lunes, 6 de mayo de 2019

EL FIN EN VIÑETAS - I: HOKUTO NO KEN


EL PUÑO DE LA ESTRELLA DEL NORTE


Estos plácidos días libres que el techno sindicato de obreros especializados nos ha dado a los residentes de Ciudad Capital, los he pasado en el yermo, en las ruinas de un rascacielos devorado por dunas, donde he podido desconectar de la realidad y dedicarme a leer y broncearme bajo el abrasador sol radioactivo antes de volver a la colonia industrial 32-Z donde realizo mis funciones de eutanasia tele asistida a civiles deprimidos en cabinas de Happy Death Co.
A veces recojo algún ECU de las cenizas que barro de la cabina y me da para unos dermos de sinte nicotina, yo lo llamo, propina.

El caso es que he podido darme un atracón de un cómic que llevaba mucho tiempo queriendo rememorar, y uso este verbo, porque ya tuve contactos dispersos con el protagonista de nuestra entrada de hoy, un tipo llamado Kenshiro. El héroe de El puño de la estrella del norte, un título rococó que podemos acortar usando el original, Hokuto No Ken.



Hokuto es una obra manga firmada por Tetsuo Hara y Buronson (Yoshiyuki Okamura), que irrumpe en el mercado nipón en 1983 en la prestigiosa editorial Jump, y se convierte desde ese momento en el éxito de ambos artistas, dibujante y guionista.
Aquí en España, como he comentado en alguna ocasión, recuerdo cuando llegaron las primeras cintas VHS a tiendas de cómics (tuve la suerte de crecer en un barrio repleto de algunas de las más famosas a nivel nacional) y las primeras colecciones impresas traducidas al castellano y maquetadas de izquierda a derechas, y Hokuto era una de ellas. Todos mis amigos (algunos más mayores con algo más de solvencia) comenzaron a comprar aquellas cintas y tebeos, y a mi me llagaban prestadas de rebote, o las veíamos y leíamos en comuna. Pude comprobar en mi entorno que los ingredientes imprescindibles para el éxito entre la muchachada española de aquellos principios de los 90 en aquellas publicaciones, eran, la sangre, las hostias y alguna teta furtiva.
No en vano, las televisiones autonómicas ya habían hecho su avanzadilla previa con Caballeros del Zodiaco. Y de hecho, las similitudes de aquella historia con las de Hokuto me parecen más que notables e iremos viendo por qué.

Hokuto ofrecía exactamente aquellos ingredientes del éxito, ni más, ni menos, y yo tras el OVA que circuló desde entonces, y algún videojuego que me he trinchado, he querido leer por primera vez los tomos originales, y lamentablemente, no he encontrado ni una sola diferencia a lo que recordaba de mis púberes escarceos con la obra. Ni una sola sorpresa. Pese a ello, el clásico de la ciencia ficción ultraviolenta japonesa, ofrece algunas anécdotas a tener en cuenta.

KUNG FU POSTATÓMICO


Me encuentro ante 27 tomos de unas 200 páginas (arriba o abajo) cada uno, todo un reto. Pero confío en un ritmo ascendente que me envuelva y me genere adicción viñeta a viñeta. A medida que machaco páginas, 400, 600, 800, 1000...2000...me desespero porque nada cambia y me encuentro en una rueda de jaula de roedor sin poder salir, sudando y sudando para hacerla rodar más rápido a ver si llego a alguna parte, pero otra vez vuelvo a encontrarme lo mismo que hace 10 tomos.

Kenshiro es un especialista de artes marciales solitario, que recorre el desolado páramo postnuclear que nuestros gobiernos han dejado como recuerdo de la tercera guerra mundial. Nos lo presentan como un loco enamorado dispuesto a vengar la muerte de su amor verdadero, Yuria, que fue asesinada a manos de quien fue su mejor amigo, Shin. Su corazón arde desesperado sediento de rencor. Y como heredero de una increíble técnica de kung fú milenaria, está dispuesto a vencer en duelo a su antiguo “hermano” en un combate sin igual. Y de aquí en adelante, hecha la sinopsis, no hay spoilers, como siempre, tranquilos en Tungsteno Dreams.

Hay que reconocer ya en el planteamiento ciertos puntos de vista clásicos, shakespirianos incluso, que son toda una declaración de intenciones. La premisa cumple con los requisitos más refritos del romanticísmo y los duelos victorianos, una historia decimonónica de dolor insuperable, locura y destrucción, un drama de manual que cambia los duelos a pistola en un cementerio a las cinco de la madrugada, por peleas a puño descubierto en ciudades en ruinas cubiertas de dunas radioactivas.
Estos combates, si se caracterizan por algo en Hokuto, es por estar llenos de florituras, aspavientos y poses inverosímiles, que son preludio junto con el grito de guerra que da nombre a la técnica que vamos a presenciar (la patada de las garzas carmesíes, el puño del colmillo del lobo, y mamarrachadas semejantes), de un golpe mortal capaz de rebanar un torso humano entero a mano descubierta, y bañar todo de sangre.



EL ESTILO VIEJA ESCUELA


Antes hablábamos de Caballeros del Zodiaco, y aquí tenemos una de las primeras similitudes, que no la única, y vamos a desarrollarlo. Caballeros (o Saint Seya que es su título original), obra de Kurumada, se estrena en la misma editorial que Hokuto en el 1986, a posteriori de Hokuto. Por lo que deduzco, así valientemente, sin ningún estudio plausible a mis espaldas más que la percepción de la que hago gala, que caballeros bebe directamente de Hokuto, influenciándose no solo en las teatrales técnicas de combate, sus posturitas y los mortíferos resultados, si no en otras características muy notables.
Por ejemplo el estilo. Hokuto no es el típico manga posterior a los 90 que todos, incluso los neófitos como yo, tenemos en mente cuando pensamos en el cómic japonés. No hay ojos enormes, no hay momentos cómicos que caricaturizan más aún o incluso deforman a nuestros personajes por un par de viñetas, no hay medidas corporales no armónicas como caderas diminutas y senos gigantescos desparramándose en escotes, no. El estilo de Hokuto, para un ignorante como yo, parece más occidental que oriental, englobándose en ese arte mangaka old school que aún no había conquistado el resto del globo (o al menos nuestra España) con Chicho terremoto o Bola de dragón, y del que podemos ir persiguiendo sus eslabones desde los 80 hasta el presente con la evolución mediática del anime y manga y su exportación, en otros títulos como Heidi, Ulises 31Caballeros u Oliver y Benji (Capitán Tsubasa), siendo testigos de como poco a poco la tendencia artística del mercado manga viraba a los clichés que hoy conocemos.
De los rostros adróginos y asexuados a los ojos grandes y las curvas imposibles. Tetsuo Hara dibuja personajes finos, esbeltos, de una plausible corrección anatómica que peca de escorzos imposibles y medidas tan estilizadas que guiñan al arte clásico de El Greco (no es broma).
Sus personajes femeninos no están hiper sexualizados, mientras que sí lo están bastante más los masculinos, que cuando no son gigantescos gargantúas punk o neo bárbaros y scavengers, cuando Hara quiere acentuar el protagonismo de un nuevo personaje importante en la trama, se le ve el plumero de cómo prácticamente copia la anatomía ideal del propio kenshiro, o dibuja un nuevo y bello mancebo bien esculpido en gimnasio a caballo entre el arte griego y el póster de guateque gay, con unas ambiguas características andróginas que vuelven a repetirse en los luchadores de Caballeros del Zodiaco, en la que a veces, no sabíamos si el combatiente era un chico o una chica y su nombre oriental poco común en España tampoco ayudaba a descifrarlo.
El propio rostro de nuestro protagonista, Kenshiro, es un rostro triste, inmutable, de cejas gruesas y pocos registros, a lo Chuck Norris, Steven Seagal o Charles Bronson añadiendo un toque de humor pero que no va muy desencaminado ya que lo que nunca se les pidió a éstos actores míticos del género justiciero, es que interpretasen mayor emoción que el dolor o el odio, lo demás era apretar gatillos y repartir mamporros, y es lo que se le pide a Kenshiro, y es ése el rol que cumple, el de justiciero impasible.



LLANERO O SAMURAI SOLITARIO Y ANTICUADO


El sino de Kenshiro en la obra de Hokuto es el de ir deshumanizándose a medida que mata más y más enemigos, página tras página. Una máquina de matar, solemne, sin remordimientos, que en el fondo es la coraza de un corazón bondadoso, la generosidad en persona. Un Jesucristo mega violento del yermo atompunk. Recorre el mundo en ruinas, sin destino claro, salvando a los débiles y asesinando villanos, el profeta del kung fú.

Número tras número eso es lo único que ocurre, y por eso la colección me hastía y no la considero una obra ni imprescindible ni recomendada para el rastreador de historias y ciencia ficción. La excusa del yermo postapocalíptico es sólo una excusa de ambientación para poder copiar la estética de Mad Max, otra vez presente en todas mis entradas del cercano futuro cataclísmico; Pero es que el propio Tetsuo Hara ha reconocido la increible influencia ejercida en él por la saga de Miller. Desde las hordas de punkis motorizadas hasta el propio atuendo de kenshiro, todo apesta a Mad Max. Y si Hokuton es una obra que yo recomendase a alguien por algún motivo, es precisamente por su lore y todos los guiños que encontramso en sus viñetas y poco más. Ni el guión, ni el argumento, ni las inexistentes tramas, ni la profundidad de los personajes.... nada brilla en ese aspecto en la obra. Es su dibujo, sus detalles en cada scavenger, en cada neo bárbaro, y en el mundo del “mañana mañana” lo único que salva la colección a mi humilde y soberbia opinión. Pero no la salva lo suficiente como para llegar a terminarme los 27 tomos.


Uno de los personajes del manga, comparado con Mad Max
Son clavados.

Aún así, la ascensión de la obra al podio de los clásicos, se va consolidando a medida que escribo renglones, por nuevos motivos que siguen sin tener nada que ver con su cansina y repetitiva historia. Otro de ellos es la similitud que le encuentro con La espada salvaje de Conan. El estilo de dibujo, los desiertos, los bárbaros, la violencia y el hilo conductor de ambos personajes. Conan, en unos 70 tomos de unas 90 páginas cada uno, llega a una a un nuevo pueblo o a su taberna, Conan le hecha el ojo a una mujer, Conan se mete en líos, Conan mata mucho y violentamente sin apenas recibir ni un solo rasguño, Conan roba oro, fornica, y se marcha a otro pueblo.
Kenshiro llega a un nuevo pueblo en ruinas habitado por débiles supervivientes, Kenshiro entra en el bar del pueblo (siempre con un aire de Saloon del lejano oeste muy perceptible), llegan las pandillas motorizadas a matar, saquear y violar, kenshiro se encabrona, Kenshiro mata a todo kiske sin recibir ni un golpe, kenshiro se va a otro pueblo en busca de un adversario digno, un nuevo némesis.
Y así una vez y otra vez en ambas colecciones y ambos se han convertido en iconos populares sin darnos jamás ni una sola sorpresa en el guión. El colmo de la monotonía. Y aún así, son leyendas. No hay ciencia exacta para el éxito, no hace falta ser R.R.Martin para llevarte el gato el agua.

Y en esas, Kenshiro, no parará de viajar por el yermo repartiendo golpes mortales, encarnando el cliché del que ya hemos hablado alguna vez del “Llanero solitario / Ronin”, el vagabundo misterioso y solitario, capaz de derrotar a un ejército apache él solo con su revolver o a una legión del Shogún con su katana, a cambio de una sonrisa y un plato de estofado, que nunca duerme en el mismo lugar, que enamora a la hija del alcalde pero que no la tocará ni con un palo, sólo pro el respeto que le profesa a la humanidad y porque no hay sitio para el amor en su destrozado corazón de lobo solitario.
Hay que destacar, explotado este rol, que en Hokuto, la mujer desempeña un papel tristemente infravalorado, anticuado incluso para los 80, machista, asumiendo un rol de doncella en apuros, de sexo débil u objeto a recuperar, rehén, y todo eso que nos han metido a jeringuilla décadas atrás con todas las historias de justicia callejera como en el videojuego Double Dragon sin ir más lejos. A la chica hay que rescatarla a hostias contra una banda de cachudos tatuados con chupa de cuero y pelos de colores. Ese es el espíritu de Hokuto
Insisto en que es un pastiche absoluto de trasnochadas historias heróicas y paladinescas del príncipe azul desenamorado que ha de rescatar a la princesa llorona del dragón o el brujo lividinoso. Muy en la línea de obras de siglos pasados como El Reino de la Noche ahora que caigo escribiendo esto. Infumable para el siglo XXI, pero hay que hacer el esfuerzo de entender lo que habría en la cabeza de William Hope, que a su vez fue fuente de inspiración de generaciones posteriores como el papá de Conan, Robert E. Howard. Deduzco que Buronson es de ésta escuela post romántica y casposa.

Sin tener muy claro si lo siguiente que detecto, es fruto precisamente de la micro misoginia de la obra, o todo lo contrario en un progresista ejercicio de visibilización y normalización homosexual ochentera, lo que sí hay entre lineas son amistades y camaraderías masculinas, que traspasan la línea de la amistad y la admiración hasta alcanzar el punto de amor y deseo. Nunca de forma explicita, Hokuto podría catalogarse, pese a sus camiones cisterna de sangre en viñeta, de shonen, o lo que es lo mismo, obra manga juvenil que exalta la camaradería adolescente y los sentimientos románticos y amorosos, ya que su forma de abordar los temas “adultos” es inexistente, no hay nada formal tras las venganzas, ni los desamores de la historia. Todo es sumamente plano, pueril, estúpido incluso. Ocurre por ocurrir, sin transfondo.

Llegados a éste punto, que no se me olvide revindicar la tremenda importancia de los viejos cuentos de artes marciales, porque como decía antes (o como llevo diciendo todo el artículo más bien), el lore atompunk no es más que un capricho, o una excusa, y en realidad Hokuto es una historia shaolin, la historia del luchador definitivo, del maestro de todas las artes derrotando a los maestros del resto de artes, porque ya nada tiene ni nada desea excepto eso. La mierda que le flipa a Tarantino ya sabéis.
Si miramos bien las viñetas, Kenshiro es mitad Mel Gibson en Mad Max, mitad Bruce Lee. Y es innegable.
Hokuto no tiene nada de ciencia ficción, es una historia interminable de kung fú.

EL ENGAÑO Y LAS CONSECUENCIAS


Bueno, llegados a tan realista y triste conclusión, ¿qué hago entonces escribiendo de Hokuto en un blog de ciencia ficción si no hay de eso pro ningún sitio? Me la han metido doblada, pero ni tan mal.

Tenía ganas de descubrirlo pro mi mismo después de mis encuentros anteriores y no concluyentes con la saga.

Porque el largometraje de anime, era un tostón que solo entretenía cuando llovía sangre y los tsubos explotaban en un confeti de órganos y piel muerta tras los golpes de dedo de kenshiro.



Y porque los videojuegos, numerosos desde la propia Mega Drive con el título Last Battle (no incluye el título original de la serie para no pagar derechos) hasta las nuevas generaciones, no aportan mucho más que unas cuantas tollinas mal dadas en escenarios aburridos a hordas de enemigos clónicos.
Porque los títulos que estrenaron en Xbox360, no aportaban nada más que eso, fases aburridas e interminables repletas de enemigos clónicos, que producían somnolencia hasta que llegábamos al jefe de fase, que ese sí que representaba un reto y unos largos minutos de tensa diversión y agujetas en los dedos. El único aliciente a seguir ejecutando combos con los botones era precisamente el de conseguir nuevos combos desbloqueables con los que estallar cabezas en la siguiente fase.

Aunque ésta sea mi opinión, dejo claro una vez más, que Hokuto es un mito popular, y para muestra un botón. Más de 25 videojuegos editados desde los 80 para master sistem, nintendo famicom, mega drive, play station, game boy, nintendo DS, o xbox. E inclusive una live action movie de 1995.

Y con lo que me gustan los videojuegos y las películas, podría continuar enrollándome con ese campo, pero creo que hasta aquí vale, para una obra post apocalíptica, que nada tiene de cifi, y que no voy a ser capaz de leer entera en meses y posiblemente abandone a la mitad, donde me he quedado ya.
Un saludo, y no me odiéis por mi opinión, solo yo me responsabilizo de ser así de cenizo.

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