PETER TIERYAS, LOS MECHAS Y EL NEGOCIO DE ENTRETENER
Os doy la bienvenida una vez más y las
gracias por elegir Tungsteno Dreams un ratito de vuestras
vidas.
Ya advertí que Febrero iba a ser un
mes fuerte, cargado de novedades de las que hablar un poco, o al
menos, ubicarnos antes de leer, ver o jugar algunas de éstas
novedades CIFI, porque claro, no puedo opinar de ellas, sin
haberlas devorado. Hemos dado un repaso ya a la saga literaria Metro
de Glukhovsky, que estrenan su tercer videojuego súper ventas
éste mes, no exento de polémicas declaraciones por parte del
escritor y quejas de la comunidad jugadora debidas a su técnica
comercial; Se ha estrenado el film de Alita disparando la
hypelina de los mangakas y los cybermongers old
school; Y ahora, en pocos días se edita en español la novela
Mecha Samurai Empire de Peter Tieryas, autor de Estados
Unidos de Japón, y pese a la presencia de otros estrenos
cargados de ciencia ficción y distopía en el sector del
entretenimiento y la cultura, como puede ser la nueva entrega del
videojuego Farcry, ubicada en un cercano futuro postatómico,
vamos a darle un par de vueltas a la obra cumbre de Peter Tieryas.
Hace meses, cuando estrené el blog,
una de las primeras entradas tuvo que ver con un viejo videojuego
llamado Armored Warriors, un viejo brawler futurista en
el que nos liábamos a golpes tripulando mechas, y
precisamente de eso hablaba un poco, a parte de mechas, y ese
es precisamente el gancho comercial o el cebo del que Peter
Tieryas hace mayor uso en ésta época creativa suya, para
pescarnos a todos con su caña, que parece centrar todo el reclamo de
su peculiar saga mecánica en éstas portentosas máquinas de
combate.
Tieryas es ciudadano
norteamericano de ascendencia coreana, un hombre de la industria, con
experiencia y enfocado, y eso, se refleja en su obra literaria. De
hecho, como introducía hace unas líneas, sus nuevas obras cumbre
del periodo narrativo “mecha”, que tal vez podamos
corroborar como saga en un futuro, al encontrarse aún el proceso en
asentamiento, tiene más de márquetin y neón que de consistencia, y
ya veremos por qué.
Peter se estrenó en la
literatura en 2012 con Watering Heaven, no traducido ni
editado en España. Es decir, es un escritor joven, reciente, que ha
tenido un éxito razonable con la novela que hoy abordaremos, Estados
Unidos de Japón, y que tras la experiencia cosechada, parece
querer quedarse un tiempo explotando las virtudes de los robots
gigantes tripulados, que desde hace poco, han vuelto de los 80,
sobreviviendo a unos impopulares 90, para quedarse en los 2000, con
otras obras como pro ejemplo, las películas de Pacific Rym.
Pero en verdad, Peter, sabe muy
bien de que va el negocio del entretenimiento, ya que en su
curriculum puede fardar de haber trabajado como creativo para Sony
y para Lucas Arts, y encontraremos su nombre en los créditos
de los interminables equipos técnicos de películas como Soy
Leyenda, Guardianes de la Galaxia, Men In Black 3, Hotel Transilvania
o Lluvia de albóndigas 2. También en videojuegos como
Gladius, Medal of Honor, Monkey Island y algunas franquicias
de Star Wars. Vaya, que no anda cojo el Tieryas, es un
curriculum envidiable y muy apetitoso, son títulos de los que uno
puede estar como poco orgulloso de haber participado.
Así que no cuesta mucho permitirnos el
lujo de sospechar que sabe de que va el juego del mainstream.
Es un convencido miembro del stablishment del ocio. Ha
encontrado en los mechas una nueva etapa remunerada y
creativa, que para haberse agenciado como seña de identidad, debe de
estar dándole como mínimo pingües beneficios. Pero a mi de
maravilla, porque sin que ésto se convierta en una crítica, ni
mucho menos, me garantiza unos títulos literarios disfrutables de su
puño y letra.
Y digo disfrutables porque anticipo,
que pese a que Estados Unidos de Japón me gustó y me duró
dos telediarios el verano de 2017, no es ningún imprescindible ni
ninguna obra maestra. Apostaría a que no se convertirá en
incunable, pero ha tenido el acierto de colarse en nuestra parrilla
literaria de ciencia ficción con alegría, dejándome un sabor de
boca entre la influencia clásica y la literatura juvenil, creativa
pero no excesivamente arriesgada. Y bueno, que sí, que bien, pero no
creo que se convierta en un clásico. Cosa que no creo que preocupe
al autor, o a mi no me preocuparía, porque visto lo visto, tiene
mucho talento para otras artes creativas y aburrirse no se va a
aburrir. Qué envidia.
LOS BUENOS Y LOS MALOS EN LOS ESTADOS UNIDOS DE JAPON
Entrando en faena, hablemos un poco de
Estados Unidos de Japón, editada en español en 2017 por
Nova (Ediciones B). La primera vez que lo vi en el mueble de la librería,
me dije a mi mismo que debía leerlo a toda costa. Ya sabéis que no
hay que juzgar el tomo pro el lomo, pero que narices, reconozcámoslo,
somos víctimas del márquetin, y la portada de Estados Unidos de
Japón con su ilustración bien hecha del robot gigante, y su
banda con citas y halagos de la crítica que ni más ni menos rezan
maravillas como:
“La secuela
espiritual del hombre en el castillo de Philip K. Dick”
(ahí
es nada)
Hizo que
se me salieran los ojos y se me desencajara la mandíbula como a un
lobo sátiro de las fantasías animadas de Tex Avery.
La
historia es una ucronía que adopta una línea temporal alternativa,
efectivamente, similar a la de El hombre en el Castillo, pero
no por eso Nova debía haber fanfarroneado tanto con el
eslogan que lo emparienta con al ucronía más famosa de todos los
tiempos, porque nada más lejos de la realidad, es mucho ruido y
pocas nueces.
Nos
ubicaremos en la costa oeste norteamericana... o mejor dicho... los
Estados unidos de Japón, porque tal como Philip K. Dick
imaginó, Tieryas ha creado una realidad alternativa en la que
la GGMM fue ganada por la Alemania Nazi y el imperio japonés y el
suelo norteamericano es invadido y ha sido repartido a regla y
cartabón por las dos potencias vencedoras. A diferencia de la obra
de Dick, Tieryas se centrará mucho más en la
exclusividad de gobierno nipón en los nuevos Estados Unidos de
Japón que dan nombre al libro. Y en vez de ambientarnos con las
magnas maravillas nazis como los aviones supersónicos de la
Lufthansa y la llegada del nazi a la Luna, los japoneses lo que
tienen son Mechas, la máquina de guerra definitiva, gigantes
samuráis tripulados de la misma altura que un rascacielos, hechos de
toneladas de titanio y acero, que velan por la seguridad de sus
fronteras.
Entonces
nos presenta a Beniko Ishimura, hijo de traidores japoneses
norteamericanos, pero fiel funcionario del imperio, dedicado al
departamento de censura. Su reputación es intachable. Y éste es uno
de los principales atractivos de la novela, que sin profundizar
demasiado en la distopía social ni sus consecuencias, de una forma
ligera, dinámica y muy llevadera, nos deja un poso superfluo de
crítica política y social que desmadejar tirando del hilo si nos
paramos a reflexionar un rato cuando cerramos las tapas del libro.
La
consecuencia de la victoria japonesa en la GGMM, deriva en una
modalidad de gobierno totalitario, imperialista, que coloca al Japón
de mediados del siglo XX en la picorota de los malvados universales.
A falta de nazis, buenos son los leales servidores del emperador. No
en vano, y siendo sinceros, los horrores de la GGMM cometidos por la
armada japonesa, no distan tantos de los innombrables actos nazis. Y
como decía en mi revisión de El Hombre en el castillo,
parafraseando uno de los mejores videojuegos CIFI de la
historia:
“la guerra, la guerra
nunca cambia”
Y no hay buenos ni malos en una guerra, todos los bandos son crueles
e inhumanos, pero la historia la narran los vencedores. Os animo, si
os gusta el tema, el visionado de documentales de la GGMM centrados
en el conflicto del Pacífico, para ver cómo Japón, cometió
innumerables atrocidades humanas, principalmente contra los chinos, y
hasta que límites llegaba su fervor bélico y el fanatísmo de sus
generales y militares de alto rango hacia el emperador, y los viejos
códigos samuráis, y advierto que no soy ningún erudito en la
materia, solo un stalker curioso.
El código de honor nipón queda reflejado como algo muy romántico,
pero muy terrorífico.
Expertos torturadores, de los que, igual que de los rusos soviéticos
de entonces, se habla menos, por cuestiones culturales occidentales,
pero se debería hablar más, en las escuelas, para concienciarnos,
de que el demonio no sólo habitó en Europa en la década de los 40.
Porque tal vez, y sólo tal vez, occidente hable menos de ello,
debido a que EEUU quedó satisfecho con la bandera blanca de Japón
tras el catastrófico genocidio civil provocado de una sola tacada
por las bombas atómicas, y merece más la pena seguir recordándole
al mundo, que los buenos fueron ellos, y los malos los demás, pero
que el frente que menos bajas civiles tuvo en la contienda, fueron
precisamente, los americanos, y para mi, todos fueron malos, más
malos y menos malos. Y que el fin no justifica los medios aunque nos
lo camuflen.
Toda esa crueldad es rescatada por Tieryas en Estados unidos de
Japón, mostrándonos la luz y la sombra de un alternativo Japón
moderno y ucrónico, resultado de la victoria bélica más grande de
la historia de la humanidad.
Porque por h o por b, a Japón hoy día, la entendemos como una
nación sumisa, que ha asimilado aquella derrota, y ha sabido
evolucionar resignada y pacíficamente, antibelicísta (a la fuerza),
como ejemplar modelo de superación económica, ejemplo vivo del
capitalismo exportado por EEUU al resto de lo que la mass media
consideraría el occidente civilizado o primer mundo. La nación que
nos exporta tecnología, futuro, moda y cultura juvenil. La sociedad
con menos crímen del primer mundo pese a que todos convirtamos la
Yakuza en una romántica sociedad de varoniles hombres de
negocios con tendencias violentas, como la camorra. La sociedad de
las luces de neón, los ojos grandes del manga, y las
tradiciones casi medievales del respeto al medio ambiente, la
superstición, el folclore, las artes marciales, los bonsais, las
geishas, el shushi, y el harakiri.
La cara y la cruz.
Actualmente Japón es un faro para el resto del mundo capitalista y
occidental, un exótico ejemplo que mantiene sus barreras culturales
para mantenerse limpia y sana de las intoxicaciones globales pero que
sabe hacer divisas como la que más de sus competidores.
Teniendo muy claro todo ésto, la novela gana puntos, cobra fuerza, y
sobre toda esa maravillosa capa de purpurina pop, otaku y de
videojuegos, emerge la sombra ucrónica y ficticia de la opresión,
la falta de libertad de expresión y las carencias de desarrollo
individual que el gobierno imperial de Estados Unidos de Japón nos
recuerda del no tan antiguo japón, o en definitiva, de algunas de
nuestras mezquinas y corruptas democracias actuales. Y no solo los
complejos individuales del japonés de mediados del S XX, ya que la
ucronía mezcla en al coctelera el entonces, la época contemporánea,
y el futuro próximo, y nos refleja en Beniko al tópico y
típico currito japonés que los holgazanes españoles pudiésemos
imaginar, obediente, mermado, que vive para trabajar, y cuyo honor y
reputación como profesional son su carta de presentación. De estos
en realidad echaba yo de menos alguno en mi entorno laboral pese a
todo. Nunca llueve a gusto de todos.
TECH NOIR Y OTAKUS
Beniko, aburrido en su anodina vida de funcionario, ejerce
ejemplarmente su labor censora, mecánicamente, ciudadano ejemplar,
rol del nipón deshumanizado capaz de clavarse una katana en el pecho
si no alcanza los objetivos de ventas de Sanyo a final de mes, por
incompetente. Su labor en el departamento de censura imperial se
centra principalmente en el campo de los videojuegos, el más
lucrativo y popular medio de entretenimiento de la sociedad de los
estados Unidos del Japón. Son tiempos convulsos, y el gobierno
imperial necesita que la gente sólo se entere, de lo que el Imperio
quiere, y hay cierto videojuego, que parece atentar contra los
intereses divulgativos de la política imperial. Esto, nos recuerda
de pasada al elemento discordante de el Hombre en el Castillo,
la novela La langosta se ha posado, convertida en videojuego,
que es algo más pop, más actual, más juvenil, más geek,
pero que cómo opinaba en mi diserción de la película ReadyPlayer One (que por cierto por fin he adquirido en libro para
buscar las 7 diferencias), es un negocio nada inocente que mueve
millones de dolares y euros.
Así pues, los videojuegos, se convierten en una de las piezas clave
de la novela, y Peter sigue sumando elementos pop a su cebo
para que todos piquemos. Mechas y videojuegos ¿Qué puede
salir mal en ésta lectura?.
Es un videojuego subversivo, que muestra una realidad alternativa
interactiva en la que Japón no ganó la GGMM, lo que está
preocupando a las autoridades japonesas. Busca el mismo objetivo que
La langosta se ha posado de Philip K. Dick.
Esta similitud, como la de la ubicación atemporal, insisto, no la
emparientan espiritualmente con El Hombre en el Castillo ni de
broma, más quisiese Tieryas, es una trola inocente que nos
cuelan desde las editoriales para que compremos el libro, y que
debería catalogarse de homenaje o admiración, pero no de sucesor.
Carece del trasfondo y la prestidigitación mental de Philip K.
Dick. No hay comparación de contenido posible, nada más a lo
sumo que de continente.
En esta ocasión, el videojuego, es puesto en circulación y
pirateado ilegalmente por un grupo de nativos inconformistas
conocidos como los George Washingtons. Toda una alegoría a la
libertad vaya, un tópico algo recalcitrante ésta facción
terrorista que lucha por recuperar América para los democráticos
Americanos.
Obviamente, me gustaba más la visión derrotista de ocupación de ElHombre en el Castillo en al que los americanos pertenecientes al
nuevo gobierno de los estados del Pacífico, asumieron la derrota de
su gobierno, cambiaron la chaqueta, y tiraron para adelante con nuevo
collar al cuello. Es mucho más realista. El grupo reaccionario que
enarbola las verdades sobre lo correcto y la libertad en un gobierno
de opresión invasor que ha de ser derrocado desde dentro y mediante
guerra de guerrillas, a mi gusto, aunque funciona, está sobre
explotado en éste tipo de historias y se ha convertido en el recurso
fácil, paladinesco y cómodo para el pastiche conformista carente de
sorpresas. Pero bueno, continuemos porque eso no arruinó la lectura,
gracias a Dios.
Todo cambiará cuando Ben se vea involucrado en el nudo de la
historia tras la llamada del general Matsuraga, el típico
personaje que hace las veces del hombre del puro, el fumador de los
Expedientes X, el que mucho sabe y mucho calla, y deja a Beniko
más liado que la pata de un romano (sin spoilers).
Pronto aparece en escena la compañera de novela, la agente Akiko
Tsukino, una estricta y patriótica policía de la Tokko,
que tiene encomendada una investigación referente a los videojuegos
subversivos en circulación que atentan con desequilibrar el orden
civil, con sus realidades alternativas.
Ambos personajes principales, arrastran fantasmas que no os
desvelaré, y que retroalimentándose los unos con los del otro,
terminarán por reaccionar de formas inesperadas.
Se sembrará la duda sobre su bien estar civil garantizado por la
sociedad imperial, poniendo en tela de juicio las verdades del
gobierno, detectando de nuevo leves similitudes con El Hombre enel Castillo identificadas en las inquietudes de Frink y el
señor Childan.
De ahí en adelante, uno se tira toda la novela esperando los mechas,
que salen, llega un momento que salen, y cobran cierto momento de
gloria, pero en realidad, Tieryas nos vende historias de
mechas, cuando Estados Unidos de Japón, es un
entretenido thriller policial, con su conspiración
gubernamental y sus tintes de novela negra reconvertidos en tech
noir, unas briznas de cyberpunk, y un par de giros
secretos e inesperados muy buenos, que es lo que salva la lectura, y
la convierte en un digno volúmen de ciencia ficción actual.
Algunos momentos de acción cinematográfica aprobadas; Otros de
crueldad y opresión más humanistas que nos despiertan el gusanillo
de indagar más en la verdadera historia del japón imperial (casi
feudal aún) del siglo XX; Personajes secundarios superficiales pero
icónicos, con alguna sorpresita que incluye el body horror y la
cibernética; Y en resumen, eso, una novela rápida, fácil, que siendo críticos y justos carece de originalidad al inspirarse tanto en la obra de Dick, que pese a darnos lo que nos gusta, carece de merito aderezarlo con algunos elementos de cultura pop japonesa para darle un lavado de cara a la idea. Se
digiere bien, sin pesadez ni reflujos, porque carece de la técnica y la compejidad del maestro del que se copia. Pero fundamentalmente, ha servido para que el
autor regrese a la palestra abusando de los mismos tópicos que nos
prometió con éste gustoso refrito de ganchos geek, cultura
japonesa y robots gigantes titulado Mecha Samurai Empire que
ésta semana estará ya en nuestra librería preferida.
Así que yo, lo compraré, pero no espero tanto robot tamaño
rascacielos, aunque seguro que habrá mucho bushido y mucho código
de honor en sus personajes. Seguro, o tal vez no, hasta la próxima y
a soñar con tungsteno.
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