ANARQUIA CIENTIFICA
Hoy he tenido un día largo, no
especialmente duro pero largo, He llorado como un niño pequeño en
el dentista a primera hora de la mañana, y he decidido patear el
centro con el morro anestesiado y la encía dormida pensando que eso
me trae algunos viejos recuerdos sobre ciertas aventuras muy
relacionadas con la entrada que ronda mi cabeza desde hace semanas.
El tungsteno por fin fluye por mi
cuerpo, bañándome ardiendo, cayendo espeso de una tubería amarilla
pintada con zanjas negras, y recorre mi anatomía derritiéndola,
reduciendo mi carne, mis músculos y mis huesos a nada, porque el
metal siempre es más fuerte que la carne, y en metal debemos
convertirnos.
Termino mi jornada laboral y ya en los
últimos 10 minutos abro un tercio que tengo en la nevera de la
oficina, como si fuese un Moët aguardando el éxito de una
transacción multimillonaria en el despacho de mi dueño, pero no, es
una triste Miller de apenas un euro que sabe a agua chirri y que
sirve para celebrar que por fin abandono mi cueva digital y puedo
recorrer mi hora de trayecto subterráneo algo atizado con el libro
Anarquía científica del
Aviador Dro entre las
manos. De píe, balanceándome en el interior de una tenia mecánica
que recorre los intestinos de la ciudad hasta encontrar el ano por el
que escupirme a mi y al resto de pasajeros en una eyaculación de
mercurio lenta y perezosa que se esparce por el túnel y las
escaleras mecánicas como hormigas subiendo el tronco del platanero.
Pero
soy arrastrado hacia mi hogar de humano, convencido de una cosa. Hoy
voy a abrir el portátil, y voy a conectar esa vieja máquina del
2008 que aún funciona, fiel y funcional, a mi marcapasos cromado.
Directamente, sin antivirus ni firewalls. Porque estoy conmovido,
estoy agitado, estoy zumbado y mutando hacia el nuevo homínido
biomecánico y digital que profetizaron Los obreros
especializados.
En mi
casa de humano de 40 metros cuadrados, a las afueras en un clásico
barrio obrero que se reinventa entre burbujas imaginarias y
especulaciones del tulipán mientras la banca siempre gana, encuentro
media pizza fría y media litrona. Genial, puedo continuar, aunque se
que me va a llevar rato, mucho rato, a mi escribirlo y a vosotros
leerlo, porque estoy chiflado con éste libro de tapa dura roja que
parece un manual de conducta Mahoísta.
Y
porque hablar de la fascinante revolución tecno del
Aviador Dro, es en parte hablar
de mi mismo, de casualidades y conexiones, de una forma de entender
la vida, de aceptar la mutación benigna que el destino me ha regalado.
De no mirar atrás, aunque este libro es precisamente eso, un vistazo
bien largo hacia atrás, a una época en la que yo no había sido
ensanblado aún siquiera, y su futuro, que me ha perseguido desde entonces, sin saberlo ellos, ni saberlo yo.
Hoy
hablaremos de música, y de ciencia ficción
por supuesto, porque ambas cosas tienen mucho que ver, y Aviador
Dro y sus obreros especializados
son la clave.
Pongo
mi plataforma de streaming habitual, aunque la uso muy, muy poco
porque yo soy de esos petardos que siguen reproduciendo físico, y me
pongo sus canciones mientras escribo, sus historias de ficción, sus
space óperas, sus ficciones especulativas, sus distopias
revolucionarias e hirientes, sus caricaturas del presente y sus
paisajes post atómicos. Y espontáneamente los voy a añadir a éste
ensayo experimental de hoy, no tanto como el futurismo ni el
dadaísmo, pero experimental en ese sentido, de unir, la cifi
y la música por
primera vez en Tungsteno Dreams,
y no será la última.
“yo
quiero bañarme en mares de radio
con
nubes de estroncio, cobalto y plutonio
yo
quiero tener envolturas de plomo
y
niños mutantes montando en las motos”
CIENCIA FICCION MUSICAL
Aquellos jóvenes a punto de acuñar la etiqueta “tecno pop”
estaban allí, terminando el instituto, en La Prospe, jugando rol,
escuchando The Residents, Kraftwerk y Devo, y leyendo Clarke,
Heinlein, y Asimov.
Como hemos resumido antes, extrayendo algunos de los momentos más
geniales que vamos a encontrar en el gran libro de la Anarquía
Científica, los miembros de Aviador Dro se caracterizan
por su interés en la ciencia ficción, el futurismo
del que ya hemos hablado muy por encima en la entrada de deathrace
2000, y la ciencia y tecnología en general. Imaginaron el futuro
partiendo de la cifi clásica y el pulp, acertando en docenas
de sus soflamas proféticas como auténticos cyber nostradamus de la
movida madrileña.
Influidos por el punk, el nihilísmo consecuente, La naranja
mecánica, evolucionaron junto a la ciencia ficción
componiendo canciones, que a mi paarecer, fuera de lo que podemos
encontrar en el libro de Anarquía científica, y según mi
propio aporte y cosecha, cada una es un nano relato o un nano poema
futurísta.
“toda
la corporación unida, planeando futuros proyectos
la
misión que nos imponemos, la conquista del reino de los cielos.
Es
el día de la celebración del nacimiento de la indústria
lo
celebramos con cometas de neón y el claxon cristalino de los coches”
¿Era una broma de mal gusto? Creo que sí.
¿Iban en serio? Mucho
¿Activistas? Por supuesto
Encontraremos acidez en sus canciones, en sus futuros
industrializados, distópicos, opresores, en los que el ser humano es
sistematizado, como un androide, reducido a un estado de alienación
en el que ya nunca más estará triste, porque la felicidad está
programada.
Demonios, minijacks oxidados, y virus barrotes... ¿no es magnífico
hacer canciones en torno a ese futuro?
Pero los obreros especializados no concibieron el futuro como
una distopía, si no que lo enfocaron desde el punto de vista de la
utopía. Su caricatura del androide, del cyborg, del mutante, se reía
de sí mismos, mientras sus octavillas y el mensaje latente sobre la
canción divertida es demoledormente social, político y amenazante.
Como ocurriría con cualquier buena novela de ciencia ficción.
Las canciones de Aviador Dro nos van a presentar entornos
sintéticos, asépticos, laboratorios, factorías, estaciones
espaciales, yermos radioactivos, combates galácticos, romances
mecánicos...
Sus líricas iban perfectamente embutidas en un todo, un pack
completo de música compuesta con sintetizadores Korg y samples, y
una puesta en escena teatral que sin tapujos bebía directamente de
los Devo y The residents.
Pese a aceptar ellos mismos la etiqueta tecno pop, para mi son tecno
punk, porque la anarquía no puede ser pop. Precisamente lo popular
es lo que nos esclaviza y sistemiza. EL opio social. El aviador
Dro y sus obreros especializados dinamitaba todas las
convicciones populares, y las anécdotas al rededor de la famosa
actuación asturiana con interpretación de Nuclear sí lo
dice solo.
En sus canciones veremos a Mad Max, a Godzilla, a Flash
Gordon, fragmentos de Philip K, Dick o de Gibson.
Pero no es sólo cifi, no son sólo unos frikis sin talento
para la música que consiguieron juntar unos acordes en sus teclados
asiáticos de forma autodidacta mientras vomitaban delirios
futurístas, no.
Son auténticos activistas, una compañía teatral comprometida con
la vanguardia, involucrados en los tiempos que les ha tocado vivir,
intentando mutar a los humanos con sus herramientas sónicas de hacer
sonidos hipnóticos para colarse en nuestros cerebros primitivos y
despertar las cadenas de cromosomas latentes en nuestro ADN
alienígena durmiente y llevarnos a la evolución post humana
mientras bailamos.
¿qué más se puede pedir?
Patricia
Godes nos trae un maravilloso
tocho de libro, titulado La anarquía científica,
con ese símbolo de la A de anarquía encerrada en un circulo (que
contradictorio, encerrada la libertad), modificada a forma de un
compás y un rayo.
“Libertad
Igualdad
Electricidad”
En
éste compendio de vivencias, filosofía y recuerdos de los 40 años
de vida del grupo, editado por La Felguera,
podremos descubrir toda la historia de la banda, centrada
principalmente en Servando Carvallar,
alias Biovac N,
espíritu y fundador de la casi guerrilla de los obreros
especializados, por la que
militaron y desertaron muchos nombres en tanto tiempo, dejando su
impronta en la historia que Patricia
nos presenta, de voz de sus protagonistas y allegados.
Leeremos
un recorrido filosófico e idealista de los principios y objetivos
del grupo, que iban más allá que el de la mayoría de grupos del
momento “Movida Madrileña”, influenciados en su mayoría por el
punk, el rock'n'roll, los mode o el pop con aspiraciones más que
menos superficiales y edonistas que nada tenían que ver con el
militarismo de el Aviador.
Podríamos catalogarlos como una asociación intelectual vanguardista
de jóvenes inquietos con ganas de crear el futuro que les habían
prometido los escritores de ciencia ficción clásica.
El rol, los tebeos, la cifi,
el cine y el punk y la música electrónica y las vanguardias más
surealistas nutren la identidad del grupo que inventó la etiqueta
“independiente” en la industria musical española, los verdaderos
pioneros del underground.
Biovac
N, su líder, representaba el
espíritu de “lo haré sin vosotros, os guste o no, insignificantes
humanos” entre la superioridad intelectual y la comedia más ácida
e irreverente.
Si
hay que levantar el fusil en la guerra civil de las junglas de Venus,
que al menos sea divirtiéndonos.
“Ella
es de pexiglas y por eso me gusta mas
esta
hecha de metal y por eso me gusta mas”
Pasaremos
las páginas de Anarquía científica
descubriendo todas esas memorias, disfrutando de copias de sus
octavillas originales y sus “flyers” artísticos con auténtico
sabor pulp, alguna historia ficticia en torno a los obreros
especializados, cómics,
repasos musicales de sus inspiraciones, movimientos contraculturales
y moda.
Un
imprescindible para cualquier melómano y por supuesto más aún si
somos fans del grupo, está lleno de datos tremendamente
interesantes, de los que me quedo por ejemplo así al vuelo con que
resulta que Parliament y Funkadelic,
uno de mis grupos favoritos, también influyeron al Aviador
en ciertas temáticas, técnicas musicales e incluso outfits. Y eso
no es nada.
“He
repasado mis cintas de recuerdos
cuando
volabas conmigo
unidos
en la cima del mundo
desafiando
su sonido
ahora
tu cuerpo yace invernado
en
una cápsula especial
y
sólo puedo estrechar el vacío
sólo
puedo esperar”
Que
mejor que mirar el mundo desde arriba, desde un aparato volador que
bombardea el suelo, porque desde ahí arriba no se ven los muertos.
Qué
crudeza, Aviador Dro
no iba en broma.
Y ocurre lo mismo si escuchamos la arenga de los sindicatos futuristas, o el día de la industria, porque nos reiremos visionando esa civilización futura en torno al culto de lo mecanizado, las factorías, el trabajo en cadena robotizado y la idolatría al patrón, a la megacorporación, pero cuidado, que la caricatura esconde una manzana envenenada, que nos reímos para después pensar en que vamos cuesta abajo y sin frenos a esa mecanisburgo deshumanizada si no ponemos soluciones. Soluciones que la historia a lo largo de los siglos sólo ha aceptado violentas, revolucionarias, porque los obreros especializados son auténticos guerrilleros de la anarquía científica, la libertad plena a través del entendimiento con la máquina y la ciencia, el posthumanismo absoluto, la destrucción de lo antiguo por cualquier medio para crear lo nuevo, brigada de demolición.
Bailaremos como robots arítmicos mientras desciframos el código binario de sus letras, porque el sonido plástico y sintético de sus Korg, Moog, Akai, Roland y otros juguetitos llenos de cables y teclas nos envolverán en un holoespectáculo hyperdimensionado que nos embrujará como la ayaguaska y el mantra del chamán, en una versión futurista de la celebración más primitiva de nuestra existencia.
¿Es o no es literatura? Es eso y mucho más. Cuánto le deben Siniestro o los Nikkis por ejemplo a la forma de componer del Aviador.
MUSICA CON MAQUINAS, HISTORIAS HUMANAS
Nací
recién empezados los 80, mi infancia no tuvo nada que ver con
Aviador Dro, Ni la Movida madrileña a excepción de La Bola de Cristal y Rockopop, ¿o tal
vez sí? Nunca he creído en las casualidades, tampoco me he
obsesionado con ellas porque resultan azarosas, pero si el universo
se sostiene sobre cuerdas, posiblemente nuestros destinos también,
aunque ésto no es nada científico y los obreros
especializados tendrían muchos
argumentos con los que formatear mi disco duro defragmentado.
Conocí
a éste grupo hace unos 4 años, ya talludito, más cerca de los 40
que de los 30, y fue como una bomba atómica para mi. Arrasó con
todo lo que había en mi encefalograma plano, dejando un solar
postatómico poblado por zombies carnófagos, scavengers
carroñeros, reptiles mutantes super-saurios y alienígenas raptando
especímenes para sus experimentos.
Y
yo leyendo Asimov,
Sterling, Masamune Shirow,
y no había oído nunca antes Aviador
Dro.
¿Pero qué cojones?
Claro,
me recuerdo a mi mismo en la preadolescencia, con mi colección de
cassettes que yo creía transgresoras, llenas de ritmos machacones
insulsos y “poesía” barata de a duro interpretada por un puñado
de delincuentes juveniles norteamericanos y unos cuantos aspirantes
patrios orgullosos de las tonterías que balaban en pareados de
segundo de E.G.B. Y mi padre diciéndome
“Chaval,
te voy a tirar toda esa mierda a la basura, coge mis discos de los
Beattles o Mark Knopfler”
Y
yo pensando que aunque de pequeño me flipaba le película de
animación del Submarino amarillo
y papá siempre me había inculcado cierto interés y gusto por tendencias artísticas que él pudo haber considerado independientes,
aquella mierda británica ya no me interesaba para nada, solo quería ponerme
los vaqueros tres tallas más grandes al revés y saber con qué
máquinas hacían la música esos negros.
Y
las cosas en todos los hogares humanos de España deben de seguir
siendo parecidas, sin evolución ninguna, y no me meto. Y no lo hago,
porque de aquellas fatigas, vinieron grandes cosas, grandes sueños,
y grandes decepciones, y me menciono a mí mismo, porque eso es lo
que he leído en Anarquía científica
y no puedo evitar que se me pongan los pelos como escarpias y las
clavijas de punta.
“hemos
ido a bailar a la sincoteca
un
programa especial no computado aún
con
ultrasonidos y en caída libre
estás
muy bella esta noche”
En un
barrio que conozco muy bien, La Prospe,
un grupo de adolescentes inquietos, activos en lo político, lo
artístico y lo musical, comienzan a pasar horas y horas en la casa
desprovista de tutores legales de uno de ellos, y empiezan a
convertir un piso cualquiera de un barrio cualquiera en un hervidero
de locuras, aparentemente inocentes, inocuas, pero demoledoras,
reales, tangibles, que iban tomando forma, deforme, pero creciente,
como Testsuo a punto
de explotar.
Comienzan
a escribir cosas entre partidas de rol, panfletos, teatro, canciones.
Y todo aquello comienza a írseles de las manos, pero ocurre lo
necesario para que no chorree por un desagüe, y es la comunidad, una
escena, más jóvenes buscando su sitio, queriendo ir siempre un paso
más adelante, hacer que la bola de nieve siga creciendo cada vuelta
que da colina hacia abajo, más grande, más monstruosa, capaz de
derrumbar el muro erigido al fondo del valle por los mediocres y ver
saltar sus ladrillos por el cielo alto, muy alto, como un Dodge en la
calle Claudio Cohello.
Y lo
leo, y noto las mariposas en el estómago, porque eso hacíamos
nosotros, eso mismo, con veinte años de diferencia, en un nuevo
patrón del programa en espiral.
Casas
okupas, locales, contacto con otros grupos, encuentros con la poli de
los que reírse después, conciertos desastrosos que curiosamente
gustaron a los asistentes, de forma impensable. Componer música con
computadoras y máquinas. Escribir letras que nadie excepto quien las
escribe comprenderá nunca del todo y ni con esas.
Y la
maquinaria del juggernaut seguía funcionando, y aquello no paraba, iba
a más, más conciertos, más movimiento, más jóvenes interesados
en unirse a aquello que estaba ocurriendo, y otros que lo
abandonarían drásticamente. Egos, discrepancias, amistades que se
pierden, penas que no pueden frenar tus sueños, porque tus sueños
son tuyos. Y leo como Biovac N
sufre el cisma con Esplendor Geométrico,
y también lo siento como si me hubiese pasado. Me duele.
Ya
sabéis, si leísteis mi entrada de Pequeños Héroes,
que también une la ciencia ficción con
la música, que yo
trabajé durante unos años en ese mundo. Y entonces leo cómo
Servando crea un
colectivo en torno al Aviador Dro,
sus Obreros especializados,
donde cada uno pone lo mejor de sí mismo sólo porque quiere, porque
disfruta viendo aquello hincharse a punto de estallar en la cara de
todos los asistentes como si de una mega performance
dadaísta se tratase, como Leo
Bassi
salpicando de excremento bovino a su público en un teatro, y crea
DRO,
y digo.... otra vez, esto lo he visto yo, con la diferencia de que la
empresa para la que trabajé no facturaba 100 millones de pesetas al
año, no teníamos a Loquillo,
ni a mis amados Siniestro
Total,
ni a gabinete
Caligari,
pero sí muchos grupos buenos, y como ellos, mi empresa logró
colocar a éstos artistas emergentes, contraculturales, don nadies
con corona en el underground y sus circuitos sectarios reducidos, en portadas de revistas
de tirada nacional, en conciertos por Europa y por Estados Unidos, en
las estanterías de tiendas en Japón, en la televisión nacional, y
entonces tengo que pensar...joder Servando,
te siento.
Otra cosa con la que me quedé de piedra al leerlo en Anarquía
científica fue que calle Fundadores albergó la sede de Discos Radioactivos Organizados, sus almacenes y un local de grabación. La puta calle en la que he crecido, la
calle en la que también hubo otra cosa importante para mi, que fue
Alfil Juegos
en la primera planta de una vieja carbonería con portón de madera.
Que seguro también fue importante para Biovac
N,
porque insisto, nada es casualidad, cuando DRO
se fue a la mierda, apenas unas calles arriba estuvo Arte-9,
de la que Servando
fue accionista, para desprenderse de ello al final y fundar
generación – X.
Mierda,
¿sabéis cuántas horas he pasado yo de crío en Arte-9?
Todo me ha estado rondando, todo éste tiempo, y me doy cuenta de que
nací 20 años tarde para haber absorbido todo aquello, pero que no
he podido escapar, es parte de mi vida y no lo he sabido hasta la
segunda década de los 2000.
¿Y
jugando los videojuegos de DRO
Soft? Porque sí, también
tuvieron su propia productora y distribuidora de videojuegos para
ordenadores domésticos de la época, y allí estaba yo jugando a mi
Spectrum, del que ya os he hablado muchas veces fue un trampolín
imaginativo para mi, con el OP QA, y El
aviador y sus trabajadores estaban
de nuevo detrás mía involucrados en el mutante que latía en mi interior.
Tras
Discos Radioactivos
Organizados vinieron La
fábrica magnética y
Virus,
que me los imagino mucho más cercano a la empresa que durante más
de media década me dio trabajo a mi en el mundo musical underground,
éxitos y alegrías. Una escena posterior de artistas, con poco en
común a parte de componer digitalmente y resultar chocantes para el
resto de humanos no mutantes. Y he pasado por despachos, almacenes,
emisoras de radio,cadenas de TV, oficinas de la prensa especializada, festivales
interminables de gente que acampa al rededor de los escenarios,
trabajando muy duro para poder colocar a todos los involucrados donde
yo quería que estuviesen, en lo más alto, pero eso nunca ocurría.
Y un veinteañero trabajando con compañías discográficas
emergentes, como le pasó a los Aviador
Dro, pero que no estaba
en la movida madrileña, si no en unos 2000 en los que todo había
cambiado mucho desde entonces, necesitaba un plan B para la siguiente
década si eso no comenzaba a dar facturas por encima de los 4 ceros
cada trimestre. Y a mi, eso no me ocurrió, a la mayoría de mis
compañeros de faena y artistas tampoco, pero quedaron en boca de
muchos que sí lo consiguieron, y de aquél entorno colaborativo del que
surgió aquella aventura laboral (que putada que al final todo se
racionaliza) me alegro de que algunos terminasen cumpliendo sus
sueños, trabajando en cine, televisión, o la industria musical, y
aunque me hubiese gustado ser Servando, y montar un negocio que me apasionase con lo poco ahorrado como hizo él con Generación-X,
me quedé como Cyberjet,
pero sin la pasta ni el aeroplano, viéndo a algún viejo compañero en la tele del salón, retirado de la primera línea de guerra. Un puñetero
mileurista más, se acabó el sueño, no podía seguir sacrificando
facturas por una profesión emocionante que algunos meses no daba de
comer.
“me
estoy alimentando con un nuevo programa
imágenes
simula mi amor informativo
me
estoy reconstruyendo con un buen telefilme
dibujos
animados que aniquilan el cine”
Así que Aviador Dro, tras casi 4 décadas bio camuflados en
mi radar, por fin fueron descubiertos, justo en un momento de mi vida
nuevo, en crisálida de mutación, reprogramándome, y sus vivencias
y biografías me han hecho entender que todo tiene una estructura,
que las cosas ocurren de forma muy similar, en todos los lugares,
todas las épocas, y que todo es un programa en espiral.
Y cuando leo que Aviador Dro durante su tercera década, tras
idas y venidas de miembros, dramas y peleas, no llegaban ni a juntar
100 personas en una sala tras haber facturado millones de pesetas
décadas antes, es entonces cuando me siento un cyber Sísifo
empujando todos los días de su vida una enorme bola de chatarra en
un vertedero post atómico, imposible de dejar de hacerlo.
Es entonces cuando entiendo el significado de la palabra guerrillero,
de la arenga sindicalista, de los monos de camuflaje, del Do it
yourself.
Y leo las declaraciones de Biovac N, de Arcoiris, de
Metalina 2, de Fox Cicloide, en Anarquúía
científica y siento perfectamente sus sueños, sus ambiciones,
la defensa de sus principios, la idea de querer crear cultura iendo a
la contra, sus penas y sus dolores cuando el equipo se rompe, cuando
caes cuesta abajo y sin frenos, cuando crees que ya nada tiene
sentido y hay que reinventarse. Joder. Para alguien que ha currado en
la música es un libro tremendamente doloroso y a la vez motivador.
Y allí estaban, haciendo carátulas a mano y coloreándolas y
recortándolas para venderlas, y repartiendo octavillas en el rastro
y en las discotecas, moviéndose, organizándo la independencia
musical, la Anarquía científica, y me recuerdo a mi con
veinte y pocos repartiendo flyers, poniendo pegatinas, grabando
verbatims y fotocopiando portadas y recortándolas, sin tener ni idea
de que todo eso ya lo habían hecho en La Prospe, y que antes de El
Laboratorio ya estuvo el Ateneo en Mantuano. Que ellos, fueron los
primeros en España en constituir un colectivo artístico en torno a
la música, una “comuna” de libertad
creativa enfocada en una única dirección, que inevitablemente,
tarde o temprano, se astilla en múltiples direcciones, llamémoslas
esplendor geométrico o Warner.
Y los trajes, las performances, 20 personas sobre un escenario, cada
una haciendo una cosa diferente, celebrando la anarquía musical. La
anarquía nunca dura para siempre, es imposible. Y todos hemos
querido mantener esa pureza, esa inocencia, ese idealismo, pero
cuando pasamos por el notario y configuramos una sociedad mercantil,
pensando que nada podrá romper el espíritu de lo creado, qué
hipócritas somos, toda esa anarquía se muere en cuanto añades las
letras S.L. Al final del nombre de la comuna.
Y dejemos ya de orbitar personalmente al rededor del Aviador,
porque aunque me resultaba imperdonable no hacerlo, no estoy buscando
vuestra aceptación ni un ejercicio de auto compasión.
“la
nostalgia es un término humano incomprensible”
Tras descubrir tan tarde lo muy involucrados que estos mutantes han estado en mi vida, al menos los he visto en concierto por su 40 aniversario, y me siento feliz, porque me han inspirado mucho, muchísimo y nunca es tarde si la dicha es buena. Gracias obreros, vuestro futuro es ahora.
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