jueves, 10 de diciembre de 2020

1984 EL AÑO DE LA DISTOPIA

 

EL GRAN HERMANO NOS VIGILA

 

Bienvenidos una vez más ciborgs, robots, mutantes, mutantas, aliens, y demás baja estofa y lumpen interplanetario e intervirtual que os reunís en mi  nodo por sorpresa y con alevosía, para masonear, difamar y supurar en torno a cuantas obras de ciencia ficción multi soporte y formato caigan en nuestras manos, o más bien en las mías que soy el panoli que invierte su tiempo libre en escribir éste blog infame, carente de rigor ni criterio (guiño, guiño a la A.C.H.U.S. si algún día se dejan caer por aquí, que sepan que serán bien recibidos, tengo ganchitos, refresco hiperazucarado y no les pasaré el antivirus neuroletal), ni ética, ni popularidad, ni nada de nada, pero que a mi para disgusto de puristas, oráculos y empollones, me sigue gustando escribir, porque bueno, me gusta escribir, y así no pierdo la práctica. Me gusta comunicar, aunque a veces hecho de menos no tener un interlocutor directo, claro, pero quien sabe, estoy barajando pasarme al podcasting, pero bueno, como diría El Nota del Gran Lebowsky “Más complicaciones”, y si a eso le sumamos mi cinturón negro en procrastinación, y mi superávit de hobbies… No hago más que liarme la manta a la cabeza.

Pero a llorar a la llorería, aquí estoy, una vez más, quién lo hubiese apostado, y hoy vamos a recuperar la literatura como hilo y vamos a charlotear informalmente, como siempre, pero con amor y pasión, sobre una obra que éste 2020 ha estado, y estará muy vigente, por los componentes políticos y conspiranoicos que predijo a mediados del siglo pasado, y es que, bajo mi humilde opinión de ignorante observador, no hemos cambiado tanto desde el final de la segunda gran guerra, y aunque parece precisamente distopía o ciencia ficción, si hago el esfuerzo de echar la mirada hacia atrás sin esforzarme mucho, recuerdo la caída del muro de Berlín, la independencia de Hong Kong, y otras consecuencias del mapeado post guerra fría, que yo diría que no más que haber terminado, sencillamente podríamos llamarla, la guerra templada, porque no ha dejado de estar vigente desde que empezó, y seguimos pendientes de soluciones en Palestina, en Los Balcanes, y en prácticamente toda la Africa post colonial, y así sucesivamente sin ser yo un entendido de nada ni pretenderlo, pero es que hasta los tontos, si prestamos un mínimo de atención, logramos sacar conclusiones de nuestro entorno, más o menos acertadas, y ya si nos da por documentarnos debidamente, pues podríamos hasta dar nuestras opiniones en voz alta, pero yo no me atrevo aún, porque no me gusta decir gilipolleces, aunque como todo semi humano, a veces, lo hago, pero siempre tiene uno la oportunidad de repensar, investigar, y retractarse o reafirmarse incluso.

Bueno, que para hablar con propiedad de algo hay que tener la info, que aquí todo el mundo opinamos muchas veces pero no tenemos ni puta idea, y a mi me pasa también, sí, pero al menos soy consciente y activo el firewall en medida de lo posible. Pero de eso va mucho también nuestra obra de hoy, de formar opiniones, porque al final, muchas veces opinamos a raíz de lo que nos cuentan, por ejemplo, políticos, medios de comunicación, conocidos y o familiares, y al final, si no contrastamos nada, igual le damos veracidad, porque ¿Qué necesidad de mentir tendrían todas estas personas que me están contando esto o aquello? Si no tengo datos para desmentirlo o rebatirlo, no estoy en posición de ninguna verdad, y entonces, acepto como verdad, la única info que recibo.

Esto dicho así, de andar por casa, porque para tesis doctorales y demás ejercicios intensivos al respecto, la red nos ofrece todo lo que deseemos conocer, pero preferimos el porno y el Candy crush, somos semi humanos, es así. Pero realmente, podríamos leer a Kant por ejemplo, para profundizar en la verdad, podríamos leer a cerca del Intituto Tavistock, para comprender la ingeniería social, podríamos… Pero nos conformamos con 1984.

Así que en un escenario que podríamos bautizar como El telón de cromo, ya que el acero tiene poco glamour distópico, la sociedad occidental sigue sumida en las mismas mierdas caducadas y retrogradas de la izquierda y la derecha, dejando en ridículo a todo aquél que se autodenomine centrista, porque siempre tiende a oscilar hacia uno de los otros dos lados o sencillamente el populacho no queremos medias tintas. Y dale vuelta al torno perico con las viejas etiquetas, los rancios abolengos, los rojos y los azules, encabestrándonos en un antiprogreso que a alguien debe favorecer, pero nunca al proletariado, ni siquiera al burgués de turno engañado en su trono de cartón piedra que como tiene su pan acepta que le llamen tonto, y yo que se quien será el verdadero señor del puro, ¿Los Bildelberg? ¿Los masones? ¿Arasaka y las grandes megacorporaciones? ¡¿Quién?! El Gran Hermano (risa malvada grave y prolongada).

Y no avanzamos, corremos en la rueda de hámster sosteniendo las mismas astas de bandera roída y descolorida, y si no lo haces, eres un apóstata social, un facha, un bolivariano, o peor…eres un librepensador o un miembro de la cínica tribu milenaria, y en verdad seguimos y seguimos creando categorías y subcategorías con las que camuflar el sentido común, y afloran aún de forma absolutamente incomprensible para mi cerebro chippeado, racismos, machismos, antisemitismos, homofobias, y odios irracionales para todos los gustos y colores sustentados por consignas políticas extintas, por proclamas fósiles. Y yo, demócrata convencido, de tinte socialista aunque a veces peco de capitalista, antisionista, antitotalitarista, llámenme burlonamente progresista si gustan con total libertad y sentido del humor, pues lo entenderé ya que me considero especialmente empático respecto a quienes se proclaman “liberales” , pero nunca frente a los cabestros y bueyes (con perdón a tan noble bestia de carga) que defienden todos esos odios tan asquerosos enumerados antes que desearía no tener que repetir jamás. Me siento un poco solo, saturado ante la decadencia y el surrealismo social reinante, porque no logro asimilar que haya cerebros orgánicos capaces de cometer y defender semejantes atentados hacia la humanidad y padezco el miedo o la preocupación de ser consciente de que conviven conmigo, los tengo a mi lado, muy cerca, y son una bomba de relojería a punto de estallar, o de sacar un  arma y al grito de viva cristo rey pegarme un tiro por la espalda al grito de rojo, judío o maricón (indistintamente de que lo fuese o no, ¿que más daría una vez apretado el gatillo?) como hace apenas 45 años aún pasaba en nuestras calles. ¿Cuántos millones quieren fusilar una panda de vejestorios que han formado parte de los cuerpos de defensa nacionales? Y eso que aquí no hay segunda enmienda, te cagas. Y yo pensando en que hay que promover el pensamiento global de humanidad y olvidarnos de los nacionalismos porque si no, a largo plazo, vamos a tirarnos al vacío como Lemmings. En fin, ¿qué sabré yo? Odia el juego pero no al jugador.

En verdad, como si de una campaña publicitaria se tratase, va a haber que defender el eslogan de que cada uno somos “algo más” que una cosa u otra visto lo visto, pero lo que nos falta es cemento de unión, nos falta ese puntito sardónicamente cristiano de amar al prójimo, o lo que llamaríamos actualmente los charlatanes pseudocientíficos, asertividad.

 

Y tal como decía al principio de mi reflexión, no, no hemos cambiado prácticamente nada, y no se si cambiaremos alguna vez, y hablo en plural de la primera persona, porque sería demasiado soberbio por mi parte excluirme del grupo humano occidental al que pertenezco por defecto, pese a ser consciente de nuestros defectos, ya que ejercitando la empatía de nuevo como presumía antes, tal vez, aquellos individuos que se mantengan en un eje radicalmente opuesto a lo expuesto piensen lo mismo de mi, y llegados a éste punto, podríamos leer en la red algo de Karl Popper también, pero eso es más aburrido que 1984. Y dicho todo esto, es imposible no tenerle miedo al futuro, porque estamos en manos de psicópatas, y convivimos con asesinos hambrientos. Es desalentador, pesimista, negativo, pero es una realidad, y el mundo, o mejor dicho la humanidad, seguimos funcionando como un virus, dejando al famoso COVID a la altura de cualquier santo católico apostólico románico. Y eso, sin enterarnos muy bien de que estará pasando en el resto del mundo, en países que nuestros pequeños no estudian aún en la ESO, y gobiernos demenciales cuyo líder podría ser un villano de la Marvel sentado en su castillo desayunando fetos humanos, porque muchos documentales vemos de Hitler, Mussolini, Stalin, Maho pero pocos de Duterte, o de señores de la guerra africanos mientras los medios nos bombardean con peleles como Bolsonaro  o Trump y volvemos a lo mismo, 1984, nos informan de lo que quieren que sepamos, pero George Orwell no imaginaba que hoy en día tendríamos internet, que podría ser la herramienta clave para eliminar el desconocimiento, pero creo que es incluso innecesario bloquearlo como hace el gobierno Chino, la red ya tiene suficientes laberintos de contrainformación, bulos, y demás trampas del conocimiento que nos harán crear opiniones deformes y monstruosas, auténticos ghoules intelectuales, que nos dejarán en el mismo punto de ignorancia y estupidez, como si internet no existiese. Menos mal que hay porno y póker online, ¿no? Yo que se, solo se que no se nada.

Parece esto un ensayo sobre la épica lucha entre el bien y el mal, el ying y el yang y demás magufadas erótico filosóficas.

Vamos allá con lo nuestro.




GEORGE ORWELL

Después de semejante chapa introductoria que podrá generaros sarpullidos y erupciones a todos aquellos y aquellas que discrepéis, os pediré, igual que hago yo, que empaticéis conmigo, y no me toméis demasiado en serio. Seguro que muchos y muchas tenéis opiniones contrarias, parecidas pero con matices, primas, hermanas o sobrinas, pero iguales lo que se dice iguales, ya será difícil, teniendo en cuenta además que no he expresado todo lo que llevo dentro, porque tampoco es mi intención adoctrinar a nadie ni vender ninguna moto, sencillamente, es lo que yo percibo, y seguro que mañana será otra cosa, porque el mayor valor del humano, es precisamente, que es mutante por naturaleza, cambiante, evolutivo o involutivo, pero cambiante. Según los estímulos recibidos, mutaré. Y ya sabéis lo que opino de las opiniones, valga la redundancia, y es que no son tan trascendentales hasta que lso datos objetivos demuestren lo contrario, y volvemos a darle vuelta a la ruleta del significado de la verdad.

Vamos a por la ya típica intro del autor, porque si me leéis habitualmente, sabréis que soy de los que sacan mayor jugo a la obra, si se algo del autor, si logro entenderle un poquito al menos, y Eric Arthur Blair, verdadero nombre de George Orwell (pseudónimo seleccionado con gran tiento britanófilo para firmar obras que creía avergonzarían a su familia) fue un señor de familia bien, o muy bien sinceramente, que estudió en colegios anglicanos de bien, con buenas notas, y que de ahí en adelante, se torció un poquito podríamos decir en broma. Porque podría ponerme en plan copy+paste para presentaros al autor, pero para eso ya tenéis la red, recordadlo.

Orwell se alistó al cuerpo de policía del cuerpo colonial del imperio británico en Birmania, colonia de la que era natural su madre, y allí comenzó a gestar su odio personal hacia el imperialismo británico y a tener conciencia de clases, haciendo ya sus primeros pinitos novelísticos al respecto.

Tras esa etapa de desencanto con el orden y la ley, muta a bohemio y ejerce de librero y de educador, y continúa sus pinitos como escritor, especialmente influenciado por Jack London.

Y entonces llega el momento más importante de su vida, la guerra civil española, antesala del desastre europeo en ciernes que fue la segunda guerra mundial, y se alista al POUM (partido de índole stalinista) bajo la famosa frase

alguien tiene que asesinar fascistas

 

Curioso que actualmente los partidos democráticos de extrema derecha utilicen su obra 1984 como punta de lanza a la hora de hacer oposición en el ojo del huracán COVID, la absurdez contemporánea es un tsunami de ignorancia descontrolada, menuda época para vivir, todo vale. Orwel debe estar descojonándose en su tumba.

El caso es que en la contienda patria, entendió que ningún bando totalitario era una solución, ni el comunismo, ni el fascismo, ni ningún derivado posible que no sea democracia. Y fue testigo de primera mano del adoctrinamiento, la contrainformación, el panfletismo, y el uso de las noticias como un arma más con el que conseguir el apoyo civil y de otras naciones.

Herido por arma de fuego en combate, y aquejado de una rampante tuberculosis, terminó sus días como periodista de medios liberales de tendencia izquierdista inglesa, vigilado con lupa por los servicios de inteligencia británicos, y con sus dos novelas cumbre, absolutamente inspiradas en su desencanto político a nivel europeo que nos avisaría de los problemas de no percatarnos de los objetivos de los líderes, Rebelión en la granja y la que nos atañe hoy, 1984.




LA DISTOPIA POR EXCELENCIA

Tras repasar a velocidad luz su obra y milagros, con luces y sombras que darían para mucho más, vamos a cortar la carnaza.

1984 Se edita al fallecer George, y nos traslada a un nuevo país, resultado de futuros conflictos bélicos y geopolíticos, que podría ser la nueva Gran Bretaña, en la que se ha instaurado un modelo de gobierno totalitario, autárquico, completamente vigilado por los ministerios y herramientas del partido para lograr la lealtad absoluta, el patriotismo forzado, y a grandes rasgos, la alienación del ciudadano.

El partido Ingsoc y su líder, El Gran Hermano, velan por la prosperidad y seguridad de los buenos ciudadanos.

Su futuro cercano, es sin duda, junto con Mundo Feliz y Fahrenheit 451, el gérmen de toda distopía actual y moderna, muy en boga últimamente, de la que beben prácticamente todos los taquillazos y best sellers del palo como Los juegos del hambre, Divergente, La Isla, El corredor del laberinto,  y clásicos incunables como La fuga de Logan, Brazil,  e incluso algunas obras de menor repercusión ya diseccionadas en este blog como Bionico. Aunque si buscamos si fue primero el huevo o la gallina, nunca llegaríamos al fin de la madeja, porque ahí está Metropolis también.

Todas las posteriores se cimientan sobre las bases de estas obras clásicas. Se repetirán hasta la saciedad con mayor o menor acierto los gobiernos autoritarios basados en la mentira y la desinformación, la lucha de clases, los atentados de falsa bandera; la alienación del individuo y su anulación para incluirlo en un sistema comunitario bien controlado, dócil, y eficiente, lo que incluye la anulación de sus emociones, sus principios, y cualquier rastro de un pasado que pueda poner en duda la gloria de la causa patria en pos del bien supremo de la nación.

Y no solo esas obras, si no que 1984 tuvo sus propias adaptaciones al cine, y televisión, destacando la dirigida por Michael Radford, o eso tengo entendido, no la he visto aún.

Por lo que tenemos patriotismo exhacervado, manipulación de la verdad, adoctrinamiento casi religioso o fanatismo, y un único objetivo nacional bélico de derrotar al enemigo (en muchas ocasiones como en ésta, invisible) como combustible de una sociedad futura basada en la productividad industrial de autoabastecimiento, el nacionalismo, el cierre de fronteras y la xenofobia.

Rectas instituciones velan por la integridad del ciudadano, tanto de carácter didáctico o escolar, sin ánimo de lucro, como las policiales y legislativas, para que se cumplan los modelos de vida estandarizados y saludables que no afecten a las bases de una recta y próspera sociedad. Por supuesto, cualquier conducta impropia, no considerada ética, ni mucho menos ilegal, es consentida, y los castigos son despiadados, y los procesos de reeducación e inserción a la sociedad también, poco menos que un lavado de cerebro pauloviano.

                                               

Osea, es fantástico, es como vivir en un gulag. Qué alegría.

Pero la naturaleza humana es la que es, y la curiosidad mató al gato. Y aquí entra Winston, el prota, un currito fracasado que como era de esperar y sin hacer spoilers, se hace demasiadas preguntas, hasta el punto de obsesionarse.

Tras la reflexión “introductoria”, creo que lo que hay en 1984 es obvio, pero recalcaría algunos aspectos.

El primero, la brillante idea de que destruir el pasado, o cambiarlo, convence a los que viven el presente de su verdad, y esto se está llevando a la práctica hoy día en prácticamente cualquier movimiento independentista o nacionalista.

Lo segundo, la importancia magistral que Orwell da al idioma, y la forma de comunicarse. Cuanto más sistemático es un lenguaje, menos oportunidades de expresar sentimientos tiene, y si además, modificamos el lenguaje para evitar expresiones o formas de comunicación que puedan herir al régimen, mejor. Brillante, muy genialmente hilado, ya que, el lenguaje, es lo que teje nuestro entendimiento de la realidad. Si vivimos en una sociedad en la que, ejemplo, guiño, guiño, la palabra “corona virus” no existe (o se prohíbe bajo pena capital), pues no tendremos ni un solo caso diagnosticado pro médicos en esa nación, ¿eh Turkmenistán? Orwell estaría orgulloso de vosotros.

Lo tercero, el punto más sorprendente y terrorífico que encontré en la lectura, aviso, mini spoiler, pero muy mini. La sorprendente posibilidad, de que un individuo, en creencia de poseer la verdad absoluta, sea capaz de ofrecerse a los actos más terribles, crueles e inimaginables, para de una forma tan maquiavélica de justificar los medios, se convierta, pese a negarlo, en lo mismo que su enemigo. Los inocentes, están a merced de los fanáticos, y el líder lo sabe, El Gran hermano lo sabe. Ese momento de la lectura, me dejó frío ante una verdad tan terrible y despiadada, que sencillamente, atestigua que convivimos con asesinos en potencia si les das la excusa adecuada.

Por último, y cuarto, cómo el sexo procede como vía de escape y terapia puramente fisiológica frente a la alienación humana, y no quiero haceros spoiler, pero claro, ésta novela tiene su puntito de romance también, como todas sus hijas e hijos contemporáneos, si es que está todo inventado. Pero la importancia del sexo como rompehielos en la anodina rutina proletaria de nuestros protagonistas, es la chispa y la causa de una serie de sucesos que no voy a adelantar.

Con todos estos temas de siempre candente actualidad, hemos hecho un mapeado de 1984 que debe servir como cebo a quien aún no lo haya leído, y que tal vez haya aburrido al que se lo sepa de memoria, pero por eso mismo, no he querido hacer una sinópsis tradicional, y me he permitido divagar sobre su naturaleza de una forma más personal y abstracta.



Como he dicho ya en otras ocasiones, un revolucionario sólo es un nuevo tirano en potencia. Bienvenidos a 202…  digo… 1984.

 

 

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