martes, 25 de diciembre de 2018

BRUCE STERLING: ISLAS EN LA RED


BRUCE STERLING


Esta noche del 24 al 25 de Diciembre, debería estar nervioso esperando a Robot Klaus o Santa Bot, debajo de un enorme árbol sintético e inerte repleto de luces led de colores flúor parpadeantes. Mirándome en el reflejo de una esfera colgando de una rama, percibiendo el espacio con ojo de pez como en un dibujo de Escher. O celebrando la venida del mesías con glotonería y bebidas espirituosas. Pero sin embargo estoy encerrado en una mazmorra futurista, rodeado de pantallas y computadoras, arrullándome con la nana de sus discos duros en movimiento. Mi familia, las máquinas. Y no es broma, no, es que formo parte de la clase obrera descualificada que ha de hacerse cargo de nuevos puestos tecnológicos, y si las máquinas y los sistemas funcionan 24 horas al día, algún humano tiene que estar revisándolo también esas 24 horas al día, de momento, hasta el alzamiento de las inteligencias artificiales superiores el día menos pensado. Cuando los humanos seremos siervos de los droides, alimento de sintéticos, o con mucha suerte, convivamos con ellos pacíficamente.
Hoy me toca un alucinante turno de 10 horas lleno de emociones (no), que hemos regado mis compañeros y yo, con unas botellas de verdejo cortesía del boss, que sin duda ninguna tiene más espíritu navideño que el señor Scrudge, y aquí me debato, entre la vigilia y la somnolencia total. Así que he decidido poner en activo mis neuronas e injertos y aporrear el teclado de tungsteno.



Voy a hincarle el diente a uno de los padres fundadores del cyberpunk, Bruce Sterling alias “Chairman Bruce”, a.k.a. “Vincent Ominaveritas”. Este buen señor, natural de Texas, es un auténtico Marco Polo, que desde su infancia en la India, no ha parado de recorrer el mundo en el plano profesional (docente en diferentes escuelas, talleres literarios y universidades estadounidenses como otros compañeros de movimiento cultural cyberpunk como RudyRucker) y en el personal (residente en diferentes países europeos como Serbia o Italia), y como reza el dicho “el que mucho lee y mucho camina, mucho sabe y mucho ve”… o algo.
Junto con William Gibson, Pat Cadigan, Rudy Rucker, John Shirley y Lewis Shiner, forman el círculo original de cyberpunkers, aquellos que promulgaron el manifesto cyberpunk y la obra recopilatoria Mirrorshades.
Como anécdota, al igual que John Shirley, estuvo también interesado en la composición y la música experimental.
Este inquieto creador, antes de que se uniese su grupo definitivo de colegas, ya se dedicaba a la ciencia ficción más clásica, historias extraplanetarias, como su debut, Oceanic Involution. Su estilo encajaba en la clásica obra CIFI en la que la línea entre lo fantástico y lo galáctico es muy delgada y hasta su incorporación en el círculo cyberpunk, ésta tendencia creativa sigue muy presente en la primera obra que se le incluye en el subgénero, El chico artificial, de la cual, yo tengo muchísimas discrepancias acerca de que sea una obra punk, en ningún caso, y considero que sigue perteneciendo a esa rama clásica más cercana a la space opera que a la distopía. De su catálogo publicado en castellano, llegó más tarde Islas en la red, que no mucho más lejos de ser un distópico thriller corporativo y geopolítico, tampoco considero que llegue a alcanzar el sabor cyberpunk de Gibson, o de autores posteriores a la creación del grupo, como Neil Stephenson, Alec Efinger o Jon Williams.
Añadimos a los títulos editados disponibles en nuestra lengua, Cismatrix, La máquina diferencial, El fuego sagrado, Distracción (más en la línea de espionaje y thriller de Islas) y el ensayo La caza de hackers.

ISLAS EN LA RED


Tras ésta pequeña introducción al artista, me tiro de lleno a la piscina con la que está considerada como su obra cumbre del cyberpunk, Islas en la Red.
Sin spoilers, el tomo nos presenta al matrimonio Webster, y su pequeño bebé. Una pareja feliz, de clase media acomodada, con un buen contrato como gerentes de un hostal de la compañía Rizome, a píe de playa. Rizome es un modelo de megacorporación futurista todopoderosa, que se dedica a todos los palos, con presencia en docenas de países, y encarna el espíritu más cyberpunk de la novela, porque si algo opino a nivel personal que escasea en ésta distopía cercana, es el punk.



Laura y David, los Webster, viven en la perfecta área de confort, en una burbuja de bien estar insuflada por Rizome, y me viene muy al pelo con la breve y satírica introducción que hacía de la entrada respecto a lo laboral. Somos números, deshumanizados, somos peones de las empresas que nos dan el sustento, nos sentimos parte del sistema, involucrados, pero realmente somos ganado empresarial.

-Jo jefe, que bólido deportivo más bonito se ha comprado usted.
-¿Has visto? Es precioso. Pues te digo una cosa….Si trabajas duro, te esfuerzas, y echas horas… El año que viene me compro otro

Y en el futuro cercano que Sterling imaginó, David y Laura, se sienten parte importante de Rizome, que se ha esforzado muchísimo en corporativizar a sus empleados, de una forma casi religiosa, y eso es algo en lo que actualmente también se esfuerzan las grandes compañías, enfatizando la lealtad de sus empleados como si fuesen legionarios batallando por un bien común o una gran obra. Un espejismo, un engaño para hacernos sentir válidos, útiles, imprescindibles, pero seguimos siendo números, sin nombre ni apellidos, parte de un presupuesto anual, herramientas que deben cumplir objetivos. El beneficio no es común, es beneficio para los accionistas, CEO’s y directivos. Una visión muy real de hacia dónde va encaminado el mundo laboral del futuro, capitalismo salvaje, en el que la política es suplantada por el comercio global, y los partidos políticos dejan de ser la pantalla de sus accionistas, siendo las grandes empresas las que asumen realmente las decisiones de países enteros. Ciudadanos que son empleados, empleados que son ciudadanos, todo es lo mismo. Al final lograrán que nos sintamos afortunados por pertenecer a una gran empresa, aunque no respeten convenios ni estatutos, mientras nos den techo, comida, 12 horas laborales para estar ocupados y hacernos sentir productivos, a cambio de un salario del que sobre para algunos caprichos, que también fabrique nuestra propia compañía empleadora, consiguiendo así que el flujo de dinero sea un círculo cerrado y no cambie de manos.

Y ahí están Laura y David, son felices, se quieren, están orgullosos de pertenecer a Rizome, y mientras cumplan con sus obligaciones laborales, Rizome se encargará de que no les falte de nada en su primer mundo occidental. Es un buen trato, poco pretencioso, sin muchas miras, pero ¿para qué más? ¿Quién no lo firmaría ahora mismo? Ni los funcionarios oye.
Y un día, se celebra en su agradable y acogedor hostal familiar de vacaciones, una reunión de conspiradores corporativos y traficantes de datos. Rizome ha elegido el hostal de los Webster para tan secreto y judeo masónico encuentro de eminencias del mercado de la información ¿Es un honor o un regalo envenenado? ¿Sabía Rizome lo que iba a ocurrir allí o no? El caso, como podéis imaginar, es que en ese momento comienza el thriller, la conspiranoia, las sospechas y los tejemanejes geo políticos y de intereses entre empresas y naciones.
El matrimonio se ve obligado a salir de su área de confort, y comienzan un periplo internacional en representación de los intereses de Rizome, agentes dobles, paraísos fiscales, nidos de piratas informáticos… El mundo de verdad. Porque como decía Ortega, somos “nosotros y nuestras circunstancias”, o al caso “islas en una red”, y en el caso del matrimonio Webster, sus circunstancias finalizaban en el porche de su hostal vacacional de arena prensada de la cadena Rizome. De repente, se enfrentarán al mundo real, comenzarán a absorber información, a entender, a sacar conclusiones de la enorme telaraña corporativa que es su sociedad. Comenzarán a vivir, sufrirán crisis matrimoniales, crisis personales, por primera vez se enfrentarán sus conceptos morales, se conocerán a sí mismos de verdad, pondrán en duda su pasado, su presente y su futuro. Es un viaje personal de iluminación y desarrollo ético, un despertar cognitivo, demasiada información por asimilar, un mundo cruel, frío, en el que la vida humana carece de valor por mucho que Rizome les hubiese hecho creer durante años que su labor era imprescindible para el desarrollo de la empresa, que eran únicos. Un mundo en el que todos tenemos más de una cara, incluso nosotros mismos tenemos caras que no nos hemos visto, que duermen en nuestro interior, esperando el momento de asomar y tomar el control.

Durante su viaje, Laura y David, se quitan la venda de los ojos. Bienvenidos a la realidad. Ahí fuera hay otros países, con otras personas, que sobreviven sin pertenecer a una empresa, que viven al margen de sus reglas occidentales impuestas por el zaibatsu, existen alternativas, hay opciones a la globalización, al sistema económico que conocen, a la jerarquía empresarial a la que se someten voluntariamente. Ampliarán sus miras y abarcarán nuevos conceptos sociales. Descubrirán “más islas”.
Porque en Islas en la Red, la información es el arma, y es información lo que modifica la personalidad de nuestros protagonistas durante sus viajes. No solo es la información con lo que negocian los piratas de datos entre países y corporaciones, como mercenarios del espionaje industrial y la inteligencia privada, si no la información que ellos mismos descubren y asimilan de primera mano. El saber no ocupa lugar, la información es poder. Quizás Bruce, como hombre internacional que decíamos que es al principio, se nutre a sí mismo de forma autobiográfica, y plasma en ésta obra la importancia de conocer mundo, expandir horizontes, conocer otras culturas y otras formas de vida, como medio personal de enriquecimiento, e incluso, como camino personal a la iluminación intelectual. La experiencia como vía verdadera.
Respecto al protagonismo de la información en la novela, la distopía no iba para nada mal encaminada hacia otros derroteros de candente actualidad, en varios aspectos. Por un lado, la seguridad de nuestros datos personales en las redes y sistemas, la inseguridad del Big Data; Por el otro, que teniendo a un click toda la información que deseemos gracias a la tecnología, vivimos en una era en la que la información que nos llega, la que creemos que encontramos por nosotros mismos, en realidad llega a nuestros canales habituales preseleccionada y editada, si no se trata de cortinas de humo o contrainformación. La era de la desinformación, que ya vivimos actualmente y que Bruce Sterling vaticinaba en ésta historia, y lo que está por llegar, ya que uno de los momentos álgidos del libro en éste aspecto, se alcanza cuando un dirigente político sud asiático, en pleno meeting en un estadio, sufre un pirateo digital de su imagen en vivo y en directo, afectando seriamente a su fama, su discurso, y al orden público. Este efecto digital, que en el momento de concepción de Islas en la red era todo un artificio de ficción, hoy en día es un truco barato real, y quizás, siendo conspiranóico, ya nos estén manipulando digitalmente discursos políticos o noticiarios televisivos. En China, ya dan los noticiarios presentadores digitales, otra ficción cyberpunk que veíamos en la saga de videojuegos Deus Ex, y sabemos que esos presentadores asiáticos son digitales, porque nos lo han avisado, porque si no, seguro, que con la calidad que tienen, no nos daríamos ni cuenta.



Llegará el día, que no sabremos distinguir lo real de lo falso a través de una pantalla, y eso, es realmente preocupante.

NI PUNK NI CYBER


En Islas en la Red, no encontraremos software peligroso, ni Inteligencias artificiales megalómanas, ninjas biónicos, estaciones orbitales, ni nada de toda esa mandanga. Por encontrar, respecto a tecnología y ficción, encontraremos poco más que drones, extraña arquitectura, y FX digitales de realidad aumentada… El mundo de Islas en la Red, no dista mucho del nuestro, es una distopía demasiado realista y cercana, enfocada al tedioso y pesado conflicto diplomático y sus tejemanejes detrás del telón de acero, porque la guerra fría no acabó, solo se templó. Y esto, es lo que llevo remarcando toda la entrada, éste libro no tiene nada de punk.
Los protagonistas, no son tirados, parias ni crápulas antisistema, sino todo lo contrario, gente bien incorporada en el sistema, cuyo golpe de efecto, su cambio personal, se produce cuando descubren la mierda bajo la alfombra del sistema, la realidad global. Pero por lo demás, son un matrimonio encantador, ideal, más en la línea de protagonistas de El hacker y lashormigas o Apocalipsis Suave, que de Cuando falla lagravedad o Neuromante.
Los Webster, se enfrentarán a una crisis originada por todas las nuevas sensaciones vividas, y experimentarán breves momentos de querer ir contra corriente, totalmente predecibles ante tal cantidad de nueva información, pero que no representan el punk. Es más bien como cuando un adolescente comienza a tomar partido en movimientos políticos e ideológicos, simpatizando con unos u otros, con ganas de cambiar el mundo con pancartas, batucadas y proclamas, gritando fuerte al mundo a sabiendas de que su voz no va a llegar ni a la vuelta de la esquina y nadie va a oírle ni a prestarle atención. Sueños de cambio, realidades de hormiga. Volvemos al eterno símil, cada uno somos un número, insignificante para nuestro gobierno, miserable, sacrificable.

¿Podemos decir que el punk de éste título reside precisamente en ésta obvia verdad? Para mi, aunque es una verdad incómoda, y agorera, el desarrollo con el que acaba desvelándonos todo este complot es demasiado light. Es una novela carente de acción, de tensión, con un estilo narrativo que no me impresionó, o incluso me atrevería a decir que se me hizo bola en varios capítulos. De forma sutil, reaccionaria y contracultural, pero no punk, Bruce le da el mayor peso protagonista a Laura, ella es la heroína del matrimonio, la inconforme, cabezota y testaruda, mientras que David desempeña un papel menos que secundario, complementario, es el “espejo espejito” al que Laura le pregunta obteniendo respuestas que no quería escuchar, pero que la reafirman en sus nuevos sentimientos y su afán de búsqueda de la verdad. En cierto modo es una novela feminista, y en ese aspecto, convence, el papel de Laura cuaja perfectamente, sin resultar forzado, ella es la matriarca de la familia Webster, lleva los pantalones, y me gusta como los lleva, pero sigue sin ser punk. Laura es una persona decidida pero correcta y protocolaria, una youpie con muchos ovarios, pero no una macarra anarquísta.
Por todo esto, Islas en la Red, para mi, no es una novela cyberpunk, pese a que Sterling haya sido uno de los principales divulgadores del subgénero. Y ahora, muchos diréis de mi “Qué flipado” “¿Quién se cree para dictaminar semejante cosa?” “Este es un fantoche” Pues lo que queráis, sí, sentiros libres del mismo modo que yo me siento para decir esto.

No es una novela divertida, no tiene acción, no tiene punk y tampoco tiene cyber, ¿Entonces? Tiene intrigas, traiciones, agentes dobles, titiriteros, trileros, y drama existencial… Me reitero pues, para mi es un thriller geopolítico en clave de ficción distópica. Y me atrevo a decir, que nunca lo recomendaría como un indispensable del cyberpunk por mucho que otros reputados críticos o expertos del género (que seguro que saben mucho más que yo, o tal vez no tanto) lo defiendan. Es mi opinión, y la defiendo con todo lo expuesto. Y habiendo leído también El chico artificial, novela que despacharé en seguida las próximas semanas, considero humildemente que pese a pertenecer al círculo cyberpunk original, Sterling, como decía más arriba, no está a la altura del resto de autores reconocidos en el subgénero, ni de su quinta ni posteriores. Muy a mi pesar y sin importarme convertirme en un patito feo o una oveja negra afirmándolo. No niego su mérito ni su notoriedad, yo no soy escritor, pero como lector y aficionado, pues no puedo colocarlo, de momento, en mi podio, al menos con estas dos lecturas a mis espaldas, cuando me haga con el resto editados en castellano, quizás cambie de opinión, que para eso, siempre hay tiempo, aparte de lo placentero que resulta contradecirse a uno mismo a tiempo de vuelta.



No hay comentarios:

Publicar un comentario