viernes, 28 de febrero de 2020

CARBONO MODIFICADO VS ALTERED CARBON. MORGAN VS NETFLIX


CARBONO CYBERPUNK


Aqui estamos una vez más, unidos en un plácido sueño de tungsteno virtual, pero fijaos bien, somos nosotros, ¿o somos copias de nosotros? Han digitalizado nuestras almas, nuestras personalidades ¿es posible? ¿Somos nosotros de verdad o somos un programa de nosotros que actúa como deberíamos de haber actuado nosotros siguiendo patrones seleccionados por el propio programa en función de las probabilidades de que así hubiese sido?
¿Qué mas da? Aquí estamos, y es mejor que la vida real, puedes cargar tu software de Acapulco, el del Jurásico o uno de Flash Gordon. Aquí somos lo que queremos ser, en la vida real sólo somos un pellejo de carne y hueso, débil, mortal, una funda.

Ya sabéis de que va la cosa hoy, de química orgánica basada en el carbono, carne y músculo, modificada, genética y tecnológicamente, nunca el post humano estuvo tan completo según las posibilidades especulativas de las aspiraciones tecnológicas y de la medicina actuales. Software y carne juntas, bienvenidos al nuevo cyberpunk de mano de Richard K. Morgan.

Británico con un Philip K. Dick y un Arthur C. Clarke en su curriculum en tan sólo 12 años de escritura, que tiene un píe en la distopía y otro en la fantasía, y tan pichí. La Editorial Gigamesh se ha encargado y se encarga de traernos sus obras (con el considerable retraso que tiene exportar los ficheros desde Harlan a la Tierra vía aguja de transmisión de datos) y más ahora, que en un caso no tan espectacular, pero parecido, al de R.R. Martin y Juego de tronos en HBO, Netflix ha popularizado y acercado al público potencial su trilogía de Takeshi Kovacs metiéndole el empujón necesario para convertirlo en cultura popular y un personaje de éxito.
Que putada ésto de que haga falta la tele para que los libros se hagan populares, porque como me dice mi sobrino que no levanta ni metro y medio del suelo:

Los libros los lees y viajas a muchos sitios con tu imaginación”

¿Se está quedando la gente sin imaginación y por eso hay que “esperar a la peli”? Eso me resulta más terrorífico que ningún Corona Virus. La muerte de la imaginación, qué desastre, y más cuando las versiones televisivas de los libros nunca o casi nunca están a la altura de los que hemos hecho el esfuerzo de imaginar ese mogollón de letras espachurradas en papel reciclado y encuadernado.
Precisamente hoy, Gigamesh, publica en español el segundo volúmen de la trilogía de Takeshi Kovacs (que se publicó en su lengua materna en 2003, ahí es nada), en una pirueta marquetiniana de intereses editoriales digna de los trapecistas del Cirque Du Soleil, con un estreno simultáneo de la segunda temporada de la teleserie inspirada (que no clavada) en la saga vía netflix. Y por eso me he decidido por fin a escribir de Takeshi hoy, porque ya estaba tardando de más en bloggear (la culpa la tiene mi puta mega corporación que me arranca las ganas de vivir día a día) y ya aprovecho el rebufo para rascar la curiosidad de todos vosotros y vosotras, hypeados, dispuestos a saber algo más de estos Morgan y Takeshi.



LA INMORTALIDAD EN TERABYTES



Como decíamos, la popularidad de Takeshi ya es casi, casi cultura popular gracias a Netflix, aunque yo lo conocí gracias a Gigamesh, pero eso no me convierte en mejor, así que no quiero daros la turra con el típico resumen, o sinópsis, review, al uso, recordando a todos los soñadores de tungsteno todo ese primer título de la trilogía, el Carbono Modificado, de principio a fin, porque además sabéis que aquí no se hacen spoilers.

Pero no se puede hablar de Carbono Modificado sin darle un repaso a sus características principales, solo que voy a aprovechar la coyuntura, para ir despachándome a gusto con la que considero una pérfida reinterpretación televisiva, a la altura de las tres películas de El Hobbit, que a nivel visual está muy bien y se nota que la productora ha echado billetes (sobre todo en el primer capítulo, luego a medida que la serie avanza se le va viendo poco a poco el cartón piedra) pero que a los lectores del libro nos dañará profundamente el sueño de tungsteno imaginado tras la lectura y nos parecerá un caso de proxenetismo creativo al servicio de las majors intolerable.
Sí, soy un quejica y un llorón, pero es que netflix se toma demasiadas licencias respecto al manuscrito de Morgan.

Bueno, manos a la obra, Carbono Modificado nos transporta al futuro, ya no ta cercano esta vez como hacía Gibson en los 80, si no uno que pese a más lejano (unos 300 años) no es space opera, si no cyberpunk, la nueva visión del cyberpunk, que ya no está tan a la vuelta de la esquina como creían hace 3 décadas ó 4, y hemos aceptado que si llega, tardará algo más, no por cuestiones de patentes, si no por cuestiones logísticas.
Está claro que la robótica, la biomedicina, y la informática, hoy, nos prometen increíbles mejoras para el futuro, pero no podemos soñar con ellas como herramientas cotidianas y de fácil acceso para toda la población de aquí a pasado mañana, Morgan dilata un poquito más el momento imaginado por todos con claridad desde que se estrenó Blade Runner y el subconsciente colectivo somatizó la apariencia del futuro distópico ultra tecnológico.
A ésta misma idea que reinterpreta el cyberpunk, hay que añadirle novedades que vayan más allá que las estaciones orbitales y las colonias lunares de Gibson y Rucker, y Morgan evoluciona la colonización solar por la Vía Láctea de una manera que bebe pero reinterpreta a los clásicos citados, creando su nueva fórmula personal de ciencia ficción, las fundas.
Poniéndonos puretas, apoyándonos un poco en la hard scifi, los esfuerzos de la humanidad por llevar al ser humano a otros planetas requieren mucha energía, muchos vehículos, y sobre todo mucho tiempo. El viaje espacial actualmente, y se prevee que a largo plazo, requiera demasiado tiempo para llegar a otros sistemas, tanto, que podrían ser viajes generacionales, al menos con motores y sistemas tradicionales aunque más evolucionados (energía atómica, velas solares) sin soñar con la clásica velocidad de la luz de las space opera ni los pliegues del espacio, si no algo más al alcance de la mano. La ciencia ficción lleva pensando en ésto décadas, y la solución habitual a viajes lentos en enormes pecios con tripulaciones de cientos de colonos, solía ser la hibernación.

Pero si que hemos clonado ya ovejas, y creamos filetes en placas de petri, eso ya resulta menos “mágico” recordando al maestro Clarke cuando decía, más o menos, que la magia no es más que una ciencia que aún no comprendemos, por lo que ¿por qué no crear cuerpos humanos?. Una vez tenemos un montón de pellejos inertes a la carta, demos un paso más, añadamos un poquito de cibernética, unos cables de la médula ósea al cerebro, estimuladores quimico neuronales capaces de aumentar el funcionamiento motriz y los sentidos, un soldado universal de manual, un post humano a la carta. Y ahora llega lo mejor, la identidad de la saga de takeshi Kovacs, lo que la hace diferente a todas las demás y la pone a la misma altura que cualquier otro clásico del género, añadamos a estos humanos de probeta mejorados una unidad de memoria conectada biológicamente a su cerebro en la que poder cargar un programa de personalidad digitalizada. La llamada pila cortical, el secreto de la inmortalidad porque, si podemos digitalizar nuestra personalidad, a lo Teshier Ashpool en neuromante, que todo está inventado, y podemos cargarlo en la pila, da igual en qué cuerpo humano esté implantada la misma, nuestra personalidad digitalizada e imperecedera, continuará existiendo, evolucionando con la experiencia y el aprendizaje, inmortalizando nuestra alma digital, nuestro yo, y además si tenemos el dinero suficiente, podremos durante muchas vidas humanas, vivir en diferentes cuerpos.
Así que si cultivamos cuerpos de laboratorio a casco porro y bajo coste, y mediante la evolución del internet, pudiésemos tener ya no una red mundial WAN si no una red orbital, tirando de router downloadearíamos cualquier programa de personalidad de una pila cortical a otra, pudiendo así habitar cuerpos a la carta, okupando la carne, en un ciclo sin final, poniéndo fin a viajar en naves espaciales, viajando por la red de funda en funda. Ese es el logro innovador de la trilogía de Takeshi kovacs.



Un futuro en el que la carne es más barata que la tecnología, y por lo que el cuerpo humano deja de ser templo y vehículo del alma, si no una carcasa reemplazable que vale menos que nada.

Con sus lagunas, la idea es muy chula, y mezcla como decía antes algunas de las mejores ideas de neuromante con otras como la de los replicantes de Blade Runner, actualizando el género de forma bien construida (lo suficiente) y sólida. Y opino que tiene lagunas precisamente por el debate filosófico que plantea esto de la inmortalidad digital, si pudiésemos digitalizar nuestra personalidad ¿Es sólo software o seguimos siendo nosotros? La idea es profunda, mucho, genera dudas en cuanto nos ponemos a pensar en ello, y Morgan lo hace, y nos invita a ello, con reflexiones que revolotean sobre el concepto de alma y la religión, recordándonos también a los dilemas existenciales de Kusanagi en ghost In the Shell.
Ni corto ni perezoso, Morgan incluirá en la historia personajes de fuertes convicciones religiosas tradicionales, como las católicas, y además incluye una nueva religión germinada en los nuevos mundos colonizados, la palabra del profeta Quell, que a mi me recuerda a una mezcla del budismo y el arte de la guerra de Tsun Tzu. Y en esto, también me recueerda a Sueñan los androides con ovejas eléctricas y el Mercerismo.
Dicho así, es más de lo mismo, no parece aportar nada a la ci fi, pero es que está todo muy bien escrito y muy bien planteado, y no te permites el lujo de dudar de la obra porque se disfruta desde la primera página, no quieres hacerle la zancadilla a la historia con preguntas científicas, sólo quieres que transfieran tu programa de personalidad cuanto antes.
Si algo funciona, no lo cambies, solo mejóralo o reinterprétalo, y Morgan se lo aplica de rechupete.

Como era de esperar, no todo el mundo puede permitirse fundas nuevas cada dos por tres, solo los más pudientes. Y por la misma regla de tres, si no tienes pasta para una funda nueva si le ocurre algo a la actual, te guardan en un servidor hasta que puedas habitar otra funda. Esto se puede aplicar también como castigo penitenciario, en vez de tener cárceles llenas de personas ocupando espacio y comiendo y gastando recursos, cargas la pila del reo en una realidad virtual de castigo, y cuando termine la sentencia, lo vuelves a cargar en su funda en caso de que la tenga, y si no, total, la pila no ocupa espacio, las personas ya no son carne, son datos.
El problema viene cuando te tiras unas cuantas décadas almacenado, a la que vuelves, todo es un shock. Es como Fry de Futurama buscando un ejemplo sencillo y de andar por casa, o Demolition Man, te descongelan décadas después, te cargan softwares de habilidades, te dan una lanza y un taparrabos, y ale, a la selva Orzo Wey.

Y es eso mismo lo que le pasa a nuestro protagonista, Takeshi Kovacs, que se ha tirado “a la sombra” virtual unos cuantos años por crímenes de guerra, y de repente, alguien da la orden de cargar su pila en una nueva funda, a cambio de algo y sin haberle pedido permiso, pero sienta tan bien volver a estar “vivo” en una funda ciclada y bio mejorada, que a caballo regalado es mejor no mirarle el dentado.

EL ANTIHEROE VUELVE A ESTAR DE MODA


Takeshi es sin duda el tipo más duro que me he encontrado en un libro desde Marîd Audrán, el protagonista de la también trilogía cyberpunk del budayén escrita por Effinger, mi obra cyberpunk favorita por otra parte (sí, mas que la del sprawl), por lo que rápido le cogí cariño a Takeshi.
Kovacs es un emisario, una suerte de soldado de élite entrenado mentalmente para superar las peores situaciones de supervivencia, diplomacia y reclusión, las fuerzas especiales de las tropas de combate inter orbitales en los mundos de la humanidad colonizada.
Natural del mundo de Harlan, Kovacs es implacable, militar de puro y tatuaje, macho alfa, con problemas de autoridad y falta de autocontrol emocional. Un matón de primera, torturador, con carencias empáticas y la mente fría y analítica. En los cánones del cyberpunk de manual sus principales hobbies son apalear punks bocazas, empotrar exhuberantes mujeres y ponerse hasta las cejas con alcohol y drogas de diseño.
Así que traer a Kovacs de vuelta al mundo “de los vivos” desde un disco duro de almacén de pilas, y enfundarlo además en un cuerpo fornido y mejorado bio químicamente y tecno cerebralmente, es soltar a un depredador silencioso y eficaz en una jungla de hienas chillonas.

Pese a estar obligado a tirar para adelante en sus “encarguitos”, no perderá comba para solucionar los suyos propios en sus ratos libres
Kovacs es traído de vuelta tras años de prisión virtual por encargo de un millonario que desea que investiguen su propia muerte. Espera, ¿cómo? Ah, ya... hagamos resumen, la pila, el cuerpo puede morir, pero con tener células para clonar la última funda en caso de que le tengas cariño a tu cuerpo biológico original, te hacen otro cuerpo, te ponen la pila, y la vida sigue, claro. Esto, me obliga a comentar (aunque parece obvio) que la única manera de matar a alguien de verdad es destruyendo la pila y sus backups en caso de que los haya. El caso del sr. Brancroft, el nuevo jefe y a la vez cliente de kovacs, el que le ha “despertado”, es que no solo ha perdido su último cuerpo, si no la pila, pero por suerte, unas horas antes, hizo su backup rutinario de la pila, por lo que una nueva funda y la carga de la última personalidad salvada, lo traen de vuelta a su mansión pero con una pérdida de memoria de las últimas horas entre la copia de seguridad y su muerte.
Y aquí comienza la otra gran seña de identidad de Carbono modificado que comparte con esa otra maravillosa obra de AlecEffinger, el coqueteo con los géneros noir y hardboiled.
Takeshi, igual que le ocurrió a MarîdAudrán se convertirá, casi coaccionado y en contra de su voluntad, en un detective privado de métodos de dudosa moral, el harry sucio cyberpunk, recorriendo los bajos fondos interrogando camellos y prostitutas, tirando de la manta hasta que la mierda salpica a empresarios y políticos.

Y con éstos ingredientes, Carbono Modificado, sin spoilers y siendo muy parco pese a llevar ya 4 hojas escritas, se convierte en la maravillosa obra literaria que es y que resucita el future noir cyberpunk con una nota de sobresaliente sin ninguna duda.
Mega corporaciones, inteligencias artificiales, mafias, lucha de clases, conflictos morales y existenciales, sangre, violencia, sexo salvaje, drogas, ciberespacio, hackers (buzos en la jerga de la ciudad de la Bahía)... Lo tiene t.o.d.o. Es una delicia incómoda.



Podría despiezar más todo esto, mucho más, pero es que me doy cuenta de que os meto unas turras que no me aguanto ni yo cuando me emociono, y hay que ser un poco más breve.

¿POR QUÉ NETFLIX? NO TE LO PERDONARE NUNCA


Y entonces llega la versión televisiva, Altered Carbon, dirigida por Laeta kalogridis, guionista y productora ejecutiva de títulos como Alita Angel de Combate, Shutteres Island o Pathfinder. Pues Laeta la lía petarda, sin contemplaciones, y le mete un lavado de cara a la serie que no al reconoce ni su padre, Morgan. Capítulo a capítulo va retorciendo la historia oríginal, al principio pequeñas cosas, insustanciales, posible resultado de problemas de licencia o copyright, pero después seremos testigos de cómo se desmelena y reinventa parentescos, fusiona personajes en uno nuevo, prescinde de otros, o les cambia el rol completamente, y me voy poniéndo de mal humor, mientras los que conozco que no leyeron el libro previamente me dicen

bah, no está mal pero le falta algo”

y es verdad, el libro es redondo, tal vez si Laeta lo hubiese respetado, incluso el espectador neófito hubiese mejorado su opinión en general de la serie, porque se va convirtiendo en un pequeño despropósito gratuito que no ahonda en ninguna cuestión importante y apuesta por ballets de acción mal coreografiado, finalizando en una experiencia mediocre que ni bien ni mal.



No quiero hacer spoilers, pero tengo que argumentarme y puede que os salte alguna chispa incandescente en un ojo, aviso, aunque voy a sobrevolar estas licencias muy desde arriba.

Primero pensé que el cambio de Hendrix por Poe, era algo que tuviese que ver con licencias, y no enturbiaba la reinterpretación de la novela, no la cambiaba, me valía.
Los pequeños cambios y añadidos en personajes como Ortega, también me iban valiendo, aceptamos barco como animal acuático.
Pero ¿Vernon Elliot en el papel de fiel escudero y acompañante de Kovacs? No me fastidies ¿por qué? Molaba mil veces mas Trepp en el libro, Ato Esandoh no cumple mis espectativas como nuevo personaje en al serie cuando en el libro apenas participa, Trepp hubiese funcionado infinitamente mejor.
¿Y Kawahara? De villana matusalen perfecta a “eso” (no quiero spoilear de más pese a la majadería que han hecho con el personaje). No veáis que cabreo me pillé.
Además, ya que echan pasta en la producción de la serie, el momentazo Valle de los Caídos en el libro, hubiese sido monumental en la serie, pero debieron de pensar ¿para qué? Y claro, mejorar eso sólo se les ocurrió con un insulso capítulo “flashback” de las vivencias de Kovacs en las milicias de Innennin donde insertar el nuevo perfil de Reileen. Un estropicio.
Y llegados a esto, el despropósito cometido con el personaje de Lizzy Elliot, ostras, me dieron ganas de tirar e televisor por la ventana, ¿era necesario cambiarlo todo tanto? No me gustó nada el trabajo de Hayley Law indistintamente de los cambios en su personaje. La veía sobreactuada y fuera del papel, no me gustó nada.



La serie intenta abordar los conflictos existenciales y religiosos insertando un personaje que interprete a la madre de Ortega, pero queda como algo anecdótico, centrando al atenciónd el espectador en el atractivo policiaco, thriller, de la serie con luces de neon y holo pantallas. Y punto.

Y por último, y pese a que la crítica ha sido muy dura con él, a mi, el protagonísta, es de los pocos que me convenció y que creo que más que menos se enteró de que iba su personaje, Joel Kinnaman en el papel de Takeshi kovacs, alias pocas palabras y muchas hostias. Bien, aprovado.

Dicho esto, hoy, justo hoy, se estrena la segunda temporada, y como ya dije antes, se puso a la venta el libro. ¿Voy a ser capaz de no entrar en Netflix y darle un play? No quiero. ¡No quiero! Quiero leerlo primero, pero, estoy terminando ready player one (un pufo así a bote pronto que se me está atragantando), y tengo en la estantería Luz virtual, y la sonrisa del gato en cola. Qué dilema, puta vida tete, no quiero meterme en la serie y ser engatusado por algo que posiblemente sea tan diferente al libro como lo fue la primera temporada, como lo son el 90% de las versiones fílmicas de cualquier libro.



1 comentario:

  1. «Eso me resulta más terrorífico que ningún Corona Virus. La muerte de la imaginación, qué desastre, (...)»

    ResponderEliminar