EXPECTATIVAS Y AUMENTOS
Tras unos días demasiado atareados
que me han impedido escribir a mi ritmo habitual, y me han obligado a tirar de algún
refrito anterior, estoy ya al 100% tras la resaca científica de
Aviador Dro y sus obreros especializados de anoche. Tal vez haga una
entrada sobre tan maravillosa fiesta con mensajes CIFI
y ritmos electrónicos y punk.
Hoy
le trincho a una de las películas que mas hype
me habían generado las redes sociales. Continuamente encontraba
referencias, opiniones, la mayoria de ellas aduladoras, y yo
mordiéndome las uñas.
“¿Dónde lo han visto? ¿Si no la estrenan
en cines? ¿Como accedo a ella?”
El
título es Upgrade,
y finalmente, di con ella. Y aquí estoy hoy, para aguar la fiesta
con mis opiniones al respecto.
No
se si soy un quisquilloso o un pedante por naturaleza, pero mi
capacidad de autocrítica me hace reconocer que algo de eso tengo, y
se que algunos de mis mejores amigos, de los que mejor y más me
conocen, no dudarían ni un momento en señalarme con el dedo en una
explosión de carcajadas si les preguntase esto mismo. Mirarme al
espejo es una actividad suficientemente positiva para entenderme a mi
mismo tanto como mi entorno. La pedantería es uno de mis defectos
más entrañables, un rasgo de mi personalidad, algo por lo que se me
quiere aunque parezca imposible.
Siempre
digo que lo que mejor se hacer en ésta vida, y no siempre lo he
explotado debidamente para ganarme el jornal (aunque algunas épocas
sí lo conseguí), es el palique, la verborrea, hablar es lo que
mejor se me da, soy un charlatán, un Ronaldhino
del verbo. Comunicar me pone.
Y
me lío, me lío, y a veces soy una caricatura de mí mismo. Felix
Rodriguez
ha llegado a llamarme alguno, porque siempre tengo que contar un
montón de cosas que sólo serían útiles en Saber
y Ganar,
y los premios en ese concurso son muy rácanos, no iba a hacerme rico
con ello, no es Pasapalabra.
Así que vaya birria de don me tocó el día de las habilidades
especiales.
Os espera un pequeño coñazo al respecto, así que si queréis hacer un FWD, y sudar de mis tribulaciones personales, pasad al subencabezado de la entrada. Pero creo que la CIFI precisamente, tiene que generar esas comidas de tarro, extrapolando la ficción a la realidad.
Reirme
de mi mismo, me ayuda a relajarme un poco en ésta vorágine social
que es la vida, y ayuda a no tomarme tan en serio nada, a no valorar
mi opinión más que la de otra persona, a ser humilde, así que no
me toméis por un catedrático de nada ni un gurú, ni un provocador.
Solo opino libremente, en confianza, porque si venís a leer esto, es
porque ya somos cómplices de algo. Pues no es grande la red como
para que hayáis acabado leyendo esto, ¿o no?. Y si os estoy
poniendo la cabeza como el Sputnik, pues F5 y a otra cosa.
Considero
que tengo la virtud de quitarle plomo a las cosas y convertir casi
cualquier drama en algo jocoso. Así que voy a diferir de casi todo
lo que leí previamente a cerca de Upgrade
antes
de verla. Sí, soy ese tipo de tocapelotas.
El
primer fenómeno a tocar tras visionar Upgrade,
es precisamente, el conflicto de la expectación creada. Hacer una
crítica a cerca de cualquier manifestación artística, como el cine
(literatura, videojuego, música, etc...) requiere de sensibilidad
pero no estrictamente requiere de talento académico. Considero que
el arte genera impresiones meramente subjetivas, y me estoy metiendo
en un embolao de los gordos aunque parezca que no, un debate
milenario. Cada individuo, según su sensibilidad y según los
conocimientos técnicos obtenidos al respecto, va a entender o sacar
diferentes conclusiones que otro. Pero no hace falta que nadie nos
haya dado un carné, diploma o título honorífico para poder opinar.
De hecho, considero como muy patria la tradición de opinar sin tener
ni puñetera idea, es un tópico español sin duda alguna.
Vivimos
en una era de sobreinformación, de estímulo contínuo, la radio, la
tele, la prensa, y por supuesto las redes sociales, internet y sus
infinitas herramientas, youtube, twitter, instagram, blogger, tumblr,
et, etc. Sin querer vamos a toparnos con reviews, opiniones,
sugerencias, calificaciones de casi cualquier cosa a diario. Una
nueva serie, un nuevo libro, una nueva película, política, deporte,
¡todo!. Para salir vírgen de éste cuarto oscuro y lujurioso de la
información, sin sugestionarnos y sin crearnos prejuicios
adquiridos, hay que tener las cosas muy claras, o mudarse a una cueva
en el monte. Sin mencionar el spoiler
claro...eso ya es lo peor que nos puede pasar, tropezar con alguna
persona que nos destripe la peli desde su preestreno. Que mala gente,
merecemos la extinción.
Estamos
sometidos a la información de terceros de manera continua, por culpa
de nuestra voluntad de participar en el ciber circo de las relaciones
humanas digitales, de formar círculos y compartir opiniones y puntos
de vista, que nos inflan de certeza pero que no valen ni una pizca
más que las de cualquier otro, siempre que conformen una verdad, y
no sea una mentira.
Es
un debate absolutamente cyberpunk,
el poner sobre la mesa la realidad de como nos influimos los unos a
los otros. Yo, por ejemplo, navego, surfeo la gran ola de datos,
testeo los contenidos de otros individuos conectados, hasta que
cercioro que puedo dar credibilidad a sus opiniones. Confío en
criterios de personas anónimas que no conozco, considerándolos
“aptos”. Busco personas, con aficiones o intereses comunes, para
intercambiar percepciones, mantenerme informado, y aprender. Les doy
mi voto porque sus contenidos me enriquecen, por su forma de dominar
la dialéctica y su manejo del diálogo o prosa, que me encandila, o
por lo que sea, pero si al final termino tomando en serio sus
criterios, yo me genero unas expectativas, que pueden ser mayores
incluso de lo que el comunicador me ha querido dar a entender, total,
cada uno agarramos el mensaje al vuelo y lo retorcemos como nos da la
gana y más cómodo nos entra por el orificio favorito. Pura
percepción.
Rigor
y criterio vaya, como ese podcast
que tanto me entretiene, que habla de aficiones que comparto con ellos, y que se ha convertido en uno de mis
“influencers”
por decirlo de algún modo acorde con los tiempos digitales que nos
ha tocado descubrir, de los que yo acabo, en mayor o menor medida,
tomando nota y que me empuja a ver algunas películas, jugar algunos
juegos, o leer algunas obras, que tal vez, si no les hubiese prestado
atención, no me hubiesen interesado nunca, o lo hubiesen hecho en
otro momento. Y eso que su título, no es para tomárselo
precisamente en serio, intencionadamente. Y quizás, ese sea uno de los motivos, por los
que me los creo más que a otros comunicadores. En fin, cada uno
tiene sus necesidades.
El
caso es que sea quien sea, quien me da ese empujón, ya me ha creado
unas expectativas, insisto. Y esas expectativas, luego, pueden
convertirse en un handycap
si me quedo sin combustible a medio vuelo, y caigo en picado. Y no es
culpa de ellos, es culpa mía por entrar al trapo. Que le saque
entonces, las pegas, que no le han sacado esas personas en las que
puse mi confianza en sus manos (menudo drama), no se si es un defecto
o una virtud, insolencia, ignorancia, atrevimiento o soberbia...pero
creo que es precisamente eso del criterio. Porque el criterio, por
más que queramos acotarlo en estándares, y ponerle mínimos y
máximos técnicos, sigue siendo subjetivo. Que le preguntasen a
Warhol
al respecto del valor del arte, una vez más, para que mintiese una
vez más y se descojonase de todos.
Las
numerosas opiniones diferentes, construidas sobre hechos fehacientes,
conforman la realidad, que es múltiple y nunca singular.
Vaya
momento ¿eh? Me ha poseído Kierkegard
durante un rato. Ya me quito el moodie
de las novelas de Marid
Audrán
escritas por Alec
Effinger,
y vuelvo a ser el palurdo de siempre. Y es lo que tiene la CIFI
y
las nuevas tecnologías, debate. Nuevos horizontes.
Todo
este tostón para resumir que Upgrade,
me ha defraudado enormemente, y apenas superaría la nota de un
suficiente en mi colegio privado y bilingüe de opinión, donde todas
las obras que entran, tienen que vestir mi uniforme a cuadros, porque
para eso soy yo el director del centro, y punto. Es mi opinión. Pero
aún así, por gusto propio y regocijo personal, voy a explayarme y a
dar los motivos de por qué saco esa conclusión de la película CIFI
– Cyberpunk
del 2019.
VENGANZA, CHIPS PRODIGIOSOS Y EL PELIGRO DE LA TECNOLOGIA
Leigh
Wanell
firma la dirección de la cinta de ciencia
ficción
distópica en un futuro muy próximo. Actor, guionista y director
australiano, mete el hocico en un montón de títulos de los que
poder sentirse orgulloso como Saw,
que reinventó el trhiller de terror; O Insidious,
que
aparentaba ser capaz de renovar el fenómeno poltergheist
y quedaba a medio gas, con alguna novedad agarrada con pinzas, pero
resultona. Pero como chupacámaras no le gana cualquiera, con cameos
y papeles interpretativos en películas de otros como la taquillera
Aquaman,
y sus propias entregas de Saw.
En
el reparto, trae en el papel protagonista a un tipo que parece
compartir ADN con Tom
Hardy,
pero que se llama Logan
Marshall-Green
que se ha dejado ver en títulos interesantes como Prometheus,
Spiderman Homecoming o
la insulsa The
Invitation.
Compartirá
pantalla con Betty
Gabriel, Harrison Gilbertson, y Benedict Hardie.
Upgrade
es un título cyberpunk,
que tras no parar de leer maravillas sobre ella como indicaba antes,
esperaba algo que reventase la neo moda del neón y los chips como la
última Blade
Runner, Ghost In the Shell, o
la recientísima Alita.
Que carecen todas de un elaborado ejercicio imaginativo, pero
resuelven satisfactoriamente sin excepción. Pero no. Me encontré
con una película de bajo o medio presupuesto, que aunque resuelve
correctamente en recursos distópicos que nos consiguen transportar a
un futuro cercano con sus diseños de mobiliario, su arquitectura y
sus vehículos futuristas, aspira a ser una orgullosa película de
acción con trasfondo CIFI
que empieza igual que termina, simplona, mediocre.
Y
no es malo ser mediocre, yo soy un mediocre de manual, y sobrevivo
felizmente. Mediocre implica ser suficiente, en ningún caso
insuficiente, es un aprovado por definición, pero en ningún caso
excepcional. Y ya habéis leido la introducción al respecto de las
expectativas y el hype,
confiaba en encontrarme un soplo de aire fresco, una historia de
autor divertida, con chicha a parte de acción.
Logan
interpreta a Grey,
un mecánico chapadao a la antigua, que se gana la vida reparando
vehículos “históricos”, manchándose las manos de aceite y
grasa, un artesano en una cercana era mecanizada, robotizada. Es
feliz en su casa con jardín, con su pareja, Cortez,
que tiene un buen puesto de trabajo adminstrativo en una mega corp
tipicamente cyberpunk,
y que es una mujer contemporánea de su década, tecnodependiente.
La
tecnofobia del protagonista, Grey,
debería de aportar un plus
al
personaje, ofreciendo algo que no es habitual en los protagonistas de
éste tipo de historias technoir,
pero si sois aficionados al género como yo, esto no es nuevo ya a
estas alturas. El perfil del retrogrado que reniega de la tecnología
y desconfía de sus ventajas en un futuro cercano es recurrente en el
género. Asimov
en la saga de los Robots nos presentaba grupos denominados
“medievalistas” en contra del imparable progreso tecnológico.
Respecto
al temor a ese progreso, imparable, diario en nuestra sociedad actual
y de camino hacia la ficción, si son convincentes los argumentos
adjudicados al prota en la película, alegando los mismos argumentos
que hoy podemos oír en la sociedad actual.
“La
tecnología quita trabajos” o “ningún robot sabe hacer lo que yo
hago”
Esto
es ya el presente. Sólo hay que ver el temor de muchos sectores
laborales actuales a perder su caduca hegemonía frente a las nuevas
opciones que los sistemas tecnológicos ofrecen. El telemarketing, la
atención al cliente en ventanilla, el taxi contra los VTC y sus
servicios APP, los servicios de entrega a domicilio, nada de eso
existía antes, lo ha traido la tecnología, y es una realidad que
mueve miles de puestos de trabajo de los que dependen familias
enteras.
¿Es
la tecnología una amenaza? Ese es el quid de la película, pero no
se para ahí, en el debate moral, social o filosófico, no eso
quedará en un segundo plano, mientras el desarrollo de la historia
trata de convertirse en una trepidante aventura de acción, y digo,
intenta.
Pero
no abandonemos todavía lo interesante que subyace en la rutina de la
película. ¿es en verdad una amenaza social? ¿O cuando se cierra
una puerta, se abren otras dos? ¿Debió tener miedo la cadena de
videoclubs Blockbuster en su momento, antes de la llegada de HBO y
Netflix? Lo que es una realidad, es que el mundo gira, el humano
inventa, y el mercado cambia, y tratar de echar el ancla es un error
que se paga caro. El coche al principio necesitaba caballos, luego
agua y carbón, después combustibles fósiles, y hoy en día lo
mueve una pila. ¿han dejado de existir coches? No.
El
ser humano debe saber adaptarse a los tiempos que él mismo crea. No
podemos ser víctimas de nuestro propio ingenio.
Pero
hay que hilar muy fino para quedarse con esa moraleja de éste film
de venganza y muerte gratuita iluminada por neón.
La
perfecta vida de Grey
se torcerá, todo al traste, aparentemente por mala suerte, por estar
en el sitio erróneo en le momento erróneo, pero claro, es tan, tan
obvio mientras el metraje avanza, de que hay gato encerrado, que no
puedo considerar este dato como spoiler, si no como aprte de una
sinopsis muy sesgada e inevitable. El paraíso de Grey
se convierte en infierno, se quedará minusvalido, y se someterá
voluntariamente a una novedosa operación, asumiendo el papel de
conejillo de indias humano, para alojar en su columna vertebral un
nuevo chip o microprocesador biotécnico que le devolverá la
movilidad, y no solo eso, lo convertirá en un nuevo humano, el
siguiente paso en la evolución, el transhumano, el hominido 2.0.,
mejorado y aumentado, más rápido, más listo, más fuerte. Una
máquina de matar de carne y hueso. Y de ahí en adelante empiezan
las tollinas.
El
punto de que Grey
quede sentado en una silla de ruedas, tampoco aporta novedad alguna
para un fan del género, aunque sí algun momento de humor negro que se agradece, como la escena del bar de delincuentes, ya veréis.
Recordemos Mute,
de la que ya he bloggeado, en la que el prota era un barman mudo, que
no desea recuperar la voz artificialmente por motivos religiosos,
casi tan respetables como al adversión a la tecnología de Grey
en Upgrade.
También podemos recordar el libro El
sueño del rey rojo,
novela cyberpunk
patria en la que el protagonista es un hacker sentado en una silla de
ruedas, pese a que podría mejorarse bionicamente y volver a caminar.
O por ejemplo uno de los personajes principales de la saga de los
Mendigos
de Nancy Kress,
que en un futuro perfecto, también queda postrado a una silla de
ruedas, cosa que no le frena en su megalómano desarrollo
intelectual. Y los casos que me dejaré en el tintero y que aún no
conozco.
Entonces,
afirmamos, Upgrade
no aporta absolutamente nada nuevo al género.
¿Es
acaso imprescindible para que una obra sea buena, que aporte algo
nuevo al género? No, no lo es, pero yo lo hubiese agradecido, y
repito, la expectativa ya me había marcado a fuego como una vaca
tejana.
De
ahí en adelante, se desenmaraña un diminuto guión conspiranóico,
con sorpresas más que evidentes, fáciles de adivinar. Me vi en el
sofá adelantándome al guión continuamente, qué chasco. Y ni
siquiera las coreografías de combate me hicieron dar un salto del
cheslón.
Sangre abundante, y combates entre aumentados, al trote tras el único objetivo de la venganza, al margen de la ley.
Y
eso es Upgrade
sin desvelar nada de lo poco que puede sorprender y que merece la
pena ser visto. Hasta aquí voy a leer.
Malditas
expectativas, voy a conseguir que dejéis de leerme si sigo así.
Pero
tranquilos, vosotros compartís vuestra percepción, y yo por eso, no
voy a retiraros mi credibilidad. ¿Qué hay más enriquecedor que la
discrepancia constructiva? Espero nadie se sintiese aludido ni
ofendido, porque soy tan participe de la sobreinformación como todos
los demás. ¿A ver que hago en éste blog si no? Despellejar
subjetivamente cada obra de ciencia
ficción
que pasa por mis manos. Y estaréis de acuerdo o no, muchas veces, y
a veces os crearé una expectativa, que después, ojalá, vosotros
destrocéis después también. La especie debe fluir. Que no pare la
CIFI.
¡Traigo
el tungsteno barato, oiga!
Además,
reconozco que soy un friki
demente y un devorador de cyberpunk,
lo que me pone mucho más complicado sorprenderme con Upgrade.
La vi, y me pareció haberla visto antes una docena de veces, o tal
vez no verla, si no haberla leído o jugado y en verdad incluso
haberla imaginado. Eso me pasa por ansioso.
Decir
que la película es mala, sería mentir. Pero decir que es muy buena,
también. Es el tipo de película que echan pasada la medianoche en
uno de los canales del TDT sintonizados al final de la lista, que te
alegra el insomnio y te salva la noche. Y si la veis siendo un
poquito menos versados que yo (y no me intento tirar el pisto, al César lo que es del César, que mis horas he invertido), igual reluce
más, y os acordáis de mis ancestros haciendo pitar mis oidos.
Así
que ánimo, que tengo tapones. A disfrutar el cyberpunk
que es lo bonito y lo que nos une y reúne aquí.
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