PRE CYBERPUNK
Ya hemos dedicado unas líneas a uno de
los padres fundadores del movimiento cyberpunk,
Rudy Rucker,
y hoy voy a zambullirme en una de sus escasas obras publicadas en
castellano, toda una lástima no gozar del resto de sus obras
pertenecientes al género.
La
obra en cuestión es El
hacker y las hormigas 2.0,
de la que hablaré, como siempre, sin spoilers,
pero en la obligación de hacer una sinopsis para su reseña y
destacar sus principales virtudes y defectos.
El
título es un pequeño thriller corporativo en un futuro cercano pero
no especialmente lejano ni distópico, un precyberpunk
intencionado en más de un sentido, en una sociedad muy fácil de
reconocer por lo parecida que es a la actual, pero con pequeños
matices futuristas, principalmente ficcionados en los aspectos
relacionados a la programación, la tecnología doméstica, la
inteligencia artificial y la realidad virtual. Un escenario que
podría estar perfectamente a la vuelta de la esquina en una o dos
décadas.
En
ése futuro inmediato, previo a las decadentes ambientaciones
cyberpunk
de rascacielos con hologramas publicitarios y vehículos aéreos, nos
situamos en Los Perros, algún imaginario punto aburguesado de la
bahía californiana, a caballo entre San francisco, Barkley y Silicon
Valley, donde conoceremos a Jerzy
Rugby.
Nuestro
protagonista es un paria, como tú, como yo, no es ningún antihéroe
agresivo y radical, ni un buscavidas egoísta y amoral, no. Es un
hombre de carne y hueso, con problemas, los mismos problemas que
podemos tener tú y yo, problemas laborales, sentimentales o
económicos. El pobre Jerzy
está atrapado en una galopante crísis de los 40, reinventándose,
reseteando su vida, sumido en un divorcio en trámites que le ha
separado de sus hijos y le genera problemas económicos. Ha vuelto a
vivir como un soltero, al más puro estilo estudiante, mediocre, con
la nevera a medias en una vivienda de alquiler que le cuesta pagar,
evitando abrirle la puerta a su agente inmobiliaria cada vez que
suena el timbre. En su pequeño pisito picadero, mata las horas en su
pasión y forma de vida, la programación, porque Jerzy
es un chupadatos de manual, un programador y desarrollador brillante
e imaginativo que entre todas sus penurias puede dar gracias de
conservar un buen puesto de trabajo en Go
Motion, una importante
compañía tecnológica, que pretende romper el mercado gracias a
androides domésticos, proyecto del que está al frente, y en una
continua BETA, ya que
su único compañero de piso, es precisamente un prototipo del
androide de servicio en pruebas, su modelo Veep,
Studly,
que no pude evitar imaginar hoja tras hoja a algo parecido a Johnny
V de Cortocircuito.
Un donaire metálico, un objeto animado tratado como una mascota o un
ser vivo ciertamente inteligente.
Así
que no hablamos de un alcohólico ni un drogadicto, ni de un empleado
de ninguna mafia local, ni nada parecido no,
Jerzy es un buen tipo,
tiene buenas intenciones, sólo quiere seguir con su vida adelante y
tratar de ser feliz, prosperar, consiguiendo recompensas laborales y
reconocimiento, algo de sexo informal de recién soltero, y una
cerveza y unas caladas de un canuto al terminar la jornada laboral,
para seguir sintiéndose joven ahora que le han liberado de sus
anteriores responsabilidades paternales y conyugales. Con sus camisas
estampadas, sus calcetines de colores en sandalias, toda la jornada
laboral y parte de su tiempolibre en casa programando softwares
en entornos virtuales para inteligencias artificiales comerciales.
Es que cae bien, es muy majo, y es complicado no sentirte
identificado con él en la vorágine que en realidad es la vida
cotidiana de todos nosotros, aplastados por empleos y obligaciones,
alienados, desarrollando labores indignas o fútiles para las firmas
que nos pagan a fin de mes, con el único objetivo de pagar nuestras
facturas y llenar nuestras neveras.
Y
ahí encontramos una de las motivaciones del señor Rugby,
evitar esa alienante sensación de número, de cifra para una gran
compañía como en su caso es Go
Motion. Jerzy
ama programar, es su pasión, su vida, y tiene suerte de poder
ganarse el jornal con ello, pero está enfocado en llevar a un
siguiente nivel sus ambiciones e ilusiones como programador, concibe
su labor como una necesidad altruista para la humanidad, a fin de
cuentas, está involucrado en un importante proyecto de patentar
robots, vida artificial inteligente, para todos los hogares del mundo
civilizado, pero eso sólo es un primer paso de lo que él llama “la
gran obra”, una utópica idea
comunitaria entre programadores, en la que aportando cada uno su
pequeño grano de arena, serán responsables del futuro.
Es
una noble manera de evitar sentirnos “como una mierda pinchá en un
palo”, pensar a lo grande, casi mesiánicamente, sin darse
demasiadas ínfulas ni dejar de pisar en firme. Una auto palmadita en
la espalda, autovalorarnos. Pero ¿qué tiene de malo? Es bonito ser
médico y salvar vidas, ser bombero y rescatar personas, ser policía
y perseguir a los malos, ser profesor y dejar un pequeño poso de ti
mismo en futuros presidentes... Pues Jerzy
considera que su labor remunerada, aparte de enriquecer a unos
cuantos CEO's de una gran compañía de nuevas tecnologías, es parte
del futuro que se esta construyendo. Me gusta su actitud, es un tipo
optimista del que tomar nota.
En
ese aspecto me recuerda a Jasper,
el protagonista de Apocalipsis
Suave de McIntosh,
un tipo de a píe, real, no el más listo de la clase, sobreviviendo
en un futuro muy, muy cercano, pero bastante jodido. Son dos obras
con ciertos paralelismos, ya hablaremos de ésta otra en un futuro,
pero toma nota si te interesa.
La
obra, teniendo en cuenta que RudyRucker
es programador y profesor de informática de vocación, debe de ser
toda una delicia para los que os dedicáis a ello profesionalmente, o
como hobby. Mis conocimientos informáticos no van mucho más allá
de un título auxiliar de redes y sistemas, los conocimientos
adquiridos como usuario (no demasiado fan pese a todo de las
máquinas) y algo de obsoleta programación web. Así que cuando
Jerzy
y otros programadores comienzan a hablar de C++, súper C, y otro
montón de trabalenguas tecnológicos, a mi me suena a sánscrito y
me pierdo un poco entre renglones, deseando terminar el capítulo
para proseguir con la chabacana existencia de Jerzy,
pero se nota que RudyRucker
lo está disfrutando en esas líneas repletas de tecnicismos reales e
imaginarios.
ESPIONAJE Y PARANOIA
Metidos
en el ajo, Jerzy,
se verá envuelto, sin comerlo ni beberlo, en una trama de intereses
corporativos, competencias desleales y espionaje industrial, que
convertirá su anodina y común vida de perdedor con estudios, en una
constante paranoia. Todo comenzará por culpa de las hormigas, un
nuevo software desarrollado por su jefe en Go
Motion,
programas con código de IA, que en la red virtual, se muestran como
hormigas, pequeños insectos simpáticos e inofensivos, que sin
previo aviso, sembrarán el caos en la red y tendrán al culpa de
todas las desgracias de Jerzy,
que pasará de freak anónimo, a prófugo y proscrito, y hasta ahí
voy a leer.
Una
de las características en común con el género que lanzó a la fama
a Rucker,
el cyberpunk,
es la importancia de los entornos virtuales en la novela, aportando
la dosis ficticia al hiper realismo de programador senior que inunda
el libro de vez en cuando. Una de las mejores realidades virtuales
imaginadas, en la línea colectiva vista por ejemplo en Snowcrash,
El cortador de
césped o
incluso ReadyPlayer One.
Un ciberespacio con interfaces de navegación similares a los
actuales, pero adaptados a la navegación virtual, con detalles muy
realistas de esos de los que la ciencia ficción vaticina
involuntariamente y el día menos pensado se convierten en realidad,
muy creíbles. Jerzy
pasará parte de la novela navegando y hackeando la red virtual,
conociendo misteriosos hackers anónimos, identidades desconocidas
tras sus “esmoquines”
(termino elegido por Rucker
para
los avatares
virtuales),
humo y espejos, una fantasía binaria en la que no te puedes fiar de
nadie, porque no sabes quién es nadie en realidad si no consigues
hackear su línea de usuario.
Es
una buena visión futurista del fenómeno catfish,
que ya sufrimos hoy día en nuestra humilde red, pero planteado en un
entorno virtual. La suplantación de identidad, los falsos perfiles,
desconfianza y paranoia, un obeso mórbido de Dakota tras el nickname
de Susanita69 en un chat lésbico de Estrasburgo, la oscura y
desconocida deep web y sus peligros en un mundo digital sensitivo,
phising
y spam.
Todo eso se hace palpable en la red virtual gracias a los periféricos
de realidad virtual en El
hacker y las hormigas.
Todo cobra forma y color en una simulación global, con ese aire de
videojuego, a lo Sims,
Y
es que las personas que forman el entorno social de Jerzy,
tanto en su círculo virtual como en el real, todas tienen más de
una cara. Nadie es lo que parece. Jerzy
se convierte en un títere, un punching ball de altos intereses en la
sombra, una cabeza de turco, y tras perder a su esposa y sus hijos,
sólo le quedan dos cosas, su robot y su dignidad, y decidirá luchar
por ello, por “la gran obra”, separando la paja del grano y
desenmascarando a sus acusadores.
Esa
“gran obra” se convertirá ademas en la excusa perfecta para
Rucker,
con la que esto y un bizcocho, une en el mismo universo literario El
hacker y las hormigas
con su obra Software,
principio de la tetralogía del Ware,
convirtiendo la historia en una improvisada precuela de la saga,
némesis absoluta y caricatura gamberra de la robótica Asimoviana.
Tanto
los robots en los que Jerzy
trabaja, como las propias hormigas, están dotadas de esa sombría
humanidad artificial, que se va de las manos de sus creadores, como
en las películas de los 80 en las que el coche te intentaba ahorcar
con el cinturón de seguridad, o el ordenador de tu casa tenía celos
del ligue que llevabas a casa y usaba la domótica doméstica para
cargársele. Como una rebelión de los electrodomésticos, dominados
por Skynet
o el efecto 2000. Son un adelanto de lo que Software
nos depara. Añade un puntito de terror global, de desconfianza a la
tecnología doméstica, despierta la sospecha de si mi tostadora
tendrá una mini cámara y un micrófono incorporados para espiar mis
gustos en mermelada y enviar datos de espionaje comercial a los
fabricantes.
Como
thriller corporativo de ciencia ficción, para mi, de momento, es la
mejor obra del círculo de los cyberpunkers
originales, muy por encima del Islas
en la red de
Bruce Sterling,
a quien por cierto tengo ganas de incarle el diente muy pronto en el
blog. No discerniremos el final con facilidad en ningún momento, y
tendremos varios giros suaves, muy bien conducidos, nada bruscos, que
redirigen la trama sorprendiéndonos y manteniéndonos pegados al
hilo, con misterio, de forma fluida y entretenida pese a los tediosos
renglones para programadores citados anteriormente, que quizás sean
el único momento en que el libro se hace bola si no estamos
familiarizados con toda esa jerga especialista entre la realidad y la
ficción.
Jerzy
siempre tiene alguna conducta simplona, llena de carisma, que nos
hará encariñarnos de él y nos permitirá una sonrisa entre
renglones, aireando esos densos momentos informáticos o realidades
virtuales complicadas de imaginar a la vez que leemos. El ritmo está
perfectamente equilibrado.
REALIDAD NO VIRTUAL
Pese
al complot corporativo y la trama en ritmo de thriller, es el
costumbrismo que envuelve a nuestro querido Jerzy
lo que realmente me cautiva del libro. A parte de su divertidísima
crisis de los 40, su inmadurez emocional y sus subidones de “mojo”
en los que se cree Casanova, le cuesta mantenerse tan optimista, como
a cualquiera, Jerzy
no es de piedra y tiene sus bajones. Bajones en muchos momentos
fomentados por la opresiva y artificial sociedad de su entorno
burgués.
Los
Perros es un reflejo de la superficialidad chic
de la clase media aspirando a diario en convertirse en clase alta, en
machos alpha, una sociedad en la que una imagen vale más que mil
palabras y el fin justifica el medio. Una sociedad que poco a poco se
deshumaniza, sin llegar a los extremos cyberpunk
en los que la vida no vale más de un puñado de criptomonedas, pero
en evolución a ello en un mundo capitalista repleto de pececillos
aspirantes a tiburones, pirañas emocionales, vampiros de talento
ajeno y amores que duran lo mismo que el crédito de la cuenta
bancaria de tu pareja.
Una sociedad que nos aisla, en la que es fácil sentirse sólo y
abandonado. Una sociedad en la que si no te sientes fuerte, y te
amilanas ante el resto y sus fascinantes vidas de atrezzo cubiertas
de purpurina, te come la depresión mientras te miras al espejo, y tú
te ves más calvo, más viejo, más gordo, pero de la vista estás de
puta madre. Y el médico de cabecera no va a preocuparse de ¿por
qué? Pero va a firmarte una receta de deliciosos medicamentos.
Una sociedad canibal, salvaje, en la que sólo el fuerte logra el
éxito, pero ¿qué es el éxito? ¿Quién marca el gálibo de la
prosperidad? ¿Qué campaña de marquetin nos ha convencido de en qué
debemos convertirnos? ¿A qué falso ídolo adoramos o a que súper
estrella queremos parecernos? Es una reflexión peligrosa que una vez
decidimos abordar, nos deja desorientados en un laberinto de debates
psicológicos y sociales de candente actualidad.
El hacker y las
hormigas es una novela de
ficción, con muchísima realidad, que casi me atrapa más que sus
entornos virtuales, y sus teorías darwinistas aplicadas a la
inteligencia artificial.
Una
lectura fácil y fresca que os recomiendo a todos los fans de la
ciencia ficción suave y los futurismos creíbles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario