ANARQUIA Y CYBERPUNK EN NUEVA YORK
Bien hallados a éste viaje psicodélico
y virtual, aquí yo controlo lo horizontal y lo vertical, las formas
y los colores, los sonidos pesan y las luces suenan, dejaros caer en
la charca estroboscópica de mi pequeño blog de lava cálida y
esponjosa, una bola de cristal navideña en la que nievan pixels de
colores sobre Woodstock, en un campo púrpura de suaves hebras que
cosquillean en la palma de vuestras manos, con las que andáis, y
aplaudís con la palma de los píes el último sólo de balalaika de
Mucho Muchacho.
No, no es el cantante de rap español
que cambió las reglas de su género en los 90, aunque tal vez, ese
chico llamado Oliver del grupo 7 Notas 7 Colores que copaba los
carteles de los más primitivos Festimad y Viñarock, leyese el libro
del que vamos a hablar hoy (tras las semanas de paro estival que me
he permitido) y tomase su nombre artístico prestado de éste libro,
creyéndose precisamente un Pequeño Héroe, de camino a
convertirse en “quien siempre qusisite ser y no fuiste”. Y
en verdad, puede que ese viejo rapero de los 90, le ocurriese
exactamente lo mismo que a la Vieja loca del Rock’N’Roll,
Gloriana O`Toole, otra de las protagonistas de éste mágico
libro distópico de Norman Spinrad. Y no adelantemos más
acontecimientos, pero quedaros con la copla, porque pocas veces, la
ficción, narra tan acertadamente, la realidad que habita en nuestros
interiores y alimenta nuestros sueños.
Norman Spinrad es ya un señor
de avanzada edad que nació en Nueva York en la década de los 40, y
se nota cuanto pateó sus calles en Pequeños Héroes, cuántos
callejones debió frecuentar, como observó los negros abismos que
separaban los proyectos de la gran manzana, y se empapó de ello
hasta los huesos. Porque se nota la devoción religiosa y el amor y
odio que le profesa al ombligo del mundo en Pequeños Héroes.
Estudiante del instituto de ciencias en
El Bronx, no me queda duda que aprendió de boricuas, dominicanos y
algún que otro cholo lo suficiente como para crear años después a
Mucho Muchacho. También, en un barrio que pasó por aquellas
difíciles décadas de gentrificación y abandono municipal, debió
de observar lo suficiente del sueño americano, los deseos de champán
y los sueños de caviar de los pobres del proyecto y los pisos
baratos, dispuestos a salir de allí con un disco de oro o kilos de
cualquiera que fuese la droga que pegase en las calles ese año,
coca, hierba o pcp.
Y todo eso, está en Pequeños
Héroes. No queda reflejado como una ensoñación de LSD, o
pizcas robadas de postales y películas, no. Huele a haber corrido
por aquellas calles.
No sin esfuerzo, Norman Spinrad,
fue considerado el presidente más polémico y controvertido de la
Science Fiction & Fantasy Writters America, con su
aportación a la antología Visiones peligrosas de Harlan
Ellison, formando parte de la primera línea de choque de la
denominada Nueva era de la ciencia ficción
durante los 60. Movimiento de cambio en el género que incluyó temas
tabú a la cifi tradicional, popularizando, o mejor dicho,
desatanizando, las drogas y el sexo en el género, convirtiéndose en
muchos casos en el motor de la mayoría de los relatos de la “chupi
pandi” del momento, como el propio Spinrad o el mismísimo y
amado technofante supremo de la secta del Tungsteno, Philip K.
Dick.
El propio Spinrad, se autodefine
como un anarquista sindicalista, terriblemente preocupado por que la
gente cree y disfruta más los futuros literarios distópicos en los
que la sociedad se ha ido a tomar por saco, que aquellas en las que
la utopía se hace realidad y la sociedad ha mejorado moralmente a la
vez que tecnológicamente. Si nadie se cree eso, es que directamente,
la humanidad no apostaría por ella misma, y visto así, sí, es para
estar preocupado. Pero no nos pongamos paranoicos aún.
Para afinar un poquito más de lo que
debemos saber de Spinrad para bucear mejor en las líneas de
Pequeños Héroes, añadir, que precisamente éste título es
de los más desdeñados de su biografía, con una mala crítica en
general, y casi relegado al ostracismo. Spinrad tocó techo
con Incordié a Jack Barron , obra que dio varios
tumbos de un editor a otro hasta llegar a manos de Moorcock
(sí, el papá de Elric de Melniboné, nuestro enfermo de
fantasía favorito en el multiverso), con quien entabló una estrecha
amistad, que tal vez, también, a parte de la literatura, fuese
alimentada por la música. Moorcock a parte de escribir
literatura, compuso y escribió para grupos como Hawkind o
Blue Oyster Kult. Y precisamente, rock’n’roll es lo que
lleva dentro Pequeños Héroes, mucho rock`n`roll.
Y terminamos con la presentación, con
una apreciación personal, de que el ya anciano Spinrad, tenga
mucho en común con su personaje de ésta novela, Gloriana
O`Toole, alias La vieja loca del rock`nroll, y es que por
muchos años que pasen, la rebeldía no se extingue y siempre hay que
llevar los ojos ardientes y llameantes en la vida, tanto que el
último libro de Spinrad de 2007, titulado Osama The Gun,
sigue siendo tan polémico y políticamente incorrecto hoy en día,
como lo debió ser el resto de su obra hace casi 50 años, que no es
poco, ya que ninguna editorial ha accedido a editarlo en papel ni
lanzarlo al mercado. Y precisamente de esa relación
“autor/industria” también hay mucho en Pequeños Héroes.
Aunque tal vez, fuesen más rompedores y trasgresores entonces ellos
que nosotros ahora, tal y como están de finas las pieles en el S
XXI.
DROGAS Y ROCK N ROLL
Al turrón. ¿De qué diantres va
Pequeños Héroes? Pues ya he dejado caer algunas pistas
importantes en la presentación de su autor y la psicodélica
bienvenida de la entrada.
Pequeños Héroes es una novela
distópica publicada en los finales años 80, que podríamos
catalogar como cyberpunk por cumplir con muchas de las
características de la secta original de ese estilo cifi ,
pero que por norma no suele ser incluido en el saco, por ser Spinrad
un autor externo al círculo de cyberpunkers originales. La obra
tiene como protagonistas a una pandilla de acabados profesionales,
frustrados, don nadies y tunantes de baja estofa que evolucionarán
nadando a contracorriente de la sociedad, empleando dudosos métodos
de financiación, actuando acordes a conductas poco éticas o
indecorosas; Y además, tenemos software, drogas electrónicas,
flipes psico pixelados, megacorporaciones y mucho rock`n`roll. ¿Por
qué no íbamos a tildarlo pues de cyberpunk?
Es un ladrillo de 635 páginas, que sin
que resulte especialmente molesto pero llamativo, tiene bastantes
pequeñas erratas de imprenta original, como letras que bailan en su
orden en algunas palabras, o palabras que se repiten en la misma
frase, pero que no cunda el pánico, no amargan la experiencia
lectora. Una experiencia, que igual que en su día supuse que Elhacker y las hormigas de Rudy Rucker sería una novela que
disfrutaría muchísimo alguien que se dedique a la programación,
por la cantidad de situaciones cotidianas extrapoladas de la
profesión a la ficción; Pequeños Héroes ofrece una obra
ideal para aquellos que se hayan dedicado al mundo de la música, y
casualmente yo trabajé en el sector durante unos años, y el futuro
distópico que imagina Spinrad para el negocio de la música,
es una gozada profética para los que hemos pasado tanto por estudios
de grabación como por el despacho de márquetin, logística, ventas,
dirección artística y la editorial y hemos sido testigos de las
luces y sombras del mundo del espectáculo. Y por eso he rechupeteado
los huesos de cada capítulo en el que Spinrad reinventa el
futuro de las sesiones de mezcla y master del rock`n`roll del futuro,
que melódicamente, nada tiene que ver con el clásico ni el actual,
y que nos es presentado como una fanfarria de efectos de sonido y
exóticos instrumentos de conga dirigidos por acordes de guitarra,
siempre disparados desde bibliotecas digitales de sonido a las
consolas de control de software, modulados por sintetizadores y
teclados con infinitos pluggins cargados para conseguir mantras
hipnóticos y subsónicos.
No sé cuantas pistas cargaban en los
80 (cuando se publicó el libro) en un estudio profesional de Los
Angeles, Nueva York, o cómo se lo montaban los Beatles en sus
sesiones experimentales con toda una colección de cacharros Korg,
Moog y un theremín puestos de peyote hasta las cejas. Pero Spinrad
imaginó, excesivamente pero no mal encaminado, cómo en el siglo XXI
la voz humana cedería a efectos artificiales para conseguir voces
imposibles, con el ficticio Voxbox de su novela, posiblemente
inspirado en el talkbox popularizado en los 70 por grupos como Zapp,
pero más real que nunca hoy en día con el tratamiento digital por
el que a través de vocoders, kilos y kilos de autotune y horas de
melodine, un ingeniero de sonido con tacto y sobre todo buen oído,
puede convertir el desafinado canto de cualquier participante de
reality shows casposos, en una inhumana voz sensual y ligeramente
robótica con entonaciones que ni La Carey en sus mejores momentos. O
al gambitero hijo de una folclórica con la voz pasada de rosca tras
diez resacas, en un ángel futurista de sensual terciopelo sobre una
balada de folclore latino electrificado. Sí, eso se lo debemos a los
ingenieros de sonido y productores musicales, arreglistas y demás
elenco profesional siempre en la sombra de tu artista favorito. Que
tu ídolo suene bien, se lo debes a ellos y ellas.
Así que sí, parece que hemos llegado
a la música del futuro, el rock`n`roll ha muerto y cualquier tiempo
pasado fue mejor, somos unos poiaviejas que lo flipas hablando todo
el día de la EGB y criticando Dragon Force, David Guetta, el Trap y
el reguetón. ¿Pero por qué? El nuevo orden mundial tiene la culpa,
y Spinrad también disparó su pluma en esa dirección.
Retomando el control de los renglones,
y centrándonos, Pequeños Héroes narra dos historias
paralelas, de costa a costa, advocadas a convertirse en una sola
(cero spoilers).
Por un lado tendremos en la costa oeste
un triángulo compuesto por:
- Gloriana O`Toole alias La vieja loca del rock`n`roll, una jubilada que sigue viviendo su Woodstock particular, recipiente y arca perdida del espíritu del rock en pellejo y hueso, el sexo, las drogas y el desmadre, con toda la sabiduría de la escuela de la calle acumulada hasta la incipiente tercera edad que no logra enterrarla.
- Sally “La del Valle”, una virtuosa ingeniera de sonido del Voxbox, vocalista fantasma de la mayoría de éxitos de la radio fórmula insatisfecha con ella misma, una plane jane cualquiera, el fantasma del baile de fin de curso, alias La espinilla.
- Bobby Rubin, el novato, más tierno que el pan de molde, un ingeniero de video y personalidades virtuales de primera categoría que se ha llevado todas las collejas del instituto.
Este trío de talentosos perdedores,
anhelantes de mejores vidas y reconocimiento, serán los
protagonistas de una historia relacionada precisamente con el
espíritu creativo, la ambición, el estrellato, la frustación y los
contratos basura de las grandes compañías.
Como ejecutores y arregladores a sueldo
de la megacorporación nacional del ocio y el entretenimiento
audiovisual, la Music Factory Inc (una parodia cruel de la
MTV), tienen la obligación de crear one hit wonders
que alcancen las cifras deseadas por la compañía cada x semanas
para llenar las listas de éxitos de canciones absolutamente
artificiales, interpretadas por artistas virtuales, inexistentes.
Gloriana es la inspiración del tridente, la voz de la
experiencia; Sally la vocalista, mezcladora y compositora al
voxbox; Y Bobby el genio de creación de personajes, modelador
de texturas, editor de video, y el responsable de crear fantasmas de
bits y bytes que interpreten las canciones en fascinantes videoclips.
Todos cobran su salario en función del
éxito de cada canción, pero la Music Factory se ahorra los
royalties, las exigencias, los contratos y las complicaciones, al
ofrecer música sin autores, estrellas inexistentes para la nación,
ídolos etéreos, personalidades artificiales que responden a las
características que el público demanda según los estudios de
marquetin de la compañía y su equipo de sociólogos. El mainstream
convertido en religión, una fábrica de moda, la industrialización
robótica del arte, el máximo beneficio al mínimo coste, la muerte
del rock`n`roll.
Por otro lado en la costa este, en
Nueva York, tenemos el grupo formado por:
- Paco Mónaco, un puertoriqueño de baja estofa que sobrevive en las calles dando palos y trapicheando en garitos de mala muerte. El tipo es el fan número uno de la estrella artificial de moda, Mucho Muchacho, el emperador azteca del rock`n`roll, el autor del hit “Tu madre también”.
- Karen Gold, una chica de clase media a la que todo le salió mal, terminó una carrera que no la garantizó un empleo, perdió un empleo que comenzó a hacer por ella un robot, y al final se vio de patitas en la calle convertida en una fracasada absoluta hasta que topó con el Frente de Liberación de la realidad.
- El frente de liberación de la realidad, un grupo antisistema de anarquistas con aspiraciones terroristas de poca monta, liderado por un carismático loco apodado Marcowitz. Una pequeña familia de soñadores con más ilusión que posibilidades.
Los caminos de todos se juntarán en
las sucias calles de los getos de NYC a ritmo de los éxitos de la
Music Factory mientras tratan de salir a flote de toda la
mierda que les rodea.
Y entre costa y costa y el rock`n`roll,
la fiebre de los wire, dispositivos neuronales que se colocan
en la cabeza, camuflados entre el cabello, que dan un viaje
alucinógeno de primera, muy adictivos, y con alta posibilidad de
freírte el cerebro tras abusar unos cuantos meses de enchufarse. La
droga electrónica.
Con ésta pequeña sinopsis, pasemos a
desgranar los efectos que el libro ha generado sobre mi sin spoilear
la historia principal y sus hechos más relevantes.
Como comentaba antes, los pasajes que
detallan cómo funcionan los despachitos de cada departamento de una
productora musical, editorial o distribuidora, son muy gozosos para
alguien que conozca un poco el negocio, como también lo son los
relacionados con sus fantabulosas sesiones de grabación y mezcla de
éxitos como “El rey coronado del rock`n`roll” o “Sally Cyborg,
cable y carne”. Como se ponen de coca sintética y chutes del wire
hasta el culo para componer y como los problemas personales y las
drogas son las principales inspiraciones a la hora de sacar una buena
canción. Es un xplotation de los excesos
ochenteros trasladado a un futuro cercano del capitalismo agonizante
y las nuevas tecnologías.
Esta relación de música y droga que
propone como inseparable Pequeños Héroes, no es ninguna
tontería cyberpunk, es la realidad y sólo hay que echar un
vistazo a la música contemporánea. Bob Marley y la ganja, La Ruta
del Bakalao y las pastillas, Los Beatles o Jimy Hendrix con el LSD,
etc… La droga y la música siempre han ido de la mano, pero la
droga es ilegal y la música no. Y curiosamente la música que atenta
contra la legalidad, al final, en el punto de mira de las
discográficas, se convierte en cool, en moda, y el
sistema, el orden mundial y las grandes compañías domestican a la
estrella del rock con una mansión, un jet privado y más droga. La
doble moral, la gran mentira, el cinísmo y cómo las compañías
rebuscan en el patio trasero del underground la estrella
emergente que está tentando al sistema con sus líricas
transgresoras, sus mensajes revolucionarios, sus comparsas pseudo
terroristas, exigiendo su lugar, su respeto como individuo, toma distancia cuando por fin la multinacional se lo entrega. La Major entonces se lo muestra al mundo entero como Mufasa con
el pequeño Simba en lo alto de un pedrusco y gritarles “Esto
es lo que mola ahora! Esto representa la lucha!” matando ipsofacto su rock, mascándolo como
un chicle hasta dejarlo sin una gota de sabor, para después
escupirlo y con suerte, al pisarlo, se quede en la suela de sus
zapatos durante unos años.
Los genios de la música le cantan a
las drogas, todos quieren ser como ese genio de la música, asi quemuchos fans toman drogas. El
sistema prohíbe las drogas, sin embargo la compañía se lucra
gracias a su artista pro defensor de las drogas. Interesa que la rueda siga
girando y retroalimentando la moda (M.Rajoy: “lo bueno es malo, y
lo malo es mejor” “los vecinos eligen al alcalde y es el alcalde
quien elige a los vecinos”) y en Pequeños Héroes la droga
es el wire, también conocido como zap o Jack.
Esa mierda, conectada a tu cabeza, como una redecilla de baño con
pequeños trodos camuflada en tu peinado afro o tu melena para que
nadie la vea, te da un viaje directo a la parte del cerebro donde
está la imaginación y los sueños y te potencia, te convierte en
quien siempre quisiste ser.
DESPIERTA EL TIGRE QUE HAY EN TI
¿Y quién quieren ser nuestros
protagonistas en la novela? Quieren ser sus artistas virtuales
favoritos, quieren ser Mucho Muchacho el jodido chulo latino
más gangster de ciudad choca rica, Jack El Rojo el príncipe
del rock adicto al wire, y quieren ser Sally Cyborg el
súcubo del rock electrónico, el pibón por excelencia, el deseo
hecho carne y cable.
Pequeños Héroes va precisamente de eso, del potencial que cada don nadie lleva dentro, pero que no explota. De masas de corderos dóciles, sin expectativas que pasan por la vida como un mueble, sin plantearse nada, consumiendo, drogados, anestesiados, esperando la chispa que los convierta en una bola de demolición, y esa es el rock en nuestra historia.
Mediante la droga electrónica del
wire, y la música, nuestros don nadies protagonistas, se
convertirán por momentos en sus alter egos cada vez que se enchufen
los trodos neuronales, y la realidad a su alrededor será la que
ellos quieran que sea, lejos de los suburbios, lejos del drama, lejos
del fracaso. La droga a resumidas cuentas, les lleva a un lugar feliz
lejos de sus problemas, les convierten en lo que no son y siempre
quisieron ser.
A nuestro grupo de ingenieros de sonido
a sueldo, que anhelan ser la portada de la revista, estar bajo el
foco, los flashes, las entrevistas, porque a fin de cuentas son los
verdaderos autores detrás de la música , los “negros” y “ghost
writters” detrás del telón mientras la fama es para un puñado de
bytes y bits con nombres rimbombantes que ni si quiera existen fuera
de la pantalla.
A nuestro grupo de muertos de hambre
neoyorquinos, peleando con la vida, recogiendo las sobras de los
ricos y los gordos de ciudad trabajo, oprimidos por el sistema, sin
oportunidades de mejorar en la vida, con carreras que no les otorgan
ningún empleo digno.
A ambos grupos, el wire les dará
alas, les convertirá en Mucho Muchacho, en Jack El Rojo,
en Sally Cyborg. Pero no sin correr riesgos, no sin que la
ficción devore sus realidades, no sin que pierdan el control y sus
alter ego interiores terminen devorando sus conciencias y haciéndoles
dudar entre lo real y lo irreal. Poseiéndoles como vulgares yonkies
que creen que aún controlan, que no se les nota el andar ni los ojos
rojos, y que “todo les sale mejor cuando están colocados”,
cuantas veces habré oído yo esa frase en mi vida real de un montón
de amigos, que si hubiesen leído éste libro se habrían creído el
estribillo de Jack El Rojo
Yo te potencio a ti
Tú me potencias a mi
Mentiras piadosas que susurra en la
intimidad cualquier droga cuando hace efecto, si no estuviese buena,
la gente no se engancharía.
Todas ellas y ellos, parias de segunda,
imperfectos, carnales y simplones, se convertirán en Pequeños
Héroes,
“cada hombre un rey cada mujer una estrella”
, y
reclamarán su lugar en la pirámide alimenticia del capitalismo a
ritmo de rock como himno de la rebeldía e inconformismo. La música,
es la gasolina del cambio en ésta novela, la droga, la trampa.
Dicho todo esto, hay que admitir, que
cada viaje psicotrópico de wire acompañado de música y sus
renglones recitados en cada página, son lo más parecido que he
leído nunca a pequeños fragmentos de ridículos musicales de
Boradway cyberpunk, con coreografías descritas, juegos de luz
y sonido, efectos audiovisuales, y un montón de flipes pasados de
fecha que surcaban mi imaginación como un clip de Lazarov
renglón tras renglón, absurdos y cómicos que por el momento me
sacaban de la trama y del drama social y la lucha de superación
personal de cada uno de los personajes. Cuando aparecía Mucho
Muchacho cantando frases como
Besa mi pico
Y tu madre también
Mejor llámame señor
Y tu madre también
O Sally Cyborg contoneándose
con unas braids moradas de neón y su traje de catwoman cromado al
son de
Soy Sally Cyborg
Sangre y cable caliente
Grita y tira el mundo
A mi pira funeraria
Y la broma de cantante glam de metal de
Jack El Rojo con
Yo te aumento a ti
Tú me aumentas a mi
Soy tu maquina invisible
de rock n roll
Bits y bytes
EL NUEVO ORDEN MUNDIAL
Pues todo se volvía bastante increíble
y extraño. Y esto, tal vez, haya enturbiado algo mi lectura de una
obra, que desde luego tiene un claro mensaje motivador de rebeldía
antisistema, espíritu juvenil y “piterpanesco” que incita a no
dejar nunca de luchar por ser quien quieres ser y obtener lo que te
mereces contra viento y marea, jodiendo al sistema mejor que mejor,
molestando, como cuando los negros inventaron el funky y vestían de
colores chillones con sombreros de ala y pluma, enormes cadenas de
oro huecas y bailaban con James Brown, no lo hacían para que
la radio pusiese de moda su nueva cultura, si no para molestar a los
blancos conservadores, para mofarse de ellos, para lanzar coloridos
gritos mudos con su indumentaria a una sociedad que de repente tenía
miedo de que sus hijos blancos fumasen marihuana y bailasen funk y
rhytm`n`blues con negritas de pompones afrorizados.
El mensaje es mantener la lucha desde
la cultura y el arte, luchar con la música contra el sistema, que
las canciones sean nuestras pedradas en sus ventanas, porque después
del funky vino el punk, con los Pistols y con Sid
cantándole a la anarquía, crestas, casas okupas, collares de perro,
tatuajes, los blancos de la flema británica habían sufrido un
cáncer entre su juventud y estaban preocupados. Pero como siempre,
la droga campó a sus anchas, la heroína, el sida, las sobredosis.
Música, moda, droga, dinero,
discográficas, y vuelta a empezar. Esa moda es mala, la juventud
muere de sobredosis, os traemos una nueva moda, y así una vez y
otra, una vez y otra, en una estúpida purga capitalista encubierta.
El nuevo orden mundial deja a la juventud creerse libre durante unos
años, si la palman de sobredosis, nos los quitamos de en medio, si
sobreviven, serán productivos y formarán parte de la cadena de
montaje social.
Los negros tocando jazz para blancos,
los beatniks, los hipies después, los rastafaris y el heavy metal
psicodélico, el pop rock británico, el rap, la música electrónica…
Generación tras generación lo mismo. ¿Es arte? ¿Es cultura? ¿Es
solo moda y consumismo? ¿Qué es? ¿Por qué lo necesitamos?
Y el sistema nos convenció, de que
todo eso de las modas salvajes y las tribus urbanas estaba mal, de que la gente moría, de
que no era el camino, y el stablishment ha ido guardando con
disimulo al rebaño en el corral, y mientras los viejos rockeros
miran sus tatuajes de vikingos y sirenas verdosear en sus brazos
peludos y arrugados de cincuentones, los chavales raperos con
pantalones enormes que pintaban paredes y rimaban en contra de la
poli han desaparecido, la ruta del bakalao también, y los góticos
que asustaban a la vecina del tercero cuando bajaba a comprar el pan
se han metido en su ataúd, y el new world order se frota las
manos con los beneficios de la nueva industria que mató al vinilo y
la cassette, Madrid Rock y las tiendas Tipo, dando online a chorrón
de megas a la legión adolescente homogeneizada la libertad de pensar
que van en contra del sistema escuchando cualquier nueva ola como el trap, el nuevo rap de los
negros que ponen a twerkear mujeres blancas con falsas voces
pasadas por 25 filtros diferentes recitando odas a Versacce, Gucci y
Balenciaga. Consume, consume, y drógate, haz el tonto, un falso nihilísmo antirevolucionario, no pienses, no quieras
ser quien quieras ser, quiere ser como yo, nada en mi misma pecera,
la pecera del nuevo orden mundial y creete eso de que le jodan al mundo.
Desde los despachos han logrado
que Madonna suene igual que Kiko Rivera y viceversa, que el viejo rockero pase por
el aro y colabore con el nuevo producto, el nuevo Frankenstein de la
música pop, el nuevo Milli Vanilly que borraremos de las listas
dentro de 2 años si no muere antes de sobredosis o le pegan un tiro.
Yo fuera del libro he visto al trajeado a punto de jubilarse que te cuenta qu él fue el motor del heavy metal en este país, mientras te intenta trasgiversar las condiciones de un contrato, que por escrito, dice lo contrario.
He visto un grupo que pega el petardazo, quiere prosperar en una compañía que le ofrece más, y su carta de libertad nunca llega bloqueando su carrera.
He visto al director del departamento artístico decir:
"Yo no tengo ni idea de música, no se reconocer el talento, pero se contar el número de personas en la cola del concierto y eso me basta"
He visto jóvenes ganar en una hora de espectáculo más de lo que tú y yo en un año, durante media década, y hoy, no tienen derechos de autor, royalties, ni manager y como no han cotizado no tienen ninguna suvención ni ingreso económico.
Los he visto, pasar de un call center a la marquesina más grande de Gran Vía en menos de un año. Y los he visto caer del escenario más caro y 60 fechas al año en los principales festivales del mundo a vigilar un supermercado con porra y uniforme oscuro.
¿Qué es el talento? ¿De verdad tuvieron talento alguna vez? ¿Son artistas o un producto? ¿Son conscientes de ello? ¿Cómo se supera haber sido un Pequeño Héroe y pasar a ser de nuevo un Don Nadie? Porque cuando la moda pasa, cuando tu generación de consumidores desaparece de la escena, cambian de hábitos, de ideales políticos, de ropero y de vida y te olvidan para siempre, entonces, ¿entienden que fueron una moda? ¿Qué dejan de legado? ¿iniciaron alguna revolución?
A los pocos que no se gastaron sus beneficios en ropa, saunas, putas y droga y ramificaron sus inversiones mirando al futuro, seguramente les de igual. Los demás, van a necesitar mucho psicólogo y mucha droga legal de farmacia.
Bienvenidos todos a la muerte del rock`n`roll.
Jackson está muerto, Cobain también, Mercury está
muerto, Lennon está muerto, 2Pac está muerto, es el deber de la
corporación crear nuevas estrellas sin talento y esclavizar a las
que lo tienen.
Y cuando creáis
que alguien intenta resucitar al verdadero artista, al imaginador, y pega sus labios frescos y jóvenes
a los de la momia rebelde para insuflarle un nuevo aliento, ahí
estarán los gordos para ofrecerle un apartamento en las 6th de
Miami, un contrato vitalicio lleno de párrafos trampa, un Lambo y un
cheque más gordo de lo que la súper estrella en el garaje de su
padre va a ganar en toda su vida tocando cada viernes en un bar y
trabajando 40 horas semanales en cualquier agujero infecto. Y
entonces la roja anarquía madurará a los ojos de todos. Y la
rebeldía. La frescura, la creatividad, se fabricará en masa y se
envasará en blisters para venderla más barata que la mota con
semillas.
Eso es Pequeños Héroes, y si
os gusta la música y el cyberpunk, tenéis que echarle
cojones y leerlo.
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