domingo, 30 de diciembre de 2018

EL FIN EN FOTOGRAMAS – I : ATOLLADERO


CYBERPUNK POSTAPOCALIPTICO EN ESPAÑOL


Bienvenidos de nuevo a los sueños de tungsteno. Hoy pretendo despedir el año 2018 (ya estamos en el futuro, de nuevo!!) con una entrada de la serie “EL FIN” que como hice en la entrada inicial EL FIN EN PIXELS – I :WASTELANDS, relatará obras de diferentes formatos relacionadas con la ciencia ficción postcataclísmica. Y he seleccionado una obra, no representativa, independiente, algo desconocida, pero bien válida para la serie de entradas en el blog. Porque podría haber empezado por Mad Max, o El Puño de la Estrella del Norte o incluso El Libro de Eli... Pero eso hubiese sido demasiado obvio, y me gustan los rodeos. A fin de cuentas, no queremos que el blog sea del montón, o al menos, hay que intentarlo. Lo que no quita que por supuesto habrá tiempo y obligación para los incunables.

Esta misma semana la segunda cadena de la televisión pública, en Nuestro Cine, dedicaba su doble sesión en las películas que versionan el tebeo patrio, y con gran acierto, con la misma intención de alejarse del tópico que los durmientes de tungsteno, seleccionaron dos títulos que para mi, eterno aprendiz, eran absolutamente desconocidos pese a su antigüedad. Uno de esos dos títulos me llamó poderosamente la atención desde su comienzo. Se trataba de una película llamada Atollladero, y bueno, ahora entraremos en faena, pero antes, empecemos la casa por los cimientos.




Desde la absoluta ignorancia lo primero que hice tras terminar la película fue investigar. Oscar Aibar a la dirección de lo que era su ópera prima en 1997, punto de comienzo de una carrera que incluye otros films como Platillos Volantes, El Gran Vázquez y El Bosque entre otros.
Catalán licenciado en bellas artes que decidió dedicarse por completo a la creación de historias, gráficas y audiovisuales, comenzó con historietas en viñetas para revistas icónicas del underground como Cimoc, EL Víbora, Tótem o Cairo, famosas por sus tiras crudas para adultos. Y precisamente esa es la principal característica con la que podemos catalogar ampliamente la obra creativa de Aibar, “cruda”.
Su cómic más reseñable, publicado en la revista Makoki en colaboración con Miguel Angel Martín, se trata precisamente de Atolladero Texas, de dónde surge siete años después la película Atolladero. He tratado de leerlo éstas últimas 48 horas, pero no lo he localizado en formato digital por ninguna parte por más que he buceado en la web, así que lo dejo pendiente y con el reconcome que me produce no haberlo consumido con ansia tras haber visto la película, porque el film me ha generado un tremendo interés en ésta obra. Así que tendré que barajar las posibilidades de adquirir algún ejemplar físico descatalogado en el mercado de segunda mano y coleccionistas, lo que requiere un estudio previo de oferta y demanda para no arrepentirnos después de haber pagado ciertos precios.



Otras obras gráficas reconocidas de Oscar son ADN, que sí tengo ya en mi poder y tal vez devore hoy mismo tras escribir la entrada, o Nacido Salvaje. Su curriculum artístico es envidiable, y ha tenido la fortuna de codearse en trabajos con gigantes patrios de la historieta adulta como Bernet, Raf o Pep Brocal entre otros. Su dedicación y talento le han otorgado diferentes premios, tanto en el cómico como en el cine, y sus obras en papel han cruzado las fronteras siendo editadas EEUU, Brasil y diferentes puntos de Europa.

Presentado el creador, podéis ampliar mi breve repaso en su página web, Oscaraibar.com.



EL ATOLLADERO, TEXAS


¡Al turrón!. Según comienza esa película desconocida para mi, va segundo a segundo generando mayor interés en mi cerebro de espectador. Porque va acumulando aspectos que me fascinan, ciencia ficción, el desierto, post apocalípsis, el yermo, cyberpunk, estética wasteland, y efectos especiales de serie B (nada peyorativo por favor, no me malinterpretéis, pero son efectos económicos si los comparamos con una superproducción, es cine independiente).
De primeras, despertaba mis neuronas reservadas a la producción de dopamina etiquetadas con Robert Rodríguez, Tarantino y Underground. Me transporté rápido y con apenas unos fotogramas, al videojuego Wasteland, a Perdita Durango, y al libro Cuchillo de Agua de Bacigalupi.
Es como si mi mente hubiese estado en contacto con ésta desconocida película durante la creación de mis ficciones cyberpunk en una Arizona distópica publicadas de forma amateur y novel en la web amiga El Naufragio. Era como si ya la hubiese visto, como si la hubiesen hecho adrede para mi, un regalo de película, que había estado esperándome sólo a mi.
De verdad fue una sensación muy especial. Su estética bizarra me cautivó al instante, y supe que quería verla entera. La película y yo eramos almas gemelas separadas al nacer.
Y de repente, valor añadido, Iggy Pop, el mismo que viste y calza, hype, expectación, un brillante en una joya de latón, nada puede salir mal en ésta peli.

Todo iba de maravilla. Arizona de 2048, un pueblucho de mala muerte en medio del yermo post radioactivo, aislado de las grandes megalópolis cyberpunk de las dos costas estadounidenses, un lugar sin ley, un future western, como la Tombstone futurista que yo mismo imaginé unos pocos años atrás para cyberpunk2020 en El Naufragio. Como si ya hubiese estado allí. Pero era el desierto de Los Monegros, la magia del cine, un desierto ibérico se había convertido en Arizona.



La película nos presentará a un teatral elenco de personajes, en un escenario muy reducido, con su propia alma y protagonismo, y por eso lo catalogo de teatral, porque podría perfectamente representar sus 4 estructurados actos en una obra en vivo y en directo.
Por un lado está la camarilla del pez gordo del pueblucho, el juez Wedley, una momia pervertida e impedida sustentada biomecánicamente por los cuidados de su médico alcohólico; Su polioperada, lujuriosa, promiscua y monstruosa mujer; y su sicario personal interpretado por Iggy, del que añadir por cierto, que más allá del puntito de culto que añade a la cinta su participación, no es para nada un buen actor bajo mi humilde opinión, para nada, de hecho, es el peor de todo el staff.
Por otro lado tenemos la cuadrilla de rednecks que habitan Atolladero y que mal gastan su tiempo en la cantina y lupanar del lugar, con sus prostitutas, su predicador, y un entrañable grupo de borrachos.
Y en medio, el protagonista, Lennie, y su jefe el sheriff. La pareja de policías locales representan el yin y el yang, el sheriff es corrupto, decadente, vicioso, borracho...en fin, un hijo de puta de la peor calaña con estrella en la pechera. Y Lennie, encarna la esperanza entre tan deplorable colección de personajes esperpénticos e indeseables. Es un buen poli, tiene vocación, y quiere abandonar Atolladero, irse a la gran ciudad, a Los Angeles, a la academia de policía, dejar ese estercolero donde le tocó crecer que es Atolladero. Se resigna a estar predestinado a terminar sus días en semejante vertedero.
Porque como comentaba anteriormente, Atolladero es en realidad otro protagonista más, muy vivo, es el agujero que devora a todos sus habitantes, con su ecología los transforma en lo que son, monstruos. Los cambia a golpe de desesperanza y decadencia. El pueblucho es como la isla de Lost, la casa de Haunted Hill o la cafetería de La Colmena de José Cela, interactúa de ése modo con sus habitantes, con sus huéspedes. Atolladero es el verdadero protagonista de la historia, castiga por igual a todos sus habitantes, sin piedad, sean buenos o crueles depravados, drogadictos, sodomitas y pederastas. Porque todos esos desagradables perfiles van a pasear por nuestra pantalla sin paños calientes.
El yermo de Atolladero nos presenta crudamente lo que en realidad el ser humano está predestinado a ser en un habitat como éste, sin ley. Como dice el refrán :

Pueblo pequeño, infierno grande

Y Atolladero es eso, un Puerto Hurraco cyberpunk. Sin spoilers, como siempre, el film es una road movie en la más pura escuela Tarantiniana, con un goloso abuso del insulto y lo soez en los diálogos, y su festín de sangre en los tiroteos. Un western CIFI con ese regustillo a Abierto hasta el amanecer o Hell Ride. Con mucho metraje de vehículos unos detrás de otros en carretera, piedras rojas, nopales, y continuos tiras y aflojas entre tipos duros. Aparentemente no parece guardar ninguna moraleja, ningún “secreto” entre violencia y degradación, pero yo creo que es precisamente ahí dónde está la salsa de la receta. 
Atolladero es la eterna cuestión de si el hábitat o la sociedad hacen al hombre, o el hombre está predispuesto genéticamente a ser bueno o malo independientemente del entorno en el que se desarrolla. Porque en Atolladero escasean las personas buenas, escasean mucho, tal vez Lennie sea el único, tal vez...
En Lennie exploramos el concepto de prosperidad, de vocación, de inconformismo. Mientras que el resto de habitantes de Atolladero encarnan la envidia y el egoísmo, de forma psicopática y extrema.
Y sin que la película se cebe en éste tópico, nos deja esa cuestión debajo de toneladas de violencia y de degradación humana gratuita, maravillosa, agorera, apocalíptica.
Un pastiche de momentos y personajes western con sus toques cyberpunk y el lore yermense. Efectos digitales forzados, que han envejecido fatal en la última década y añaden ese toque de serie B, y un vestuario tan creíble como homebrew de clase de pretecnología, que nos retrata todavía mejor la esencia de cómic convertido en viñetas, con maquillajes que me recuerdan a los gángsters de Dick Tracy o las películas de Asterix y Obélix, y no es malo, no, es cómic, con esa personalidad underground y pulp que vengo revindicando en todo el escrito.



En resumen, no esperéis una película técnica, ni comercial, pero de verdad si os gusta Robert Rodríguez, Tarantino, y el cyberpunk, ésta es una película que debéis de ver sí o sí, y luego ya, igual me pitará un oído o el otro.
Saludos, y a soñar con tungsteno.

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