DUNCAN JONES
Tras la última y extensa entrada
publicada, creo que vendría bien una nueva aportación algo más
lisonjera, porque ya se sabe, lo bueno, si es breve, dos veces bueno.
Y es que en el mundo veloz y cronometrado en el que vivimos, tal vez,
una lectura (una lectura por Dios!!! Existiendo videos y podcast!!!
Que anticuado!!) de más de 15 minutos acerca del mismo tema, casi
que puede ser calificada de tesis. Y tampoco quiero aburriros, aunque
me sale sólo, soy un parlanchín, me voy por las ramas más que
Tarzán.
Pero vamos pues al turrón. Por fin me
he hecho una cuenta en Netflix, he desafiado al futuro! Llego
el último, pero bueno, tampoco leo en ebook ni juego online
a videojuegos. Soy un fan del futuro muy chapado a la antigua.
El caso es que en la archiconocida
plataforma, hay un montón de títulos de ficción, y no es que nunca
haya visto ninguno, alguno he visto en reuniones de amigos, y la
conclusión que saco, y que muchas personas de mi entorno y redes
sociales comparten conmigo, es que Netflix factura buenas
series y películas mediocres. En varios títulos, de los que quizás
hable en el futuro, como Annihilation, Bright o Cloverfield
Paradox, la idea es muy, muy jugosa y con muchos matices
apetitosos, pero la ejecución queda a medio gas, gratuita y sin
sentido.
Sin embargo le tenía especial ganas a una
en concreto, y no, no es Altered Carbon, que ya la vi en su
día y me revolví como oruga en sal tras haber sufrido erecciones
con el libro de Morgan. Me refiero a Mute, un título
firmado por Duncan Jones, que en su escueta filmografía,
parece estar muy enfocado en la CIFI.con aciertos como
Moon, multipremiado largometraje que pese a gustarme me parece
sobrevalorado, y otros como 8 Minutos Antes de Morir, Warcraft o
Whistle. Osea, una enorme promesa del género. De todo su
catálogo solo vi Moon y éste Mute, y ambas me han
parecido películas muy adecuadas, con buenas ideas, un desarrollo
lento, pero que cumplen con la función con presupuestos justos, sin
filigranas ni tirabuzones, pero mucha consecuencia.
Vamos a intentar no hacer sangre en que
el director, es hijo de David Bowie, porque esto sería
meterme en camisas de once varas, y he prometido no liarme, y además
esta semana me sobra poco tiempo libre.
Pero empecemos por el principio, Mute
está protagonizado por un grupo de caras más que menos conocidas,
como Paul Rudd en el arisco papel de Bill “Cactus”
con todo el look de Earl de Me llamo Earl, y Alexander
Skarsgard como Leo, el protagonista.
Paul
como Cactus nos
brinda un papel muy distinto a los últimos a los que no ha
acostumbrado en el universo Marvel con
Antman, que es un
tipo que cae bastante bien, y otros muchos de sus papeles cómicos.
En ésta ocasión, su papel, Cactus,
es un tipo duro, rancio, con pocos amigos, cara de ello, y el vicio
de mascar chicle con la boca abierta. Cae mal desde el principio,
algo trama, está claro.
En la
cruz de la moneda, Leo,
a cargo de Alexander,
que para mi es una cara poco usual, pese a que ya me han dicho que se
le da bien lo de chupar sangre y fornicar en True Blood,
pero que yo no lo he visto, y para mi este señor es un perfecto
desconocido. Ya sabéis que soy un stalker.
Aún así, es quien más me convence en el film, y un acertado
protagonista, no sobresaliente, pero sí acertado leñe, seamos
justos.
BERLIN
Futuro
próximo y distópico, Berlin, Alemania. Un entorno cyberpunk
de manual, calles a varios niveles, vehículos aereos y terrestres
generando tráfico, neón, luces de colores palo, hologramas,
rascacielos y suburbios. La estética y la ambientación son muy
correctas, no es Ghost
In The Shell
ni Blade Runner,
pero tampoco tiene el mismo presupuesto. Está muy bien en relación
de lo que esperamos.
Leo
es un tipo amish,
estricto, de fe ferrea en sus convicciones, heredadas en realidad
pero que han enraizado en su personalidad, y es un practicante
convencido, aunque no lleve barba ni sombrero de ala. La idea de dotar de un componente religioso
antitecnológico a un protagonista que vive en un mundo tecnológico,
me parece una brillante jugarreta creativa. ¿Por qué no? He leído
historias cyberpunk
en entornos fuertemente imbuidos en tradiciones religiosas, como el
Ciclo de MarîdAudran,
que se desarrollaba en un futurísta régimen musulman, asi que
incluir un personaje de fuertes convicciones religiosas, o influido
por culturas o sociedades costrumbristas y tradicionales en un
entorno tecnológico, no es nuevo, pero abre muchas posibilidades
poco explotadas.
El
cyberpunk,
nos presenta en múltiples ocasiones a personajes aumentados,
mejorados, parece algo superhumano
de Nietzche,
el homo sapiens supera las limitaciones de la carne y el hueso, se
aproxima más a un ente superior, mata a su dios, por lo que la
religión, casi de forma lógica y automatizada, queda obsoleta y
relegada a segundos planos. La clonación, la bioingeniería, las
realidades virtuales, y otros de los clásicos avances propuestos en
el género, facilitan al humano la evolución a dios. Y aquí está
éste Leo, de
carne y hueso, reacio a sacar provecho al mundo de luces y botones
que lo rodea, chapado a al antigua (como yo, bueno, no tanto, es
broma) y siendo todo lo contrario al super hombre post humano, lo
contrario al humano mejorado, un saco de huesos y sangre defectuoso,
mudo.
Sí,
no solo es amish
en una megaurbe, único en su especie, la excepción, el “bicho
raro”. No, es que también es mudo y de ahí el título, Mute.
El pobre Leo
sufrió un accidente en su infancia, toma que abre la cinta, y su
familia, rechaza los avances médicos y encomiendan su recuperación
al señor un porrón de oraciones diarias. Mudo y amish,
pensadlo,
nada de teléfonos móviles, ni holopantallas, ni implantes de voz
digital...nada. Lápiz y libreta, y lenguaje de signos. Un chocante
“jódete futuro”, un envite de la fragilidad humana contra los
milagros de la ciencia, o así interpreto yo éste valor añadido al
personaje por parte de Duncan
Jones.
Continuando
con Leo, es
un tipo bueno, un cacho de pan, de dos metros de altura y una mecha
muy corta, pero el tipo no es ese pícaro cyberpunk
con adicciones y dudosos planes de cómo hacer dinero rápido, no. El
tipo tiene un empleo desagradable de barman en un flamante cyber club
de streapers, frecuentado por una clientela insoportable y
conflictiva, y dirigido por una mafia local sin escrúpulos. Allí,
trabaja también su novia, Nadirah,
que asume el rol de la buscona si se me permite una palabra tan fea y
machista, pero es una chica de dudosa reputación, moral esquiva y
ambigua, que sin duda siente cariño y afecto hacia el inocente Leo,
pero el grandullón la ama con todo, full equip,
es una relación desequilibrada, sincera, pero desequilibrada, Leo
es un poquito pagafantas.
Es un marginado soportando mucha mierda, apunto de explotar y
convertirse en una locomotora imparable. Mientras que ella me
recuerda mucho a Sarah
de “Hardwired, el hombre
máquina” de Walter
Jon Williams, una
coprotagonista que muy en el fondo muestra humanidad, pero que
sobrevive tomando las decisiones equivocadas.
Leo,
un pez grandullón, serio
y formal, con ropa de lana oscura, nadando a contracorriente en un
mar de pececillos de colores brillantes, aletas espinadas y ojos
saltones que brillan y chisporrotean en al fosa abisal de la gran
ciudad. Recuerda un poco al look
corporativo de otros antihéroes de la CIFI
como Johnny Mnenmonic
o el de Paycheck,
que se tiran toda la película con su outfit
de youpie en traje y
corbata, pero Leo,
es sobrio por convicción, no por contrato.
Para
convertir aún más a Leo
en algo así como un querubín desubicado, resulta que le gusta la
ebanistería, menudo un hobby en una sociedad hipertecnológica,
trabajos manuales con segueta, madera y cuchilla. Parece que estas
actividades artesanales, muy de moda gracias al mindfullnes
y paparruchadas varias del siglo XXI, siempre aportan un granito de
humanidad a quienes las practican en entornos cyberpunk,
tocando nuestra fibra más primitiva. De algún modo, nos evoca algo,
como las pajaritas de papel y los animalitos de madera de Blade
Runner. Transmiten
humanidad en un mundo deshumanizado.
La
tapa de la cacerola express de Leo
salta por los aires cuando Nadirah
desaparece de la noche a la mañana, la chica no es trigo limpio del
todo, pobre Leo,
comienza su caza, la búsqueda de pistas sobre el paradero de
Nadirah,
descubriendo los hediondos y sórdidos lugares que frecuentaba ella
en secreto, y conociendo a sus malas amistades. Un mundo de
prostitución y mafia absolutamente ajeno a Leo,
que debe ser el tipo más legal de todo Berlín.
¿Trata
la película de decirnos, que en un infierno amoral en el que la
tecnología ha suplantado cualquier valor, debemos de recordar
nuestros valores más espirituales para seguir siendo humanos? Tal
vez Duncan Jones
haya elegido la religión amish
para transmitir ésta idea, o tal vez es mi paja mental.
Sea
como fuese, ahí hecha a rodar la trama, con la búsqueda de Nadirah
en los bajos fondos.
En
paralelo a Leo
tenemos a Cactus,
un militar norteamericano desertor, escaqueándose de las leyes
norteamericanas en tierra extranjera, ganándose la vida como
cirujano privado de una mafia local. Es el némesis de Leo,
un tipo grosero,
maleducado, con un trabajo que requiere la carencia de escrúpulos y
un compañero de trabajo cachondo, majete, y muy agradable, que
esconde un asqueroso perfil psicológico bajo la fachada de yerno
ideal. Los perfiles cyberpunk
hacen acto de presencia encarnados en éste dúo en Mute.
De
aquí en adelante, sin spoilers,
“as ussual”, la
película discurre de un modo ciertamente lineal siguiendo una
fórmula de 2 líneas argumentales paralelas, las de Leo
y Cactus,
que terminarán por
cruzarse en un thriller
justito, poco trabajado, que va fluyendo digno pero sin mucho
misterio, con ese toque de novela negra o future noire,
con algún momento breve de acción y una resolución pobre, caída
un poco del cielo, de golpe y porrazo, que quizás sea lo que rebaja
la nota final de Mute,
Pero dejo a vuestro criterio la posibilidad de asentir a mi opinión
personal, o rebatirmela, una vez la hayáis visto.
Y
no sobrepasa las preguntas que he expuesto, flotando al rededor de
Leo,
una rara avis de la
urbe distópica que es en sí una declaración de intenciones y
cuestiones discutibles.
En
resumen, es una película cyberpunk
digna, visto lo visto de lo que suele ofrecernos el género en la
gran pantalla, que estadísticamente no pasa de mediocre o
adaptaciones dudosas de libros y tebeos con demasiadas licencias
hollywoodienses que no
satisfacen a lo puretas
ni a los neófitos. Un aprobado, por encima del raspado, pero por
debajo de lo notable, una buena oportunidad para los cybermonguers
de darnos un caprichito, de 2
horas eso sí.
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