RODOLFO MARTINEZ
Calor, mucho calor. ¿Alguien se acuerda de la capa de ozono? Los profesores virtuales en sus clases no presenciales de historia, y nadie más. Y así nos va, hemos evolucionado como especie (por que decir como sociedad es muy arriesgado) destrozando y olvidando lo destrozado. Pero siempre hay beneficiados, como Kimicare, que lleva 10 años siendo líder indiscutible de producción y distribución de protectores solares factor 85 y complementos alimenticios sustitutivos.
He pasado el mes de Julio en el norte de la Insula Ibérica, cerca de la costa, huyendo del viento cálido que derrite Ciudad Capital, pero aquí estoy de nuevo, la Biogranja Factoría de procesado de permisos genéticos no descansa, y he tenido que regrsar a la periferia a canjear mis servicios cualificados estándar clase C por créditos para sobrevivir. Tengo que cambiarme un fusible y un par de nano turbinas de vez en cuando, y darme sesiones extras de lubricado, pero estoy de vuelta en el ciber espacio malditos choomers.
Durante esos fantásticos días de reposo, he vuelto a leer, bastante, y he retomado energía con mis nanositos fotovoltaicos celulares, energía que había mermado mucho desde el comienzo de la megaplaga, tiempo en el que pese a haber estado encerrado en el apartamento de sintepladur más tiempo de la cuenta, ni leí, ni visioné ni nada. Tuve el sistema defragmentando y buggeado.
Pero ya es la hora, y en Agosto el tungsteno debe fluir.
Vamos a dejarnos ya de payasadas y centrémonos. Hace ya unos años leí un libro cyberpunk editado por Gigamesh, y éste verano otro de Miraguano, y entonces, poco a poco, me sumerjo con fascinación en el universo personal del autor, Rodolfo Martínez.
De Rudy (como Rucker pero en versión asturiana y por ende de pronunciación fluida) pocos datos a nivel “bookstar” pude encontrar por la red a parte de su parca ficha de datos globales públicos de Wiki Watch, una buena entrevista en otros blog de literatura y ciencia ficción, y reseñas y sites de venta de sus obras. Tal vez por que no es un rock n rolla de los best sellers, y porque sus preferencias creativas no van a la onda mainstream, o yo que se por qué, si solo soy un cyborg barato con un sistema operativo pirata sin actualizar y piezas de importación asiática con aspiraciones ninjas justicieras. Yo que se.
Lo que sí se es que lo poco que llevo leído de su obra, me gusta, mucho. Y a los señoros y ñoras de los Ignotus también, porque se ha llevado algunos cuantos, y no sólo a los de la alta ceremonia literaria del sector, si no a otras cuantas entidades facilitadoras de premios, trofeos y diplomas. Y a nadie le amarga un dulce. Pinta bien, parece que compartimos criterio.
Rodolfo se ha dedicado a escribir fantasía y ficción, aparentemente por lo que llego a descubrir, desde su adolescencia, con especial gusto por la ciencia ficción, pero por lo poco que me parece discernir de el autor (sabéis que soy de los que le gusta vincular el autor a la obra haciendo un pack de comprensión avanzada) lo que le va no es un “ámbito” en el que ubicar sus historias, si no un “modo”, es decir, lo mismo me da que me da lo mismo que Rodolfo nos traslade al año 2345 que al 1938, a un universo ficticio, una línea temporal imaginaria, o una época registrada en los libros de historia, lo que va a hacer es movernos a través de una historia mediante el thriller o el noir y le veo una vena muy detectivesca que pese a que haya contrastado con su bibliografía y la pasión por Sherlock Holmes, se mastica en sus obras cyberpunk, que ni si quiera entrarían dentro de los canones gibsonianos del circulo ochentero original, pero que le jodan a los cánones, las reglas están para romperlas, y eso sí que es punk.
El autor es un imaginador como diría mi socio Alexander Sad Pimp de la División Fuzz, un visionario de la ficción neuronal, mucho más cálida que la realidad virtual, un artesano de la ensoñación, y eso es lo que me divierte.
¿Le estoy haciendo mucho la pelota? Qué putada, pero es que es lo que percibo con los dos libros que me he leído y todo lo que veo de él. Es el Dios de un universo propio que atiende y alimenta, sin dejarlo morir, un Dios cuidadoso y clemente con sus creaciones, que igual se mete en un ciclo de novelas no canónicas de Sherlock Holmes que reimagina una evolución humana desde finales del S XX hacia el futuro a largo plazo, abarcando una línea temporal de siglos, como si fuese Herbert, en la que las historias que nos narra no son consecutivas, pero suceden en el mismo marco, en su universo, Drimar, aunque no nos diésemos cuenta. Y él, riega Drimar, como Asimov regó su universo desde los robots a la fundación, cubriendo grietas siempre en el mismo color de la pared en la que vemos la historia. Y ese trabajo yo siempre lo agradezco. Enriquece, fideliza y te hace crear suposiciones y jugar a inmiscuirte en sus próximos sucesos o tejer lazos de relación y puntos que ni el propio autor ha puesto a mi alcance, o que precisamente, son cebos para alimentar mi software imaginativo. Así que estamos frente a un pequeño Miller o un pequeño Ridley Scott patrio, tentándonos a divagar y cuñadear en respecto a un universo del que sólo él es propietario y sobre el que sólo él tiene permiso de edición como administrador, pero del que al leer, nos sentimos parte, y obviamos el cartel de “no tocar” y el de “no alimente a los personajes” y todas las señales en rojo a su alrededor.
Y son sus vicios, sus fetiches, lo que nos hace sentirnos cómodos con él, y creernos que estamos entendiendo parte del mensaje cifrado que ha encriptado en su obra, nunca del todo, pero con algún acierto prestado a Lewis Carroll y a Conan Doyle y a Robert E. Howard, y te da la sensación, aunque sea ficticia, de que compartes con él todo eso, que te ha llegado su mensaje en la botella, y que cada página que paso de su obra a la sombra de un árbol clónico en el boulevard de Ciudad Capital le llega un pop up a su neuro red y entonces la comunicación entre autor y lector ha sido exitosa y se han completado todos los envíos de paquetes que había en cola.
Y para más, podéis encontrarle por twitter y en su blog escrito en el agua.
LA SONRISA DEL GATO
Y vamos con la lectura más reciente, pero no la más moderna, ganadora del ignotus del 96, hace ya unos lustros y sigue tan fluorescente como el primer día. Aún huele a radiación. Me encanta.
La sonrisa del gato nos lleva a La peonza, una estación orbital que parece ser “tierra neutral” para las grandes facciones políticas enfrentadas de la Tierra y el Sistema Solar colonizado en un futuro no muy lejano, más cyberpunk de segunda generación que space ópera con su pompa y neo feudalismo. Una ciudad ingrávida en el espacio que es la “Andorra” del sector, una ciber Sodoma tanto para el civil como para el inversor, un ecosistema perfecto para la conspiración corporativa y gubernamental, el espionaje, el libertinaje y la vida pirata y todo lo que se te ocurriría hacer si mañana en aguas internacionales saliese a flote una prolífica ciudad de las oportunidades sin restricciones éticas ni jurisdiccionales de tu país de residencia.
Y allí, destapando algunas de las filias recurrentes de Rodolfo, tenemos a Chandler y sus irregulares de Baker Street, un local de inspiración neo victoriana regentado por un traficante de información y su pequeña legión de fisgones entre los que destacar a Dedos y a Memo, muchachos a los que cogeremos cariño inevitablemente. Esta entrañable cuadrilla al filo de la ley, se encargan de cotillear y mercadear con la información recogida de empresarios, miembros diplomáticos, policía y cualquier otro residente o visitante de La peonza que tenga algo que a un tercero interese conocer a cambio de un buen precio, claro.
El problema de estas actividades, es que siempre acaban por reventarte en la cara, porque tarde o temprano la literatura y el cine nos han enseñado que vas a enterarte de algo que no deberías, te van a pillar, y el efecto dominó de consecuencias te va a obligar a actuar para salvar tu vida.
Así que tenemos una novela detectivesca con disfraz de cyborg, en esa clásica fórmula future noir que tanto funciona desde que estrenaron Blade Runner o desde que Asimov nos presentó a Elijah y Daniel Olivaw. Una nueva forma de resolver misterios de Agatha Christie que cambia la flema británica y burguesa que también padecía las consecuencias más humanas de la envidia y la avaricia, por un entorno tecnológico, generalmente poblado por perfiles bajos de dudosa reputación y moral, que suelen esconder dobles caras o pasados turbulentos a punto de aflorar en algún momento de la historia.
Sí, no es nada nuevo ni traemos la sopa de ajo, pero Rodolfo lo ejecuta tan bien, que no tengo ni una sola pega, ni una... Bueno...mmmmmhhh... ya veremos al final, pero esto es mandanga altamente recomendable choomers. Vais a encontrar todo lo que nos gusta.
Tenemos jerga ingeniosa del futuro cercano como en Neuromante, tenemos chips de personalidad como los de MaridAudrán, tenemos un pequeño nudo de intereses y una bola de secretos que ir desmadejando en sus apenas 200 paginitas que te dejarán con ganas de más, tenemos Inteligencias Artificiales, tenemos redes de Ciber Espacio, tenemos “anti personajes” y ningún héroe de brillante armadura... ¿Qué mas? Lo ha bordado, todo con un estilo dinámico, que pasa de la primera persona a los flash backs narrativos, buenos momentos de acción que en ocasiones hay autores que más que narrarnos nos marean, y un final inesperado.
Antes decía que le buscaría algún pero para no darle la nota perfecta, y tal vez, el final tan inesperado me hace dudar de la coherencia de la trama en un momento dado, pero ¿quién soy yo para decir cómo tiene que acabar? No hay finales malos, hay espectativas mal gestionadas, y ojo que con esto no quiero decir que me decepcionase, no, ni de lejos, pero me dejó con el mismo sabor de boca que El sueño del rey rojo, el sabor de boca de quien se ha perdido algo o quiere darle sentido al país de las maravillas donde todo es lisérgico, porque al otro lado del espejo, todo es al revés. Así que sólo déjate llevar a ese universo de Drimar que Rodolfo no deja de crear, recordar y expandir y del que tendré que seguir consumiendo.
EL SUEÑO DEL REY ROJO
Porque con éste título que tanto en común tiene con el anterior si recordamos Alicia en el país de las maravillas y tratamos de darle un sentido a todo en la distancia del autor, Y viajamos atrás en el tiempo desde La sonrisa del gato, a un futuro cercano, más cercano, sin viajes orbitales, pero con todo el sabor del cyberpunk más clásico, y no se si seguimos en Drimar o no, pero es lo de menos, como si Tyrell y Yutani conviviesen o no en el mismo universo, no estamos hablando de Marvel, así que a la verga joder.
Otras 200 paginitas aproximadamente, que nos dejarán con ganas de más, que sin haber leído el resto de la obra del autor y pecar de cuñado, parece un sucesor espiritual de la anterior novela despellejada aunque les separan 9 años terrestres, por título, por conexiones (y nunca mejor icho porque el ciber espacio es el canal de navegación principal de la trama en ésta novela) y por temática y elementos del género recurrentes.
Caemos de nuevo en una retorcida historia detectivesca de inframundos tecnológicos, en los que un triángulo amoroso mal avenido se verá envuelto en una trama de altas miras corporativas que fluye por la red del ciber espacio como la pólvora.
Para empezar tenemos como protagonista indiscutible a Alex, un cerebrito, un netrunner, hacker, cowboy, llámalo x, que está impedido en una silla de ruedas, confinado en casa, siempre frente a sus monitores, viviendo una vida virtual que le aisla de las relaciones humanas e interpersonales, convirtiéndole en una persona mezquina, huraña y desconfiada.
Alex va en silla de ruedas, y ya es un detalle de los que enriquece el contexto cyberpunk, porque podría tener unas piernas cibernéticas, pero no, no entra en sus planes éticos ni personales, y tenemos un tullido prácticamente superdotado como protagonista, una anacronía viviente, como el protagonista del a película Mute que es un mudo en una era cyberpunk.
Alex, se verá envuelto junto con su amiga Andrea en una intriga que aúna el asesinato y la aparición de un software de inteligencia artificial totalmente innovador y sospechoso. El ama a Andrea, pero no es correspondido, y para colmo, durante el desarrollo de la peligrosa trama de investigación, se suma un tercero en discordia, la IA del difunto ex amante de ella y ex mejor amigo de él, Lurquer, que me imaginé durante todo el libro como un impertinente Max Headroom.
La historia incluye elementos recurrentes del género como “el guía misterioso” , figura de la que he hablado en otras obras durante los casi 2 años que hará pronto el blog, del que se encarga de interpretar una extraña IA de la red conocida como ¿Cuantos ángeles? , un personaje carismático, misterioso y que sin duda sería mi favorito de la historia.
Por su parte, la IA póstuma de Lurquer, representan la siempre presente idea, no obstante interesante y fuente de múltiples debates y especulaciones, de la vida digital más allá de la muerte, de la que yo soy firme detractor en filosofía del género, ya que un backup de una mente humana, no es la continuación duradera de la misma, si no una copia, que podría evolucionar de forma diferente según los patrones de comportamiento configurados. Pero seguimos así añadiendo elementos canónicos, revisados, al cyberpunk, bien calzados por parte del hábil Rodolfo.
Esta historia en concreto, también trata asuntos que no voy a spoilear, que en cierta medida, me hicieron recordar Snowcrash de Stephenson. Y hasta ahí quiero leer para no desvelaros la intriga de ésta laberíntica obra, que precisamente, por lo laberíntico de sus tramas, y mi falta de olfato como sabueso, me cayó en la frente al final de un modo inesperado, más incluso que la sonrisa del gato, y ese es el único punto que me impedirá ponerle el mote del William Gibson Español, pero tal vez, sí el de “el ciber alumno aventajado de Conan Doyle”, aunque ya sabéis, el cyberpunk en estas 2 novelas es sólo un comodín en la baraja, la partida se gana con el resto de cartas policiacas.
Así que sin desvelar nada, os he dejado unas sinopsis y unas opiniones que espero os amplíen el horizonte cyberpunk hasta las costas de nuestra lengua castellana, que ni empieza ni termina en Rodolfo, pero que más que una extensa costa, es una calita privada donde poder nadar en pelota picada.
Como troyano de éste dúo de obras, el paralelísmo entre los mundos virtuales de unos y ceros que llevamos pronosticando en la cifi desde hace décadas con el otro lado del espejo de Alicia. El ciber espacio como un lugar donde todo es posible, donde podemos ser lo que queramos, pero donde habitan seres extraños, de dudosas intenciones y muy diferentes visiones de lo ético y lo moral, nuevas especies intangibles, que pueden tornar nuestro sueño en pesadilla y evitar que despertemos, impidiéndonos volver a la realidad de la que huíamos cuando cruzamos al otro lado.
El ciber espacio es el nexo y el conductor absoluto de ambas obras, y está a la altura, como ya he dicho, de los gurúes del asunto. Nada que envidiar aunque todo esté inventado.
Me quedo con ganas, muchas ganas, de en medida de mi pila de libros pendientes me permita (ahora sólo hay 3 y medio), continuar adentrándome en Drimar, ya que tenemos El ciclo Completo, que reúne todas las novelas cortas que componen el ciclo de su universo desde su nacimiento hasta su más reciente historia y sucesos, que son 2 completas, 7 cortas, de las cuales Bifrost es inédita, y continuar con Tierra de Nadie: Jormungand. Y así recorrer la historia de Drimar desde Un jinete Solitario hasta Yggdrasil, que curiosamente coincide en título con la obra cyberpunk latinoamericana de Jorge Baradit.
Y es que lo onírico y lo tecnológico se confunden y copulan en la obra de Rodolfo, y no sin razón pues “¿no es la magia una tecnología que aún no comprendemos?”, que dijo aquél.
Mejor aún, debería empezar una rehab de ciencia ficción que hago de vez en cuando, y pasarme a su ciclo de Sherlock Holmes o su reciente versión del cimmerio más famoso de todos los tiempos.
En fin, lo dicho, un prolífico imaginador de los que la Fuzz Division necesita.
¿Que qué es la Fuzz Division? Tiempo al tiempo mutantes, tiempo al tiempo. Mientras tanto, un ciber paseo por Escritoen el agua nos vendrá bien para seguir entendiendo la obra de Rodolfo y estar ciber ojo al parche de sus imaginaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario