miércoles, 4 de diciembre de 2019

DEATH RACE 2000, EL FUTURO Y LOS COCHES, INSEPARABLES

AL VOLANTE DEL FUTURO QUE NO LLEGA



Bienvenidos y perdón por la tardanza, pero es que el tráfico rodado por la multipista de 9 carriles puede llegar a resultar infernal para desplazarse uno desde el sector industrial hasta las colonias de ciudadanos con permiso corporativo de baja cualificación en las afueras.
Claro, si tuviese uno de esas aero berlinas eléctricas Tesla Urano 5000 no me comería nunca estos atascos por vía terrestre, de 3 horas de embotellamiento. Al menos, como mi turismo esta geodirigido vía satélite, voy viendo mis concursos favoritos en la holored sentado, me encanta la nueva temporada de “Resort terminal”, me parto de la risa con “Gladiadores sin pasaporte” y la que me está defraudando algo en su nueva trigesimoquinta edición pero nunca falla es “La casa del Cyborg”. Dios salve a la tele ¿Qué haríamos sin ella? Y a los coches, por supuesto.

¿Recordáis hace décadas a ese tipo...Musk...¿Elon Musk? Algo así, que presentó un prototipo de coche indestructible con estética poligonal cyberpunk bautizado no sin menos descaro como Cybertruck, y le salió el tiro por la culata, se cargó la ventana del auto en la primera demostración pública, ¡Ja! Vaya tiempos aquellos, qué época debió de ser para vivir el SXXI.



Musk , el Steve Jobs de los coches, un multimillonario cercano y dicharachero, carismático, un adalid del cyberpunk, cofundador de paypal, del futuro hyperloop, Solar City, Neuralink, involucrado en proyectos de colonización interplanetaria, y bla, bla, bla, Todo lo que trae entre manos supone un exabrupto inalcanzable para los más escépticos, un sueño para los más crédulos, y por eso mismo es quien es, un vendedor de bloques de hielo en el polo sur.
Su hambre de cambiar el mundo, no sin llenar su caja fuerte, parece casi filantrópico si obviasemos lo segundo, y esa pasión es lo que hace que medio planeta confíe en él. Tesla ha sido todo un éxito por el momento, y disponer de vehículos de alta gama eléctricos con semejante autonomia empezaba a convertirse en una necesidad acuciante antes de ayer, ahora falta que la producción abarate los costes suficiente en función de la demanda para que todos podamos disfrutar uno, pero sospecho que queda mucho gas y petróleo por gasta en el mundo aún, y que una vez la democratización del vehículo eléctrico sea total, ya nos atarán las pelotas con un nuevo cable hecho de tasas, impuestos, o lo que sea.
Y bueno, no vine a hacer un articulo de Musk, pero sí de coches y la ciencia ficción, así que no podíamos pasar por alto a éste mecenas del cambio, un ciber Miguel Angel moderno. Un excéntrico soñador, que se permite soñar y ahcernos soñar a lso demás, que quiere diseñar nuestro futuro, y eso es de agradecer, sospecho que es un fan de la ciencia ficción, y que como todos los soñadores de tungsteno, extraña el futuro que llevamos imaginando décadas y que a las puertas de 2020 no ha llegado aún.

No tenemos aero patinetes como en regreso al futuro II, ni vehículos híbridos para aire y suelo como en Blade Runner. El futuro se resiste aún, y mucho. A veces da la sensación de que lo están retrasando a drede, que especulan con el progreso. ¿Industrias de combustibles fósiles? ¿Hay que agotar los recursos actuales antes de pasar a la siguiente fase comercial e industrial? ¿Estamos preparados para llenar el cielo de vehículos turismo voladores?
Hace poco veía el prototipo Skaide BMW de un híbrido tierra-aire, un huevo móvil convertible capaz de salir volando de un chasis terrestre de tracción rodada gracias a unas hélices tipo dron. Pero no soñamos con … eso...con un “gorrocóptero” de Doraemon tapizado en cuero, no. Queremos turbinas de despegue vertical, y las queremos ¡Ya!. No podéis seguir especulando con nuestro futuro ideal malditos traficantes de futuro (digo ésto en calzoncillos alzando el puño por la ventana, los asiáticos fumando y jugando majong en la acera me increpan algo en un dialecto que mi traductor neuronal de Google no logra convertir al español con decencia ni sentido para mi).

Pero las grandes corpos de la ingeniería del motor y transporte no cejan en su empeño, Airbus trabaja en ello, Porsche y Boing unen fuerzas para sus futuros prototipos, NEC en japón testea su homogéneo volador, Toyota diseña el coche personalizable FunVII, y todas quieren ser la primera en romper ese vacío del mercado. Y ya no es el diseño lo importante, si no las prestaciones, y las lunas digitales con realidad aumentada o características multimedia también se han convertido en una prioridad de la I+D automovilística, sin olvidar el "piloto automático" geolocalizado vía satélite.
Seguro que como siempre, la industria irá más rápido que la legislación y volveremos a vivir momentos como el del vehículoautotripulado por localización GPS atropellando a un androide en Las Vegas.


Ostras, a ver si el futuro sí está ya aquí, pero resulta que nos lo ha traido Aliexpress en vez de la Tyrell.
Sea como fuere, los coches siempre han sido un elemento propio del futuro, da la sensación en la mente y el imaginario colectivo, que es el coche volador el que inaugurará una nueva era y que hasta que no lo veamos no será cierto. Motor económico mundial desde la Revolución Industrial y Henry Ford, medio de transporte por excelencia, objeto de deseo, joya de la corona del diseño y la modernidad, citando a Marianetti con su manifiesto poético del futurismo en 1909:

Un coche de carreras es mas bello que la Victoria de Samotracia”

Algún día tendré que hablar de las vanguardias, pero hoy le toca al automóvil en una entrada de blog que es un extraño sueño de tungsteno, plácido, y diferente a los demás.

Cuando era crío coleccionaba cromos, y los que crecísteis en los 80 del SXX muy seguramente recordaréis la colección “Coches” de Motor16 si no recuerdo mal. Me parece ver un Ferrari F40 rojo en portada.
Aquél álbum traía algunos cromos de prototipos que ya por los 80 soñaban con el futuro, diseños lisos de una sola pieza, sin juntas, de carrocerías onduladas y carlingas moldeadas al viento, extrañas moles de metal tintadas con faldón tan bajo que no se veían los neumáticos... Y además, al final del album, había una zona de creación artística para los más peques, en la que nos invitaban a diseñar nuestro coche del futuro.
Recuerdo el mío, una especie de Interceptor con aletas en el capó y el tejado, faros retráctiles, y todo tipo de marcianadas salidas de la mente de un crío acostumbrado al cine de los 80, Mad Max, Knight Rider, etc... Una pesadilla de ingeniería similar al coche que diseñó Homer Simpson en la serie de animación que protagoniza.



Pero es que eran los prototipos que salían en el álbum, lo que más molaba de todo. Parecían burbujas cromadas con ruedas, fantasmas de la carretera, cápsulas tripuladas salidas de una ficción espacial.

Desde los 70, algunos prototipos estaban fuertemente inspirados por las películas de ciencia ficción, es un hecho, la música por sintetizador, los cómics franceses (con Moebius a la cabeza), era una década que ya añoraba el futuro como seguimos haciéndolo nosotros. Y en éste caso Europa tomo la iniciativa y no Asia ni EEUU. Bertone y Citroen abrieron al veda en los 70 arriesgando con diseños impensables. Y de ahí el Citroen Karin, todo un sueño de tungsteno , bello, anguloso y maravilloso, sobre todo en su interior.




Siguieron otros como el Ford Maya, o el Citroen Xenia, pero no eran tan atrevidos como lo pudo ser el Lancia Bertone Stratos, un auténtico misil cromado sobre ruedas salido de una novela pulp de “ a duro”.



En la misma línea el Maseratti Boomerang, inspirado por la serie de dibujos animados Transformers, dato literal.



Y desde oriente, se sumaban a la moda y presentaron el Insomnia y lo pusieron a correr en Lemans a finales de los 70. Su panel de control es de traca, una fantasía digital única.




Alfa Romeo lo petó con el Carabo y el Navajo, auténticos carros macarras cyberpunk.



¿Y qué me decís precisamente de los paneles de mando? Luces, pilotos y contadores digitales quisieron suplantar a las agujas, porque sí, amigos, antes de las pantallas táctiles y los ordenadores de a bordo hoy tan a la orden del día, había agujas y marcadores analógicos, así que en cierto modo, los siguientes modelos de “dashboard” son merecedores de considerarse el primer paso del vehículo actual.
El del Oldsmobile Inca es toda una verbena espacial con mandos de “Tie fighter” en vez de volante, toda una pasada para un crío de los 80 si ya lo flipábamos con el volante de la máquina arcade de Spy Hunter.



El del Lancia Orca, aunque tenía volante, estaba lleno de lucecitas increíbles y botones como Kit.



Y el mapa digital del coche del vector V8 pues vosotros me diréis, que chulada, parece salido de la barra de estamina de un videojuego de vehículos de combate.



En EEUU el primero que me viene a la mente es el Plymouth Slingshot, eso en 1988 sí era el futuro, sin duda, un 16 válvulas con un exterior en perla y negro, con una carlinga de apertura frontal que imitaba a un aeroplano de combate. Menudo un sueño de vehículo.



El Chevrolet Express era muy parecido, parecía un extraño vehículo de combate, o de policía como el que después aparecería en la película Demolition Man, un Ultralite de la General Motors, más moderno claro, ya de entrados los 90.





Porque pese a que la búsqueda del futuro en el mundo automovilístico suene a retro, y actualmente el reto siga siendo el vehículo aéreo, los diseñadores más soñadores no tiran la toalla de jubilar el presente y meternos de lleno en el futuro con estéticas bio técnicas como el BMW The Vision.



Y es que los coches y la ciencia ficción están tremendamente unidos, son protagonistas de docenas de historias, el Ford Taurus de Robocop, el Delorean de Regreso al futuro, el Ford Falcon “Interceptor” de Mad Max, el Lexus 2054 de Minority Report, el Audi RSQ de la asimoviana Yo Robot; Ninguna de esas películas serían lo mismo sin sus coches.

Y por eso mismo, hoy voy a hablar también de una película en la que los coches y el futuro distópico lo son todo.

DEATH RACE 2000


¡La carrera de la muerte del año 2000! Ya, calro, que me instalen a mi en el turismo un par de armas de fuego automáticas, ya veríais como me lo montaba en los atascos. 
En fin, así imaginaba Paul Bartel los coches y el futuro en 1975, pobre ingenuo.


Bartel, que proféticamente falleció en el 2000, año en el que imaginó esta loca distopía motorizada, fue un director y actor neoyorkino a quien debemos o hemos visto en títulos muy populares en la TV y el videoclub durante nuestra infancia como Piraña, Los Locos de Cannonball (le gustaban los coches a Paul, sin duda), la infame Munchies, Gremlins 2, o escape from L.A., por lo que sobra decir que la mayor parte de su desarrollo artístico sucedió en circuitos independientes y producciones de bajo presupuesto.
Death Race 2000 es sin duda su principal éxito junto a Private Parts, ambas gracias a la cooperación de su amigo Roger Corman, responsable de otra larga lista de títulos de dudosa reputación y otros más afortunados como La pequeña tienda de los horrores, El Cuervo o Los cuatro fantásticos.





¿De que va Death Race 2000? Podemos sintetizarlo con facilidad, una carrera de coches ultra violenta de costa a costa de los EEUU en un futuro sombrío gobernado por un tirano. Pero no vamos a conformarnos con ésto, oh no, Multivac sabe que no.

El gobierno de los EEUU ha asumido un control dictatorial tras la última hecatombe bélica, económica y social del siglo XX. Para fomentar la economía y entretener a la población, cada año organizan la retransmisión televisiva de La carrera de la muerte, en la que 5 vehículos con su piloto y copiloto, recorrerán la nación con dos objetivos.
Uno, ganar la carrera llegando el primero.
Dos, sumar puntos matando gente en el camino. Sí, habéis oído bien, un alegato de ultraviolencia desmesurada y demencialmente cómica en la que de forma surrealista, Paul Bartel predice el mecanismo del videojuego Carmaggedon. Atropellar varones adultos no da tantos puntos como atropellar mujeres, adolescentes, infantes...y los jubilados ya son el bonus especial. 1975, Sí , yo me he quedado sorprendido, ya que el cine de la época aún trataba de recuperarse de La Naranja Mecánica y su visión nihilista de la ultraviolencia hacía 4 años. Obviamente, éste film no tuvo nid e lejos la repercusión de la de Kubrick, ni los medios, ni es una película que podamos considerar siquiera buena siendo honesto. Pero poniéndonos en situación, es una película muy atrevida, muy irreverente, y seguiremos hablando de eso mismo un poco más adelante.

La carrera es una parodia distópica absoluta que uno no sabe si tomarse a coña, en serio, o 50/50. Es como Los autos locos en versión adultos. Los coches, son vehículos de combate con ese toque pasado de moda (ahora que es el 2020 casi claro, por eso insisto, hay que ponerse en situación) de un imaginario año 2000 que hemos dejado muy atrás ya en el rpesente. Parecen hot wheels de circuito infantil, con carrocerías carnavalescas, zoomorficas y exageradas y enormes cuchillas y armas como cuadrigas modernas de Ben Hur.
Los pilotos, tres cuartos de lo mismo, asumen roles exagerados de alter egos temáticos, entre el súper héroes y el personaje de dibujos de Hanna Barbera, ridículo al máximo. Tenemos en el elenco una cowboy fatal en su coche con cuernos vacunos, una demoledora nazi con su esvástica y todo en una especie de bólido-tanque, un Marco Antonio romano de palo, Sylvester Stallone en el papel del piloto gángster de los Chicago 30's que en ocasiones parece Paccino torciendo el morro en el papel de Tony Montana; Y por último a David Carradine como Frankenstein, un superpiloto mejorado biónicamente en quirófanos, el favorito, con su traje de super héroe barato de látex-cuero que podríamos confundir con un sumiso de mazmorra sadomaso bondage.


Dantesco todo. ¿Pero a que apetece verla?


Stallone y Carradine copan el protagonismo de ésta marcianada de culto, dos pilotos enfrentandos, rivales colosales, en una cinta que no hace ninguna gala de corrección política, y que como hablaba en otras pelis de la época, como Rollerball o America 3000, han envejecido de una insultante manera retrógrada que las convierten, en la equidistante era actual que nada tiene que ver con la distopía cruel y salvaje que imaginaron, en una ficción machista y gratuitamente violenta con un buen puñado de escenas que el Franquismo no censuró pero que hoy en día sí censurarían defensores y defensoras de ésto y de lo otro sin pararse a tratar de entender ni un momento que es una ficción, repetimos ficción, una vez más F-I-C-C-I-O-N, y que no tiene por que representar de forma exponencial ningún sector real de la sociedad, no pretende tener carácter educativo, y sólo responde a la imaginación, bizarra o no, del autor, que debe fluir libre sin atender a cánones éticos ni morales, aunque la firmase Srdan Spasojevic. ¿Por qué? Porque es una FICCION. Y con ésto no me posiciono en ningún caso que me caigan bien ni me parezca bien lo que hacen o hicieron ni Francisco Franco ni Spasojevic ¿vale? Que hay que ir con las manos en la nuca con la gente del SXXI como cuando la poli de Texas te pide que pares el coche a un lado de la carretera, porque todos tienen el ratón cargado y el dedo tiritando sobre el click.



La película presenta una sociedad hyperviolenta, alienada, que como en Rollerball, o en La naranja mecánica, necesitan su circo. Seguramente pretendió horrorizar al espectador de hace 40 años, mostrándole una caricatura grotesca de la sociedad americana, de su violencia innata enraizada en al sociedad, de la cosificación y la deshumanización, que acaba representada en un sainete sobre ruedas con mucha sangre hecha con botes de tomate frito, coches copiados de un reto escolar de carreras estudiantiles cuesta abajo, algunos pechitos al aire muy de revista, y Stallone cascándole un puñetazo a la playmate rubia y cateta que le hace las veces de copiloto, porque sí, porque su personaje Al Capone del Hacendado precisamente es eso, una caricatura del mal gusto machirulo y dominante de un líder del hampa.



Por lo demás, la pelicula incluye escenas de humor absolutamente absurdo, a lo Benny Hill pero con gore y coches de carreras, y ese pequeño intento de hacer sorna sobre el estilo de vida puramente americano, con un presidente de los EEUU que es un monigote, dando alguna puntada con hilo gordo a cerca de que los medios de comunicación están totalmente comprados al servicio del poder desinformando al espectador, y una pequeña moraleja revolucionaria y política que yo descifraría en clave de desencanto, pero no voy a hacer spoiler.

Como anécdota, reuniendo algunos de los actores que reúne, teniendo la solera que tiene, y prediciendo un futuro distópico, si empatizamos con la fecha de producción, los medios que seguramente tuvo la producción, y todos esos aspectos a poner boca arriba sobre la mesa antes de darle al mando a distancia, la película tiene un anecdótico pase cinéfilo, curioso, aunque no bueno.

Pero no podía quedar ahí la cosa, que va, en 2017 a alguien se le ocurre rodas Death Race 2050 con exactamente la misma premisa. El majadero que destroza cualquier atisbo de orgullo y humanidad que pudo tener el título original con éste remake es G.J. Echternkamp, que no tenía yo ni idea de quien era hasta que visualicé éste bodrio absoluto, y que tras investigar un poco, sigo sin saber quién es ni haber visto nada suyo. Lo peor de todo es que Roger Corman produció semejante ofensa a su película original.



Su revisión del clásico es si cabe, más absurda, más patética, con peor producción en retrsopectiva del tiempo pasado desde la original a la suya, y en fin, mala a rabiar, no voy a entretenerme mucho en hablar de algo tan malo.
Resumiré con que añade a la misma temática nuevos pilotos secundarios, manteniendo a Frankenstein encarnado ésta vez por Manu Bennet (el orco malvado e hiper carcterizado del Hobbit ), y repite la historia original, con licencias como añadir el fenómeno de la realidad virtual a la carrera televisada, y cambiar toda aquella morralla incorrecta de la primera, por chistes malos y situaciones sin sentido y efectos especiales de bazar ostentosos e ineficaces.
Pero en honor a la verdad, había que mencionar que semejante horror, que rivalizaría con Troll 2, existe, y no hace ni la mitad de gracia, ni logra transmitir la burla del estilo de vida y política americanas porque es tan mala, que no puede uno entrar en la onda sin avergonzarse.
O a lo mejor, teniendo en cuenta que Corman produjo esto, igual no he terminado de entender la película, aunque veo de lejos por donde quieren ir los tiros, pero no hay quien lo aguante. Delirante.


Atención, que uno de los documentos que aún no he podido cotillear, pero que pienso hacerlo a menos tardar, son los cómics de Death Race 2020 de Roger`s Corman Cosmic Comics, tienen una pinta pulp que no me quiero perder por nada del mundo.



El clásico de Corman, obtuvo una continuación cronológica de su universo con la trilogía Death Race de Paul W. S. Anderson (de quien ehmos hablado hace bien poco en el blog) protagonizada por Jason Statham, que retomaba la historia distópica original, dándola un acertado lavado de cara al gusto contemporáneo y consiguiendo cierto éxito comercial gracias a las tan deseadas escenas de acción y velocidad rodadas con medios actuales y un buen presupuesto. Pero de ésa trilogía y otros spin offs del universo Death Race de Corman, hablaré en un segundo capítulo de la entrada, porque esto se está iendo de las manos hoy, y no pretendo escribir la biblia, dosifiquemos, que aún me queda, y dediquémosle a ésta trilogía renovada el hueco que se merece en los sueños de Tungsteno.






Y POR SUPUESTO, VIDEOJUEGOS


Y como no podía ser menos, la distopía sobre ruedas, los duelos al volante, los destruction derby del futuro, donde mejor retratados han quedado es en los videojuegos.

Como la entrada de hoy, pese a que me está encantando, se hace demasiado densa, no voy a centrarme en un título en concreto, pero al igual que con esos modelos de coche real que hicieron y siguen haciendo volar nuestra imaginación, que menos que darles un repaso a granel.

Si hay un título que me encanta de coches compitiendo violentamente en el futuro, es F-Zero.
En ese clásico exclusivo de Super Nintendo, de 1990, firmado por Miyamoto, dios absoluto de la gran N en el panteón de seres supremos, pilotaremos vehículos futurístas, aéreos en ésta ocasión (un paso evolutivo imaginado por todos en la automoción), en aceleradas carreras en las que nuestro vehículo podrá quedar destrozado si no somos lo suficientemente hábiles.



La sensación de velocidad arrasó en el mercado de juegos de carreras de los 16 bits convirtiéndose en un pequeño portento técnico y un clásico inefable.
De hecho, se constituyó como saga, continuando en los títulos F-Zero X, F-Zero Maximum Velocity, F-Zero GX, F-Zero GP Legend y por último F-Zero Climax, y lejos de ser revisiones de carreras del futuro y poco más, como suele hacer Nintendo, incluye un trasfondo para darle profundidad al universo en el que se compite, narrando un almanaque de la historia de la competición, incluyendo eventos históricos, y mitificando pilotos. Todo éste universo expandido dio píe a una serie anime en japón incluso, lo que constata su éxito.

Hubo otros juegos intentando hacerse con el trono de la velocidad del futuro, como Wipe Out, de Psygnosis para Playstation, Saturn y PC en 1995. Las carreras del año 2052, dispuestas a hacer sombra al clásico susodicho de Nintendo, bautizadas como la F3600, carreras de anti-gravedad, con vehículos aerodeslizados. El jugador podía elegir diferentes vehículos pertenecientes a diferentes escuderías o equipos megacorporativos, y la historia sigue reduciéndose a lo mismo, ganar sin explotar en una curva. Nada nuevo, aunque a nivel técnico, la velocidad y los gráficos daban un salto exponencial respecto a su predecesor espiritual.



Hubo otros en el intento, como Mega Race, para PC, Sega CD y 3DO firmado por Cryo en 1993. Seguimos dándole vuelta al torno Perico, carreras futuristas y violentas, que en ésta ocasión, sí eran sobre ruedas.
El juego exprimía la tecnología 3D del momento e incluía secuencias digitalizadas de full motion video.
El juego aguantó una segunda y una tercera entrega, luchando contra el olvido.




Y entre carrera y carrera, no puedo despedirme sin mencionar Spy Hunter, el arcade con el volante más retrofuturista de la historia, que gozada era agarrar ese volante sudado en el salón recreativo y creerte Michael knight a los mandos de Kit. En aquel shooter vertical que ficcionaba las persecuciones de un espía modo 007 conduciendo su mortífero coche ultra tecnológico por la autopista.
Secuelas y una docena de ports avalan el incunable de Midway del 1983.



Y podríamos añadir otro porrón de títulos con coches de combate como protagonistas como Car Wars, Power Drift, Badlands, Fire & Forget, etc, etc, pero estos, aunque tienen coches armados y autopistas interminables, creo que más bien deben lo que son a Mad Max, que ya tocará otro día, con mimo, cariño, devoción y miedo por hacerle los honores necesarios.
Lo mismo con juegos de mesa y o rol como Gas Lands o Combat Cars.
Y por supuesto, seguro que me recordáis más títulos, o me descubrís muchos más del estilo, porque no lo se todo, ojalá.


Así que, perdón por el retraso, y hasta la próxima, que estoy oyendo como pita la alarma de mi buga aparcado abajo ene l callejón, y ya veo por la ventana que hay un par de punks llevándose los tapacubos, cojo el jamonero y bajo en bata. ¡Nos vemos en el futuro!


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