miércoles, 28 de noviembre de 2018

MUTE



DUNCAN JONES


Tras la última y extensa entrada publicada, creo que vendría bien una nueva aportación algo más lisonjera, porque ya se sabe, lo bueno, si es breve, dos veces bueno. Y es que en el mundo veloz y cronometrado en el que vivimos, tal vez, una lectura (una lectura por Dios!!! Existiendo videos y podcast!!! Que anticuado!!) de más de 15 minutos acerca del mismo tema, casi que puede ser calificada de tesis. Y tampoco quiero aburriros, aunque me sale sólo, soy un parlanchín, me voy por las ramas más que Tarzán.

Pero vamos pues al turrón. Por fin me he hecho una cuenta en Netflix, he desafiado al futuro! Llego el último, pero bueno, tampoco leo en ebook ni juego online a videojuegos. Soy un fan del futuro muy chapado a la antigua.
El caso es que en la archiconocida plataforma, hay un montón de títulos de ficción, y no es que nunca haya visto ninguno, alguno he visto en reuniones de amigos, y la conclusión que saco, y que muchas personas de mi entorno y redes sociales comparten conmigo, es que Netflix factura buenas series y películas mediocres. En varios títulos, de los que quizás hable en el futuro, como Annihilation, Bright o Cloverfield Paradox, la idea es muy, muy jugosa y con muchos matices apetitosos, pero la ejecución queda a medio gas, gratuita y sin sentido.
Sin embargo le tenía especial ganas a una en concreto, y no, no es Altered Carbon, que ya la vi en su día y me revolví como oruga en sal tras haber sufrido erecciones con el libro de Morgan. Me refiero a Mute, un título firmado por Duncan Jones, que en su escueta filmografía, parece estar muy enfocado en la CIFI.con aciertos como Moon, multipremiado largometraje que pese a gustarme me parece sobrevalorado, y otros como 8 Minutos Antes de Morir, Warcraft o Whistle. Osea, una enorme promesa del género. De todo su catálogo solo vi Moon y éste Mute, y ambas me han parecido películas muy adecuadas, con buenas ideas, un desarrollo lento, pero que cumplen con la función con presupuestos justos, sin filigranas ni tirabuzones, pero mucha consecuencia.
Vamos a intentar no hacer sangre en que el director, es hijo de David Bowie, porque esto sería meterme en camisas de once varas, y he prometido no liarme, y además esta semana me sobra poco tiempo libre.



Pero empecemos por el principio, Mute está protagonizado por un grupo de caras más que menos conocidas, como Paul Rudd en el arisco papel de Bill “Cactus” con todo el look de Earl de Me llamo Earl, y Alexander Skarsgard como Leo, el protagonista.
Paul como Cactus nos brinda un papel muy distinto a los últimos a los que no ha acostumbrado en el universo Marvel con Antman, que es un tipo que cae bastante bien, y otros muchos de sus papeles cómicos. En ésta ocasión, su papel, Cactus, es un tipo duro, rancio, con pocos amigos, cara de ello, y el vicio de mascar chicle con la boca abierta. Cae mal desde el principio, algo trama, está claro.
En la cruz de la moneda, Leo, a cargo de Alexander, que para mi es una cara poco usual, pese a que ya me han dicho que se le da bien lo de chupar sangre y fornicar en True Blood, pero que yo no lo he visto, y para mi este señor es un perfecto desconocido. Ya sabéis que soy un stalker. Aún así, es quien más me convence en el film, y un acertado protagonista, no sobresaliente, pero sí acertado leñe, seamos justos.

BERLIN


Futuro próximo y distópico, Berlin, Alemania. Un entorno cyberpunk de manual, calles a varios niveles, vehículos aereos y terrestres generando tráfico, neón, luces de colores palo, hologramas, rascacielos y suburbios. La estética y la ambientación son muy correctas, no es Ghost In The Shell ni Blade Runner, pero tampoco tiene el mismo presupuesto. Está muy bien en relación de lo que esperamos.

Leo es un tipo amish, estricto, de fe ferrea en sus convicciones, heredadas en realidad pero que han enraizado en su personalidad, y es un practicante convencido, aunque no lleve barba ni sombrero de ala. La idea de dotar de un componente religioso antitecnológico a un protagonista que vive en un mundo tecnológico, me parece una brillante jugarreta creativa. ¿Por qué no? He leído historias cyberpunk en entornos fuertemente imbuidos en tradiciones religiosas, como el Ciclo de MarîdAudran, que se desarrollaba en un futurísta régimen musulman, asi que incluir un personaje de fuertes convicciones religiosas, o influido por culturas o sociedades costrumbristas y tradicionales en un entorno tecnológico, no es nuevo, pero abre muchas posibilidades poco explotadas.
El cyberpunk, nos presenta en múltiples ocasiones a personajes aumentados, mejorados, parece algo superhumano de Nietzche, el homo sapiens supera las limitaciones de la carne y el hueso, se aproxima más a un ente superior, mata a su dios, por lo que la religión, casi de forma lógica y automatizada, queda obsoleta y relegada a segundos planos. La clonación, la bioingeniería, las realidades virtuales, y otros de los clásicos avances propuestos en el género, facilitan al humano la evolución a dios. Y aquí está éste Leo, de carne y hueso, reacio a sacar provecho al mundo de luces y botones que lo rodea, chapado a al antigua (como yo, bueno, no tanto, es broma) y siendo todo lo contrario al super hombre post humano, lo contrario al humano mejorado, un saco de huesos y sangre defectuoso, mudo.
Sí, no solo es amish en una megaurbe, único en su especie, la excepción, el “bicho raro”. No, es que también es mudo y de ahí el título, Mute. El pobre Leo sufrió un accidente en su infancia, toma que abre la cinta, y su familia, rechaza los avances médicos y encomiendan su recuperación al señor un porrón de oraciones diarias. Mudo y amish, pensadlo, nada de teléfonos móviles, ni holopantallas, ni implantes de voz digital...nada. Lápiz y libreta, y lenguaje de signos. Un chocante “jódete futuro”, un envite de la fragilidad humana contra los milagros de la ciencia, o así interpreto yo éste valor añadido al personaje por parte de Duncan Jones.



Continuando con Leo, es un tipo bueno, un cacho de pan, de dos metros de altura y una mecha muy corta, pero el tipo no es ese pícaro cyberpunk con adicciones y dudosos planes de cómo hacer dinero rápido, no. El tipo tiene un empleo desagradable de barman en un flamante cyber club de streapers, frecuentado por una clientela insoportable y conflictiva, y dirigido por una mafia local sin escrúpulos. Allí, trabaja también su novia, Nadirah, que asume el rol de la buscona si se me permite una palabra tan fea y machista, pero es una chica de dudosa reputación, moral esquiva y ambigua, que sin duda siente cariño y afecto hacia el inocente Leo, pero el grandullón la ama con todo, full equip, es una relación desequilibrada, sincera, pero desequilibrada, Leo es un poquito pagafantas. Es un marginado soportando mucha mierda, apunto de explotar y convertirse en una locomotora imparable. Mientras que ella me recuerda mucho a Sarah de “Hardwired, el hombre máquina” de Walter Jon Williams, una coprotagonista que muy en el fondo muestra humanidad, pero que sobrevive tomando las decisiones equivocadas.
Leo, un pez grandullón, serio y formal, con ropa de lana oscura, nadando a contracorriente en un mar de pececillos de colores brillantes, aletas espinadas y ojos saltones que brillan y chisporrotean en al fosa abisal de la gran ciudad. Recuerda un poco al look corporativo de otros antihéroes de la CIFI como Johnny Mnenmonic o el de Paycheck, que se tiran toda la película con su outfit de youpie en traje y corbata, pero Leo, es sobrio por convicción, no por contrato.

Para convertir aún más a Leo en algo así como un querubín desubicado, resulta que le gusta la ebanistería, menudo un hobby en una sociedad hipertecnológica, trabajos manuales con segueta, madera y cuchilla. Parece que estas actividades artesanales, muy de moda gracias al mindfullnes y paparruchadas varias del siglo XXI, siempre aportan un granito de humanidad a quienes las practican en entornos cyberpunk, tocando nuestra fibra más primitiva. De algún modo, nos evoca algo, como las pajaritas de papel y los animalitos de madera de Blade Runner. Transmiten humanidad en un mundo deshumanizado.

La tapa de la cacerola express de Leo salta por los aires cuando Nadirah desaparece de la noche a la mañana, la chica no es trigo limpio del todo, pobre Leo, comienza su caza, la búsqueda de pistas sobre el paradero de Nadirah, descubriendo los hediondos y sórdidos lugares que frecuentaba ella en secreto, y conociendo a sus malas amistades. Un mundo de prostitución y mafia absolutamente ajeno a Leo, que debe ser el tipo más legal de todo Berlín.
¿Trata la película de decirnos, que en un infierno amoral en el que la tecnología ha suplantado cualquier valor, debemos de recordar nuestros valores más espirituales para seguir siendo humanos? Tal vez Duncan Jones haya elegido la religión amish para transmitir ésta idea, o tal vez es mi paja mental.

Sea como fuese, ahí hecha a rodar la trama, con la búsqueda de Nadirah en los bajos fondos.
En paralelo a Leo tenemos a Cactus, un militar norteamericano desertor, escaqueándose de las leyes norteamericanas en tierra extranjera, ganándose la vida como cirujano privado de una mafia local. Es el némesis de Leo, un tipo grosero, maleducado, con un trabajo que requiere la carencia de escrúpulos y un compañero de trabajo cachondo, majete, y muy agradable, que esconde un asqueroso perfil psicológico bajo la fachada de yerno ideal. Los perfiles cyberpunk hacen acto de presencia encarnados en éste dúo en Mute.



De aquí en adelante, sin spoilers, “as ussual”, la película discurre de un modo ciertamente lineal siguiendo una fórmula de 2 líneas argumentales paralelas, las de Leo y Cactus, que terminarán por cruzarse en un thriller justito, poco trabajado, que va fluyendo digno pero sin mucho misterio, con ese toque de novela negra o future noire, con algún momento breve de acción y una resolución pobre, caída un poco del cielo, de golpe y porrazo, que quizás sea lo que rebaja la nota final de Mute, Pero dejo a vuestro criterio la posibilidad de asentir a mi opinión personal, o rebatirmela, una vez la hayáis visto.
Y no sobrepasa las preguntas que he expuesto, flotando al rededor de Leo, una rara avis de la urbe distópica que es en sí una declaración de intenciones y cuestiones discutibles.

En resumen, es una película cyberpunk digna, visto lo visto de lo que suele ofrecernos el género en la gran pantalla, que estadísticamente no pasa de mediocre o adaptaciones dudosas de libros y tebeos con demasiadas licencias hollywoodienses que no satisfacen a lo puretas ni a los neófitos. Un aprobado, por encima del raspado, pero por debajo de lo notable, una buena oportunidad para los cybermonguers de darnos un caprichito, de 2 horas eso sí.

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