viernes, 14 de diciembre de 2018

EL HACKER Y LAS HORMIGAS 2.0


PRE CYBERPUNK


Ya hemos dedicado unas líneas a uno de los padres fundadores del movimiento cyberpunk, Rudy Rucker, y hoy voy a zambullirme en una de sus escasas obras publicadas en castellano, toda una lástima no gozar del resto de sus obras pertenecientes al género.

La obra en cuestión es El hacker y las hormigas 2.0, de la que hablaré, como siempre, sin spoilers, pero en la obligación de hacer una sinopsis para su reseña y destacar sus principales virtudes y defectos.
El título es un pequeño thriller corporativo en un futuro cercano pero no especialmente lejano ni distópico, un precyberpunk intencionado en más de un sentido, en una sociedad muy fácil de reconocer por lo parecida que es a la actual, pero con pequeños matices futuristas, principalmente ficcionados en los aspectos relacionados a la programación, la tecnología doméstica, la inteligencia artificial y la realidad virtual. Un escenario que podría estar perfectamente a la vuelta de la esquina en una o dos décadas.



En ése futuro inmediato, previo a las decadentes ambientaciones cyberpunk de rascacielos con hologramas publicitarios y vehículos aéreos, nos situamos en Los Perros, algún imaginario punto aburguesado de la bahía californiana, a caballo entre San francisco, Barkley y Silicon Valley, donde conoceremos a Jerzy Rugby.
Nuestro protagonista es un paria, como tú, como yo, no es ningún antihéroe agresivo y radical, ni un buscavidas egoísta y amoral, no. Es un hombre de carne y hueso, con problemas, los mismos problemas que podemos tener tú y yo, problemas laborales, sentimentales o económicos. El pobre Jerzy está atrapado en una galopante crísis de los 40, reinventándose, reseteando su vida, sumido en un divorcio en trámites que le ha separado de sus hijos y le genera problemas económicos. Ha vuelto a vivir como un soltero, al más puro estilo estudiante, mediocre, con la nevera a medias en una vivienda de alquiler que le cuesta pagar, evitando abrirle la puerta a su agente inmobiliaria cada vez que suena el timbre. En su pequeño pisito picadero, mata las horas en su pasión y forma de vida, la programación, porque Jerzy es un chupadatos de manual, un programador y desarrollador brillante e imaginativo que entre todas sus penurias puede dar gracias de conservar un buen puesto de trabajo en Go Motion, una importante compañía tecnológica, que pretende romper el mercado gracias a androides domésticos, proyecto del que está al frente, y en una continua BETA, ya que su único compañero de piso, es precisamente un prototipo del androide de servicio en pruebas, su modelo Veep, Studly, que no pude evitar imaginar hoja tras hoja a algo parecido a Johnny V de Cortocircuito. Un donaire metálico, un objeto animado tratado como una mascota o un ser vivo ciertamente inteligente.
Así que no hablamos de un alcohólico ni un drogadicto, ni de un empleado de ninguna mafia local, ni nada parecido no, Jerzy es un buen tipo, tiene buenas intenciones, sólo quiere seguir con su vida adelante y tratar de ser feliz, prosperar, consiguiendo recompensas laborales y reconocimiento, algo de sexo informal de recién soltero, y una cerveza y unas caladas de un canuto al terminar la jornada laboral, para seguir sintiéndose joven ahora que le han liberado de sus anteriores responsabilidades paternales y conyugales. Con sus camisas estampadas, sus calcetines de colores en sandalias, toda la jornada laboral y parte de su tiempolibre en casa programando softwares en entornos virtuales para inteligencias artificiales comerciales.
Es que cae bien, es muy majo, y es complicado no sentirte identificado con él en la vorágine que en realidad es la vida cotidiana de todos nosotros, aplastados por empleos y obligaciones, alienados, desarrollando labores indignas o fútiles para las firmas que nos pagan a fin de mes, con el único objetivo de pagar nuestras facturas y llenar nuestras neveras.
Y ahí encontramos una de las motivaciones del señor Rugby, evitar esa alienante sensación de número, de cifra para una gran compañía como en su caso es Go Motion. Jerzy ama programar, es su pasión, su vida, y tiene suerte de poder ganarse el jornal con ello, pero está enfocado en llevar a un siguiente nivel sus ambiciones e ilusiones como programador, concibe su labor como una necesidad altruista para la humanidad, a fin de cuentas, está involucrado en un importante proyecto de patentar robots, vida artificial inteligente, para todos los hogares del mundo civilizado, pero eso sólo es un primer paso de lo que él llama “la gran obra”, una utópica idea comunitaria entre programadores, en la que aportando cada uno su pequeño grano de arena, serán responsables del futuro.
Es una noble manera de evitar sentirnos “como una mierda pinchá en un palo”, pensar a lo grande, casi mesiánicamente, sin darse demasiadas ínfulas ni dejar de pisar en firme. Una auto palmadita en la espalda, autovalorarnos. Pero ¿qué tiene de malo? Es bonito ser médico y salvar vidas, ser bombero y rescatar personas, ser policía y perseguir a los malos, ser profesor y dejar un pequeño poso de ti mismo en futuros presidentes... Pues Jerzy considera que su labor remunerada, aparte de enriquecer a unos cuantos CEO's de una gran compañía de nuevas tecnologías, es parte del futuro que se esta construyendo. Me gusta su actitud, es un tipo optimista del que tomar nota.
En ese aspecto me recuerda a Jasper, el protagonista de Apocalipsis Suave de McIntosh, un tipo de a píe, real, no el más listo de la clase, sobreviviendo en un futuro muy, muy cercano, pero bastante jodido. Son dos obras con ciertos paralelismos, ya hablaremos de ésta otra en un futuro, pero toma nota si te interesa.

La obra, teniendo en cuenta que RudyRucker es programador y profesor de informática de vocación, debe de ser toda una delicia para los que os dedicáis a ello profesionalmente, o como hobby. Mis conocimientos informáticos no van mucho más allá de un título auxiliar de redes y sistemas, los conocimientos adquiridos como usuario (no demasiado fan pese a todo de las máquinas) y algo de obsoleta programación web. Así que cuando Jerzy y otros programadores comienzan a hablar de C++, súper C, y otro montón de trabalenguas tecnológicos, a mi me suena a sánscrito y me pierdo un poco entre renglones, deseando terminar el capítulo para proseguir con la chabacana existencia de Jerzy, pero se nota que RudyRucker lo está disfrutando en esas líneas repletas de tecnicismos reales e imaginarios.

ESPIONAJE Y PARANOIA


Metidos en el ajo, Jerzy, se verá envuelto, sin comerlo ni beberlo, en una trama de intereses corporativos, competencias desleales y espionaje industrial, que convertirá su anodina y común vida de perdedor con estudios, en una constante paranoia. Todo comenzará por culpa de las hormigas, un nuevo software desarrollado por su jefe en Go Motion, programas con código de IA, que en la red virtual, se muestran como hormigas, pequeños insectos simpáticos e inofensivos, que sin previo aviso, sembrarán el caos en la red y tendrán al culpa de todas las desgracias de Jerzy, que pasará de freak anónimo, a prófugo y proscrito, y hasta ahí voy a leer.



Una de las características en común con el género que lanzó a la fama a Rucker, el cyberpunk, es la importancia de los entornos virtuales en la novela, aportando la dosis ficticia al hiper realismo de programador senior que inunda el libro de vez en cuando. Una de las mejores realidades virtuales imaginadas, en la línea colectiva vista por ejemplo en Snowcrash, El cortador de césped o incluso ReadyPlayer One. Un ciberespacio con interfaces de navegación similares a los actuales, pero adaptados a la navegación virtual, con detalles muy realistas de esos de los que la ciencia ficción vaticina involuntariamente y el día menos pensado se convierten en realidad, muy creíbles. Jerzy pasará parte de la novela navegando y hackeando la red virtual, conociendo misteriosos hackers anónimos, identidades desconocidas tras sus “esmoquines” (termino elegido por Rucker para los avatares virtuales), humo y espejos, una fantasía binaria en la que no te puedes fiar de nadie, porque no sabes quién es nadie en realidad si no consigues hackear su línea de usuario.
Es una buena visión futurista del fenómeno catfish, que ya sufrimos hoy día en nuestra humilde red, pero planteado en un entorno virtual. La suplantación de identidad, los falsos perfiles, desconfianza y paranoia, un obeso mórbido de Dakota tras el nickname de Susanita69 en un chat lésbico de Estrasburgo, la oscura y desconocida deep web y sus peligros en un mundo digital sensitivo, phising y spam. Todo eso se hace palpable en la red virtual gracias a los periféricos de realidad virtual en El hacker y las hormigas. Todo cobra forma y color en una simulación global, con ese aire de videojuego, a lo Sims,

Y es que las personas que forman el entorno social de Jerzy, tanto en su círculo virtual como en el real, todas tienen más de una cara. Nadie es lo que parece. Jerzy se convierte en un títere, un punching ball de altos intereses en la sombra, una cabeza de turco, y tras perder a su esposa y sus hijos, sólo le quedan dos cosas, su robot y su dignidad, y decidirá luchar por ello, por “la gran obra”, separando la paja del grano y desenmascarando a sus acusadores.

Esa “gran obra” se convertirá ademas en la excusa perfecta para Rucker, con la que esto y un bizcocho, une en el mismo universo literario El hacker y las hormigas con su obra Software, principio de la tetralogía del Ware, convirtiendo la historia en una improvisada precuela de la saga, némesis absoluta y caricatura gamberra de la robótica Asimoviana.
Tanto los robots en los que Jerzy trabaja, como las propias hormigas, están dotadas de esa sombría humanidad artificial, que se va de las manos de sus creadores, como en las películas de los 80 en las que el coche te intentaba ahorcar con el cinturón de seguridad, o el ordenador de tu casa tenía celos del ligue que llevabas a casa y usaba la domótica doméstica para cargársele. Como una rebelión de los electrodomésticos, dominados por Skynet o el efecto 2000. Son un adelanto de lo que Software nos depara. Añade un puntito de terror global, de desconfianza a la tecnología doméstica, despierta la sospecha de si mi tostadora tendrá una mini cámara y un micrófono incorporados para espiar mis gustos en mermelada y enviar datos de espionaje comercial a los fabricantes.

Como thriller corporativo de ciencia ficción, para mi, de momento, es la mejor obra del círculo de los cyberpunkers originales, muy por encima del Islas en la red de Bruce Sterling, a quien por cierto tengo ganas de incarle el diente muy pronto en el blog. No discerniremos el final con facilidad en ningún momento, y tendremos varios giros suaves, muy bien conducidos, nada bruscos, que redirigen la trama sorprendiéndonos y manteniéndonos pegados al hilo, con misterio, de forma fluida y entretenida pese a los tediosos renglones para programadores citados anteriormente, que quizás sean el único momento en que el libro se hace bola si no estamos familiarizados con toda esa jerga especialista entre la realidad y la ficción.
Jerzy siempre tiene alguna conducta simplona, llena de carisma, que nos hará encariñarnos de él y nos permitirá una sonrisa entre renglones, aireando esos densos momentos informáticos o realidades virtuales complicadas de imaginar a la vez que leemos. El ritmo está perfectamente equilibrado.



REALIDAD NO VIRTUAL


Pese al complot corporativo y la trama en ritmo de thriller, es el costumbrismo que envuelve a nuestro querido Jerzy lo que realmente me cautiva del libro. A parte de su divertidísima crisis de los 40, su inmadurez emocional y sus subidones de “mojo” en los que se cree Casanova, le cuesta mantenerse tan optimista, como a cualquiera, Jerzy no es de piedra y tiene sus bajones. Bajones en muchos momentos fomentados por la opresiva y artificial sociedad de su entorno burgués.
Los Perros es un reflejo de la superficialidad chic de la clase media aspirando a diario en convertirse en clase alta, en machos alpha, una sociedad en la que una imagen vale más que mil palabras y el fin justifica el medio. Una sociedad que poco a poco se deshumaniza, sin llegar a los extremos cyberpunk en los que la vida no vale más de un puñado de criptomonedas, pero en evolución a ello en un mundo capitalista repleto de pececillos aspirantes a tiburones, pirañas emocionales, vampiros de talento ajeno y amores que duran lo mismo que el crédito de la cuenta bancaria de tu pareja.
Una sociedad que nos aisla, en la que es fácil sentirse sólo y abandonado. Una sociedad en la que si no te sientes fuerte, y te amilanas ante el resto y sus fascinantes vidas de atrezzo cubiertas de purpurina, te come la depresión mientras te miras al espejo, y tú te ves más calvo, más viejo, más gordo, pero de la vista estás de puta madre. Y el médico de cabecera no va a preocuparse de ¿por qué? Pero va a firmarte una receta de deliciosos medicamentos.
Una sociedad canibal, salvaje, en la que sólo el fuerte logra el éxito, pero ¿qué es el éxito? ¿Quién marca el gálibo de la prosperidad? ¿Qué campaña de marquetin nos ha convencido de en qué debemos convertirnos? ¿A qué falso ídolo adoramos o a que súper estrella queremos parecernos? Es una reflexión peligrosa que una vez decidimos abordar, nos deja desorientados en un laberinto de debates psicológicos y sociales de candente actualidad.
El hacker y las hormigas es una novela de ficción, con muchísima realidad, que casi me atrapa más que sus entornos virtuales, y sus teorías darwinistas aplicadas a la inteligencia artificial.

Una lectura fácil y fresca que os recomiendo a todos los fans de la ciencia ficción suave y los futurismos creíbles.

P.D: El 2.0. del título, en la edición en castellano, no es que se trate de una segunda entrega del título original anglosajón, si no que incluye una revisión de Rucker sobre el texto, para la corrección de tecnicísmos anticuados, y algún pequeño "easter egg" añadido que empaqueta la obra dentro del universo Ware.

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