EL JARDIN ATOMICO
Hoy creo que va tocando una breve
incursión en el mundo de las viñetas, y es que no soy precisamente
un ávido consumidor de tebeo, me entrego mucho más a la literatura
y el videojuego, dejando el cine y el cómic, en un confortable
segundo plano, no por ello menos placentero, pero he de reconocer,
que no paso de stalker en el mundo de las grapas y las
páginas.
Para entendernos, que no me consideraré
jamás un experto en el cómic, ni en el cine, pero dentro de la
temática de Tungsteno Dreams,
la CIFI, con especial involucración en el cyberpunk, el
futurenoire y la distopía, me
atrevo a compartir con vosotros lo poco que se y mis impresiones,
como ya decía en la bienvenida
del blog, en éste
vasto océano de opiniones, críticas y ensayos que es la red. No he
coleccionado nunca Marvel
ni DC,
no soy un experto en súper héroes (un aficionado con cultura
popular adquirida) y las únicas colecciones que he terminado en mi
vida son Appleseed
del maestro Masamune
en los 90, Blame,
La Espada Salvaje de
Conan, y la pareja de
tomos de la que voy a hablar hoy.
Reconocido
mi ejercicio de reflexión a cerca de mis carencias y humildes
limitaciones, con el máximo cariño y respeto posible, me lanzo a
charlotear sobre Tokyo
Ghost,
obra gráfica firmada por Rick
Remender, Sean Murphy y
Matt
Hollingsworth. Todos
ellos tienen un dilatado curriculum,
que va desde varios súper héroes Marvel
(Ojo de Halcón, Lobezno o Punisher por ejemplo) y también DC,
a otro amplio catálogo de títulos independientes que abarcan
diferentes temas y ambientaciones.
Rick,
por ejemplo, es responsable en parte de otras obras como las
películas de animación El
Gigante de Hierro (sí,
el mismo que sale en la película ReadyPlayer One también),
Titán AE;
O el videojuego Dead Space
de Electronic Arts.
Tokyo
Ghost,
es una obra CIFI,
con importantes tintes cyberpunk
o postcyberpunk,
que bajo su ficción oculta una importante crítica social a los
nuevos hábitos de nuestra sociedad actual, y sus consecuencias.
La
obra, breve (y dos veces buena) se conforma actualmente de 2 tomos
concluidos:
- El Jardín Atómico
- Unete a nosotros
Ambos
editados en España por NormaEditorial
en edición “rústica”,
y con la posibilidad de adquirir los dos en un sólo tomo edición
“deluxe”.
En
el Los Angeles del denigrante futuro cercano, la población se
segmenta en dos, los pobres y los ricos, cómo no, el viejo y manido
tópico de la distopía con carga social, pero que sigue funcionando.
En Tokyo Ghost,
los pobres no se alzan ni se rebelan porque tienen La
Red,
contenidos y entretenimiento gratuitos y contínuos, gracias a sus
dispositivos de realidad virtual y realidad aumentada. El opio del
pueblo, y nunca mejor dicho, porque la gente se convierte en
verdaderos adictos a los contenidos de La
Red
y todos sus periféricos disponibles en el mercado para mejorar la
capacidad sensitiva de los programas de realidad virtual que les
ofrecen.
El
concepto de La
Red,
como el “pan y circo” del pueblo, es también otro tópico nada
innovador en el género, pero igual que la segregación social, sigue
dando resultados. Recordemos por ejemplo cómo en Carbono
Modificado,
Kovaks
sufre un colapso de spam
neuronal al conectar sus receptores implantados a la red pública: O
cómo ya hemos visto en el blog,
los concursos letales de televisión se convierten en el hobbie
número uno de la población. El ya conocido leitmotiv
revolucionario en contra del “Dame
pan y llámame tonto”.
En
Tokyo Ghost
la adicción a las redes sociales, los canales a la carta, los
videojuegos, o cualquier otro contenido digital de ocio, toca techo
con el concepto de “technomemo”,
el
adicto, el yonkie
de La Red,
auténticos peleles enganchados a digerir docenas de estímulos
simultáneos a través de sus gafas de Realidad Virtual, o sus trodos
neuronales conectados a un sistema límbico de cables entre sus
hemisferios cerebrales.
Los
contenidos de esta Red
que
nos muestra Tokyo
Ghost,
son además una sátira exagerada de lo que en el fondo, son los
contenidos reyes de nuestra internet actual, como la pornografía,
los reality shows
más bizarros e inmorales (en el cómic nos reiremos de Meada
Granjera
o ¿Quién se ha
cagado en mi coche?),
o las apuestas online.
Toda esta burla futurísta es en realidad, una crítica al uso actual
de las tecnologías de telecomunicaciones, los contenidos que
consumimos, y cómo sin darnos cuenta nos convierten en menos
humanos, o más tontos incluso si se me permite ser crudo y directo
(y me incluyo), cosa que un estudio de un prestigioso centro europeo
afirmaba hace pocas semanas en los noticiarios. Y razón no les
falta, supongo, ya que no podemos discutir que incluso el uso de una
vulgar calculadora para hacer divisiones y multiplicaciones (por no
decir en ocasiones sumas y restas, reconozcámoslo) nos evita
ejercitar el cerebro, aunque nos agiliza y facilita la vida, pero
nuestros cerebros, cada vez trabajan menos y nuestras glándulas cada
vez segregan menos ante según qué estímulos.
De
hecho, barajamos ya nombres propios para éstas patologías como
Nomofobia (adicción al teléfono móvil), pero hay que reconocer que
los “technomemos”
es un término que debería abofetear mucho más fuerte nuestro ego.
En
semejante entorno hostil, la trama, se centra en dos protagonistas
complementarios, la joven Debbie
y la bestia de Led
Mella
(Teddy Dennis).
Ambos son alguaciles “obligados” del alcalde de Los Angeles del
2048, el Sr. Flak.
Nuestra
pareja protagonista trabaja como “alguaciles”, por no llamarlo
sicario, caza recompensas, o matón policial, para la histriónica
autoridad local por pura obligación, ni por gusto ni por el salario,
y ésto les pone en una de las más comunes situaciones del género
cyberpunk,
y es que los protagonistas no son paladines ni defensores de ninguna
noble causa, si no que más bien, actúan por motivaciones personales
o están obligados a seguir desarrollando su rol, siendo marionetas
en hilos superiores de organismos corporativos o jerarquías
políticas o mafiosas.
Debbie
y Mella
son un pack, cara y cruz, uña y carne, ella es el cerebro y él el
músculo, y no sólo en sentido figurado, si no que el pobre Mella
es
un “Technomemo”,
un adicto a la tecnología virtual que es incapaz de pasar ni un sólo
minuto de síndrome de abstinencia al desenganchárse de sus
dispositivos de navegación online virtual y realidad aumentada. Es
una especie de Frankenstein
cuya humanidad pende de un hilo que sujeta Debbie,
su conciencia y su amante.
Debbie,
tiene un único objetivo, desintoxicar a Mella,
para lo que tiene entre sus planes más inmediatos, terminar el
contrato laboral con el Sr.
Flak
lo antes posible, para hacer las maletas y salir del agujero que es
Los Angeles, y largarse a Japón, dónde se rumorea, que la
tecnología digital ha sido prohibida. Si recupera la salud de Mella,
podrá empezar una nueva vida con él, los dos juntos, en un nuevo
nidito de amor, y comer perdices.
El
excelentísimo Sr.
Flak,
es un personaje esperpéntico y exagerado, escatológico, megalómano,
desagradable, vicioso y amoral, sibilino y conspirador. Una gozada
para el lector, un cachondeo cada vez que hace puesta en escena en
cada viñeta. Este señor deja a Torrente
de Santiago Segura
a la altura de un inocente monaguillo de convento, no vais a poder
evitar partiros de risa y odiarle con mucho asco a partes iguales.
El
tipo en cuestión, a parte de alcalde de la ciudad de Los, es el CEO
de la principal cadena de contenidos online
en La Red,
realitys, concursos, telenovelas, y todo lo que mantiene a los
ciudadanos enganchados 24/7 a la red. Continuamente abusa de su
relación laboral con Mella
y Debbie
todo lo que puede, consciente del “mono”
que sufre Mella,
y siempre les está prometiendo que cada nuevo encargo será el
último. En ésta ocasión, el encargo trata de detener a Davey
Trauma,
un cyberpsicópata
con delirios de grandeza que representa un problema para los actuales
intereses del alcalde y magnate de las telecomunicaciones.
Reconocido
el cuadrado de personajes principales en la historia, dos héroes y
dos villanos, descubriremos la antítesis de Los Angeles en Tokyo, un
remanso de paz, civilización, moral y ecología, que peligra frente
a los hambrientos y destructivos planes de la costa oeste
norteaemricana, y hasta aquí voy a leer.
De
ahí en adelante, sin spoilers,
como es norma en Tungsteno
Dreams,
la trama se desarrolla en un delirante y violento hilo con momentos
para la reflexión, el romance y la venganza.
El
dibujo es, a mi gusto, sensacional, con escenarios detallados,
repletos de pequeñas maravillas en los que sumergirnos durante unos
minutos antes de continuar leyendo bocadillos,
embobándonos en esos fondos cyberpunk
de Los Angeles, o en los de un casi postapocalíptico
Tokyo, a caballo entre Neo Tokyo y un vergel Zen.
Las
escenas en las que Mella
monta su moto, algo parecido a una versión bestial y monstruosa de
la de Caneda
en Akira,
son sencillamente sublimes, llenas de movimiento, dinámica y sangre
a borbotones.
La
relación sentimental entre Debbie
y Mella
mantiene la cordura y seriedad de la narración, atrapándolos en una
distópica caricatura de personajes zafios y estúpidos que nos
arrancarán la carcajada como Lefatrón
Embutespada
o Chirrido Culona
Chapote Saint Ruggles,
ganadores de un Oscar por Falocopia.
La
historia tiene sus giros, drama y una enorme carga ecologista a lo
Frank Herbert, que
nos hará pensar por un momento, ¿hacia a dónde estamos llevando el
mundo con nuestra civilización moderna occidental? ¿Estamos
prestando suficiente atención a nuestra realidad o nos han puesto
los anteojos como a un caballo para que vayamos siempre hacia
adelante, tras una zanahoria que nunca alcanzamos? ¿Estamos ya,
ficciones a parte, superando los límites del bien y del mal en pos
de nuestro entretenimiento?
Esas
son las premisas que subyacen en una frenética serie de viñetas que
bailan entre Mad Max, y Kill Bill a ritmo
cyberpunk
, con la tecnología virtual sobre la mesa, representada como lo que
es, una herramienta poderosa a la que se le está dando en muchos
casos un uso inadecuado.
Es
una lectura cómoda, rápida, y muy agradecida para los fans de lo
que me voy a permitir ir llamando ya como El Tungsteno.
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