viernes, 24 de enero de 2020

EL AVIADOR DRO Y SUS OBREROS ESPECIALIZADOS


ANARQUIA CIENTIFICA


Hoy he tenido un día largo, no especialmente duro pero largo, He llorado como un niño pequeño en el dentista a primera hora de la mañana, y he decidido patear el centro con el morro anestesiado y la encía dormida pensando que eso me trae algunos viejos recuerdos sobre ciertas aventuras muy relacionadas con la entrada que ronda mi cabeza desde hace semanas.
El tungsteno por fin fluye por mi cuerpo, bañándome ardiendo, cayendo espeso de una tubería amarilla pintada con zanjas negras, y recorre mi anatomía derritiéndola, reduciendo mi carne, mis músculos y mis huesos a nada, porque el metal siempre es más fuerte que la carne, y en metal debemos convertirnos.

Termino mi jornada laboral y ya en los últimos 10 minutos abro un tercio que tengo en la nevera de la oficina, como si fuese un Moët aguardando el éxito de una transacción multimillonaria en el despacho de mi dueño, pero no, es una triste Miller de apenas un euro que sabe a agua chirri y que sirve para celebrar que por fin abandono mi cueva digital y puedo recorrer mi hora de trayecto subterráneo algo atizado con el libro Anarquía científica del Aviador Dro entre las manos. De píe, balanceándome en el interior de una tenia mecánica que recorre los intestinos de la ciudad hasta encontrar el ano por el que escupirme a mi y al resto de pasajeros en una eyaculación de mercurio lenta y perezosa que se esparce por el túnel y las escaleras mecánicas como hormigas subiendo el tronco del platanero.

Pero soy arrastrado hacia mi hogar de humano, convencido de una cosa. Hoy voy a abrir el portátil, y voy a conectar esa vieja máquina del 2008 que aún funciona, fiel y funcional, a mi marcapasos cromado. Directamente, sin antivirus ni firewalls. Porque estoy conmovido, estoy agitado, estoy zumbado y mutando hacia el nuevo homínido biomecánico y digital que profetizaron Los obreros especializados.

En mi casa de humano de 40 metros cuadrados, a las afueras en un clásico barrio obrero que se reinventa entre burbujas imaginarias y especulaciones del tulipán mientras la banca siempre gana, encuentro media pizza fría y media litrona. Genial, puedo continuar, aunque se que me va a llevar rato, mucho rato, a mi escribirlo y a vosotros leerlo, porque estoy chiflado con éste libro de tapa dura roja que parece un manual de conducta Mahoísta.
Y porque hablar de la fascinante revolución tecno del Aviador Dro, es en parte hablar de mi mismo, de casualidades y conexiones, de una forma de entender la vida, de aceptar la mutación benigna que el destino me ha regalado. De no mirar atrás, aunque este libro es precisamente eso, un vistazo bien largo hacia atrás, a una época en la que yo no había sido ensanblado aún siquiera, y su futuro, que me ha perseguido desde entonces, sin saberlo ellos, ni saberlo yo.

Hoy hablaremos de música, y de ciencia ficción por supuesto, porque ambas cosas tienen mucho que ver, y Aviador Dro y sus obreros especializados son la clave.
Pongo mi plataforma de streaming habitual, aunque la uso muy, muy poco porque yo soy de esos petardos que siguen reproduciendo físico, y me pongo sus canciones mientras escribo, sus historias de ficción, sus space óperas, sus ficciones especulativas, sus distopias revolucionarias e hirientes, sus caricaturas del presente y sus paisajes post atómicos. Y espontáneamente los voy a añadir a éste ensayo experimental de hoy, no tanto como el futurismo ni el dadaísmo, pero experimental en ese sentido, de unir, la cifi y la música por primera vez en Tungsteno Dreams, y no será la última.

yo quiero bañarme en mares de radio
con nubes de estroncio, cobalto y plutonio
yo quiero tener envolturas de plomo
y niños mutantes montando en las motos”




CIENCIA FICCION MUSICAL


Aquellos jóvenes a punto de acuñar la etiqueta “tecno pop” estaban allí, terminando el instituto, en La Prospe, jugando rol, escuchando The Residents, Kraftwerk y Devo, y leyendo Clarke, Heinlein, y Asimov.

Como hemos resumido antes, extrayendo algunos de los momentos más geniales que vamos a encontrar en el gran libro de la Anarquía Científica, los miembros de Aviador Dro se caracterizan por su interés en la ciencia ficción, el futurismo del que ya hemos hablado muy por encima en la entrada de deathrace 2000, y la ciencia y tecnología en general. Imaginaron el futuro partiendo de la cifi clásica y el pulp, acertando en docenas de sus soflamas proféticas como auténticos cyber nostradamus de la movida madrileña.
Influidos por el punk, el nihilísmo consecuente, La naranja mecánica, evolucionaron junto a la ciencia ficción componiendo canciones, que a mi paarecer, fuera de lo que podemos encontrar en el libro de Anarquía científica, y según mi propio aporte y cosecha, cada una es un nano relato o un nano poema futurísta.

toda la corporación unida, planeando futuros proyectos
la misión que nos imponemos, la conquista del reino de los cielos.
Es el día de la celebración del nacimiento de la indústria
lo celebramos con cometas de neón y el claxon cristalino de los coches”

¿Era una broma de mal gusto? Creo que sí.
¿Iban en serio? Mucho
¿Activistas? Por supuesto

Encontraremos acidez en sus canciones, en sus futuros industrializados, distópicos, opresores, en los que el ser humano es sistematizado, como un androide, reducido a un estado de alienación en el que ya nunca más estará triste, porque la felicidad está programada.
Demonios, minijacks oxidados, y virus barrotes... ¿no es magnífico hacer canciones en torno a ese futuro?
Pero los obreros especializados no concibieron el futuro como una distopía, si no que lo enfocaron desde el punto de vista de la utopía. Su caricatura del androide, del cyborg, del mutante, se reía de sí mismos, mientras sus octavillas y el mensaje latente sobre la canción divertida es demoledormente social, político y amenazante. Como ocurriría con cualquier buena novela de ciencia ficción.

Las canciones de Aviador Dro nos van a presentar entornos sintéticos, asépticos, laboratorios, factorías, estaciones espaciales, yermos radioactivos, combates galácticos, romances mecánicos...

Sus líricas iban perfectamente embutidas en un todo, un pack completo de música compuesta con sintetizadores Korg y samples, y una puesta en escena teatral que sin tapujos bebía directamente de los Devo y The residents.

Pese a aceptar ellos mismos la etiqueta tecno pop, para mi son tecno punk, porque la anarquía no puede ser pop. Precisamente lo popular es lo que nos esclaviza y sistemiza. EL opio social. El aviador Dro y sus obreros especializados dinamitaba todas las convicciones populares, y las anécdotas al rededor de la famosa actuación asturiana con interpretación de Nuclear sí lo dice solo.
En sus canciones veremos a Mad Max, a Godzilla, a Flash Gordon, fragmentos de Philip K, Dick o de Gibson.
Pero no es sólo cifi, no son sólo unos frikis sin talento para la música que consiguieron juntar unos acordes en sus teclados asiáticos de forma autodidacta mientras vomitaban delirios futurístas, no.
Son auténticos activistas, una compañía teatral comprometida con la vanguardia, involucrados en los tiempos que les ha tocado vivir, intentando mutar a los humanos con sus herramientas sónicas de hacer sonidos hipnóticos para colarse en nuestros cerebros primitivos y despertar las cadenas de cromosomas latentes en nuestro ADN alienígena durmiente y llevarnos a la evolución post humana mientras bailamos.
¿qué más se puede pedir?



Patricia Godes nos trae un maravilloso tocho de libro, titulado La anarquía científica, con ese símbolo de la A de anarquía encerrada en un circulo (que contradictorio, encerrada la libertad), modificada a forma de un compás y un rayo.

Libertad
Igualdad
Electricidad”

En éste compendio de vivencias, filosofía y recuerdos de los 40 años de vida del grupo, editado por La Felguera, podremos descubrir toda la historia de la banda, centrada principalmente en Servando Carvallar, alias Biovac N, espíritu y fundador de la casi guerrilla de los obreros especializados, por la que militaron y desertaron muchos nombres en tanto tiempo, dejando su impronta en la historia que Patricia nos presenta, de voz de sus protagonistas y allegados.

Leeremos un recorrido filosófico e idealista de los principios y objetivos del grupo, que iban más allá que el de la mayoría de grupos del momento “Movida Madrileña”, influenciados en su mayoría por el punk, el rock'n'roll, los mode o el pop con aspiraciones más que menos superficiales y edonistas que nada tenían que ver con el militarismo de el Aviador. Podríamos catalogarlos como una asociación intelectual vanguardista de jóvenes inquietos con ganas de crear el futuro que les habían prometido los escritores de ciencia ficción clásica. El rol, los tebeos, la cifi, el cine y el punk y la música electrónica y las vanguardias más surealistas nutren la identidad del grupo que inventó la etiqueta “independiente” en la industria musical española, los verdaderos pioneros del underground.
Biovac N, su líder, representaba el espíritu de “lo haré sin vosotros, os guste o no, insignificantes humanos” entre la superioridad intelectual y la comedia más ácida e irreverente.
Si hay que levantar el fusil en la guerra civil de las junglas de Venus, que al menos sea divirtiéndonos.

Ella es de pexiglas y por eso me gusta mas
esta hecha de metal y por eso me gusta mas”

Pasaremos las páginas de Anarquía científica descubriendo todas esas memorias, disfrutando de copias de sus octavillas originales y sus “flyers” artísticos con auténtico sabor pulp, alguna historia ficticia en torno a los obreros especializados, cómics, repasos musicales de sus inspiraciones, movimientos contraculturales y moda.
Un imprescindible para cualquier melómano y por supuesto más aún si somos fans del grupo, está lleno de datos tremendamente interesantes, de los que me quedo por ejemplo así al vuelo con que resulta que Parliament y Funkadelic, uno de mis grupos favoritos, también influyeron al Aviador en ciertas temáticas, técnicas musicales e incluso outfits. Y eso no es nada.



He repasado mis cintas de recuerdos
cuando volabas conmigo
unidos en la cima del mundo
desafiando su sonido
ahora tu cuerpo yace invernado
en una cápsula especial
y sólo puedo estrechar el vacío
sólo puedo esperar”

Que mejor que mirar el mundo desde arriba, desde un aparato volador que bombardea el suelo, porque desde ahí arriba no se ven los muertos.
Qué crudeza, Aviador Dro no iba en broma.

Sólo es darle al play Nuclear Sí (por supuesto!) para dar un paseo  por el wasteland más loco y caótico que habremos presenciado nunca, es como ponerse las gafas de realidad virtual, pero lo logran a través de tus oídos. Y no sólo nos regalan un viaje acústico, irónico, terrorífico entre Mad Max, Dune y El reino de la Noche, si no que descojonándose, haciendo sorna de los peligros de la radiación, nos conciencian de la misma, Hay un mensaje bajo su ficción, como debe ser, como exigen los cánones, nada es en vano.

Y ocurre lo mismo si escuchamos la arenga de los sindicatos futuristas, o el día de la industria, porque nos reiremos visionando esa civilización futura en torno al culto de lo mecanizado, las factorías, el trabajo en cadena robotizado y la idolatría al patrón, a la megacorporación, pero cuidado, que la caricatura esconde una manzana envenenada, que nos reímos para después pensar en que vamos cuesta abajo y sin frenos a esa mecanisburgo deshumanizada si no ponemos soluciones. Soluciones que la historia a lo largo de los siglos sólo ha aceptado violentas, revolucionarias, porque los obreros especializados son auténticos guerrilleros de la anarquía científica, la libertad plena a través del entendimiento con la máquina y la ciencia, el posthumanismo absoluto, la destrucción de lo antiguo por cualquier medio para crear lo nuevo, brigada de demolición.

Y nos enamoraremos de manera industrial de chicas construidas en plexiglás, y tendremos piezas metálicas en nuestro cuerpo como Néstor, y volaremos en el aerocoche nuevo de la corporación por encima de la ciudad, desafiando su sonido.
Bailaremos como robots arítmicos mientras desciframos el código binario de sus letras, porque el sonido plástico y sintético de sus Korg, Moog, Akai, Roland y otros juguetitos llenos de cables y teclas nos envolverán en un holoespectáculo hyperdimensionado que nos embrujará como la ayaguaska y el mantra del chamán, en una versión futurista de la celebración más primitiva de nuestra existencia.

¿Es o no es literatura? Es eso y mucho más. Cuánto le deben Siniestro o los Nikkis por ejemplo a la forma de componer del Aviador.

MUSICA CON MAQUINAS, HISTORIAS HUMANAS


Nací recién empezados los 80, mi infancia no tuvo nada que ver con Aviador Dro, Ni la Movida madrileña a excepción de La Bola de Cristal y Rockopop, ¿o tal vez sí? Nunca he creído en las casualidades, tampoco me he obsesionado con ellas porque resultan azarosas, pero si el universo se sostiene sobre cuerdas, posiblemente nuestros destinos también, aunque ésto no es nada científico y los obreros especializados tendrían muchos argumentos con los que formatear mi disco duro defragmentado.
Conocí a éste grupo hace unos 4 años, ya talludito, más cerca de los 40 que de los 30, y fue como una bomba atómica para mi. Arrasó con todo lo que había en mi encefalograma plano, dejando un solar postatómico poblado por zombies carnófagos, scavengers carroñeros, reptiles mutantes super-saurios y alienígenas raptando especímenes para sus experimentos.
Y yo leyendo Asimov, Sterling, Masamune Shirow, y no había oído nunca antes Aviador Dro. ¿Pero qué cojones?
Claro, me recuerdo a mi mismo en la preadolescencia, con mi colección de cassettes que yo creía transgresoras, llenas de ritmos machacones insulsos y “poesía” barata de a duro interpretada por un puñado de delincuentes juveniles norteamericanos y unos cuantos aspirantes patrios orgullosos de las tonterías que balaban en pareados de segundo de E.G.B. Y mi padre diciéndome

Chaval, te voy a tirar toda esa mierda a la basura, coge mis discos de los Beattles o Mark Knopfler”

Y yo pensando que aunque de pequeño me flipaba le película de animación del Submarino amarillo y papá siempre me había inculcado cierto interés y gusto por tendencias artísticas que él pudo haber considerado independientes, aquella mierda británica ya no me interesaba para nada, solo quería ponerme los vaqueros tres tallas más grandes al revés y saber con qué máquinas hacían la música esos negros.
Y las cosas en todos los hogares humanos de España deben de seguir siendo parecidas, sin evolución ninguna, y no me meto. Y no lo hago, porque de aquellas fatigas, vinieron grandes cosas, grandes sueños, y grandes decepciones, y me menciono a mí mismo, porque eso es lo que he leído en Anarquía científica y no puedo evitar que se me pongan los pelos como escarpias y las clavijas de punta.

hemos ido a bailar a la sincoteca
un programa especial no computado aún
con ultrasonidos y en caída libre
estás muy bella esta noche”

En un barrio que conozco muy bien, La Prospe, un grupo de adolescentes inquietos, activos en lo político, lo artístico y lo musical, comienzan a pasar horas y horas en la casa desprovista de tutores legales de uno de ellos, y empiezan a convertir un piso cualquiera de un barrio cualquiera en un hervidero de locuras, aparentemente inocentes, inocuas, pero demoledoras, reales, tangibles, que iban tomando forma, deforme, pero creciente, como Testsuo a punto de explotar.
Comienzan a escribir cosas entre partidas de rol, panfletos, teatro, canciones. Y todo aquello comienza a írseles de las manos, pero ocurre lo necesario para que no chorree por un desagüe, y es la comunidad, una escena, más jóvenes buscando su sitio, queriendo ir siempre un paso más adelante, hacer que la bola de nieve siga creciendo cada vuelta que da colina hacia abajo, más grande, más monstruosa, capaz de derrumbar el muro erigido al fondo del valle por los mediocres y ver saltar sus ladrillos por el cielo alto, muy alto, como un Dodge en la calle Claudio Cohello.
Y lo leo, y noto las mariposas en el estómago, porque eso hacíamos nosotros, eso mismo, con veinte años de diferencia, en un nuevo patrón del programa en espiral.



Casas okupas, locales, contacto con otros grupos, encuentros con la poli de los que reírse después, conciertos desastrosos que curiosamente gustaron a los asistentes, de forma impensable. Componer música con computadoras y máquinas. Escribir letras que nadie excepto quien las escribe comprenderá nunca del todo y ni con esas.
Y la maquinaria del juggernaut seguía funcionando, y aquello no paraba, iba a más, más conciertos, más movimiento, más jóvenes interesados en unirse a aquello que estaba ocurriendo, y otros que lo abandonarían drásticamente. Egos, discrepancias, amistades que se pierden, penas que no pueden frenar tus sueños, porque tus sueños son tuyos. Y leo como Biovac N sufre el cisma con Esplendor Geométrico, y también lo siento como si me hubiese pasado. Me duele.

Ya sabéis, si leísteis mi entrada de Pequeños Héroes, que también une la ciencia ficción con la música, que yo trabajé durante unos años en ese mundo. Y entonces leo cómo Servando crea un colectivo en torno al Aviador Dro, sus Obreros especializados, donde cada uno pone lo mejor de sí mismo sólo porque quiere, porque disfruta viendo aquello hincharse a punto de estallar en la cara de todos los asistentes como si de una mega performance dadaísta se tratase, como Leo Bassi salpicando de excremento bovino a su público en un teatro, y crea DRO, y digo.... otra vez, esto lo he visto yo, con la diferencia de que la empresa para la que trabajé no facturaba 100 millones de pesetas al año, no teníamos a Loquillo, ni a mis amados Siniestro Total, ni a gabinete Caligari, pero sí muchos grupos buenos, y como ellos, mi empresa logró colocar a éstos artistas emergentes, contraculturales, don nadies con corona en el underground y sus circuitos sectarios reducidos, en portadas de revistas de tirada nacional, en conciertos por Europa y por Estados Unidos, en las estanterías de tiendas en Japón, en la televisión nacional, y entonces tengo que pensar...joder Servando, te siento.
Otra cosa con la que me quedé de piedra al leerlo en Anarquía científica fue que calle Fundadores albergó la sede de Discos Radioactivos Organizados, sus almacenes y un local de grabación. La puta calle en la que he crecido, la calle en la que también hubo otra cosa importante para mi, que fue Alfil Juegos en la primera planta de una vieja carbonería con portón de madera. Que seguro también fue importante para Biovac N, porque insisto, nada es casualidad, cuando DRO se fue a la mierda, apenas unas calles arriba estuvo Arte-9, de la que Servando fue accionista, para desprenderse de ello al final y fundar generación – X.
Mierda, ¿sabéis cuántas horas he pasado yo de crío en Arte-9? Todo me ha estado rondando, todo éste tiempo, y me doy cuenta de que nací 20 años tarde para haber absorbido todo aquello, pero que no he podido escapar, es parte de mi vida y no lo he sabido hasta la segunda década de los 2000.
¿Y jugando los videojuegos de DRO Soft? Porque sí, también tuvieron su propia productora y distribuidora de videojuegos para ordenadores domésticos de la época, y allí estaba yo jugando a mi Spectrum, del que ya os he hablado muchas veces fue un trampolín imaginativo para mi, con el OP QA, y El aviador y sus trabajadores estaban de nuevo detrás mía involucrados en el mutante que latía en mi interior.

Tras Discos Radioactivos Organizados vinieron La fábrica magnética y Virus, que me los imagino mucho más cercano a la empresa que durante más de media década me dio trabajo a mi en el mundo musical underground, éxitos y alegrías. Una escena posterior de artistas, con poco en común a parte de componer digitalmente y resultar chocantes para el resto de humanos no mutantes. Y he pasado por despachos, almacenes, emisoras de radio,cadenas de TV, oficinas de la prensa especializada, festivales interminables de gente que acampa al rededor de los escenarios, trabajando muy duro para poder colocar a todos los involucrados donde yo quería que estuviesen, en lo más alto, pero eso nunca ocurría. Y un veinteañero trabajando con compañías discográficas emergentes, como le pasó a los Aviador Dro, pero que no estaba en la movida madrileña, si no en unos 2000 en los que todo había cambiado mucho desde entonces, necesitaba un plan B para la siguiente década si eso no comenzaba a dar facturas por encima de los 4 ceros cada trimestre. Y a mi, eso no me ocurrió, a la mayoría de mis compañeros de faena y artistas tampoco, pero quedaron en boca de muchos que sí lo consiguieron, y de aquél entorno colaborativo del que surgió aquella aventura laboral (que putada que al final todo se racionaliza) me alegro de que algunos terminasen cumpliendo sus sueños, trabajando en cine, televisión, o la industria musical, y aunque me hubiese gustado ser Servando, y montar un negocio que me apasionase con lo poco ahorrado como hizo él con Generación-X, me quedé como Cyberjet, pero sin la pasta ni el aeroplano, viéndo a algún viejo compañero en la tele del salón, retirado de la primera línea de guerra. Un puñetero mileurista más, se acabó el sueño, no podía seguir sacrificando facturas por una profesión emocionante que algunos meses no daba de comer.

me estoy alimentando con un nuevo programa
imágenes simula mi amor informativo
me estoy reconstruyendo con un buen telefilme
dibujos animados que aniquilan el cine”

Así que Aviador Dro, tras casi 4 décadas bio camuflados en mi radar, por fin fueron descubiertos, justo en un momento de mi vida nuevo, en crisálida de mutación, reprogramándome, y sus vivencias y biografías me han hecho entender que todo tiene una estructura, que las cosas ocurren de forma muy similar, en todos los lugares, todas las épocas, y que todo es un programa en espiral.
Y cuando leo que Aviador Dro durante su tercera década, tras idas y venidas de miembros, dramas y peleas, no llegaban ni a juntar 100 personas en una sala tras haber facturado millones de pesetas décadas antes, es entonces cuando me siento un cyber Sísifo empujando todos los días de su vida una enorme bola de chatarra en un vertedero post atómico, imposible de dejar de hacerlo.
Es entonces cuando entiendo el significado de la palabra guerrillero, de la arenga sindicalista, de los monos de camuflaje, del Do it yourself.
Y leo las declaraciones de Biovac N, de Arcoiris, de Metalina 2, de Fox Cicloide, en Anarquúía científica y siento perfectamente sus sueños, sus ambiciones, la defensa de sus principios, la idea de querer crear cultura iendo a la contra, sus penas y sus dolores cuando el equipo se rompe, cuando caes cuesta abajo y sin frenos, cuando crees que ya nada tiene sentido y hay que reinventarse. Joder. Para alguien que ha currado en la música es un libro tremendamente doloroso y a la vez motivador.

Y allí estaban, haciendo carátulas a mano y coloreándolas y recortándolas para venderlas, y repartiendo octavillas en el rastro y en las discotecas, moviéndose, organizándo la independencia musical, la Anarquía científica, y me recuerdo a mi con veinte y pocos repartiendo flyers, poniendo pegatinas, grabando verbatims y fotocopiando portadas y recortándolas, sin tener ni idea de que todo eso ya lo habían hecho en La Prospe, y que antes de El Laboratorio ya estuvo el Ateneo en Mantuano. Que ellos, fueron los primeros en España en constituir un colectivo artístico en torno a la música, una “comunade libertad creativa enfocada en una única dirección, que inevitablemente, tarde o temprano, se astilla en múltiples direcciones, llamémoslas esplendor geométrico o Warner.
Y los trajes, las performances, 20 personas sobre un escenario, cada una haciendo una cosa diferente, celebrando la anarquía musical. La anarquía nunca dura para siempre, es imposible. Y todos hemos querido mantener esa pureza, esa inocencia, ese idealismo, pero cuando pasamos por el notario y configuramos una sociedad mercantil, pensando que nada podrá romper el espíritu de lo creado, qué hipócritas somos, toda esa anarquía se muere en cuanto añades las letras S.L. Al final del nombre de la comuna.

Y dejemos ya de orbitar personalmente al rededor del Aviador, porque aunque me resultaba imperdonable no hacerlo, no estoy buscando vuestra aceptación ni un ejercicio de auto compasión.

la nostalgia es un término humano incomprensible”

Tras descubrir tan tarde lo muy involucrados que estos mutantes han estado en mi vida, al menos los he visto en concierto por su 40 aniversario, y me siento feliz, porque me han inspirado mucho, muchísimo y nunca es tarde si la dicha es buena. Gracias obreros, vuestro futuro es ahora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario