EL GRAN HERMANO NOS VIGILA
Bienvenidos una vez más ciborgs, robots, mutantes, mutantas,
aliens, y demás baja estofa y lumpen interplanetario e intervirtual que os
reunís en mi nodo por sorpresa y con
alevosía, para masonear, difamar y supurar en torno a cuantas obras de ciencia
ficción multi soporte y formato caigan en nuestras manos, o más bien en las
mías que soy el panoli que invierte su tiempo libre en escribir éste blog
infame, carente de rigor ni criterio (guiño, guiño a la A.C.H.U.S. si algún día
se dejan caer por aquí, que sepan que serán bien recibidos, tengo ganchitos,
refresco hiperazucarado y no les pasaré el antivirus neuroletal), ni ética, ni
popularidad, ni nada de nada, pero que a mi para disgusto de puristas, oráculos
y empollones, me sigue gustando escribir, porque bueno, me gusta escribir, y
así no pierdo la práctica. Me gusta comunicar, aunque a veces hecho de menos no
tener un interlocutor directo, claro, pero quien sabe, estoy barajando pasarme
al podcasting, pero bueno, como diría El Nota del Gran Lebowsky “Más
complicaciones”, y si a eso le sumamos mi cinturón negro en procrastinación, y
mi superávit de hobbies… No hago más que liarme la manta a la cabeza.
Pero a llorar a la llorería, aquí estoy, una vez más, quién
lo hubiese apostado, y hoy vamos a recuperar la literatura como hilo y vamos a charlotear informalmente, como
siempre, pero con amor y pasión, sobre una obra que éste 2020 ha estado, y
estará muy vigente, por los componentes políticos y conspiranoicos que predijo
a mediados del siglo pasado, y es que, bajo mi humilde opinión de ignorante
observador, no hemos cambiado tanto desde el final de la segunda gran guerra, y
aunque parece precisamente distopía
o ciencia ficción, si hago el
esfuerzo de echar la mirada hacia atrás sin esforzarme mucho, recuerdo la caída
del muro de Berlín, la independencia de Hong Kong, y otras consecuencias del
mapeado post guerra fría, que yo diría que no más que haber terminado, sencillamente
podríamos llamarla, la guerra templada, porque no ha dejado de estar vigente
desde que empezó, y seguimos pendientes de soluciones en Palestina, en Los
Balcanes, y en prácticamente toda la Africa post colonial, y así sucesivamente
sin ser yo un entendido de nada ni pretenderlo, pero es que hasta los tontos,
si prestamos un mínimo de atención, logramos sacar conclusiones de nuestro
entorno, más o menos acertadas, y ya si nos da por documentarnos debidamente,
pues podríamos hasta dar nuestras opiniones en voz alta, pero yo no me atrevo
aún, porque no me gusta decir gilipolleces, aunque como todo semi humano, a
veces, lo hago, pero siempre tiene uno la oportunidad de repensar, investigar,
y retractarse o reafirmarse incluso.
Bueno, que para hablar con propiedad de algo hay que tener
la info, que aquí todo el mundo opinamos muchas veces pero no tenemos ni puta
idea, y a mi me pasa también, sí, pero al menos soy consciente y activo el
firewall en medida de lo posible. Pero de eso va mucho también nuestra obra de
hoy, de formar opiniones, porque al final, muchas veces opinamos a raíz de lo
que nos cuentan, por ejemplo, políticos, medios de comunicación, conocidos y o
familiares, y al final, si no contrastamos nada, igual le damos veracidad,
porque ¿Qué necesidad de mentir tendrían todas estas personas que me están
contando esto o aquello? Si no tengo datos para desmentirlo o rebatirlo, no
estoy en posición de ninguna verdad, y entonces, acepto como verdad, la única
info que recibo.
Esto dicho así, de andar por casa, porque para tesis
doctorales y demás ejercicios intensivos al respecto, la red nos ofrece todo lo
que deseemos conocer, pero preferimos el porno y el Candy crush, somos semi
humanos, es así. Pero realmente, podríamos leer a Kant por ejemplo, para
profundizar en la verdad, podríamos leer a cerca del Intituto Tavistock, para comprender la ingeniería social, podríamos…
Pero nos conformamos con 1984.
Así que en un escenario que podríamos bautizar como El telón de cromo, ya que el acero tiene
poco glamour distópico, la sociedad occidental sigue sumida en las mismas
mierdas caducadas y retrogradas de la izquierda y la derecha, dejando en
ridículo a todo aquél que se autodenomine centrista, porque siempre tiende a
oscilar hacia uno de los otros dos lados o sencillamente el populacho no
queremos medias tintas. Y dale vuelta al torno perico con las viejas etiquetas,
los rancios abolengos, los rojos y los azules, encabestrándonos en un
antiprogreso que a alguien debe favorecer, pero nunca al proletariado, ni
siquiera al burgués de turno engañado en su trono de cartón piedra que como
tiene su pan acepta que le llamen tonto, y yo que se quien será el verdadero
señor del puro, ¿Los Bildelberg?
¿Los masones? ¿Arasaka y las grandes
megacorporaciones? ¡¿Quién?! El Gran
Hermano (risa malvada grave y prolongada).
Y no avanzamos, corremos en la rueda de hámster sosteniendo
las mismas astas de bandera roída y descolorida, y si no lo haces, eres un
apóstata social, un facha, un bolivariano, o peor…eres un librepensador o un miembro de la cínica tribu milenaria, y en verdad seguimos y seguimos creando categorías
y subcategorías con las que camuflar el sentido común, y afloran aún de forma
absolutamente incomprensible para mi cerebro chippeado, racismos, machismos,
antisemitismos, homofobias, y odios irracionales para todos los gustos y
colores sustentados por consignas políticas extintas, por proclamas fósiles. Y
yo, demócrata convencido, de tinte socialista aunque a veces peco de
capitalista, antisionista, antitotalitarista, llámenme burlonamente progresista
si gustan con total libertad y sentido del humor, pues lo entenderé ya que me
considero especialmente empático respecto a quienes se proclaman “liberales” , pero
nunca frente a los cabestros y bueyes (con perdón a tan noble bestia de carga)
que defienden todos esos odios tan asquerosos enumerados antes que desearía no
tener que repetir jamás. Me siento un poco solo, saturado ante la decadencia y
el surrealismo social reinante, porque no logro asimilar que haya cerebros
orgánicos capaces de cometer y defender semejantes atentados hacia la humanidad
y padezco el miedo o la preocupación de ser consciente de que conviven conmigo,
los tengo a mi lado, muy cerca, y son una bomba de relojería a punto de
estallar, o de sacar un arma y al grito
de viva cristo rey pegarme un tiro por la espalda al grito de rojo, judío o
maricón (indistintamente de que lo fuese o no, ¿que más daría una vez apretado
el gatillo?) como hace apenas 45 años aún pasaba en nuestras calles. ¿Cuántos
millones quieren fusilar una panda de vejestorios que han formado parte de los
cuerpos de defensa nacionales? Y eso que aquí no hay segunda enmienda, te
cagas. Y yo pensando en que hay que promover el pensamiento global de humanidad
y olvidarnos de los nacionalismos porque si no, a largo plazo, vamos a tirarnos
al vacío como Lemmings. En fin, ¿qué sabré yo? Odia el juego pero no al
jugador.
En verdad, como si de una campaña publicitaria se tratase,
va a haber que defender el eslogan de que cada uno somos “algo más” que una
cosa u otra visto lo visto, pero lo que nos falta es cemento de unión, nos
falta ese puntito sardónicamente cristiano de amar al prójimo, o lo que
llamaríamos actualmente los charlatanes pseudocientíficos, asertividad.
Y tal como decía al principio de mi reflexión, no, no hemos
cambiado prácticamente nada, y no se si cambiaremos alguna vez, y hablo en
plural de la primera persona, porque sería demasiado soberbio por mi parte
excluirme del grupo humano occidental al que pertenezco por defecto, pese a ser
consciente de nuestros defectos, ya que ejercitando la empatía de nuevo como
presumía antes, tal vez, aquellos individuos que se mantengan en un eje
radicalmente opuesto a lo expuesto piensen lo mismo de mi, y llegados a éste
punto, podríamos leer en la red algo de Karl
Popper también, pero eso es más aburrido que 1984. Y dicho todo esto, es imposible no tenerle miedo al futuro,
porque estamos en manos de psicópatas, y convivimos con asesinos hambrientos.
Es desalentador, pesimista, negativo, pero es una realidad, y el mundo, o mejor
dicho la humanidad, seguimos funcionando como un virus, dejando al famoso COVID
a la altura de cualquier santo católico apostólico románico. Y eso, sin
enterarnos muy bien de que estará pasando en el resto del mundo, en países que
nuestros pequeños no estudian aún en la ESO, y gobiernos demenciales cuyo líder
podría ser un villano de la Marvel
sentado en su castillo desayunando fetos humanos, porque muchos documentales
vemos de Hitler, Mussolini, Stalin, Maho
pero pocos de Duterte, o de señores
de la guerra africanos mientras los medios nos bombardean con peleles como Bolsonaro o Trump
y volvemos a lo mismo, 1984, nos
informan de lo que quieren que sepamos, pero George Orwell no imaginaba que hoy en día tendríamos internet, que
podría ser la herramienta clave para eliminar el desconocimiento, pero creo que
es incluso innecesario bloquearlo como hace el gobierno Chino, la red ya tiene suficientes laberintos de contrainformación,
bulos, y demás trampas del conocimiento que nos harán crear opiniones deformes
y monstruosas, auténticos ghoules intelectuales, que nos dejarán en el mismo
punto de ignorancia y estupidez, como si internet no existiese. Menos mal que
hay porno y póker online, ¿no? Yo que se, solo se que no se nada.
Parece esto un ensayo sobre la épica lucha entre el bien y
el mal, el ying y el yang y demás magufadas erótico filosóficas.
Vamos allá con lo nuestro.
GEORGE ORWELL
Después de semejante chapa introductoria que podrá generaros
sarpullidos y erupciones a todos aquellos y aquellas que discrepéis, os pediré,
igual que hago yo, que empaticéis conmigo, y no me toméis demasiado en serio.
Seguro que muchos y muchas tenéis opiniones contrarias, parecidas pero con
matices, primas, hermanas o sobrinas, pero iguales lo que se dice iguales, ya
será difícil, teniendo en cuenta además que no he expresado todo lo que llevo
dentro, porque tampoco es mi intención adoctrinar a nadie ni vender ninguna
moto, sencillamente, es lo que yo percibo, y seguro que mañana será otra cosa,
porque el mayor valor del humano, es precisamente, que es mutante por
naturaleza, cambiante, evolutivo o involutivo, pero cambiante. Según los
estímulos recibidos, mutaré. Y ya sabéis lo que opino de las opiniones, valga
la redundancia, y es que no son tan trascendentales hasta que lso datos
objetivos demuestren lo contrario, y volvemos a darle vuelta a la ruleta del
significado de la verdad.
Vamos a por la ya típica intro del autor, porque si me leéis
habitualmente, sabréis que soy de los que sacan mayor jugo a la obra, si se
algo del autor, si logro entenderle un poquito al menos, y Eric Arthur Blair, verdadero nombre de George Orwell (pseudónimo seleccionado con gran tiento britanófilo
para firmar obras que creía avergonzarían a su familia) fue un señor de familia
bien, o muy bien sinceramente, que estudió en colegios anglicanos de bien, con
buenas notas, y que de ahí en adelante, se torció un poquito podríamos decir en
broma. Porque podría ponerme en plan copy+paste para presentaros al autor, pero
para eso ya tenéis la red, recordadlo.
Orwell se alistó
al cuerpo de policía del cuerpo colonial del imperio británico en Birmania, colonia de la que era natural
su madre, y allí comenzó a gestar su odio personal hacia el imperialismo
británico y a tener conciencia de clases, haciendo ya sus primeros pinitos
novelísticos al respecto.
Tras esa etapa de desencanto con el orden y la ley, muta a
bohemio y ejerce de librero y de educador, y continúa sus pinitos como
escritor, especialmente influenciado por Jack
London.
Y entonces llega el momento más importante de su vida, la
guerra civil española, antesala del desastre europeo en ciernes que fue la
segunda guerra mundial, y se alista al POUM (partido de índole stalinista) bajo
la famosa frase
“alguien tiene que asesinar fascistas”
Curioso que actualmente los partidos democráticos de extrema
derecha utilicen su obra 1984 como
punta de lanza a la hora de hacer oposición en el ojo del huracán COVID, la
absurdez contemporánea es un tsunami de ignorancia descontrolada, menuda época
para vivir, todo vale. Orwel debe
estar descojonándose en su tumba.
El caso es que en la contienda patria, entendió que ningún
bando totalitario era una solución, ni el comunismo, ni el fascismo, ni ningún
derivado posible que no sea democracia. Y fue testigo de primera mano del
adoctrinamiento, la contrainformación, el panfletismo, y el uso de las noticias
como un arma más con el que conseguir el apoyo civil y de otras naciones.
Herido por arma de fuego en combate, y aquejado de una rampante
tuberculosis, terminó sus días como periodista de medios liberales de tendencia
izquierdista inglesa, vigilado con lupa por los servicios de inteligencia
británicos, y con sus dos novelas cumbre, absolutamente inspiradas en su
desencanto político a nivel europeo que nos avisaría de los problemas de no
percatarnos de los objetivos de los líderes, Rebelión en la granja y la que nos atañe hoy, 1984.
LA DISTOPIA POR EXCELENCIA
Tras repasar a velocidad luz su obra y milagros, con luces y
sombras que darían para mucho más, vamos a cortar la carnaza.
1984 Se edita al
fallecer George, y nos traslada a un
nuevo país, resultado de futuros conflictos bélicos y geopolíticos, que podría ser
la nueva Gran Bretaña, en la que se ha instaurado un modelo de gobierno
totalitario, autárquico, completamente vigilado por los ministerios y
herramientas del partido para lograr la lealtad absoluta, el patriotismo
forzado, y a grandes rasgos, la alienación del ciudadano.
El partido Ingsoc
y su líder, El Gran Hermano, velan
por la prosperidad y seguridad de los buenos ciudadanos.
Su futuro cercano, es sin duda, junto con Mundo Feliz y Fahrenheit 451, el gérmen de toda distopía actual y moderna, muy en
boga últimamente, de la que beben prácticamente todos los taquillazos y best
sellers del palo como Los juegos del
hambre, Divergente, La Isla, El corredor del laberinto, y clásicos incunables como La fuga de Logan, Brazil, e
incluso algunas obras de menor repercusión ya diseccionadas en este blog como Bionico. Aunque si buscamos si fue
primero el huevo o la gallina, nunca llegaríamos al fin de la madeja, porque
ahí está Metropolis también.
Todas las posteriores se cimientan sobre las bases de estas
obras clásicas. Se repetirán hasta la saciedad con mayor o menor acierto los
gobiernos autoritarios basados en la mentira y la desinformación, la lucha de
clases, los atentados de falsa bandera; la alienación del individuo y su
anulación para incluirlo en un sistema comunitario bien controlado, dócil, y
eficiente, lo que incluye la anulación de sus emociones, sus principios, y
cualquier rastro de un pasado que pueda poner en duda la gloria de la causa
patria en pos del bien supremo de la nación.
Y no solo esas obras, si no que 1984 tuvo sus propias adaptaciones al cine, y televisión, destacando la dirigida por Michael Radford, o eso tengo entendido, no la he visto aún.
Por lo que tenemos patriotismo exhacervado, manipulación de
la verdad, adoctrinamiento casi religioso o fanatismo, y un único objetivo
nacional bélico de derrotar al enemigo (en muchas ocasiones como en ésta,
invisible) como combustible de una sociedad futura basada en la productividad
industrial de autoabastecimiento, el nacionalismo, el cierre de fronteras y la
xenofobia.
Rectas instituciones velan por la integridad del ciudadano,
tanto de carácter didáctico o escolar, sin ánimo de lucro, como las policiales
y legislativas, para que se cumplan los modelos de vida estandarizados y
saludables que no afecten a las bases de una recta y próspera sociedad. Por
supuesto, cualquier conducta impropia, no considerada ética, ni mucho menos
ilegal, es consentida, y los castigos son despiadados, y los procesos de
reeducación e inserción a la sociedad también, poco menos que un lavado de
cerebro pauloviano.
Osea, es fantástico, es como vivir en un gulag. Qué alegría.
Pero la naturaleza humana es la que es, y la curiosidad mató
al gato. Y aquí entra Winston, el
prota, un currito fracasado que como era de esperar y sin hacer spoilers,
se hace demasiadas preguntas, hasta el punto de obsesionarse.
Tras la reflexión “introductoria”, creo que lo que hay en 1984 es obvio, pero recalcaría algunos
aspectos.
El primero, la brillante idea de que destruir el pasado, o
cambiarlo, convence a los que viven el presente de su verdad, y esto se está
llevando a la práctica hoy día en prácticamente cualquier movimiento
independentista o nacionalista.
Lo segundo, la importancia magistral
que Orwell da al idioma, y la forma
de comunicarse. Cuanto más sistemático es un lenguaje, menos oportunidades de
expresar sentimientos tiene, y si además, modificamos el lenguaje para evitar
expresiones o formas de comunicación que puedan herir al régimen, mejor.
Brillante, muy genialmente hilado, ya que, el lenguaje, es lo que teje nuestro
entendimiento de la realidad. Si vivimos en una sociedad en la que, ejemplo,
guiño, guiño, la palabra “corona virus” no
existe (o se prohíbe bajo pena capital), pues no tendremos ni un solo caso
diagnosticado pro médicos en esa nación, ¿eh Turkmenistán? Orwell estaría orgulloso de vosotros.
Lo tercero, el punto más
sorprendente y terrorífico que encontré en la lectura, aviso, mini spoiler, pero muy mini. La sorprendente
posibilidad, de que un individuo, en creencia de poseer la verdad absoluta, sea
capaz de ofrecerse a los actos más terribles, crueles e inimaginables, para de
una forma tan maquiavélica de justificar los medios, se convierta, pese a negarlo,
en lo mismo que su enemigo. Los inocentes, están a merced de los fanáticos, y
el líder lo sabe, El Gran hermano lo
sabe. Ese momento de la lectura, me dejó frío ante una verdad tan terrible y
despiadada, que sencillamente, atestigua que convivimos con asesinos en
potencia si les das la excusa adecuada.
Por último, y cuarto, cómo el sexo
procede como vía de escape y terapia puramente fisiológica frente a la
alienación humana, y no quiero haceros spoiler,
pero claro, ésta novela tiene su puntito de romance también, como todas sus
hijas e hijos contemporáneos, si es que está todo inventado. Pero la
importancia del sexo como rompehielos en la anodina rutina proletaria de
nuestros protagonistas, es la chispa y la causa de una serie de sucesos que no
voy a adelantar.
Con todos estos temas de siempre
candente actualidad, hemos hecho un mapeado de 1984 que debe servir como cebo a quien aún no lo haya leído, y que
tal vez haya aburrido al que se lo sepa de memoria, pero por eso mismo, no he
querido hacer una sinópsis tradicional, y me he permitido divagar sobre su naturaleza
de una forma más personal y abstracta.
Como he dicho ya en otras
ocasiones, un revolucionario sólo es un nuevo tirano en potencia. Bienvenidos a
202… digo… 1984.
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