jueves, 22 de noviembre de 2018

WILLIAM GIBSON Y EL SPRAWL


WILLIAM GIBSON

Hoy he decidido empezar la casa por los cimientos. Si me leéis ya habréis notado que sí, que me gusta la CIFI, pero dentro del género suelo esquivar la tradicional space opera (a excepción de Dune) y hacerme con cualquier cosa que tenga una apariencia cyberpunk aunque a veces me lleve un chasco (caso de Biónico por ejemplo). Me va más la CIFI oscura que la dura, o los thrillers de ciencia ficción y las distopías. Así que mucho estaba tardando en atreverme con la piedra angular del cyberpunk según las Media Mass, aque pese a mi disección personal y subjetiva, goza de un mérito innegable, El Neuromante.

Yo, sinceramente, considero que El Neuromante es sólo una introducción a la verdadera "chicha", los títulos que la continuaron, Conde Cero y Monalisa Acelerada... la trilogía del Sprawl.

Pero entraré en materia literaria más tarde, id afilando desgarradores retráctiles y otras ciber prótesis de filo de carbono, porque mi visión al respecto difiere de lo que estamos acostumbrados a leer a otros aficionados y expertos. Pero antes, me gustaría detenerme un poco en la figura del padre de la criatura, William Gibson.

William nace en 1948 en Conway, Carolina del Sur, en el seno de una familia monoparental de corte clásico y tradicional, con una madre metidísima en el rol de ama de casa y perfecta esposa, y un padre en el de traer dinero a casa con un trabajo que le hacía estar poco en ella, en una agencia de construcción e infraestructuras. El pequeño genio del cyberpunk creció en Norfolk, Virginia, y a muy temprana edad sufrió la pérdida de su padre, quedando sólo con su madre, quien muy afectada por la viudedad, se encerró en sí misma y sus convicciones religiosas. Supongo, tomándome ciertas licencias y asumiendo hipótesis de cosecha propia, que William debía ser introvertido y debió sentirse muy solo durante su desarrollo juvenil. En entrevistas posteriores, el propio Gibson describía su hogar en los Apalaches, como un sitio al que la tecnología le costaba hacerse hueco, más que menos, y no compartía la fe ni el fervor religioso de su madre. Me inclino a pensar en esto de su soledad, aún más cuando Gibson es enviado a un colegio interno para chicos en Arizona, en medio del desierto. Sus pruebas académicas demostraron su alto talento en lengua y literatura, y su absolutamente nulo manejo de las ciencias y las matemáticas, cosa que me hace gracia, porque me recuerda a mis propias notas académicas.
William pasó la edad del pavo entre cintas y vinilos de música transgresora y lecturas Beatnik, incubando muchas de las ideas que después integraría en su cyberpunk como la crítica a lo material y el consumismo, la experimentación con drogas, la contracultura, el acercamiento a culturas orientales y exóticas con otras políticas y sociedades diferentes al imperialismo norteamericano, etc...

Todo ese caldo de cultivo Beat, esa sopa de rebeldía e inconformismo, llegó a su punto álgido con la pérdida de su madre en la adolescencia, momento en el que vuelvo a especular dándomelas del psicólogo que no soy, que el sentimiento de soledad del William Gibson, seguramente se acentuó más, y a la vez, esa soledad le hizo sentirse libre y despegado de todo su pasado, en ese cambio de niño a hombre, y podría haberse optado por ser fiel a sus convicciones y principios, como todo adolescente hemos hecho alguna vez. En alguna ocasión escuché que “el que de joven no tiene ideales por lo que luchar, no ha sido joven, y el que los sigue teniendo cuando es viejo, es tonto”.
En ésa explosión personal que es la adolescencia, influida por sus lecturas contraculturales, Gibson se escapa a Canadá para saltarse el servicio militar en plena guerra de Vietnam, donde comenzará a desfasar con drogas y se involucrará con grupos juveniles pertenecientes a movimientos Punk y Hippies en el verano del Amor del 67.
Respecto a la abierta relación de Gibson con las drogas durante su juventud, él mismo afirma que a tiempo pasado lo ve como “hacerse una paja”, desahoga pero no soluciona nada. En realidad cumple con el perfil modélico de joven desestructurado con adolescencia turbia, pero con intereses intelectuales, en la que unas cosas y otras suelen solaparse como excusa contra el entorno social indebido, situación con la que también me he sentido muy identificado, y por eso me atrevo a empatizar y añadir notas de pié de página, totalmente subjetivas, en torno a éste breve resumen de su vida y milagros.



No quiero excederme más de lo debido con su biografía porque la tenéis en Google, y si os defendéis con el inglés, podréis verificar lo aquí expuesto, y ampliarlo, con el documental No Maps For This Territories, que visualmente es un coñazo, con una edición muy amateur, cansina y repetitiva repleta de cortinillas y filtros de primero de edición, y un sin fin de tomas recursos inconexas, pero en el que el verdadero protagonista es Gibson, su palique y sus anécdotas vitales.
De hecho, Gibson, lo que domina de forma innata es la palabra y se le nota, su control de la dialéctica es lo que me fascina. El tipo hubiese sido un excelente agente comercial de ventas o presentador de la teletienda, porque convence, hipnotiza. Puede estar soltando todo un guirigay de pensamientos filosóficos y humanistas a cerca de la necesidad de la tecnología y el posthumanismo, que aunque no comprendiésemos o fuesen una sarta de paparruchas bajo los efectos del LSD, nos lo creeríamos y después se lo contaríamos a nuestros compañeros de trabajo durante el café, esparciendo las esporas de su verdad. El tipo es un charlatán, tiene el don de la verborrea, y gracias a eso mismo pudo escribir la trilogía del Sprawl sin tener ni puñetera idea de ordenadores ni conceptos informáticos, a diferencia por ejemplo de su coetáneo y camarada Rudy Rucker.

¿Cómo le dio a Gibson por meterse en el cyberpunk y convertirse en el adalid del movimiento literario y cultural? Conociendo a otro de los fundadores del movimiento cyberpunk en una convención de ciencia ficción, Shirley, compositor de punk y escritor de CIFI. Rápidamente, con los primeros cuentos que Gibson aportó al círculo de los creadores del cyberpunk, como iba a ser el caso de “Quemando cromo”, Shirley, reconocíó al nuevo miembro como el mesías del género que iban a empezar a popularizar y que comenzaría a llevarse un premio literario tras otro. El Neuromante se llevó los tres más importantes de la ciencia ficción en el mismo año tras su debut.

EL NEUROMANTE


Mucho se ha escrito y se escribirá sobre la obra cumbre del cyberpunk, a la que Gibson cataloga hoy en día de novela adolescente y visceral. Algo imposible de repetirse por su puño y letra, debido a su evolución personal y estilística, y cómo le entiendo. ¿Cuántas veces el fandom hemos pronunciado, sobre autores y creadores, aquello de “Nada como su primer libro, su primer disco, su primer cómic, su primera película”, etc? Somos así de egoístas, no empatizamos nada con los creadores.
Todo amante de la CIFI recordará siempre aquél comienzo:

El cielo tenía el color de un televisor apagado”

Una obra que no recomiendo bajo ningún concepto como iniciación en el cyberpunk, no, porque su traducción al castellano nunca fue fácil para ninguna editorial, y su extrapolación poética se pierde en el camino, convirtiéndose en ocasiones en una lectura confusa y dispersa, que cuesta convertir en imágenes en nuestra (valga la redundancia) imaginación mientras pasamos líneas. Dicho esto, quizás, sea una evidencia de lo poco que sabía Gibson de tecnología e informática, pero lo muy bien que se le da la redacción, inventando términos creíbles del género que se asentaron para siempre, como Ciberespacio, para referirse a aquella futura internet que su circulo, y otros antes que ellos, imaginaron como panacea de la información y comunicación global.
Para empezar en el cyberpunk, yo os recomendaría “Snowcrash” que es una novela muy accesible actualmente; o “Hardwired, el hombre máquina” que pese a que no es fácil de encontrar en papel, si disponéis de una versión digital, es una lectura que entra con comodidad y sin complicaciones para iniciarse.



Gibson popularizó con éxito y convirtió en seña de identidad otros términos como cowboy, la matríz, los gadgets steam o por supuesto el hielo para referirse a programas informáticos defensivos o cortafuegos.

El Sprawl, es ni más ni menos, que la conurbación absoluta, la globalización urbana, el escenario perfecto para un futuro súper poblado y altamente dependiente de la tecnología. En el Sprawl, kilómetros y kilómetros de ciudad continuada, con centros neurálgicos y downtowns unidos unos a otros por ensanches urbanísticos, la multiculturalidad, las clases sociales en exclusión, las zonas desmilitarizadas, los getos, y la supervivencia urbana en su máximo nivel de expresión como antes nunca habíamos visto, se convierten en el entorno en el que los protagonistas de Gibson se ven obligados a desenvolverse. Y cumplimos de éste modo el dogma cyberpunk que Gibson adquirió en sus adolescencia descarriada y Beat, y sus vivencias contraculturales, consignas punk y rol models anárquicos y antisociales. La jungla crea animales, y la ley de la calle es ser el más fuerte. En entornos económicamente hostigados y socialmente depresivos, el que quiere sacar la cabeza a respirar aprende a hacer relojes. Picaresca, ilegalidad y criminalidad. La sociedad los hizo hacerlo, víctimas del sistema. Se crea el eslogan cyberpunk, “el perfil bajo, la tecnología cara”.
Un futuro cercano inspirado por la novela noire pero iluminado a golpe de neón y pantallas de fósforo que sin previo aviso golpeó a Gibson durante su proceso creativo cuando Ridley Scott estrenaba Blade Runner, haciéndole decir algo parecido a “Esta película es todo lo que yo había imaginado de Neuromante”. Y es curioso, porque es mérito de Scott y su equipo creativo, ya que la costa Oeste imaginada por K. Dick en “Sueñan los androides con ovejas electricas?” ni por asomo era tan tecnológica como la de la película, si no más bien una decadente ruina post atómica de lo que había sido la civilización occidental, con supervivientes de perfil bajo, mal organizados, y okupas. De hecho, en Blade Runner, no hay ni rastro del ciberespacio ni de la influencia de las posibles inteligencias artificiales, pese a que K. Dick en la novela original, presentaba aquellos cubos sensoriales de los merceristas, con las que vivían experiencias virtuales del martirio de su profeta. Aquella película, nos enfrentaba a los replicantes, que pese a ser entidades orgánicas artificiales, con libre albedrío y consciencia de sí mismas, no profundizaba tecnológicamente en las miles de posibilidades que brinda el software propuesto pro Gibson.



La novela asentó todo el punk de lo cyber, convirtiendo en norma sagrda del género las pandillas juveniles armadas, las drogas, realidad virtual, los implantes cibernéticos y de software neuronal, las inteligencias artificiales, y las mega corporaciones. Todo lo tiene Neuromante. Tiene acción, violencia, personajes misteriosos como la icónica Molly, Rastafaris orbitales, Ninjas guardaespaldas... tenía todo lo que la cultura pop de los 80 quería, pero en el futuro cercano, multiplicando las posibilidades. Un cocktail espectacular con una prosa superior a la de cualquier guión de acción barata, pero con los mismos ingredientes. Gibson había optimizado las herramientas, sentando cátedra.
No contento con darnos un apasionante thriller de acción futurista, inyectó en la novela un montón de conceptos sociales sobre los que pensar, o así lo veo yo, como por ejemplo:
El poder que ejercen las grandes multinacionales en las economías globales; La tendencia de la sociedad a utilizar y depender de la tecnología; la estratificación social y sus consecuencias; Los aspectos negativos del titánico avance de la humanidad hacia el progreso; Las cuestiones morales que podrían generar en el futuro los adelantos médicos y técnicas como la clonación humana; El “Yo” y la inmortalidad...
Por todo esto, y por el estilo, os indicaba anteriormente que Neuromante no debería ser el primer capítulo en al biblioteca cyberpunk de nadie. Por mucho que Gibson lo rechace, no es una novela meramente juvenil, otra cosa es que el autor, haya madurado tanto que sea incapaz de rebobinar al estado anímico y los juveniles ideales utópicos (o distópicos) que le inspiraron a firmar la piedra angular de todo un subgénero.

La historia, sin spoilers, y muy resumidamente viendo el volumen de texto que hoy voy a alcanzar, se puede reducir muchísimo a como tres personajes se ven envueltos en un complot empresarial con intereses cruzados. Ellos son Case, un cowboy del ciberespacio; Armitage, un agente libre de diferentes organizaciones corporativas, gubernamentales y paramilitares; Y la punta del triángulo, Molly, una belleza ciberaumentada que nada tiene de frágil si no más bien de peligrosa, una ciber asesina a sueldo que arrastra traumas y misterios.
Reunidos los tres por haces del destino urdidos en las sombras de las altas esferas, tendrán que salvar el pellejo una vez entran de lleno en una bola de mentiras y traiciones mafiosas que los llevará de viaje por Asia, Norteamerica, y las colonias orbitales lunares. Su final nos dejará helados. Stop.

¿Qué puedo aportar yo que no se haya dicho de Neuromante a estas alturas, más de 30 años después de su estreno? Poco, debería ser un virtuoso analista, y no lo soy. Pero diré que Neuromante es sólo el principio. Y que mucho encontramos acerca de la obra, pero no de sus continuaciones, que a mi parecer, son la verdadera guinda del universo Sprawl.

EL CONDE CERO


Tras el éxito de Neuromante, vino Conde Cero, que en español no da todo el juego que da en su idioma madre, Count Zero, que jugaba con la dualidad de entenderlo como un título nobiliario, o “Cuenta a cero”.
La novela se presenta como un capitulo a parte de Neuromante en el universo del Sprawl, pero aunque puede leerse con independencia de no haber leído el primero, es muy aconsejable, ya que pese a que todos los personajes de la historia, incluidos los protagonistas, son nuevos y no comparten un pasado directo con Case, Armitage y Molly, todo el entorno nos hace entender mejor la primera novela, y a demás encontraremos guiños del universo Sprawl ya conocido en diferentes capítulos.



A diferencia de su predecesora, la obra tiene una narrativa muchísimo más fluida, mmenos dispersa, carente de algunos de esos saltos de hilo que tanto me despistaban, sin quiebros ni perifrasis, ni aspiraciones prosaicas ni poéticas, es mucho más novelesco, directo, está enfocado, y se agradece siendo sincero. Una narrativa, no por ser más “rococó” ha de resultar mejor por ello, y Conde Cero va mucho más al grano, aunque e ocasiones me haga algún regate.
Ya no es confuso como un manga de Masamune leyéndose de derechas a izquierdas en el que no nos ponen en situación y nos enredan con personajes sin pasado y tramas geopolítcas que parecen trabalenguas. Conde Cero es mucho más cercano.

En ésta ocasión seremos testigos de la evolución de un cowboy novato, Bobby Newmark y su evolución involuntaria como jinete de datos; Una marchante de arte llamada Mary Krushkova contratada por un extraño coleccionista interesado con todos sus activos en conseguir unas extrañas creaciones artísticas; Y el personaje cuya trama más se me atraganta por los mismos defectos o características que daban personalidad a Neuromante, la confusión, protagonizada por Turner, un experto en seguridad privada contratado por una compañía de I+D para un trabajo de extracción civil. La introducción de Mitchelle, una de las civiles que debe ser escoltada por el grupo de seguridad de Turner, es la más enigmática de todas las vías argumentales cruzadas que el libro nos muestra, y no voy a spoilear de más, porque se convertirá en una piedra angular del cierre de la trilogía.
De éste modo, Gibson opta por un nuevo estilo de contar historias, que entrelaza las vidas de diferentes protagonistas, en diferentes puntos del mundo, que sin quererlo convergerán en la misma trama urdida por los marionetistas en la sombra.

Conde Cero, expone el Sprawl desde dentro, mucho más de dentro que Neuromante, transportándonos al corazón de los barrios de esa megaciudad, presentándonos a su clase media y a su clase baja con un toque de Blackxplotation futurísta que me encantó, personificado en una banda de delincuentes surtidos afroamericanos, tremendamente importantes en la trama, con su slang más que menos ricamente traducido, sus pomposas pintas funky, y una cultura techno religiosa que bebe del vudú. Sin duda, un grupo de personajes que recordaremos por mucho tiempo.
Gibson nos introduce en las arcologías, el proyecto urbanístico futurísta más empleado en al CIFI, desde que el arquitecto Paolo Soleri acuñase el término y comenzase la edificación de Arco Santi en Arizona. Estos megaedificios, constituyen una mini ciudad en si misma, capaz de albergar miles de familias en sus viviendas, pretendiendo ser autosuficientes, pudiendo en la teoría permitir a sus inquilinos crear sus propias fuentes de energía y de alimento, e incluso, para ello, ofertando puestos de trabajo a sus propios habitantes.

El libro volverá a hacer excursiones apasionantes pero poco científicas al ciberespacio, mejores y más detalladas que en Neuromante, con toda esa jerga pseudotécnica inventada por Gibson, y la importancia de las inteligencias artificiales y los programas independientes que andan sueltos por la red vuelve a ser principal, con un renovado peso incluso. Las realidades virtuales y el intento por diferenciar como verdaderas o falsas las experiencias percibidas en esos entornos casi reales, serán practicamente una constante en éste segundo capitulo de la trilogía, que si bien se puede leer sin Neuromante, como decíamos antes, en mi opinión, es imprescindible si queremos pasar al tercer tomo, Monalisa Acelerada.

Las cuestiones existenciales que subyacen bajo la ficción de Conde Cero, volverán a girar en torno a la “identidad” y el “ego” en diferentes realidades, la física y la virtual, a las que el ser humano parece estar avocado a enfrentar en su carrera y evolución tecnológica, hasta el punto en el que el hombre será máquina, y la máquina se creerá hombre, o más aún.

Si en alguna ocasión algún capitulo se nos hace bola, aunque no creo que sea el caso con los maravillosos momentos de la banda de “pimps”, el reencuentro con el Finlandés, o los entornos virtuales del parque Well en Barcelona... Tomad un respiro, y retomarlo, porque el final es a mi humilde opinión, doblemente apoteósico respecto al de Neuromante.

MONALISA ACELERADA


Y entonces llegamos al desenlace, MonaLisa Acelerada, que ha evolucionado en la misma dirección en la que ya avanzaba Conde Cero, o eso, o ya me había acostumbrado por completo a la retórica de Gibson sin darme ni cuenta. La obra que concluye todos los caminos que los personajes que ya conocemos han tomado.
En ésta ocasión, es imprescindible haber leído el resto de la saga, me da igual el orden, y es difícil decir por qué sin spoilear nada, ahora que ya conocéis por encima, gracias a mis pequeñas sinópsis, el reparto de papeles en ésta epopeya distópica. Pero volveremos a encontrarnos con muchos personajes de Neuromante y de Conde Cero, y muchas cosas tomarán un cierto sentido si antes no lo tenían. Es un broche perfecto para dejarnos satisfechos y aclarados respecto al Sprawl.



Gibson no ha hecho muchos esfuerzos anteriormente en explicarnos la sociedad y el lore del Sprawl, da por hecho de que somos capaces de seguirle zig zageando en la oscuridad en un laberinto de callejones sin luces, y pobre de tí si le pierdes el rastro. Pero nos hemos ido haciendo a la idea, y en Conde cero ha sido algo más generoso con las descripciones del lore urbano norteamericano y europeo. Pero en Monalisa, nos ofrece un nuevo entorno, suburbios fuera del Sprawl, áreas chabolístas y en abandono, residencia de okupas organizados en pequeñas pandillas o clanes, en un estilo que nos recuerda un poco a Mad Max, los edificios abandonados donde habita Isadore en “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” e incluso el film The Warriors. Ese nuevo entorno que Gibson no nos ubica geográficamente en el imaginario mapa de los nuevos Estados Unidos de América, pero del que dice es frío y yermo, es el inhóspito Dog Solittude, un nuevo escenario sin luces, neón, ni rascacielos, si no chatarra y fábricas abandonadas, en las que un grupo de parias formarán parte involuntariamente, les guste o no, de los grandiosos acontecimientos que están por venir.
El papel de la joven Angie Mitchell y sus “dones” para bucear por el ciberespacio, serán el epicentro de los sucesos, que se expanderán en ondas sísmicas en las páginas de la novela, creando efectos al resto del plantel que no quiero desvelar, porque si lo leéis, será muy satisfactorio volver a reencontraros con estos protagonistas.
Gibson añade a la fiesta a Mona, una prostituta vícitima de las conspiraciones de un grupo mafioso, y a Kumiko, la hija de un Oyabun Yakuza extraditada a Londres por su seguridad.
El libro vuelve a optar por el desarrollo de tramas en paralelo, como en Conde Cero, y visto lo visto en las anteriores entregas, ya es difícil innovar nuevos conceptos, tecnologías, y leit motives filosóficos al respecto. Es una obra más plana y menos exigente, pero no por eso desdeñable, ya que es totalmente necesaria para terminar la trilogía, y el argumento es completamente enriquecedor.

Pese a que es un cierre argumental perfecto, Monalisa Acelerada, ya digo que no es la novela más brillante de las tres, pese a que me encantaron los hechos acontecidos en Dog Solittude y el reencuentro de personajes. Pero el estilo original de Neuromante va esfumándose poco a poco en ésta última historia, loq ue la hace mucho más fácil de leer, más accesible, pero pese a todo, uno acaba echando de menos al viejo Gibson y su tortuoso estilo.

La trascendencia y la singularidad son los aspectos cenitales de la trama principal. En mi opinión, Gibson asume el destino del homínido actual en una inevitable transición evolutiva conjugándose con la tecnología para siempre.

¿Y QUÉ MAS?


Si habéis llegado hasta éste párrafo, os felicito, porque reconozco que la lectura de hoy es larga, tediosa, y que yo me enrollo más que las persianas, pero como podéis observar, la potencia y énfasis de la trilogía del Sprawl va normalizándose, perdiendo fuelle, y mutando de genialidad a una narrativa CIFI menos compleja, para todos los públicos. El propio Gibson se confiesa en No Maps for this Territories, de una forma muy cyberpunk

Ya no tengo acceso en mi memoria a aquella información que plasmé en Neuromante, no puedo repetirlo”

Lo que no se salta un canguro, es el poso de imaginería universal para todos los autores y lectores de CIFI que dejó el Sprawl desde entonces, a nivel mundial. Su slang técnico, creado por un tipo que no tenía ni idea de informática ni software; Sus escenarios urbanos; Los personajes adictos a sustancias químicas y con pasados de dudosa reputación; Las inteligencias artificiales asumiendo el rol de dios; Las guerras corporativas libradas en la sombra por mafias despiadadas con armamento mortífero... Todo aquello, dibujó el escenario del cyberpunk. Y todo ésto, no significa que todo valga, porque en el camino, nos quedamos con la forma, pero perdemos el contenido.
No todo lo que traiga neones, holopantallas, miembros cibernéticos y todos los ingredientes que acabo de citar que Gibson metió en el horno de Neuromante... No todo es cyberpunk.
Gibson ha evolucionado como persona, sus inquietudes han variado, ha escrito mucho desde el Sprawl, su estilo ha evolucionado y ha adoptado otros enfoques, en los que subyacen nuevas preocupaciones y críticas, pero tenemos que recordar a aquél joven desubicado, huérfano, influido por movimientos antisistema y la anarquía antibélica, insumiso, que coqueteaba con las drogas, sin muchas más aspiraciones que leer y escribir bajo los efectos de una nueva droga. Aquél muchacho que ya no existe, que duerme en el interior soterrado del Gibson maduro y experimentado, debajo del escritor de cabecera CIFI, artista multidisciplinar, guionísta... Aquél joven Gibson era el cyberpunk, sus valores, sus utópicos sueños contraculturales a ritmo de música y delirios. Sus ganas de joder, de molestar, de escupir a la cara en la sociedad burguesa, modélica y correcta, eso es cyberpunk, y debe seguir siéndolo.
Que los enormes decorados de luces LED fosforitas, las aparatosas gafas de realidad virtual con docenas de cables conectados a clavijas en la espina dorsal, los vehículos hibridos aéreos, ni ningún otro truco de prestidigitador narrativo nos hagan olvidar, que el cyberpunk se sirve crudo y sangriento.
Gracias William. Nadie “te quita lo bailao” aunque tú mismo te sientas ajeno a ello, incapaz de revivirlo. Gracias.



¿Y qué más? No se... quizás todo lo demás, como The Matrix, El Cortador de Césped, Ghost In The Shell… ¡Todo!
Por último, que aquí somos muy de pixel, hacer mención al videojuego de Neuromancer, que no, nunca he jugado, en mi casa no entró un ordenador de la vieja escuela en la época correcta hasta la aparición de los primeros multimedia en Windows, y éste título de entretenimiento data del 88, firmado por uno de los clásicos más clásicos donde los haya, Interplay.
Como no lo he jugado, no voy a dármelas de listillo, pero no puedo dejar pasar la oportunidad de que sepáis que existe, que se basa en la novela, pero no recrea su hilo argumental, y que se trata de una aventura con puzles.

Creo que va siendo hora de cortar el cordón umbilical que me une a la entrada de hoy, y dejar para el futuro los rumores de una posible versión cinematográfica de Neuromante, tan malditos aparentemente como el Dune que al final ha adoptado Villeneuve; El por qué las editoriales españolas no reeditan Conde cero ni MonaLisa Acelerada y la especulación de éstos títulos en el mercado de segunda mano; Las increíbles portadas de Josán González para las ediciones brasileñas de la trilogía; etc, etc.
Gracias de nuevo a todos y todas, y un enorme saludo, hasta la semana que viene.

2 comentarios:

  1. Sólo te faltó añadir Johnny Mnemonic como obra transversal a la trilogía del Sprawl, que es la primera aparición de Molly. No estoy seguro si en algún momento llega a decir nombres concretos, pero estoy razonablemente seguro de que en Neuromante Molly le habla a Case de Johnny (en la parte del hotel de ataudes).

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    1. Johnny caerá por otra entradita cinéfila XD, pero me da bastante rabia no poder acceder a los cuentos de quemando cromo en papel, para leerlo agustito.

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