martes, 18 de septiembre de 2018

GEORGE ALEC EFFINGER Y MARID AUDRAN


GEORGE ALEC EFFINGER


George Alec Effinger nació en Cleveland el 1947, un muchacho que padeció continuados y graves problemas de salud, que le acarrearon diferentes problemas en su madurez. Apodado “Piglet” por sus amistades, no llegó nunca a sentirse cómodo con el alias, y creció apasionado por los deportes y la literatura. Acudió a la Universiad de Yale con la intención de estudiar medicina (algo irónico cómo descubriremos a continuación) pero terminó por mudarse a Nueva York, dónde se formó como escritor novel en los Talleres Clarion, uno de los más prestigiosos cursos intensivos para la escritura enfocada a la ciencia ficción y la fantasía que se imparten en las universidades norteamericanas. Entonces el curso de seis semanas era impartido por Damon Knight y Kate Wilhelm. El taller literario dio sus frutos, y George comenzó a escribir sus primeros relatos de éxito, recogidos en la antología Clarion del 71, y de ahí, en adelante, le esperaba una brillante carrera como autor de ciencia ficción. Más de 20 relatos, nominaciones a los premios Nébula y Hugo, e incluso trabajos para la Marvel en diferentes cómics, novelas para el universo de El Planeta de los Simios, y artículos para todo tipo de prensa como por ejemplo Playboy.

Como anticipamos en la biografía que he conseguido recopilar de diferentes fuentes anglosajonas (ya que la información disponible a cerca de tan infravalorado autor en español, es básicamente nula), su salud fue desde niño su principal enemigo, sufriendo múltiples infecciones, que le provocaron un 70% de sordera, cosa que a modo anecdótico, se recuerda, porque le impidió conducir hasta los 39, edad a la que consiguió una licencia especial para poder hacerlo. Tan sólo en los últimos 10 años de su vida, recibió ayudas respecto a ésta importante minusvalía. Y es que sus problemas de salud, derivaron en su edad adulta, en múltiples facturas médicas que lo llevaron a la insolvencia y la bancarrota absoluta, otra situación cuanto menos sorprendente, ya que para salir al paso, cedió todos los derechos de sus obras al hospital, hasta que cubrió sus deudas y recuperó los derechos de los escritos. Sufrió ulcera intestinal, y luchó contra serias adicciones de alcoholísmo y medicamentos, y sus problemas de solvencia y patrimonio, se tradujeron en asistencias sanitarias deficientes, malas praxis y un deterioro progresivo de su estado de salud.

Llegado un punto de su vida, se desplazaría a New Orleans, la ciudad que le colmó de inspiración para sus obras más recordadas, y donde se convirtió en un experto de las tradiciones locales, sí, carnavales y bebidas espirituosas mayormente.
Tuvo tres matrimonios, de los cuales cabe destacar el último, con la también autora Barbara Hambly, prolífica y atribulada como él, fue diagnosticada con diferentes trastornos emocionales y otros desordenes.



G.A. Effinger falleció finalmente en 2002, dejando como legado, obras tan reconocidas como “El gato de Schrödinger”, “Qué es la entropía para mi?”, o una novela de Sherlock Holmes y el Dr. Fumanchú que una vez escrita tuvo que ceder a un “negro” por problemas de copyright, y en la que nunca apareció su nombre en la autoría, ni ninguno de sus pseudónimos utilizados en otras obras o escritos como John K. Diomede, O. Niemand y Susan Doenim.
Pero si uno de sus trabajos fue quizás el más emblemático, sin duda fue la trilogía cyberpunk de Marid Audran, que es la protagonista de hoy en Tungsteno Dreams.


MARÎD AUDRAN


Con la trilogía de Marid Audran, conformada por los títulos “Cuando falla la gravedad”, “Un fuego en el sol” y “El beso del exilio”, (títulos rescatados de canciones de Bob Dylan, excepto el último, porque ello le ocasionó una vez más problemas de derechos al respecto, y terminó por apropiarse de unas líneas de Shakespierre, de acceso libre y dominio público) Effinger se aventuró a inmiscuirse en un entorno novedoso y a la vez tradicional. 
En otras ocasiones, y otros escritos de mi mismo puño y letra, a la deriva en ideas y conceptos que compartir con vosotros, mis escasos y privilegiados lectores, en torno a la ciencia ficción, las distopías, y más en concreto el cyberpunk, ya asumí que al tratar de imaginar una visión global, mundial, realista de la cercana sociedad cyberpunk, ésta no podría limitarse a megalópolis orientales y los Estados Unidos de América. El progreso, llegaría a todas partes, antes o después, y Sudamérica, Africa, y cualquier otra parte del mundo tendría su cyberpunk, condicionado por sus características culturales, socioeconómicas, geogáficas y religiosas. Un buen creador deberá tener en cuenta estos factores a la hora de crear su innovador entorno cyberpunk fuera de las tópicas fronteras ya diseñadas por otros autores. Y Effinger, supo hacerlo antes que otros muchos que también supieron dar con la tecla de la identidad cyberpunk de su entorno, como Bacigalupi. Effinger nos transportó al próximo futuro de la sociedad muslmana, árabe (que me perdonen los aludidos de mi ignorancia hacia las cuestiones culturales de los fieles del Sagrado Corán si de ahora en adelante me equivoco al emplear algún término que pudieseis corregirme) o islámica. Una sociedad de fuertes matices folclóricos, religiosos, incluso supersticiosos aún conservados en la era de los injertos ciber neuronales, los microchips , la realidad virtual, y el software cerebral del siglo 22. Barriadas repletas de historia, polvo, ladrillo amarillo, bóvedas broncíneas, minaretes y arcos ojivales; Invadidas por el neón, las luces led, los hologramas, y peatones que se entrecruzan con keffiyas, chilabas, cazadoras de látex y chuvasqueros de plástico transparente. Una sociedad futura que se aferra a sus raíces. Este maravilloso paraje me resultó familiar pese a toda esa innovación. Me sentí como si estuviese leyendo de nuevo “León el africano” de Malouf, pero con todos los ciber ingredientes que me chiflan. Nada podía salir mal en aquella lectura, Inshallah.



No he encontrado referencia ninguna en las biografías de Effinger a cerca de si alguna vez viajó a oriente medio, procesó la fe en el islam, o si sencillamente se documentó lo suficiente para escribir sus novelas cyberpunk de Marid Audran, pero desde luego, sabía lo que se hacía. Durante las tres obras, nos familiarizamos con argot árabe, costumbres, gastronomía, su pulcra educación, sagradas líneas del Corán, sus prendas tradicionales y todo aquello capaz de transportarnos sin mirar atrás a la ciudad sin nombre donde sus personajes recorren La Calle de El Budayén. En algún punto entre Argel, Egipto, y docenas de nuevas naciones ficticias, surgidas tras docenas de golpes de estado y guerras civiles que han balcanizado Africa y Asia. En realidad, en torno a ésta duda que me surge, sí he encontrado como una verdad fehaciente y contrastada, que la centenaria ciudad árabe de sus novelas cyberpunk, no es si no un reflejo modificado de su Sodoma personal, Nueva Orleans, su Mardi Grass y sus oscuros clubs y pubs.


ESTILO CYBERPUNK


La obra cumple con una serie de requisitos de la novela negra, que trasladada al futuro cercano, me recordó a una obra posterior al instante. Las similitudes entre el "Carbono Modificado" de Morgan y ésta obra de Effinger, comparten una sorprendente alta gama de casualidades narrativas, que en un momento dado, me hacen plantearme si quizás Morgan haya leído la obra de Effinger con gran interés y admiración, llegándose a inspirarse en ella y aprender de sus pasajes, o simplemente es la casualidad de dos mentes geniales en diferentes épocas.
Marid Audran, el protagonista de Effinger, cumple muchas similitudes para llegar a pensar lo susodicho con Takeshi Kovacs. Tipos duros, poco habladores, que sin ser detectives secretos se desenvuelven en entornos marginales como si lo fueran, y no dan puntada sin hilo a la hora de atar cabos. Empatizan lo justo, y si sobrepasan sus propios límites fingen no hacerlo, son hombres de roca con la mente fría y el corazón acelerado a golpe de narcótico y estimulante. Les gusta la compañía femenina pero rehuyen del compromiso. Y por si fuese poco, si Morgan nos sorprendió a todos con la patente de la pila cortical y la posibilidad de cambiar de funda, con la sensación de ser alguien distinto, pero en el interior, ser la misma persona, y los usos delictivos que en su novela son fomentados gracias a ése ingenio tecnológico y moderno; En “Cuando falla la gravedad”, Effinger puso sobre la mesa de la ciencia ficción una patente similar, aunque no igual, y anterior, bautizada como Moddies, que consisten en chips de personalidad artificial, que colocados en el puerto o zócalo injertado del usuario, lo convierten en una persona que no es, basada en la conversión digital de personalidad de un sujeto real, o programado en función de la creencia a cerca de la forma de comportarse de una personaje ficticio, pudiendo el usuario convertirse durante un rato en una deshinibida estrella del cine para adultos en sus momentos más íntimos de pareja, o salir a la calle creyéndose James Bond, con una pistola oculta en el calcetín, y pidiendo Martini con vodka seco, mezclado pero no agitado, en los nightclubs de El Budayén. Morgan camufla el verdadero “Yo” de sus personajes, despistándonos, con diferentes aspectos exteriores, pero Effinger, lo hizo antes al revés, cuando una misma persona, podría haber tenido diferentes “yo” digitales funcionando en su cerebro, motivándolo a actuar de diferentes formas. ¿Se parece, lo veis, o sólo yo flipo de éste modo? En cualquier caso, no voy a ahondar más en ésta cuestión, y no porque piense que las comparaciones son odiosas, que no creo que lo sean, si no porque para eso podría hacer un articulo de opinión al margen, mucho más exhaustivo, si me releyese ambos títulos y me dedicase precisamente a ponerlos en paralelo.


EL BUDAYEN


La trilogía de Marid Audran, sin spoilers, nos lleva de paseo con el protagonista a los bajos fondos de su ciudad sin nombre. Marid (que significa Enfermedad en árabe) se siente como pez en el agua haciendo sus Kiams (la moneda local) a base de recados y arreglos, para gastarlos después en strip clubs con neumáticas y explosivas bombas sexuales transgénero. Este punto en concreto, el de normalizar las relaciones sexuales hetero entre varones nacidos como tal y mujeres nacidas varones, en un mundo islámico, por muy futurísta y ciencia ficción que sea, me fascina, me encanta, y me parece una bola de demolición lanzada con rabia y potencia contra un muro de tabúes y prejuicios que se resiste a caer desde antes de que Effinger fantasease con ello en los 80, hasta nuestros días, que aún son apolillados y caducos. Además, la novela, lo hace con naturalidad, damos por hecho leyendo la obra, que en el siglo 22 las mujeres transgénero serán más sexys, atractivas y deseables, que las nacidas mujer, y no trata de darnos lecciones morales ni educarnos a cerca de sexualidad, derechos, ni nada parecido. Sencillamente, es así, y entra como la seda, sin rarezas ni rechines. Porque Marid Audran, y en eso sí se conservan los clichés del tipo duro Bogartiano, es muy macho y muy hetero, muy duro, y siempre tiene las palabras adecuadas para cerrar una conversación ya sea con criminales baratos, un jefe del hampa, una prostituta de club, o una embajadora de una nación recién destituida por un nuevo señor de la guerra local. Marid Audran es la hostia, vaya. El tipo en cuestión, para seguir engordando la leyenda de testosterona, es un drogadicto, un borracho, un polígamo, un seductor y un promiscuo. Marid es el alma de la fiesta, el máximo pecador en la historia del islam, y sin embargo, sin seguir el camino recto del profeta pese a conocer sus enseñanzas, resulta ser más fiel y legal que el resto de las personas con las que se relaciona, y ahí está el contrapunto que nos lo humaniza y lo convierte en el (repetido hasta la saciedad y por norma y condición sinequanon del género cyberpunk) héroe por accidente.

Marid Audran evoluciona durante la trilogía, está vivo, no es un tópico marmóleo, Effinger nos lo va moldeando, nos encariñamos con él, y nos enganchamos a su escalada de poder como si se tratase de Paccino haciendo de Tony Montana en Scarface. Marid tiene principios, tiene miedos, es muy humano aunque haga creer a los demás que es inmortal. Es un bribón y un delincuente, pero también un Robin Hood aumentado y chipeado.

Insisto en que se masca el gusto por la novela negra en todo el ciclo, ya que la masilla de la construcción literaria en torno a las peripecias del señor Audran, siempre se compone de un asesinato sin resolver, que le salpica de un modo otro, y que le pone en la obligación de resolverlo en un fuego cruzado de sospechas e intereses de todo un plantel de personajes corruptos, policias de dudosa moral, hampones y todo tipo de buscavidas y amistades del Budayén.



Si nos ponemos quisquillosos, quizás, lo único que un "pureta" exigente pueda echarle en cara a la trilogía, es que para ser considerada cyberpunk, escasean las escenas de interacción entre humano y sistemas informáticos. No, no es la trilogía del Sprawl, los software y los muros de hielo negro, virus y troyanos, no son los protagonistas de ésta ficción policiaca. Pero recordemos, tenemos los Moddies y los Daddies (ingenios chip, que mejoran las capacidades sensoriales o cerebrales del usuario). Aunque Effinger sí nos regala algunos momentos relacionados con la realidad virtual en algunas de sus páginas, saciando esa sed de ciber espacio impuesta en el género por Gibson.

Effinger pretendía terminar un cuarto libro de Marid Audran, pero no le dio tiempo. Dejó algunos relatos cortos, y algunos capítulos de la futura cuarta entrega que nunca vería la luz, y se convirtieron en su obra póstuma, “Budayeen Nights”. La pena de todo el ciclo de Marid Audran, es la dificultad de encontrarlo en físico en español. Actualmente ninguna editorial dispone de ejemplares de éstas obras en el mercado, y yo, las que en su día imprimió Martinez Roca en la colección "Super Ficción" a finales de los 80, las conseguí en el mercado de segunda mano, no sin dificultad tras fracasar en el intento con varios anuncios anticuados que ofrecían algunos de estos tomos pero que en realidad no disponían de ejemplares. De “Budayeen Nights” ni hablamos, porque por lo que he investigado, no existe, desde su edición original anglosajona del 2003, ningún ejemplar traducido al español. Pese a mi gusto por el cyberpunk y la ciencia ficción, no consumo lectura digital (que ironía) y no se deciros si existe la posibilidad de adquirir éstas fantásticas obras en epub. Pero os recomiendo encarecidamente que lo intentéis, porque no tienen ningún desperdicio para un fan de la CIFI y el cyberpunk.


CIRCUIT'S EDGE


Para poner la guinda al pastel, añadiremos que en 1989, Westwood Asociates e Infocom, lanzaron el videojuego "Circuit's Edge" al mercado del PC, que supervisado pro el mismo Effinger, nos traslada a El Budayén en una aventura con toques de rol, asumiendo el papel de Marid, investigando los motivos del asesinato de un tipo llamado Kenji Carter, que igual que en las novelas, irá desmadejándose en docenas de motivos y sus respectivos sospechosos.



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