AL VOLANTE DEL FUTURO QUE NO LLEGA
Bienvenidos y perdón por la tardanza,
pero es que el tráfico rodado por la multipista de 9 carriles puede
llegar a resultar infernal para desplazarse uno desde el sector
industrial hasta las colonias de ciudadanos con permiso corporativo
de baja cualificación en las afueras.
Claro, si tuviese uno de esas aero
berlinas eléctricas Tesla Urano 5000 no me comería nunca estos
atascos por vía terrestre, de 3 horas de embotellamiento. Al menos,
como mi turismo esta geodirigido vía satélite, voy viendo mis
concursos favoritos en la holored sentado, me encanta la nueva
temporada de “Resort terminal”, me parto de la risa con
“Gladiadores sin pasaporte” y la que me está defraudando algo en
su nueva trigesimoquinta edición pero nunca falla es “La casa del
Cyborg”. Dios salve a la tele ¿Qué haríamos sin ella? Y a los
coches, por supuesto.
¿Recordáis hace décadas a ese
tipo...Musk...¿Elon
Musk? Algo así, que presentó
un prototipo de coche indestructible con estética poligonal cyberpunk
bautizado no sin menos descaro como Cybertruck,
y le salió el tiro por la culata, se cargó la ventana del auto en
la primera demostración pública, ¡Ja! Vaya tiempos aquellos, qué
época debió de ser para vivir el SXXI.
Musk
, el
Steve Jobs
de los coches, un multimillonario cercano y dicharachero,
carismático, un adalid del cyberpunk,
cofundador de paypal,
del futuro hyperloop,
Solar City,
Neuralink,
involucrado en proyectos de colonización interplanetaria, y bla,
bla, bla, Todo lo que trae entre manos supone un exabrupto
inalcanzable para los más escépticos, un sueño para los más
crédulos, y por eso mismo es quien es, un vendedor de bloques de
hielo en el polo sur.
Su
hambre de cambiar el mundo, no sin llenar su caja fuerte, parece casi
filantrópico si obviasemos lo segundo, y esa pasión es lo que hace
que medio planeta confíe en él. Tesla
ha sido todo un éxito por el momento, y disponer de vehículos de
alta gama eléctricos con semejante autonomia empezaba a convertirse
en una necesidad acuciante antes de ayer, ahora falta que la
producción abarate los costes suficiente en función de la demanda
para que todos podamos disfrutar uno, pero sospecho que queda mucho
gas y petróleo por gasta en el mundo aún, y que una vez la
democratización del vehículo eléctrico sea total, ya nos atarán
las pelotas con un nuevo cable hecho de tasas, impuestos, o lo que
sea.
Y
bueno, no vine a hacer un articulo de Musk,
pero sí de coches y la ciencia
ficción,
así que no podíamos pasar por alto a éste mecenas del cambio, un
ciber Miguel Angel moderno. Un
excéntrico soñador, que se permite soñar y ahcernos soñar a lso
demás, que quiere diseñar nuestro futuro, y eso es de agradecer,
sospecho que es un fan de la ciencia
ficción,
y que como todos los soñadores de tungsteno, extraña el futuro que
llevamos imaginando décadas y que a las puertas de 2020 no ha
llegado aún.
No
tenemos aero patinetes como en regreso
al futuro II,
ni vehículos híbridos para aire y suelo como en Blade
Runner.
El futuro se resiste aún, y mucho. A veces da la sensación de que
lo están retrasando a drede, que especulan con el progreso.
¿Industrias de combustibles fósiles? ¿Hay que agotar los recursos
actuales antes de pasar a la siguiente fase comercial e industrial?
¿Estamos preparados para llenar el cielo de vehículos turismo
voladores?
Hace
poco veía el prototipo Skaide BMW
de un híbrido tierra-aire, un huevo móvil convertible capaz de
salir volando de un chasis terrestre de tracción rodada gracias a
unas hélices tipo dron. Pero no soñamos con … eso...con un
“gorrocóptero” de Doraemon
tapizado en cuero, no. Queremos turbinas de despegue vertical, y las
queremos ¡Ya!. No podéis seguir especulando con nuestro futuro
ideal malditos traficantes de futuro (digo ésto en calzoncillos
alzando el puño por la ventana, los asiáticos fumando y jugando
majong en la acera me increpan algo en un dialecto que mi traductor
neuronal de Google
no logra convertir al español con decencia ni sentido para mi).
Pero
las grandes corpos de la ingeniería del motor y transporte no cejan
en su empeño, Airbus
trabaja en ello, Porsche
y Boing
unen fuerzas para sus futuros prototipos, NEC
en japón testea su homogéneo volador, Toyota
diseña
el coche personalizable FunVII,
y todas quieren ser la primera en romper ese vacío del mercado. Y ya no es el diseño lo importante, si no las prestaciones, y las lunas digitales con realidad aumentada o características multimedia también se han convertido en una prioridad de la I+D automovilística, sin olvidar el "piloto automático" geolocalizado vía satélite.
Seguro que como siempre, la industria irá más rápido que la
legislación y volveremos a vivir momentos como el del vehículoautotripulado por localización GPS atropellando a un androide en Las
Vegas.
Ostras,
a ver si el futuro sí está ya aquí, pero resulta que nos lo ha
traido Aliexpress
en vez de la Tyrell.
Sea
como fuere, los coches siempre han sido un elemento propio del
futuro, da la sensación en la mente y el imaginario colectivo, que
es el coche volador el que inaugurará una nueva era y que hasta que
no lo veamos no será cierto. Motor económico mundial desde la
Revolución Industrial y Henry
Ford,
medio de transporte por excelencia, objeto de deseo, joya de la
corona del diseño y la modernidad, citando a Marianetti
con su manifiesto poético del futurismo en 1909:
“Un
coche de carreras es mas bello que la Victoria de Samotracia”
Algún
día tendré que hablar de las vanguardias, pero hoy le toca al
automóvil en una entrada de blog que es un extraño sueño de
tungsteno, plácido, y diferente a los demás.
Cuando
era crío coleccionaba cromos, y los que crecísteis en los 80 del
SXX muy seguramente recordaréis la colección “Coches”
de Motor16 si no
recuerdo mal. Me parece ver un Ferrari F40 rojo en portada.
Aquél
álbum traía algunos cromos de prototipos que ya por los 80 soñaban
con el futuro, diseños lisos de una sola pieza, sin juntas, de
carrocerías onduladas y carlingas moldeadas al viento, extrañas
moles de metal tintadas con faldón tan bajo que no se veían los
neumáticos... Y además, al final del album, había una zona de
creación artística para los más peques, en la que nos invitaban a
diseñar nuestro coche del futuro.
Recuerdo
el mío, una especie de Interceptor
con aletas en el capó y el tejado, faros retráctiles, y todo tipo
de marcianadas salidas de la mente de un crío acostumbrado al cine
de los 80, Mad Max, Knight Rider,
etc... Una pesadilla de ingeniería similar al coche que diseñó
Homer Simpson en la
serie de animación que protagoniza.
Pero
es que eran los prototipos que salían en el álbum, lo que más
molaba de todo. Parecían burbujas cromadas con ruedas, fantasmas de la carretera, cápsulas tripuladas salidas de una ficción espacial.
Desde
los 70, algunos prototipos estaban fuertemente inspirados por las
películas de ciencia ficción,
es un hecho, la música por sintetizador, los cómics franceses (con
Moebius a la cabeza),
era una década que ya añoraba el futuro como seguimos haciéndolo
nosotros. Y en éste caso Europa tomo la iniciativa y no Asia ni
EEUU. Bertone y Citroen abrieron al veda en los 70 arriesgando con
diseños impensables. Y de ahí el Citroen Karin,
todo un sueño de tungsteno , bello, anguloso y maravilloso, sobre
todo en su interior.
Siguieron
otros como el Ford Maya,
o el Citroen Xenia,
pero no eran tan atrevidos como lo pudo ser el Lancia
Bertone Stratos, un auténtico
misil cromado sobre ruedas salido de una novela pulp de “ a duro”.
En
la misma línea el Maseratti Boomerang,
inspirado por la serie de dibujos animados Transformers,
dato literal.
Y
desde oriente, se sumaban a la moda y presentaron el Insomnia
y lo pusieron a correr en Lemans
a finales de los 70. Su panel de control es de traca, una fantasía
digital única.
Alfa
Romeo lo petó con el Carabo
y el Navajo,
auténticos carros macarras cyberpunk.
¿Y
qué me decís precisamente de los paneles de mando? Luces, pilotos y
contadores digitales quisieron suplantar a las agujas, porque sí,
amigos, antes de las pantallas táctiles y los ordenadores de a bordo
hoy tan a la orden del día, había agujas y marcadores analógicos,
así que en cierto modo, los siguientes modelos de “dashboard”
son merecedores de considerarse el primer paso del vehículo actual.
El
del Oldsmobile Inca
es toda una verbena espacial con mandos de “Tie fighter” en vez
de volante, toda una pasada para un crío de los 80 si ya lo
flipábamos con el volante de la máquina arcade de Spy
Hunter.
El
del Lancia Orca,
aunque tenía volante, estaba lleno de lucecitas increíbles y
botones como Kit.
Y
el mapa digital del coche del vector V8
pues vosotros me diréis, que chulada, parece salido de la barra de
estamina de un videojuego de vehículos de combate.
En
EEUU el primero que me viene a la mente es el Plymouth
Slingshot, eso en 1988 sí era
el futuro, sin duda, un 16 válvulas con un exterior en perla y
negro, con una carlinga de apertura frontal que imitaba a un
aeroplano de combate. Menudo un sueño de vehículo.
El
Chevrolet Express
era muy parecido, parecía un extraño vehículo de combate, o de
policía como el que después aparecería en la película Demolition
Man,
un Ultralite
de la General
Motors,
más moderno claro, ya de entrados los 90.
Porque
pese a que la búsqueda del futuro en el mundo automovilístico suene
a retro, y actualmente el reto siga siendo el vehículo aéreo, los
diseñadores más soñadores no tiran la toalla de jubilar el
presente y meternos de lleno en el futuro con estéticas bio técnicas
como el BMW The
Vision.
Y
es que los coches y la ciencia
ficción
están tremendamente unidos, son protagonistas de docenas de
historias, el Ford
Taurus
de Robocop,
el Delorean
de Regreso al
futuro,
el Ford Falcon
“Interceptor” de
Mad Max,
el Lexus 2054
de Minority Report,
el Audi RSQ de
la asimoviana Yo
Robot; Ninguna
de esas películas serían lo mismo sin sus coches.
Y por eso mismo, hoy voy a hablar también de una película en la que los coches y el futuro distópico lo son todo.
DEATH RACE 2000
¡La carrera de la muerte del año 2000! Ya, calro, que me instalen a mi en el turismo un par de armas de fuego automáticas, ya veríais como me lo montaba en los atascos.
En fin, así imaginaba Paul Bartel los coches y el futuro en 1975, pobre ingenuo.
Bartel,
que proféticamente falleció en el 2000, año en el que imaginó
esta loca distopía motorizada, fue un director y actor neoyorkino
a quien debemos o hemos visto en títulos muy populares en la TV y el
videoclub durante nuestra infancia como Piraña,
Los Locos de Cannonball
(le gustaban los coches a Paul,
sin duda), la infame Munchies,
Gremlins 2,
o escape from L.A.,
por lo que sobra decir que la mayor parte de su desarrollo artístico
sucedió en circuitos independientes y producciones de bajo
presupuesto.
Death
Race 2000
es sin duda su principal éxito junto a Private
Parts,
ambas gracias a la cooperación de su amigo Roger
Corman, responsable
de otra larga lista de títulos de dudosa reputación y otros más
afortunados como La
pequeña tienda de los horrores, El Cuervo
o Los cuatro
fantásticos.
¿De
que va Death Race
2000?
Podemos sintetizarlo con facilidad, una carrera de coches ultra
violenta de costa a costa de los EEUU en un futuro sombrío gobernado
por un tirano. Pero no vamos a conformarnos con ésto, oh no,
Multivac sabe que no.
El
gobierno de los EEUU ha asumido un control dictatorial tras la última
hecatombe bélica, económica y social del siglo XX. Para fomentar la
economía y entretener a la población, cada año organizan la
retransmisión televisiva de La carrera de la muerte, en la que 5
vehículos con su piloto y copiloto, recorrerán la nación con dos
objetivos.
Uno,
ganar la carrera llegando el primero.
Dos,
sumar puntos matando gente en el camino. Sí, habéis oído bien, un
alegato de ultraviolencia desmesurada y demencialmente cómica en la
que de forma surrealista, Paul
Bartel
predice el mecanismo del videojuego Carmaggedon.
Atropellar varones adultos no da tantos puntos como atropellar
mujeres, adolescentes, infantes...y los jubilados ya son el bonus
especial. 1975, Sí , yo me he quedado sorprendido, ya que el cine de
la época aún trataba de recuperarse de La
Naranja Mecánica
y su visión nihilista de la ultraviolencia hacía 4 años.
Obviamente, éste film no tuvo nid e lejos la repercusión de la de
Kubrick,
ni los medios, ni es una película que podamos considerar siquiera
buena siendo honesto. Pero poniéndonos en situación, es una
película muy atrevida, muy irreverente, y seguiremos hablando de eso
mismo un poco más adelante.
La
carrera es una parodia distópica absoluta que uno no sabe si tomarse
a coña, en serio, o 50/50. Es como Los
autos locos
en versión adultos. Los coches, son vehículos de combate con ese
toque pasado de moda (ahora que es el 2020 casi claro, por eso
insisto, hay que ponerse en situación) de un imaginario año 2000
que hemos dejado muy atrás ya en el rpesente. Parecen hot
wheels
de circuito infantil, con carrocerías carnavalescas, zoomorficas y
exageradas y enormes cuchillas y armas como cuadrigas modernas de Ben
Hur.
Los
pilotos, tres cuartos de lo mismo, asumen roles exagerados de alter
egos temáticos, entre el súper héroes y el personaje de dibujos de
Hanna Barbera,
ridículo al máximo. Tenemos en el elenco una cowboy fatal en su
coche con cuernos vacunos, una demoledora nazi con su esvástica y
todo en una especie de bólido-tanque, un Marco Antonio romano de
palo, Sylvester
Stallone
en el papel del piloto gángster de los Chicago 30's que en ocasiones
parece Paccino
torciendo el morro en el papel de Tony
Montana; Y por último a David
Carradine
como Frankenstein,
un superpiloto mejorado biónicamente en quirófanos, el favorito,
con su traje de super héroe barato de látex-cuero que podríamos
confundir con un sumiso de mazmorra sadomaso bondage.
Dantesco
todo. ¿Pero a que apetece verla?
Stallone y
Carradine copan el
protagonismo de ésta marcianada de culto, dos pilotos enfrentandos,
rivales colosales, en una cinta que no hace ninguna gala de
corrección política, y que como hablaba en otras pelis de la época,
como Rollerball o
America 3000, han
envejecido de una insultante manera retrógrada que las convierten, en
la equidistante era actual que nada tiene que ver con la distopía
cruel y salvaje que imaginaron, en una ficción machista y
gratuitamente violenta con un buen puñado de escenas que el
Franquismo no censuró pero que hoy en día sí censurarían defensores y defensoras de ésto y de lo otro sin pararse
a tratar de entender ni un momento que es una ficción, repetimos
ficción, una vez más F-I-C-C-I-O-N, y que no tiene por que
representar de forma exponencial ningún sector real de la sociedad,
no pretende tener carácter educativo, y sólo responde a la
imaginación, bizarra o no, del autor, que debe fluir libre sin
atender a cánones éticos ni morales, aunque la firmase Srdan
Spasojevic. ¿Por qué? Porque
es una FICCION. Y con
ésto no me posiciono en ningún caso que me caigan bien ni me
parezca bien lo que hacen o hicieron ni Francisco Franco ni
Spasojevic ¿vale? Que hay que ir con las manos en la nuca con la
gente del SXXI como cuando la poli de Texas te pide que pares el
coche a un lado de la carretera, porque todos tienen el ratón
cargado y el dedo tiritando sobre el click.
La
película presenta una sociedad hyperviolenta, alienada, que como en
Rollerball, o en La
naranja mecánica, necesitan su
circo. Seguramente pretendió horrorizar al espectador de hace 40
años, mostrándole una caricatura grotesca de la sociedad americana,
de su violencia innata enraizada en al sociedad, de la cosificación
y la deshumanización, que acaba representada en un sainete sobre
ruedas con mucha sangre hecha con botes de tomate frito, coches
copiados de un reto escolar de carreras estudiantiles cuesta abajo,
algunos pechitos al aire muy de revista, y Stallone
cascándole un puñetazo a la playmate rubia y cateta que le hace las
veces de copiloto, porque sí, porque su personaje Al Capone del
Hacendado precisamente es eso, una caricatura del mal gusto machirulo
y dominante de un líder del hampa.
Por
lo demás, la pelicula incluye escenas de humor absolutamente
absurdo, a lo Benny Hill
pero con gore y coches de carreras, y ese pequeño intento de hacer
sorna sobre el estilo de vida puramente americano, con un presidente
de los EEUU que es un monigote, dando alguna puntada con hilo gordo a
cerca de que los medios de comunicación están totalmente comprados
al servicio del poder desinformando al espectador, y una pequeña
moraleja revolucionaria y política que yo descifraría en clave de
desencanto, pero no voy a hacer spoiler.
Como
anécdota, reuniendo algunos de los actores que reúne, teniendo la
solera que tiene, y prediciendo un futuro distópico, si empatizamos
con la fecha de producción, los medios que seguramente tuvo la
producción, y todos esos aspectos a poner boca arriba sobre la mesa
antes de darle al mando a distancia, la película tiene un anecdótico
pase cinéfilo, curioso, aunque no bueno.
Pero
no podía quedar ahí la cosa, que va, en 2017 a alguien se le ocurre
rodas Death Race 2050 con
exactamente la misma premisa. El majadero que destroza cualquier
atisbo de orgullo y humanidad que pudo tener el título original con
éste remake
es G.J. Echternkamp,
que no tenía yo ni idea de quien era hasta que visualicé éste
bodrio absoluto, y que tras investigar un poco, sigo sin saber quién
es ni haber visto nada suyo. Lo peor de todo es que Roger
Corman produció semejante
ofensa a su película original.
Su
revisión del clásico es si cabe, más absurda, más patética, con
peor producción en retrsopectiva del tiempo pasado desde la original
a la suya, y en fin, mala a rabiar, no voy a entretenerme mucho en
hablar de algo tan malo.
Resumiré
con que añade a la misma temática nuevos pilotos secundarios,
manteniendo a Frankenstein
encarnado ésta vez por Manu Bennet
(el orco malvado e hiper carcterizado del Hobbit
), y repite la historia original, con licencias como añadir el
fenómeno de la realidad virtual a la carrera televisada, y cambiar
toda aquella morralla incorrecta de la primera, por chistes malos y
situaciones sin sentido y efectos especiales de bazar ostentosos e
ineficaces.
Pero
en honor a la verdad, había que mencionar que semejante horror, que
rivalizaría con Troll 2,
existe, y no hace ni la mitad de gracia, ni logra transmitir la burla
del estilo de vida y política americanas porque es tan mala, que no
puede uno entrar en la onda sin avergonzarse.
O
a lo mejor, teniendo en cuenta que Corman
produjo esto, igual no he terminado de entender la película, aunque
veo de lejos por donde quieren ir los tiros, pero no hay quien lo
aguante. Delirante.
Atención, que uno de los documentos que aún no he podido cotillear, pero que pienso hacerlo a menos tardar, son los cómics de Death Race 2020 de Roger`s Corman Cosmic Comics, tienen una pinta pulp que no me quiero perder por nada del mundo.
El clásico de Corman, obtuvo una continuación cronológica de su universo con la trilogía Death Race de Paul W. S. Anderson (de quien ehmos hablado hace bien poco en el blog) protagonizada por Jason Statham, que retomaba la historia distópica original, dándola un acertado lavado de cara al gusto contemporáneo y consiguiendo cierto éxito comercial gracias a las tan deseadas escenas de acción y velocidad rodadas con medios actuales y un buen presupuesto. Pero de ésa trilogía y otros spin offs del universo Death Race de Corman, hablaré en un segundo capítulo de la entrada, porque esto se está iendo de las manos hoy, y no pretendo escribir la biblia, dosifiquemos, que aún me queda, y dediquémosle a ésta trilogía renovada el hueco que se merece en los sueños de Tungsteno.
El clásico de Corman, obtuvo una continuación cronológica de su universo con la trilogía Death Race de Paul W. S. Anderson (de quien ehmos hablado hace bien poco en el blog) protagonizada por Jason Statham, que retomaba la historia distópica original, dándola un acertado lavado de cara al gusto contemporáneo y consiguiendo cierto éxito comercial gracias a las tan deseadas escenas de acción y velocidad rodadas con medios actuales y un buen presupuesto. Pero de ésa trilogía y otros spin offs del universo Death Race de Corman, hablaré en un segundo capítulo de la entrada, porque esto se está iendo de las manos hoy, y no pretendo escribir la biblia, dosifiquemos, que aún me queda, y dediquémosle a ésta trilogía renovada el hueco que se merece en los sueños de Tungsteno.
Y POR SUPUESTO, VIDEOJUEGOS
Y
como no podía ser menos, la distopía sobre ruedas, los duelos al
volante, los destruction
derby del futuro, donde
mejor retratados han quedado es en los videojuegos.
Como
la entrada de hoy, pese a que me está encantando, se hace demasiado
densa, no voy a centrarme en un título en concreto, pero al igual
que con esos modelos de coche real que hicieron y siguen haciendo
volar nuestra imaginación, que menos que darles un repaso a granel.
Si
hay un título que me encanta de coches compitiendo violentamente en
el futuro, es F-Zero.
En
ese clásico exclusivo de Super Nintendo, de 1990, firmado por
Miyamoto, dios
absoluto de la gran N en el panteón de seres supremos, pilotaremos
vehículos futurístas, aéreos en ésta ocasión (un paso evolutivo
imaginado por todos en la automoción), en aceleradas carreras en las
que nuestro vehículo podrá quedar destrozado si no somos lo
suficientemente hábiles.
La
sensación de velocidad arrasó en el mercado de juegos de carreras
de los 16 bits convirtiéndose en un pequeño portento técnico y un
clásico inefable.
De
hecho, se constituyó como saga, continuando en los títulos F-Zero
X, F-Zero Maximum Velocity, F-Zero GX, F-Zero GP Legend
y por último F-Zero Climax,
y lejos de ser revisiones de carreras del futuro y poco más, como
suele hacer Nintendo,
incluye un trasfondo para darle profundidad al universo en el que se
compite, narrando un almanaque de la historia de la competición,
incluyendo eventos históricos, y mitificando pilotos. Todo éste
universo expandido dio píe a una serie anime en japón incluso, lo
que constata su éxito.
Hubo
otros juegos intentando hacerse con el trono de la velocidad del
futuro, como Wipe Out,
de Psygnosis para
Playstation, Saturn y
PC en 1995. Las
carreras del año 2052, dispuestas a hacer sombra al clásico
susodicho de Nintendo, bautizadas
como la F3600, carreras de anti-gravedad, con vehículos
aerodeslizados. El jugador podía elegir diferentes vehículos
pertenecientes a diferentes escuderías o equipos megacorporativos, y
la historia sigue reduciéndose a lo mismo, ganar sin explotar en una
curva. Nada nuevo, aunque a nivel técnico, la velocidad y los
gráficos daban un salto exponencial respecto a su predecesor
espiritual.
Hubo
otros en el intento, como Mega Race,
para PC, Sega CD y
3DO firmado por Cryo
en 1993. Seguimos dándole vuelta al torno Perico, carreras
futuristas y violentas, que en ésta ocasión, sí eran sobre ruedas.
El
juego exprimía la tecnología 3D del momento e incluía secuencias
digitalizadas de full
motion video.
El
juego aguantó una segunda y una tercera entrega, luchando contra el
olvido.
Y
entre carrera y carrera, no puedo despedirme sin mencionar Spy
Hunter, el arcade con el
volante más retrofuturista de la historia, que gozada era agarrar
ese volante sudado en el salón recreativo y creerte Michael
knight a los mandos de Kit.
En aquel shooter
vertical que ficcionaba las persecuciones de un espía modo 007
conduciendo su mortífero coche ultra tecnológico por la autopista.
Secuelas
y una docena de ports
avalan el incunable de Midway
del 1983.
Y
podríamos añadir otro porrón de títulos con coches de combate
como protagonistas como Car Wars, Power Drift, Badlands,
Fire & Forget, etc, etc,
pero estos, aunque tienen coches armados y autopistas interminables,
creo que más bien deben lo que son a Mad Max,
que ya tocará otro día, con mimo, cariño, devoción y miedo por
hacerle los honores necesarios.
Lo
mismo con juegos de mesa y o rol como Gas Lands
o Combat Cars.
Y por supuesto, seguro que me recordáis más títulos, o me descubrís muchos más del estilo, porque no lo se todo, ojalá.
Así
que, perdón por el retraso, y hasta la próxima, que estoy oyendo
como pita la alarma de mi buga aparcado abajo ene l callejón, y ya
veo por la ventana que hay un par de punks llevándose los tapacubos,
cojo el jamonero y bajo en bata. ¡Nos vemos en el futuro!
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