de joven se me ha hecho de día con algunos de ellos en sus excursiones madrileñas gracias a un amigo en común de Torrejón. Pero mi primer cntacto mutual con algunos de ellos como Mike y More fue en foros en la internet del pleistoceno. Sin embargo, pese a tan agradables recuerdos, hablo en ésta entrada desde la más estricta y virginal objetividad de Erik como artista, como creador, y como yo lo veo como “sabedor” de su género musical, y “sabedor en ciernes” de la ciencia ficción. Esta entrada no es propaganda, es disección para aportar un registro más a mi biblioteca virtual de cultura choomer.


Comenzando de alante hacia atrás, Neovalladolor, su trabajo más reciente. El homenaje a Akira es un compendio de canciones que adaptan su versión urbana de los hechos sucedidos y sus circustancias cotidianas vallisoletanas, callejeo canónico ya hemos dicho en el género dogmáticamente inevitable, a un futuro presente, ya no cercano, presente. No es conceptualmente ficticio, ni mucho menos, si no un biopic pixelado que nos transporta de esa realidad gris y rutinaria a otra cromada, robótica y mecanizada, en una voltereta metafórica. Una metamorfósis del callejeo a distopía. Un futuro especulativo muy oscuro, no grimdark, pero como decía antes, muy cyberpunk y hablemos de ésto, porque también tiene su cánon ¿no?.

La realidad vallisoletana de Erik nos es pintada en tintas grises, monocromáticas, desesperanzadas y repetitivas, crudamente realistas, pero al pasarlas por su filtro de verde fósforo obtenemos una realidad alternativa que en un acercamiento al futurísmo italiano está protagonizado por luces led, materiales sintéticos creados por el hombre como el goretex y el neopreno, tecnicismos de la era de la comunicación, la red, y cálculos científicos que presagian lo que está por venir. Erik juega con la ciencia y el barrio haciendo malabares, convirtiendo la vida de sus protagonistas involuntarios, antihéroes fumando narcóticos como medida de distracción y evasión, en un nuevo Neo que tiene que enfrentarse a la realidad que lo anestesia, al sistema, usando y entendiendo su entorno, un entorno digital y tecnológico.

Musicalmente, las atmósferas conseguidas también se alejan de lo que el neófito catalogaría como rap, pero que un oído más experimentado tal vez pueda asociar entre otras muchas referencias a company flow o ninja tunes por decir algo de muchas, al vuelo. Y sobre composiciones sintéticas damos ese salto al futuro cercano. Vamos a encontrar giros que amenicen el viaje lírico con ritmos más bailables con ese “perreo subatómico” que él mismo bautiza, o música de rave, otro elemento muy ligado a la cultura choomer, con vibes cercanos al dubstep, veloces y dinámicos. Nos transportan a esa pista de baile con noctámbulos retrofuturistas pasados de moda bailando en la oscuridad con juguetes fluorescentes, crestas, botas, pendientes y pupilas dilatadas mientras Erik escupe su mantra.

La distopía, el cyberpunk, incluye ese nihilísmo, esa marginalidad social, y las drogas, pero si lo miramos bien, como dicen lso que saben de esto de verdad ¿Qué es la ficción si no un disfraz de la realidad? Más real que la vida misma, la toman en Neuromante, y la lleva tu jefe en el bolsillo de la americana.

Entre todo esto no se pierde la raíz y encontramos extrapolarizaciones y loops de raperos de los 90. Por lo que no es una obra ecléctica y multi género, no, la intención es clara, innovar, mutar, pero seguir siendo humano, no llegar a la ciberpsicosis tras una colección nueva de aumentos. Insisto, no es una obra de ficción.


Pistas de corta duración que cumplen con los algoritmos involuntarios de la radiofórmula actual pero que cumplen con creces su cometido pese a ésta peculiaridad contemporánea. Que por otro lado ayuda a querer darle una segunda vuelta al compacto.

Pese a todo el callejeo y su antiheroísmo tampoco vais a encontrar una apología gratuita de la delincuencia y la rebeldía sin causa, es un trabajo de una persona con inquietudes intelectuales que lleva mucho mamando ficción y ciencia.


Donde el Quijote veía gigantes que eran molinos, Erik ve mechas, y ese es su ejercicio imaginario más valioso.




Antes estuvo el E.P. Balaclava, caracterizado por ese sonido mecánico, las librerias que podrían haber sido usadas en tecno purista pero que han sido recicladas para hacer su peculiar rap nada convencional. Seguiremos prestando atención a sus píldoras ci-fi en sus versos, su respeto a la obra Matrix de las wachowski, sus visiones digitales que parpadean en sus ojos biónicos, su realidad vallisoletana en la que aparecen pop ups como espejismos mientras lo tangible se glitchea, y esos giros rave en el compás cuando dejamos de oir su voz.


Por detrás, Cosmonáutica, que es la antesala de Neovalladolor. Considero que fue el punto de inflexión que lleva a Erik al ambiente futurista, pero su lírica la veo aún más cerca de Energía Libre que de neovalladolor. Un trabajo eslabón que es imprescindible para entender la mutación.




Un pasito más atrás para entender toda ésta mutación, Energía Libre es el punto que yo considero en mi distancia, meta volante, de la versión anterior de Erik y su actualización. Parecen poder diferenciarse dos mitades claras, una más clásica, menos innovadora, más del rap influenciado pincipalmente por los movimientos costa este desde la mitad de los 90, más “boom bap” y otra mitad en la que el virus de su sistema va apropiándose de archivos ejecutables y rompiendo su hielo negro, lo que me hace valorarlo, ya que no encuentro la sorpresa en la faceta tradicional, que bien ejecutada sin duda técnica ninguna, me retrotrae inevitablemente a otros artistas anteriores, que ya han ejecutado de manera similar, las mismas reinterpretaciones del catálogo más convencional del género una y otra vez, pese a los droppin ingeniosos en torno al futurismo que nunca le han faltado.

Ojo al track que da nombre al título y a la canción “pura magia negra”.

Dejar claro que yo no busco consumir boom bap y eso ya me condiciona, con todo el respeto.


Así que de la discografía de Erik Urano podremos extraer una lista ideal para el holoreproductor y una botella de vodka mientras se manifestan frente nosotros carpas koi de colores y medusas hipnóticas a oscuras y con la persiana bajada en nuestro apartamento del megabloque para empleados de la corporación. Tal vez, descifremos alguna frase encriptada que nos ejecute una nueva subrutina.

viernes, 14 de agosto de 2020

EL FIN EN VIÑETAS - III : TANK GIRL POR JAMIE & ALAN

 LA CHICA DEL TANQUE, MISILES NUCLEARES Y UN PAR DE TETAS


Buenas noches con nocturnidad, alevosía, y latas de cerveza especiada con sinte anfetas y ciberprozin.

Aquí estoy de nuevo, frente al verde fósforo de mi holopantalla monocromo de segunda mano comprada en el mercadillo callejero de los domingos y mis trodos viejos y sudados de ventosa y cable pelado.

Un día más en la biogranja de la corporación, un día más con electro pasquines virtuales bombardeando mi burbuja neuronal conectada, hormigas caníbales han salido de la tumba radioactiva de una vieja central sepultada hace décadas, mutantes huyen de las islas gulag en embarcaciones precarias fabricadas con plásticos con la intención de llegar a flotas comunales en aguas internacionales, se ha extinguido el último bio caniche en cautividad, Ciber Cola niega poner más de un 21% de opiaceos en su receta secreta tal como estipula la convención de Teherán...

Un puto coñazo, esas agencias de reporteros independientes no hablan nunca de que Juan el cojo ha disparado a Pepe el Guarro por media bolsa de mutihuana en el segundo R del portal 16 del megabloque, ni de que Susi Cyborg está engañando a Kevin Abascal de Wamba Junior con Perico el del cobre mientras se va a currar a los peajes aéreos cambiando los drones cuneta, ni nada de lo realmente importante en la vida de un ciber ninja de periferia a media jornada.

Todo lo que ocurre en el mundo está fuera de mi alcance, está lejos, ni me roza, por mucho que me cuenten que afecta a la inflación, la economía, la demanda de empleo, y las corporaciones. Toda esa mierda de chupadatos está en otra órbita que no incluye mis satélites tronco. No puedo ni calcular con un chip flopyquick de cálculo avanzado cuánto están moviendo esos cabrones mientras yo saco fichas de bingo para fiarle a Cha Laoh las latas de birra sudafricanas.

¿De qué me vale toda esa info? Sólo quieren encerrarme en una jaula de noticias terribles y grandilocuentes, para que me de cuenta de que no puedo salir de eso...pero en algún jodido lado está el agujero de gusano que me va a actualizar la vida, fijo, solo tengo que surfear bien el cable. Tener los ojos bien abiertos, no embobarme con holos de karpas koi ni amas de llave japonesas ciber esculpidas, esa mierda está ahí fuera para distraerte, como las noticias, y evitar que dejes de ser desechable.


Lo tengo claro. Hay que hacer algo, algo como lo que hicieron Alan & Jamie, algo que les joda, pero que a la vez les guste, y que tenga potencia y poder destructivo, algo como una tia buena punky pilotando un Panzer...sí...Algo como Tank Girl.



PUNK Y JUERGAS EN EL CAMPUS


Eran los últimos años de los 80 del SXX, y la movida se parecía bastante a lo que es ahora, la mierda tradicional estandarizada de los medios, la moda y la sociedad, empezó a cambiar, y llegaban a la fama y el respeto pintores drogadictos, modistos que hacían ropa con basura, analfabetos que no sabían tocar la guitarra pero se cagaban en el sistema. Sí. Todo eso se colaba entre afroamericanos con el pelo planchado y trajes de lentejuelas cantando y bailando coreografías imposibles, políticos apretando el cuello de la clase obrera, jóvenes youpies de Wall Street esnifando y vendiendo acciones por teléfono, y jóvenes de Manchester con patillas, la cabeza rapada y telarañas en el codo porque lo tenían clavado a la barra del bar sin empleo 12 horas al día.


Qué época en la que el éxito, la aceptación social y el dinero podían lloverle del cielo a un fracasado escolar heroinómano con un buen padrino en cualquier parte del mundo. El rock y el rhytm n blues se convirtieron en metal y punk, y el cisma generacional se hizo más evidente que nunca, era la época del cambio, del destruir para construir, un tiempo loco que vivir deprisa, dejando un cadáver bonito lleno de picotazos en los brazos y las ingles.


En la escuela de arte de Sussex, por el 87, Alan & Jamie estaban destruyendo y creando, molestando, jodiendo, metidos en la creación de fanzines underground, vendiéndole la moto a los crédulos que consideraban aquello vanguardia y contracultura, más o menos, como hoy pero en papel y tinta en vez de en HTML. Junto con Philip Bond, crearon Atomtan, su primer cómic fotocopiado y grapado a mano, todo esto me recuerda tanto al espíritu de AviadorDro coloreando a mano las carátulas fotocopiadas de sus discos, así debían ser los 80 en verdad, sí señor.

Y Atomtan se vendió mejor que la yerba en la universidad. Diseño gráfico underground, collage de dibujo y fotografía, poesía punk, un sentido del humor absurdo e improvisado y por primera vez en la historia de la humanidad, un personaje que ocupaba una página completa, una mujer fuerte, con buenas tetas, un arma de destrucción masiva entre las manos, y púas afiladas con la leyenda 


TE ROMPERÉ LAS PELOTAS”.


Como la Lorna de Azpiri, de la nada, y sin mayor pretensión, había nacido Tank Girl.

Un año después, Tank Girl se hizo un hueco en Deadline Magazine, sin saber o recordar muy bien cómo tras las resacas de los jardines Denton frente a la residencia de estudiantes de la facultad de bellas artes, sencillamente, Tank Girl ocurría, casi dibujándose sola ente bromas e ideas al vuelo.



FARAONA DEL YERMO AUSTRALIANO

Si algo se le tiene que atribuir al personaje, es punk, y un carácter underground y alternativo indiscutibles del momento histórico del contexto. Si el trío calavera hubiesen hecho música en vez de dibujar, hubiesen sido The Smiths o los Stump.


Y allí estaba, creciendo número a número, evolucionando en concepto artístico y personalidad, aunque, nunca prometió más de lo que ofrecía, historias alocadas, de un sentido del humor que yo no termino de coger, flojucho, tontuno, muy soft dentro del punk que emana por cada poro; un erotismo nulo en realidad más allá de que alguien pudiese considerar la historieta como un escaparate para lucir el esmirriado cuerpo de nuestra anárquica y esquizofrénica heroína; pero había algo, algo que la hacía icónica, y ese era y es, bajo mi humilde opinión de palurdo pedante, su arte, su estilo, los detalles, que cada viñeta en sí es divertida. No es lo que Tank Girl dice o hace, que no tiene sentido ninguno, es lo molona que es su ropa, lo molón que es su tanque, lo customizado que está todo, y que concentra todo el sabor de los 80 en un nuevo estilo. Sencillamente, por mucho que joda ser así de snob respecto a algo tan transgesor, era vanguardia del tebeo. Pura y dura cultura pop reinterpretada.

E insistiendo en su inexistente gracia de cada chiste, hagámosnos un favor, y recapacitemos ¿cuándo han tenido sentido del humor los británicos? Mr. Bean, Benny Hill, joder... Tank Girl no iba a ser mejor! Aunque a los fans de los Monthy o denuevas series como Flea Bag, igual os encaja, o como diría la protagonista del tebeo “El plan os cuaja”.


Las andanzas caóticas de Tank Girl, que llegaron a España con El Vibora y Comix (como no podía ser de otra forma), se ubican en la Australia post apocalíptica del mismísimo MadMax de Miller, solo que a nadie le importa mucho el contexto, ni el por qué el mundo se fue a la mierda en ésta ocasión, no, no hay un inicio, un nudo, ni un desenlace, Tank Girl está ahí, tiene un tanque, y tienes que asumirlo, sin hacer preguntas, sin esperar un ejercicio de world building ninguno por parte de sus creadores, lo tomas o lo dejas, tú mismo. ¿Quieres sabes más de Tank Girl? Pues a quien mucho quiere saber, poco y del revés, jódete. Tank Girl es como el Studio 54, era una mierda pero había cola toda la noche y o llegabas el primero para decir “estuve dentro” o te quedabas en la cola toda la noche. Su mejor secreto es que no tiene secreto.

Pero desde entonces, una larga lista de dibujantes se pirriaron por poner sus lapiceros y pinceles a los píes de la piloto de blindados más sexy y malparida de la Oceanía del mañana. Ashley Wood, Rufus Dayglo, Mike McMahon, etc.

Su éxito radicó en convertirse en un icono feminista, un icono de la lucha contracultural británica de los 80. Se convirtió en la musa de las pancartas y merchandissing anti Tatcher en las celebraciones por los derechos LGTB del momento. La chica del tanque era libertad, postmodernismo, new age, y lo que cualquiera quisiese que fuera. 

Penguin Publisher se hizo con el contrato, y comenzó a editar Tank Girl por todo el globo, en todos los idiomas, el punk se volvió viral, global, y como era inevitable, comercial. Viral.

Los Ramones o New Order adoraban Tank Girl, la revista Elle se inspiró para varias sesiones fotográficas en sus looks y estilismos, convirtiéndose en moda.


Pero en su esencia, Tank Girl, sólo trata de desconectarte con sus historietas de destrucción, borrachera, sexo intraespecies, y sus chascarrillos baratos de teleserie barata, como si tuvieses 15 de nuevo, esa es la vaina, vuelves a ser adolescente un rato gracias a Tank Girl, compartes con ella un mundo sin ley, sin reglas, un nunca jamás post atómico y desértico en el que cada viñeta te regala letras de canciones, easter eggs de los 80, personajes inspirados en políticos y estrellas de la tele de entonces, y vuelves a ser un chaval por un rato. Esa es la virtud de Tank Girl, no otra.


Así que ábrete una lata de birra, ponte tu holocinta de punk binario favorita de los Amstrad Red, y quédate en la parra con Tank Girl y su cuadrilla, un canguro mutante motero que es su amante, un koala gay, sus amigas Jet Girl y Rocket Girl (¿que de dónde han salido y cual es su historia? Tío ésto no es Marvel ni DC ¿qué cojones nos importa de dónde han salido?), y adóralas, idolátralas, ríndelas culto y veneración como a una Venus de Windeldorf pero en esmirriadas con piercing y un corte de pelo trasquilado y tintado. Tank Girl es la diosa de la destrucción en tierra de aborígenes, caprichosa, maleducada, violenta, alcohólica, criminal... ¿una antiheroína? No, la novia de Satán mejor dicho, y ojo con esto, no spoiler, pero dato importante si queréis imaginar a dónde llega su locura surrealista y sinvergüenza.


Bueno, entonces, ¿Dónde está la ciencia ficción aquí? Bueno, no dejan de ser historietas cortas post apocalípticas en las que Tank Girl vapulea el sistema corporativo regente y se escaquea de la ley.

No, no es muy profundo, ni nos deja ninguna reflexión, pero es una influencia tan grande en la cultura post apocalíptica, que no podemos saltárnosla en TungstenoDreams, aunque reconozco, os parezca popular o no, que a mi sus argumentos y sus chistes me parecen un pedo en lata, pero me quedo embobado con el arte. Ya sabéis que me flipa el horror vacui, lo hemos visto ya con muchos otros artistas en el blog, así que Tank Girl, para mi, se queda sin medalla ni podio, pero merece su puesto honorífico en el top ten.


DE LAS VIÑETAS A LA PANTALLA


Tras varias historietas cortas, tocó darle mayor protagonismo en historias largas, como La Odisea, e incluso llegó el momento de la película (redobles y platillos) en 1995.

Si el cómic carece de coherencia alguna, al película ya es para mear y no echar gota. Sinceramente, como curiosidad o fetiche, vale, pero como obra, es un bodrio acojonante, vamos por partes.


Dirigió Rachel Talalay (Pesadilla en Elm Street 4, La muerte de Freddy, Los Borrowers...), aceptó el protagonismo de Tank Girl recayó en Lori Petty (Liberad a Willy, y no he visto ninguna mas suya joder, vaya tela) que a mi gusto está horrorosamente sobre actuada, fuera de rol, y que siendo los 90 podría haber bordado por estética y actitud, por ejemplo, Gwen Steffani a la que vimos años después en EL Aviador o Sr. y Sra. Smith. Una interpretación que a mi, particularmente, me resultó lamentable y nada enrollada, sin picardia ni mala uva, muy de barrio sésamo.


Pero que no pare la fiesta, uno de mis actores favoritos (no), ice-T de nuevo!! Si no tuvimos suficiente de él en el mundo de la ciencia ficción con JohnnyMnemonic, agarraos los machos que aquí hace de Canguro mutante, sí, en serio, la rehostia!!! Mátame camión!!


Pero cuidado que de repente, así como conejos de la chistera, nos sale Naomi Watts, Malcom McDowell o Iggy Pop en el reparto. Joder, joder, joder, si es que es una bizarrada digna de ver, aunque sólo sea para poder contarlo luego.


La película, es una mala adaptación más de un cómic a la larga lista de fracasos de viñetizar en celuloide de Hollywood. Pese a que trata de mantener la idea original, Tank Girl es una heroína desde el principio, y no una bipolar esquizofrénica armada hasta los dientes en el yermo de las Antípodas del 2033, y ahí comienzan las licencias creativas, que tratan de no alejarse mucho de la obra original, pero que quedan muy por debajo de lo esperado.


Los canguros mutantes, oh Dios mio los canguros mutantes, no voy a deciros nada, el maquillaje que debió ser portada de Fangoria, no me jodas.


¿Y el argumento? Una corporación quiere controlar toda el agua potable de Australia a cualquier precio, pero Tank Girl va a ser la chica equivocada con la que joder. Y así, en una pirueta greenpeaceaica, tenemos una comedia de ciencia ficción y acción, con unos efectos especiales de serie B atroces, un rodaje pestoso, intepretaciones bochornosas, y nada bueno, en serio, nada bueno. Soporífera y edulcorada.


Y poco más os puedo contar de esta majadería de cómic, que como nota personal, creo que es la principal influencia de una exitosa saga de videojuegos llamada Borderlands, que creo va a ser mi próximo objetivo en el blog dentro de 7 días.


Como anécdota, cerrar contando que en 2001, Jamie Hewlett puso “cara” a los miembros del grupo Gorillaz, sí, el formado por Damon Albarn de Blur y Nakamura, la banda “virtual”, algo muy cifi, ojo, recordemos PequeñosHéroes de Spinrad, o el capítulo de Miley Cyrus en Black Mirror. Pues Gorillaz es un experimento comercial que crea la primera banda “no existente” documentada, cuya representación pública son unos dibujos del padre de la niñita del tanque.


Y me despido tras dar un repaso a ésta musa del feminismo, amazona radioactiva, pimp de canguros, destructora de pelotas arrugadas, faraona del yermo, jinete de acorazados, la Mad Max diseñada por Vivienne Westwood, la action man de Jean Paul Gaultier, con cariño pero sin expectativas, reconociendo que me dormí con sus cómics y con su peli, y alegando motivos puramente iconoclastas e ideológicos para su recomendación.


No dejéis morir al punk choomers.


jueves, 6 de agosto de 2020

EL CYBERPUNK POR RODOLFO MARTINEZ


RODOLFO MARTINEZ

Calor, mucho calor. ¿Alguien se acuerda de la capa de ozono? Los profesores virtuales en sus clases no presenciales de historia, y nadie más. Y así nos va, hemos evolucionado como especie (por que decir como sociedad es muy arriesgado) destrozando y olvidando lo destrozado. Pero siempre hay beneficiados, como Kimicare, que lleva 10 años siendo líder indiscutible de producción y distribución de protectores solares factor 85 y complementos alimenticios sustitutivos.


He pasado el mes de Julio en el norte de la Insula Ibérica, cerca de la costa, huyendo del viento cálido que derrite Ciudad Capital, pero aquí estoy de nuevo, la Biogranja Factoría de procesado de permisos genéticos no descansa, y he tenido que regrsar a la periferia a canjear mis servicios cualificados estándar clase C por créditos para sobrevivir. Tengo que cambiarme un fusible y un par de nano turbinas de vez en cuando, y darme sesiones extras de lubricado, pero estoy de vuelta en el ciber espacio malditos choomers.


Durante esos fantásticos días de reposo, he vuelto a leer, bastante, y he retomado energía con mis nanositos fotovoltaicos celulares, energía que había mermado mucho desde el comienzo de la megaplaga, tiempo en el que pese a haber estado encerrado en el apartamento de sintepladur más tiempo de la cuenta, ni leí, ni visioné ni nada. Tuve el sistema defragmentando y buggeado.

Pero ya es la hora, y en Agosto el tungsteno debe fluir.


Vamos a dejarnos ya de payasadas y centrémonos. Hace ya unos años leí un libro cyberpunk editado por Gigamesh, y éste verano otro de Miraguano, y entonces, poco a poco, me sumerjo con fascinación en el universo personal del autor, Rodolfo Martínez.


De Rudy (como Rucker pero en versión asturiana y por ende de pronunciación fluida) pocos datos a nivel “bookstar” pude encontrar por la red a parte de su parca ficha de datos globales públicos de Wiki Watch, una buena entrevista en otros blog de literatura y ciencia ficción, y reseñas y sites de venta de sus obras. Tal vez por que no es un rock n rolla de los best sellers, y porque sus preferencias creativas no van a la onda mainstream, o yo que se por qué, si solo soy un cyborg barato con un sistema operativo pirata sin actualizar y piezas de importación asiática con aspiraciones ninjas justicieras. Yo que se.



Lo que sí se es que lo poco que llevo leído de su obra, me gusta, mucho. Y a los señoros y ñoras de los Ignotus también, porque se ha llevado algunos cuantos, y no sólo a los de la alta ceremonia literaria del sector, si no a otras cuantas entidades facilitadoras de premios, trofeos y diplomas. Y a nadie le amarga un dulce. Pinta bien, parece que compartimos criterio.


Rodolfo se ha dedicado a escribir fantasía y ficción, aparentemente por lo que llego a descubrir, desde su adolescencia, con especial gusto por la ciencia ficción, pero por lo poco que me parece discernir de el autor (sabéis que soy de los que le gusta vincular el autor a la obra haciendo un pack de comprensión avanzada) lo que le va no es un “ámbito” en el que ubicar sus historias, si no un “modo”, es decir, lo mismo me da que me da lo mismo que Rodolfo nos traslade al año 2345 que al 1938, a un universo ficticio, una línea temporal imaginaria, o una época registrada en los libros de historia, lo que va a hacer es movernos a través de una historia mediante el thriller o el noir y le veo una vena muy detectivesca que pese a que haya contrastado con su bibliografía y la pasión por Sherlock Holmes, se mastica en sus obras cyberpunk, que ni si quiera entrarían dentro de los canones gibsonianos del circulo ochentero original, pero que le jodan a los cánones, las reglas están para romperlas, y eso sí que es punk.


El autor es un imaginador como diría mi socio Alexander Sad Pimp de la División Fuzz, un visionario de la ficción neuronal, mucho más cálida que la realidad virtual, un artesano de la ensoñación, y eso es lo que me divierte.

¿Le estoy haciendo mucho la pelota? Qué putada, pero es que es lo que percibo con los dos libros que me he leído y todo lo que veo de él. Es el Dios de un universo propio que atiende y alimenta, sin dejarlo morir, un Dios cuidadoso y clemente con sus creaciones, que igual se mete en un ciclo de novelas no canónicas de Sherlock Holmes que reimagina una evolución humana desde finales del S XX hacia el futuro a largo plazo, abarcando una línea temporal de siglos, como si fuese Herbert, en la que las historias que nos narra no son consecutivas, pero suceden en el mismo marco, en su universo, Drimar, aunque no nos diésemos cuenta. Y él, riega Drimar, como Asimov regó su universo desde los robots a la fundación, cubriendo grietas siempre en el mismo color de la pared en la que vemos la historia. Y ese trabajo yo siempre lo agradezco. Enriquece, fideliza y te hace crear suposiciones y jugar a inmiscuirte en sus próximos sucesos o tejer lazos de relación y puntos que ni el propio autor ha puesto a mi alcance, o que precisamente, son cebos para alimentar mi software imaginativo. Así que estamos frente a un pequeño Miller o un pequeño Ridley Scott patrio, tentándonos a divagar y cuñadear en respecto a un universo del que sólo él es propietario y sobre el que sólo él tiene permiso de edición como administrador, pero del que al leer, nos sentimos parte, y obviamos el cartel de “no tocar” y el de “no alimente a los personajes” y todas las señales en rojo a su alrededor.


Y son sus vicios, sus fetiches, lo que nos hace sentirnos cómodos con él, y creernos que estamos entendiendo parte del mensaje cifrado que ha encriptado en su obra, nunca del todo, pero con algún acierto prestado a Lewis Carroll y a Conan Doyle y a Robert E. Howard, y te da la sensación, aunque sea ficticia, de que compartes con él todo eso, que te ha llegado su mensaje en la botella, y que cada página que paso de su obra a la sombra de un árbol clónico en el boulevard de Ciudad Capital le llega un pop up a su neuro red y entonces la comunicación entre autor y lector ha sido exitosa y se han completado todos los envíos de paquetes que había en cola.


Y para más, podéis encontrarle por twitter y en su blog escrito en el agua.


LA SONRISA DEL GATO


Y vamos con la lectura más reciente, pero no la más moderna, ganadora del ignotus del 96, hace ya unos lustros y sigue tan fluorescente como el primer día. Aún huele a radiación. Me encanta.


La sonrisa del gato nos lleva a La peonza, una estación orbital que parece ser “tierra neutral” para las grandes facciones políticas enfrentadas de la Tierra y el Sistema Solar colonizado en un futuro no muy lejano, más cyberpunk de segunda generación que space ópera con su pompa y neo feudalismo. Una ciudad ingrávida en el espacio que es la “Andorra” del sector, una ciber Sodoma tanto para el civil como para el inversor, un ecosistema perfecto para la conspiración corporativa y gubernamental, el espionaje, el libertinaje y la vida pirata y todo lo que se te ocurriría hacer si mañana en aguas internacionales saliese a flote una prolífica ciudad de las oportunidades sin restricciones éticas ni jurisdiccionales de tu país de residencia.


Y allí, destapando algunas de las filias recurrentes de Rodolfo, tenemos a Chandler y sus irregulares de Baker Street, un local de inspiración neo victoriana regentado por un traficante de información y su pequeña legión de fisgones entre los que destacar a Dedos y a Memo, muchachos a los que cogeremos cariño inevitablemente. Esta entrañable cuadrilla al filo de la ley, se encargan de cotillear y mercadear con la información recogida de empresarios, miembros diplomáticos, policía y cualquier otro residente o visitante de La peonza que tenga algo que a un tercero interese conocer a cambio de un buen precio, claro.

El problema de estas actividades, es que siempre acaban por reventarte en la cara, porque tarde o temprano la literatura y el cine nos han enseñado que vas a enterarte de algo que no deberías, te van a pillar, y el efecto dominó de consecuencias te va a obligar a actuar para salvar tu vida.


Así que tenemos una novela detectivesca con disfraz de cyborg, en esa clásica fórmula future noir que tanto funciona desde que estrenaron Blade Runner o desde que Asimov nos presentó a Elijah y Daniel Olivaw. Una nueva forma de resolver misterios de Agatha Christie que cambia la flema británica y burguesa que también padecía las consecuencias más humanas de la envidia y la avaricia, por un entorno tecnológico, generalmente poblado por perfiles bajos de dudosa reputación y moral, que suelen esconder dobles caras o pasados turbulentos a punto de aflorar en algún momento de la historia.

Sí, no es nada nuevo ni traemos la sopa de ajo, pero Rodolfo lo ejecuta tan bien, que no tengo ni una sola pega, ni una... Bueno...mmmmmhhh... ya veremos al final, pero esto es mandanga altamente recomendable choomers. Vais a encontrar todo lo que nos gusta.


Tenemos jerga ingeniosa del futuro cercano como en Neuromante, tenemos chips de personalidad como los de MaridAudrán, tenemos un pequeño nudo de intereses y una bola de secretos que ir desmadejando en sus apenas 200 paginitas que te dejarán con ganas de más, tenemos Inteligencias Artificiales, tenemos redes de Ciber Espacio, tenemos “anti personajes” y ningún héroe de brillante armadura... ¿Qué mas? Lo ha bordado, todo con un estilo dinámico, que pasa de la primera persona a los flash backs narrativos, buenos momentos de acción que en ocasiones hay autores que más que narrarnos nos marean, y un final inesperado.


Antes decía que le buscaría algún pero para no darle la nota perfecta, y tal vez, el final tan inesperado me hace dudar de la coherencia de la trama en un momento dado, pero ¿quién soy yo para decir cómo tiene que acabar? No hay finales malos, hay espectativas mal gestionadas, y ojo que con esto no quiero decir que me decepcionase, no, ni de lejos, pero me dejó con el mismo sabor de boca que El sueño del rey rojo, el sabor de boca de quien se ha perdido algo o quiere darle sentido al país de las maravillas donde todo es lisérgico, porque al otro lado del espejo, todo es al revés. Así que sólo déjate llevar a ese universo de Drimar que Rodolfo no deja de crear, recordar y expandir y del que tendré que seguir consumiendo.


EL SUEÑO DEL REY ROJO


Porque con éste título que tanto en común tiene con el anterior si recordamos Alicia en el país de las maravillas y tratamos de darle un sentido a todo en la distancia del autor, Y viajamos atrás en el tiempo desde La sonrisa del gato, a un futuro cercano, más cercano, sin viajes orbitales, pero con todo el sabor del cyberpunk más clásico, y no se si seguimos en Drimar o no, pero es lo de menos, como si Tyrell y Yutani conviviesen o no en el mismo universo, no estamos hablando de Marvel, así que a la verga joder.


Otras 200 paginitas aproximadamente, que nos dejarán con ganas de más, que sin haber leído el resto de la obra del autor y pecar de cuñado, parece un sucesor espiritual de la anterior novela despellejada aunque les separan 9 años terrestres, por título, por conexiones (y nunca mejor icho porque el ciber espacio es el canal de navegación principal de la trama en ésta novela) y por temática y elementos del género recurrentes.


Caemos de nuevo en una retorcida historia detectivesca de inframundos tecnológicos, en los que un triángulo amoroso mal avenido se verá envuelto en una trama de altas miras corporativas que fluye por la red del ciber espacio como la pólvora.




Para empezar tenemos como protagonista indiscutible a Alex, un cerebrito, un netrunner, hacker, cowboy, llámalo x, que está impedido en una silla de ruedas, confinado en casa, siempre frente a sus monitores, viviendo una vida virtual que le aisla de las relaciones humanas e interpersonales, convirtiéndole en una persona mezquina, huraña y desconfiada.

Alex va en silla de ruedas, y ya es un detalle de los que enriquece el contexto cyberpunk, porque podría tener unas piernas cibernéticas, pero no, no entra en sus planes éticos ni personales, y tenemos un tullido prácticamente superdotado como protagonista, una anacronía viviente, como el protagonista del a película Mute que es un mudo en una era cyberpunk.


Alex, se verá envuelto junto con su amiga Andrea en una intriga que aúna el asesinato y la aparición de un software de inteligencia artificial totalmente innovador y sospechoso. El ama a Andrea, pero no es correspondido, y para colmo, durante el desarrollo de la peligrosa trama de investigación, se suma un tercero en discordia, la IA del difunto ex amante de ella y ex mejor amigo de él, Lurquer, que me imaginé durante todo el libro como un impertinente Max Headroom.


La historia incluye elementos recurrentes del género como “el guía misterioso” , figura de la que he hablado en otras obras durante los casi 2 años que hará pronto el blog, del que se encarga de interpretar una extraña IA de la red conocida como ¿Cuantos ángeles? , un personaje carismático, misterioso y que sin duda sería mi favorito de la historia.

Por su parte, la IA póstuma de Lurquer, representan la siempre presente idea, no obstante interesante y fuente de múltiples debates y especulaciones, de la vida digital más allá de la muerte, de la que yo soy firme detractor en filosofía del género, ya que un backup de una mente humana, no es la continuación duradera de la misma, si no una copia, que podría evolucionar de forma diferente según los patrones de comportamiento configurados. Pero seguimos así añadiendo elementos canónicos, revisados, al cyberpunk, bien calzados por parte del hábil Rodolfo.


Esta historia en concreto, también trata asuntos que no voy a spoilear, que en cierta medida, me hicieron recordar Snowcrash de Stephenson. Y hasta ahí quiero leer para no desvelaros la intriga de ésta laberíntica obra, que precisamente, por lo laberíntico de sus tramas, y mi falta de olfato como sabueso, me cayó en la frente al final de un modo inesperado, más incluso que la sonrisa del gato, y ese es el único punto que me impedirá ponerle el mote del William Gibson Español, pero tal vez, sí el de “el ciber alumno aventajado de Conan Doyle”, aunque ya sabéis, el cyberpunk en estas 2 novelas es sólo un comodín en la baraja, la partida se gana con el resto de cartas policiacas.




Así que sin desvelar nada, os he dejado unas sinopsis y unas opiniones que espero os amplíen el horizonte cyberpunk hasta las costas de nuestra lengua castellana, que ni empieza ni termina en Rodolfo, pero que más que una extensa costa, es una calita privada donde poder nadar en pelota picada.


Como troyano de éste dúo de obras, el paralelísmo entre los mundos virtuales de unos y ceros que llevamos pronosticando en la cifi desde hace décadas con el otro lado del espejo de Alicia. El ciber espacio como un lugar donde todo es posible, donde podemos ser lo que queramos, pero donde habitan seres extraños, de dudosas intenciones y muy diferentes visiones de lo ético y lo moral, nuevas especies intangibles, que pueden tornar nuestro sueño en pesadilla y evitar que despertemos, impidiéndonos volver a la realidad de la que huíamos cuando cruzamos al otro lado.

El ciber espacio es el nexo y el conductor absoluto de ambas obras, y está a la altura, como ya he dicho, de los gurúes del asunto. Nada que envidiar aunque todo esté inventado.


Me quedo con ganas, muchas ganas, de en medida de mi pila de libros pendientes me permita (ahora sólo hay 3 y medio), continuar adentrándome en Drimar, ya que tenemos El ciclo Completo, que reúne todas las novelas cortas que componen el ciclo de su universo desde su nacimiento hasta su más reciente historia y sucesos, que son 2 completas, 7 cortas, de las cuales Bifrost es inédita, y continuar con Tierra de Nadie: Jormungand. Y así recorrer la historia de Drimar desde Un jinete Solitario hasta Yggdrasil, que curiosamente coincide en título con la obra cyberpunk latinoamericana de Jorge Baradit.

Y es que lo onírico y lo tecnológico se confunden y copulan en la obra de Rodolfo, y no sin razón pues “¿no es la magia una tecnología que aún no comprendemos?”, que dijo aquél.


Mejor aún, debería empezar una rehab de ciencia ficción que hago de vez en cuando, y pasarme a su ciclo de Sherlock Holmes o su reciente versión del cimmerio más famoso de todos los tiempos.

En fin, lo dicho, un prolífico imaginador de los que la Fuzz Division necesita.


¿Que qué es la Fuzz Division? Tiempo al tiempo mutantes, tiempo al tiempo. Mientras tanto, un ciber paseo por Escritoen el agua nos vendrá bien para seguir entendiendo la obra de Rodolfo y estar ciber ojo al parche de sus imaginaciones.