CASTILLOS Y PRISIONES
Bueno...entonces, ¿había un castillo
en El Hombre en el Castillo?
¿O no? Todo el mundo en la novela de Philip K. Dick
llamaba con ese alias a Abendsen
(autor de la langosta se ha posado, el
libro dentro del libro) porque todos pensaban que vivía aterrorizado
de los nazis, encerrado en un castillo protegido con altos muros y
medidas de seguridad, aislado del exterior. Que curioso dicho así,
¿verdad? “aislado de la realidad”, ¿Una pista de Philip
tal vez? ¿Una declaración de intenciones?
La
verdad que el castillo es el tipo de edificio que por naturaleza, en
la fantasía y la CIFI
asociamos con mayor frecuencia a los nazis. Más tarde, comenzamos a
imaginarlos en cavernas de la Antártida, o bases lunares... pero el
castillo fue durante un amplio periodo creativo, la guarida ideal de
los villanos social nacionalistas alemanes.
El
propio Führer residió en un pequeño castillo, o palacete
remodelado, conocido como Berghof,
“El nido del águila”, donde Eva Braun
tomó varias filmaciones domésticas muy famosas.
O el
castillo de Wewelsburg,
propiedad de Himmler, donde se dice se llevaron a cabo los más
extraños rituales esotéricos y espirítistas, incluidas
invocaciones.
El
castillo de Sonnenstein,
matadero sanitario de enfermos mentales, tétrico psiquiátrico lleno
de leyenda negra.
“La
borrachera sangrienta” del castillo Thyssen,
sí, sí, los ancestros de la famosa familia mecenas del arte llevan
una escandalosa mancha en su árbol genealógico.
U
otro de los castillos que recuerdo con mayor afán, gracias a su
juego de mesa, el castillo de Colditz,
de donde en realidad, a parte de ser un maravilloso entretenimiento
editado en España en 1981, fue un lugar real, una prisión en la que
se contaron las más abundantes y originales fugas de soldados
aliados, incluyendo un escape en un avión hecho a mano por
prisioneros, sí, sí, alucinante.
Con
todas éstas historias relacionadas con nazis y castillos, recuerdo,
como anécdota personal, así de repente, cómo gané un pequeño
concurso literario entre colegios. Debía ser 1º o 2º de EGB, era
un niño, 8 ó 9 años tal vez. Y varios colegios organizaron una
pequeña competición literaria según edades, con diferentes
premios. Pues fijaos, yo alucino conmigo mismo haciéndo memoria de ésto, es
muy gracioso, pero yo decidí escribir sobre esa misma fuga de
Colditz, de una forma
cero rigurosa, absolutamente fantástica, inspirada por aquél juego
de mesa tan chulo, los videojuegos de spectrum Sinclair The
Great Escape y Dustin,
y toda la imaginería nazi ficticia que ya he contado en la entrada
anterior del blog, aprendí de mi padre, Hollywood, Marvel, y los
sobres Montaplex.
En
nuestra categoría, debíamos presentarlo en no más de un folio por
sus dos caras, escrito a mano, y yo, ni corto ni perezoso, decidí
aderezar el encabezamiento de mi relato con unos banderines
dibujados, con sus esvásticas, tan cuquis,
con el pulso de un crío apretando el boli contra el papel. Recuerdo
cómo a grandes rasgos, contaba cómo un soldado americano, condenado
a pelar patatas día tras día en la cantina de la prisión castillo,
urdía una ridícula huida, que terminaba frustrada en una
persecución con perros doberman por un patio, para después, al más
puro estilo Los Serrano,
despertar de una horrible pesadilla, que es lo que había sido todo
el relato. Jopeta, viéndolo así a posteriori, para un crío de 9
años, está bastante guay, ¿o qué?. El caso es que quedé segundo,
me regalaron un futbolín doméstico, y me acuerdo de mi padre
diciendo entre risas:
“No
has quedado primero, porque al dibujar símbolos nazis, los curas se
habrán molestado”
Estudié
en un colegio de curas, efectivamente. ¿Entendéis ahora un poco más
por qué en la entrada anterior afirmaba “amar a los nazis”? En
fin, tenemos que reirnos.
Pero
si hay un castillo nazi que ha llegado lejos, en una mezcla de
ciencia ficción y
aventura histórica, ese es sin duda el castillo de Wolfenstein.
No lo busquéis en los mapas,
no va a llevaros a ninguna parte, no existe tal lugar sobre la faz de
la Tierra, pero sí, dentro de nuestras computadoras y videoconsolas.
WOLFENSTEIN, HISTORIA, BRUJERÍA Y TECNOLOGÍA
En
1981, Muse Software
sacaba al mercado de los ordenadores domésticos el título Castle
Wolfenstein. Basándose en el
mito del castillo prisión, Silas Warner
produjo un juego de fuga y laberintos, que hoy en día nos parecerá
tan básico que pudiésemos creer que se trata de una broma, pero en
su momento obtuvo el favor de la crítica y un buen resultado
comercial.
Yo
no lo jugué en su momento, y hacerlo ahora, no es para nada una
experiencia gratificante, porque igual que me ocurrió con Wasteland,
y mira que no soy nada quisquilloso con los gráficos si la aventura
es buena y la mecánica también, es precisamente el interfaz, las
velocidades, y otros aspectos técnicos, a lo que no estoy
acostumbrado y se me antojan incómodos y poco intuitivos. Es
curioso, cómo los jugadores de videojuegos, sin darnos cuenta, nos
“hacemos” a los interfaces populares del mercado, y cuando nos
topamos con algo absolutamente diferente, nos perdemos, aunque sea
más antiguo y obsoleto, y se nos convierte en una tecnología
desconocida e incómoda. A mi al menos, me ocurre mucho con los
videojuegos de los 80 programados para ordenadores de disco o
cartucho, porque nunca tuve una de esas máquinas en casa, o al
menos, no dentro de la época tecnológica que le correspondía, y
sin embargo, me sigo sintiendo cómodo con el “O,P,Q,A” del viejo
spectrum de cinta. Son hábitos, supongo. Pero el caso es que Castle
Wolfenstein, es un tren que
creo ya ha pasado para mi incluso en la emulación de DOS
BOX.
Aún
así, si lo comparo con el antes mencionado The Great
Escape de spectrum, habiendo
todo un abismo tecnológico en los cinco años que los separan en el
tiempo, el juego de cinta exprime sus posibilidades a niveles no
soñados por la fuga del Castle Wolfenstein.
El
juego, se basaba en premisas más que menos históricas, alejadas de
la ficción o la fantasía, suponiendo un reto de laberíntico
mapeado y memorización de las rutinas de vigilancia de los soldados
nazis, para poder recorrer sus estancias en pos de la huída,
llevándonos algunos nazis de por medio si la situación lo requiere
y lo permite.
El
juego, para ser tan antiguo, innovaba algunas mecánicas que después
se convirtieron en habituales, o inspiraron, a otros juegos fps
o de otros géneros de corte bélico inspirados en la GGMM,
como por ejemplo Comandos, tales como el saqueo de cadáveres
enemigos en pos de obtener nuevos items; El uso del disfraz
para eludir guardias; Amenazar a punta de pistola a los cobardes
guardias en vez de matarlos; Reventar muros con explosivos para poder
acceder a zonas ocultas; Y que los cadáveres yacentes en los
pasillos del castillo, si eran vistos por otros guardias, se
convertirían en motivo de alarma y registro de cada rincón.
Imposible al leer esto no pensar en el:
“Alarm,
alarm!!”
Del citado Comandos de Pyro Studio. Pero ojo, que en
ésto también se adelanta Castle Wolfenstein, con pequeñas
órdenes digitalizadas que suenan a lata mientras huimos de los
guardas.
Todo
muy precario, con aquellos gráficos que no pasan de monigotes con
diferentes uniformes (importante ésto, ya que cada tipo de soldado
respondía a unas rutinas de IA diferentes).
Lo
importante de éste título, es, que se convirtió en el comienzo,
sin quererlo, de lo que ha llegadoa convertirse en la principal saga
de disparos, o shooter, fps, en primera persona, de
ciencia ficción en una ucronía nazi, que de seguro le debe
mucho a El hombre en el castillo de Philip K, Dick.
A
Castle Wolfestein le siguió Beyond Castle Wolfenstein,
la secuela oficial, que con el mismo planteamiento gráfico en visión
aérea, y un aspecto poco más definido, en 1984 nos retaba a cruzar
el castillo, no para huir de sus entrañas, si no para adentrarnos a
su cámara más segura y mejor custodiada, las dependencias de Adolf,
y atentar contra su vida con un maletín explosivo, emulando la
famosa operación Valkyria, Introducía novedades como arrastrar
cadáveres, el uso de una daga para el asesinato silencioso, y el uso
del santo y seña variable para engañar a ciertos guardas y acceder
a habitaciones custodiadas sin montar una sangría de agentes de las
SS.
Bueno,
tenemos nazis, tenemos castillos, ¿pero dónde está la ciencia
ficción aquí? En 1991 se lía la marimorena. IDSoftware y Apogee
con John Carmack
a la cabeza, estrenaban Wolfenstein
3D. No era el primer fps
en 3D de la década, Duke
Nukem se adelantó
sentando unas bases, pero Wolfenstein
3D se ganó su hueco sin
dificultad, en ordenadores domésticos, la 16 bits de Nintendo,
la Super, y otras sobremesa menos populares.
Nos
poníamos en la piel de William B.J. Blazkowicz, y nos
disponíamos a recorrer los nuevos y laberínticos niveles del nuevo
castillo sin ningun sigilo ni discreción. No. La ultra violencia era
la gran protagonista. Explosiones, tiros, nazis estallando en masas
sanguinolientas... Misión tras misión, completando cada una tras 3
niveles en los que conseguir las llaves necesarias para abrir la
compuerta blindada del ascensor, y liquidando en cada nivel, nuevos
tipos de enemigos nazis, y un monstruoso jefe final cada 3 niveles.
Por primera vez, mientras recorríamos pasillos llenos de banderas
rojas con esvásticas, cruces gamadas y cuadros del Führer, el
ejército nazi dejaba de ser realista y humano, y nos enfrentaríamos
a no muertos nazis revividos por científicos locos, ucrónicos
cyborgs imposibles para la Alemania de 1930, super mutantes genéticos
de las SS, y todo tipo de aberraciones maravillosas como el propio
enemigo final, un cyborg pesado del mismísimo Hitler.
Usaremos
pistola, metralleta Gatling, lanzallamas e incluso bazookas, para ir
desmembrando a nuestros pixelados enemigos arios.
El
polémico juego fue “recortado” en su versión de videoconsola,
quitándole el bigote a Hitler en los cuadros de las paredes y en su
versión “jefe final” cibernética, y en Alemania fue
directamente censurado por el uso de signos anticonstitucionales. Que
la cabecera del juego abriese con la banda sonora del Horst Wessel
(himno del partido nazi) tampoco ayudó.
Yo
recuerdo a mi amigo Fernando Quevedo, que era 3 ó 4 años mayor que
yo y ya disfrutaba de un ordenador en casa, contándome aquello de
que había que matar a un Hitler robot, y yo, con mi Mega Drive, sólo
podía salivar y soñar con poder jugarlo algún día, y bueno,
muchos años después de su estreno, muchos, lo jugué, y he de
decir, que ha envejecido perfectísimamente. Los gráficos, en
sprites, han aguantado de maravilla, el movimiento es suave, y la
diversión sigue presente en cada esquina de los corredores del
castillo. Ideal para cualquier jugador de cualquier generación.
Los
gráficos rasterizados de los muros son uno de sus grandes
ingenios técnicos. No en vano, y salvando el ya citado Duke
Nukem, es considerado el abuelo de los shooter fps,
abriéndole las puertas a Doom, Hexen, Quake, y toda la
pandilla.
La saga
Wolfenstein tomó éste juego como referente, y de 1992 en
adelante, al saga se extendió, trayendo más nazis, más fantasía,
más ficción a sus degeneradas tropas, más ucronía, sociedades
secretas, cyborgs, demonios, apariciones, no muertos, robots,
mechas... Todo un festival de ciencia ficción violenta en
cada nuevo título. El protagonista, Blaskovicz, continuó
siendo nuestro avatar, y fuimos conociendo más de su trasfondo, de
su historia, añadiendo guión e historia a la unicamente divertida
misión de desintegrar miembros de la gestapo por doquier con el arma
más grande que encontrásemos en el arsenal. Pero ese trasfondo fue
ganando peso, entrega tras entrega, hasta convertirse en uno de los
puntos fuertes de la saga, familiarizándonos con protagonistas y
antagonistas recurrentes en el desarrollo de una historia, que aspira
a tener un desenlace, y diferentes spin offs, creando un
universo propio en torno a Wolfenstein.
Los
siguientes títulos, sin innovar ya en la fórmula, pero
evolucionando técnicamente, fueron:
- Spear of destiny: Una precuela de Wolfenstein 3D en la que Blaskovicz debe recuperar la lanza del destino (por no decir de Longinos) de las manos nazis.
- Return to castle Wolfenstein: Un paso adelante en la evolución de la saga, para consolas de nueva generación de principios de los 2000, que estrenaba el modo multijugador, y enfrentaba a Blaskovicz a departamentos de asuntos paranormales nazis.
La verdad, la estética del juego es como una rocambolesca película de serie z, con celebridades nazis que parecen vampiros, y todo tipo de demonios invocados desde el séptimo infierno.
Por primera vez, la saga incluía escenarios para recorrer al aire libre. - Enemy Territory: Un shooter exclusivo para el multiplayer.
- Wolfenstein: Que a finales de los 2000 traía nuevas misiones modo historia para Blaskovicz, y más escenarios en campo abierto, amplios, e incluso vehículos, para derrotar a los líderes nazis de los departamentos de proyectos paranormales.
Los poderes sobrenaturales de los nazis, y en ésta ocasión, del propio Blaskovicz, volvían a ser protagonístas de la trama, con mejor gusto y menos ridículo que en la anterior entrega.
- The new order: ID Software pone la licencia de Wolfenstein, en manos de la poderosa Bethesda, y nos trae un nuevo hilo argumental, que mantiene a Blasko de protagonista, pero que se inspira mucho más profundamente en la idea de ucronía tecnológica de Philip K. Dick, en la que los nazis, vencedores ya de la GGMM, en la década de los 60, dominan medio mundo con puño de hierro, gracias a su avanzadísima y futurísta maquinaria bélica. Aún así, encontraremos momentos preternaturales relacionados con sociedades secretas cabalísticas.
- The old blood: Un spin off, precuela del título anterior de Bethesda, que profundiza en la historia personal de Blaskovicz, a ritmo desenfrenado de matanza nazi, como no.
- The new colossus: La última entrega de Bethesda, que continúa el salvaje hilo argumental de New Order, que nos prometen, continuará con una próxima entrega, titulada Young Blood.
Tengo pendientes de jugar el Wolfenstein 2: The New Colossus, y el Return to Castle Wolfenstein. Por los demás títulos, dejar constancia, de que son divertidos, difíciles, y los personajes enemigos y npcs del modo historia son tremendamente icónicos y carismáticos. No hay nazis más terroríficos y malvados que los vistos en The new order, odiarlos y temerlos se vuelve inevitable, son el mal elemental hecho carne y hueso. Maldito general Calavera!!
Tras
semejante colección, ¿os quedan ganas de machacar nazis en vuestras
pantallas, entre lo desquiciante y la ciencia ficción? Pues
no os preocupéis, la saga Wolfenstein no es la única que nos
da ésta posibilidad, otros títulos como Bionic Comando, o
Total Carnage, ambos disponibles en plataformas retro
de Nintendo, nos darán el gustazo de machacar diferentes
modelos distópicos y cyberpunkers del Führer. Curioso, que
sea la industria japonesa, volviendo al entramado histórico, la que
más guste de convertir a su viejo aliado bélico en un monstruo
cibernético. Los tiempos cambian, y me alegro mucho de eso.
Haill
Tungsteno!!...digo...perdón, perdón...que hasta dentro de unos
días.
Si os quedáis con
ganas de nazis y ciencia ficción violenta y extrema, también podéis
leer cómics de Wolfenstein, ver Overlord, Zombies
Nazis 1 y 2, o Iron Sky.
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