CARBONO CYBERPUNK
Aqui estamos una vez más, unidos en un
plácido sueño de tungsteno virtual, pero fijaos bien, somos
nosotros, ¿o somos copias de nosotros? Han digitalizado nuestras
almas, nuestras personalidades ¿es posible? ¿Somos nosotros de
verdad o somos un programa de nosotros que actúa como deberíamos de
haber actuado nosotros siguiendo patrones seleccionados por el propio
programa en función de las probabilidades de que así hubiese sido?
¿Qué mas da? Aquí estamos, y es
mejor que la vida real, puedes cargar tu software de Acapulco, el del
Jurásico o uno de Flash Gordon. Aquí somos lo que queremos ser, en
la vida real sólo somos un pellejo de carne y hueso, débil, mortal,
una funda.
Ya sabéis de que va la cosa hoy, de
química orgánica basada en el carbono, carne y músculo,
modificada, genética y tecnológicamente, nunca el post humano
estuvo tan completo según las posibilidades especulativas de las
aspiraciones tecnológicas y de la medicina actuales. Software y
carne juntas, bienvenidos al nuevo cyberpunk
de mano de Richard K. Morgan.
Británico
con un Philip K. Dick
y un Arthur C. Clarke
en su curriculum en tan sólo 12 años de escritura, que tiene un píe
en la distopía y otro en la fantasía, y tan pichí. La Editorial
Gigamesh se ha encargado y se
encarga de traernos sus obras (con el considerable retraso que tiene
exportar los ficheros desde Harlan
a la Tierra vía aguja de transmisión de datos) y más ahora, que en
un caso no tan espectacular, pero parecido, al de R.R.
Martin y Juego de
tronos en HBO,
Netflix ha
popularizado y acercado al público potencial su trilogía de Takeshi
Kovacs
metiéndole el empujón necesario para convertirlo en cultura popular
y un personaje de éxito.
Que
putada ésto de que haga falta la tele para que los libros se hagan
populares, porque como me dice mi sobrino que no levanta ni metro y
medio del suelo:
“Los
libros los lees y viajas a muchos sitios con tu imaginación”
¿Se
está quedando la gente sin imaginación y por eso hay que “esperar
a la peli”? Eso me resulta más terrorífico que ningún Corona
Virus. La muerte de la imaginación, qué desastre, y más cuando las
versiones televisivas de los libros nunca o casi nunca están a la
altura de los que hemos hecho el esfuerzo de imaginar ese mogollón
de letras espachurradas en papel reciclado y encuadernado.
Precisamente
hoy, Gigamesh,
publica en español el segundo volúmen de la trilogía de Takeshi
Kovacs (que se publicó en su
lengua materna en 2003, ahí es nada), en una pirueta marquetiniana
de intereses editoriales digna de los trapecistas del Cirque Du
Soleil, con un estreno simultáneo de la segunda temporada de la
teleserie inspirada (que no clavada) en la saga vía netflix.
Y por eso me he decidido por fin a escribir de Takeshi
hoy, porque ya estaba tardando de más en bloggear
(la culpa la tiene mi puta mega corporación que me arranca las ganas
de vivir día a día) y ya aprovecho el rebufo para rascar la
curiosidad de todos vosotros y vosotras, hypeados,
dispuestos a saber algo más de estos Morgan
y Takeshi.
LA INMORTALIDAD EN TERABYTES
Como
decíamos, la popularidad de Takeshi
ya es casi, casi cultura popular gracias a Netflix,
aunque yo lo conocí gracias a Gigamesh,
pero eso no me convierte en mejor, así que no quiero daros la turra
con el típico resumen, o sinópsis, review, al uso, recordando a
todos los soñadores de tungsteno todo ese primer título de la
trilogía, el Carbono Modificado,
de principio a fin, porque además sabéis que aquí no se hacen
spoilers.
Pero
no se puede hablar de Carbono
Modificado
sin darle un repaso a sus características principales, solo que voy
a aprovechar la coyuntura, para ir despachándome a gusto con la que
considero una pérfida reinterpretación televisiva, a la altura de
las tres películas de El
Hobbit,
que a nivel visual está muy bien y se nota que la productora ha
echado billetes (sobre todo en el primer capítulo, luego a medida
que la serie avanza se le va viendo poco a poco el cartón piedra)
pero que a los lectores del libro nos dañará profundamente el sueño
de tungsteno imaginado tras la lectura y nos parecerá un caso de
proxenetismo creativo al servicio de las majors intolerable.
Sí,
soy un quejica y un llorón, pero es que netflix
se toma demasiadas licencias respecto al manuscrito de Morgan.
Bueno,
manos a la obra, Carbono
Modificado
nos transporta al futuro, ya no ta cercano esta vez como hacía
Gibson
en los 80, si no uno que pese a más lejano (unos 300 años) no es
space opera,
si no cyberpunk,
la nueva visión del cyberpunk,
que ya no está tan a la vuelta de la esquina como creían hace 3
décadas ó 4, y hemos aceptado que si llega, tardará algo más, no
por cuestiones de patentes, si no por cuestiones logísticas.
Está
claro que la robótica, la biomedicina, y la informática, hoy, nos
prometen increíbles mejoras para el futuro, pero no podemos soñar
con ellas como herramientas cotidianas y de fácil acceso para toda
la población de aquí a pasado mañana, Morgan
dilata un poquito más el momento imaginado por todos con claridad
desde que se estrenó Blade
Runner
y el subconsciente colectivo somatizó la apariencia del futuro
distópico ultra tecnológico.
A
ésta misma idea que reinterpreta el cyberpunk,
hay que añadirle novedades que vayan más allá que las estaciones
orbitales y las colonias lunares de Gibson
y Rucker, y
Morgan
evoluciona la colonización solar por la Vía Láctea de una manera
que bebe pero reinterpreta a los clásicos citados, creando su nueva
fórmula personal de ciencia
ficción,
las fundas.
Poniéndonos
puretas, apoyándonos un poco en la hard
scifi,
los esfuerzos de la humanidad por llevar al ser humano a otros
planetas requieren mucha energía, muchos vehículos, y sobre todo
mucho tiempo. El viaje espacial actualmente, y se prevee que a largo
plazo, requiera demasiado tiempo para llegar a otros sistemas, tanto,
que podrían ser viajes generacionales, al menos con motores y
sistemas tradicionales aunque más evolucionados (energía atómica,
velas solares) sin soñar con la clásica velocidad de la luz de las
space opera
ni los pliegues del espacio, si no algo más al alcance de la mano.
La ciencia ficción
lleva pensando en ésto décadas, y la solución habitual a viajes
lentos en enormes pecios con tripulaciones de cientos de colonos,
solía ser la hibernación.
Pero
si que hemos clonado ya ovejas, y creamos filetes en placas de petri,
eso ya resulta menos “mágico” recordando al maestro Clarke
cuando decía, más o menos, que la magia no es más que una ciencia
que aún no comprendemos, por lo que ¿por qué no crear cuerpos
humanos?. Una vez tenemos un montón de pellejos inertes a la carta,
demos un paso más, añadamos un poquito de cibernética, unos cables
de la médula ósea al cerebro, estimuladores quimico neuronales
capaces de aumentar el funcionamiento motriz y los sentidos, un
soldado universal
de manual, un post humano a la carta. Y ahora llega lo mejor, la
identidad de la saga de takeshi
Kovacs,
lo que la hace diferente a todas las demás y la pone a la misma
altura que cualquier otro clásico del género, añadamos a estos
humanos de probeta mejorados una unidad de memoria conectada
biológicamente a su cerebro en la que poder cargar un programa de
personalidad digitalizada. La llamada pila
cortical,
el secreto de la inmortalidad porque, si podemos digitalizar nuestra
personalidad, a lo Teshier
Ashpool
en neuromante,
que todo está inventado, y podemos cargarlo en la pila,
da igual en qué cuerpo humano esté implantada la misma, nuestra
personalidad digitalizada e imperecedera, continuará existiendo,
evolucionando con la experiencia y el aprendizaje, inmortalizando
nuestra alma digital, nuestro yo, y además si tenemos el dinero
suficiente, podremos durante muchas vidas humanas, vivir en
diferentes cuerpos.
Así
que si cultivamos cuerpos de laboratorio a casco porro y bajo coste,
y mediante la evolución del internet, pudiésemos tener ya no una
red mundial WAN si no una red orbital, tirando de router
downloadearíamos
cualquier
programa de personalidad de una pila
cortical
a otra, pudiendo así habitar cuerpos a la carta, okupando la carne,
en un ciclo sin final, poniéndo fin a viajar en naves espaciales,
viajando por la red de funda
en funda.
Ese es el logro innovador de la trilogía de Takeshi
kovacs.
Un
futuro en el que la carne es más barata que la tecnología, y por lo
que el cuerpo humano deja de ser templo y vehículo del alma, si no
una carcasa reemplazable que vale menos que nada.
Con
sus lagunas, la idea es muy chula, y mezcla como decía antes algunas
de las mejores ideas de neuromante
con otras como la de los replicantes de Blade
Runner,
actualizando el género de forma bien construida (lo suficiente) y
sólida. Y opino que tiene lagunas precisamente por el debate
filosófico que plantea esto de la inmortalidad digital, si
pudiésemos digitalizar nuestra personalidad ¿Es sólo software o
seguimos siendo nosotros? La idea es profunda, mucho, genera dudas en
cuanto nos ponemos a pensar en ello, y Morgan
lo hace, y nos invita a ello, con reflexiones que revolotean sobre el
concepto de alma y la religión, recordándonos también a los
dilemas existenciales de Kusanagi
en ghost In the
Shell.
Ni
corto ni perezoso, Morgan
incluirá en la historia personajes de fuertes convicciones
religiosas tradicionales, como las católicas, y además incluye una
nueva religión germinada en los nuevos mundos colonizados, la
palabra del profeta Quell,
que a mi me recuerda a una mezcla del budismo y el arte
de la guerra
de Tsun Tzu.
Y en esto, también me recueerda a Sueñan
los androides con ovejas eléctricas
y el Mercerismo.
Dicho
así, es más de lo mismo, no parece aportar nada a la ci
fi,
pero es que está todo muy bien escrito y muy bien planteado, y no te
permites el lujo de dudar de la obra porque se disfruta desde la
primera página, no quieres hacerle la zancadilla a la historia con
preguntas científicas, sólo quieres que transfieran tu programa de
personalidad cuanto antes.
Si
algo funciona, no lo cambies, solo mejóralo o reinterprétalo, y
Morgan
se lo aplica de rechupete.
Como
era de esperar, no todo el mundo puede permitirse fundas
nuevas cada dos por tres, solo los más pudientes. Y por la misma
regla de tres, si no tienes pasta para una funda
nueva
si le ocurre algo a la actual, te guardan en un servidor hasta que
puedas habitar otra funda.
Esto se puede aplicar también como castigo penitenciario, en vez de
tener cárceles llenas de personas ocupando espacio y comiendo y
gastando recursos, cargas la pila
del reo en una realidad virtual de castigo, y cuando termine la
sentencia, lo vuelves a cargar en su funda
en caso de que la tenga, y si no, total, la pila
no ocupa espacio, las personas ya no son carne, son datos.
El
problema viene cuando te tiras unas cuantas décadas almacenado, a la
que vuelves, todo es un shock. Es como Fry
de Futurama
buscando un ejemplo sencillo y de andar por casa, o Demolition
Man,
te descongelan décadas después, te cargan softwares de habilidades,
te dan una lanza y un taparrabos, y ale, a la selva Orzo
Wey.
Y
es eso mismo lo que le pasa a nuestro protagonista, Takeshi
Kovacs,
que se ha tirado “a la sombra” virtual unos cuantos años por
crímenes de guerra, y de repente, alguien da la orden de cargar su
pila
en una nueva funda,
a cambio de algo y sin haberle pedido permiso, pero sienta tan bien
volver a estar “vivo” en una funda
ciclada y bio mejorada, que a caballo regalado es mejor no mirarle el
dentado.
EL ANTIHEROE VUELVE A ESTAR DE MODA
Takeshi
es sin duda el tipo más duro que me he encontrado en un libro desde
Marîd Audrán,
el protagonista de la también trilogía cyberpunk
del budayén
escrita por Effinger,
mi obra cyberpunk
favorita por otra parte (sí, mas que la del sprawl),
por lo que rápido le cogí cariño a Takeshi.
Kovacs
es un emisario,
una suerte de soldado de élite entrenado mentalmente para superar
las peores situaciones de supervivencia, diplomacia y reclusión, las
fuerzas especiales de las tropas de combate inter orbitales en los
mundos de la humanidad colonizada.
Natural
del mundo de Harlan,
Kovacs
es implacable, militar de puro y tatuaje, macho alfa, con problemas
de autoridad y falta de autocontrol emocional. Un matón de primera,
torturador, con carencias empáticas y la mente fría y analítica.
En los cánones del cyberpunk
de manual sus principales hobbies son apalear punks bocazas, empotrar
exhuberantes mujeres y ponerse hasta las cejas con alcohol y drogas
de diseño.
Así
que traer a Kovacs
de vuelta al mundo “de los vivos” desde un disco duro de almacén
de pilas,
y enfundarlo además en un cuerpo fornido y mejorado bio químicamente
y tecno cerebralmente, es soltar a un depredador silencioso y eficaz
en una jungla de hienas chillonas.
Pese
a estar obligado a tirar para adelante en sus “encarguitos”, no
perderá comba para solucionar los suyos propios en sus ratos libres
Kovacs
es traído de vuelta tras años de prisión virtual por encargo de un
millonario que desea que investiguen su propia muerte. Espera, ¿cómo?
Ah, ya... hagamos resumen, la
pila,
el cuerpo puede morir, pero con tener células para clonar la última
funda
en caso de que le tengas cariño a tu cuerpo biológico original, te
hacen otro cuerpo, te ponen la pila,
y la vida sigue, claro. Esto, me obliga a comentar (aunque parece
obvio) que la única manera de matar a alguien de verdad es
destruyendo la pila
y sus backups en caso de que los haya. El caso del sr. Brancroft,
el nuevo jefe y a la vez cliente de kovacs,
el que le ha “despertado”, es que no solo ha perdido su último
cuerpo, si no la
pila,
pero por suerte, unas horas antes, hizo su backup rutinario de la
pila,
por lo que una nueva funda
y la carga de la última personalidad salvada, lo traen de vuelta a
su mansión pero con una pérdida de memoria de las últimas horas
entre la copia de seguridad y su muerte.
Y
aquí comienza la otra gran seña de identidad de Carbono
modificado
que comparte con esa otra maravillosa obra de AlecEffinger,
el coqueteo con los géneros noir
y hardboiled.
Takeshi,
igual que le ocurrió a MarîdAudrán
se convertirá, casi coaccionado y en contra de su voluntad, en un
detective privado de métodos de dudosa moral, el harry
sucio
cyberpunk,
recorriendo los bajos fondos interrogando camellos y prostitutas,
tirando de la manta hasta que la mierda salpica a empresarios y
políticos.
Y
con éstos ingredientes, Carbono
Modificado,
sin spoilers
y siendo muy parco pese a llevar ya 4 hojas escritas, se convierte en
la maravillosa obra literaria que es y que resucita el future
noir cyberpunk
con una nota de sobresaliente sin ninguna duda.
Mega
corporaciones, inteligencias artificiales, mafias, lucha de clases,
conflictos morales y existenciales, sangre, violencia, sexo salvaje,
drogas, ciberespacio, hackers (buzos en la jerga de la ciudad de la Bahía)... Lo tiene t.o.d.o. Es una delicia incómoda.
Podría
despiezar más todo esto, mucho más, pero es que me doy cuenta de
que os meto unas turras que no me aguanto ni yo cuando me emociono, y
hay que ser un poco más breve.
¿POR QUÉ NETFLIX? NO TE LO PERDONARE NUNCA
Y
entonces llega la versión televisiva, Altered
Carbon,
dirigida por Laeta
kalogridis,
guionista y productora ejecutiva de títulos como Alita
Angel de Combate, Shutteres Island
o Pathfinder.
Pues Laeta
la lía petarda, sin contemplaciones, y le mete un lavado de cara a
la serie que no al reconoce ni su padre, Morgan.
Capítulo a capítulo va retorciendo la historia oríginal, al
principio pequeñas cosas, insustanciales, posible resultado de
problemas de licencia o copyright,
pero después seremos testigos de cómo se desmelena y reinventa
parentescos, fusiona personajes en uno nuevo, prescinde de otros, o
les cambia el rol completamente, y me voy poniéndo de mal humor,
mientras los que conozco que no leyeron el libro previamente me dicen
“bah,
no está mal pero le falta algo”
y
es verdad, el libro es redondo, tal vez si Laeta
lo hubiese respetado, incluso el espectador neófito hubiese mejorado
su opinión en general de la serie, porque se va convirtiendo en un
pequeño despropósito gratuito que no ahonda en ninguna cuestión
importante y apuesta por ballets de acción mal coreografiado,
finalizando en una experiencia mediocre que ni bien ni mal.
No
quiero hacer spoilers,
pero tengo que argumentarme y puede que os salte alguna chispa
incandescente en un ojo, aviso, aunque voy a sobrevolar estas
licencias muy desde arriba.
Primero
pensé que el cambio de Hendrix
por Poe, era algo que
tuviese que ver con licencias, y no enturbiaba la reinterpretación
de la novela, no la cambiaba, me valía.
Los
pequeños cambios y añadidos en personajes como Ortega,
también me iban valiendo, aceptamos barco como animal acuático.
Pero
¿Vernon Elliot en el
papel de fiel escudero y acompañante de Kovacs?
No me fastidies ¿por qué? Molaba mil veces mas Trepp
en el libro, Ato Esandoh
no cumple mis espectativas como nuevo personaje en al serie cuando en
el libro apenas participa, Trepp
hubiese funcionado infinitamente mejor.
¿Y
Kawahara? De villana
matusalen perfecta a
“eso” (no quiero spoilear
de más pese a la majadería que han hecho con el personaje). No
veáis que cabreo me pillé.
Además,
ya que echan pasta en la producción de la serie, el momentazo Valle
de los Caídos en el libro, hubiese sido monumental en la serie, pero
debieron de pensar ¿para qué? Y claro, mejorar eso sólo se les
ocurrió con un insulso capítulo “flashback” de las vivencias de
Kovacs en las
milicias de Innennin
donde insertar el nuevo perfil de Reileen.
Un estropicio.
Y
llegados a esto, el despropósito cometido con el personaje de Lizzy
Elliot, ostras, me dieron ganas
de tirar e televisor por la ventana, ¿era necesario cambiarlo todo
tanto? No me gustó nada el trabajo de Hayley Law
indistintamente de los cambios en su personaje. La veía sobreactuada
y fuera del papel, no me gustó nada.
La
serie intenta abordar los conflictos existenciales y religiosos
insertando un personaje que interprete a la madre de Ortega,
pero queda como algo anecdótico, centrando al atenciónd el
espectador en el atractivo policiaco, thriller,
de la serie con luces de neon y holo pantallas. Y punto.
Y
por último, y pese a que la crítica ha sido muy dura con él, a mi,
el protagonísta, es de los pocos que me convenció y que creo que
más que menos se enteró de que iba su personaje, Joel
Kinnaman en el papel de Takeshi
kovacs, alias pocas palabras y
muchas hostias. Bien, aprovado.
Dicho
esto, hoy, justo hoy, se estrena la segunda temporada, y como ya dije
antes, se puso a la venta el libro. ¿Voy a ser capaz de no entrar en
Netflix y darle un
play? No quiero. ¡No quiero! Quiero leerlo primero, pero, estoy
terminando ready player one (un
pufo así a bote pronto que se me está atragantando), y tengo en la
estantería Luz virtual,
y la sonrisa del gato
en cola. Qué dilema, puta
vida tete, no quiero
meterme en la serie y ser engatusado por algo que posiblemente sea
tan diferente al libro como lo fue la primera temporada, como lo son
el 90% de las versiones fílmicas de cualquier libro.
«Eso me resulta más terrorífico que ningún Corona Virus. La muerte de la imaginación, qué desastre, (...)»
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