sábado, 22 de junio de 2019

LA ERA DEL DIAMANTE DE NEAL STEPHENSON


OBSESIONADOS POR LA COMUNICACIÓN


Buenos días, espero terminar de escribir éste macro meme y dejarlo en la red antes de que el Segundo sol del sistema Raquiti Omega desintegre el casco de mi regata interestelar de segunda mano y me desintegre por completo. El sistema de refrigeración de éste cacharro está averiado y sólo a mi se me ocurre viajar a las playas de Ramalaán II en ésta época del año. Estoy nadando en sudor dentro de mi traje.
Detalles escabroros al margen, centrémonos en la obra protagonista de hoy. Una lectura de lo más curiosa, que a ratos durante su parte intermedia, se me hizo tediosa, confusa e insustancial, pero que recupera ritmo con un final de infarto que liga con el comienzo magistral con el que engancha.
Hoy hablaré de La era del diamante: Manual ilustrado para jovencitas del siempre grande Neal Stepehenson.
Neal se ganó una cápsula criogénica de honor en el búnquer de los tecnofantes de la ciencia ficción con Snowcrash a principios de los 90. Y La era del diamante fue el siguiente título en consagrarle. Cierto es que podría haber empezado la casa por el tejado hablando de Snowcrash, pero voy a dejarlo para otro momento, y unas revisiones con calma ya que hace años que lo leí, y tengo más reciente éste último. Además, aunque todo está inventado y no vengo yo a aquí a decir como hay que freir los huevos, de Snowcrash ya he leído casi todo lo dicho, y aunque algo podré aportar, he decidido darle algo más de protagonismo a ésta otra obra, heredera estilística de Snowcrash, pero para nada una nueva obra cyberpunk, si no más bien un capricho ecléctico de ciencia ficción especulativa que sigue centrándose en las grandes obsesiones de Neal en su carrera, el lenguaje (tanto el computacional como el humano, una visión única y global de transmisión de información) y los entornos de interacción virtuales, como canal de comunicación a preveer en el cercano futuro como nueva forma natural de relacionarse y compartir. Y digo obsesiones, porque aunque no he leído toda la obra del Neal, en Snowcrash ya se centraba en los mundos virtuales y el lenguaje multiformato (orgánico e inorgánico), y tengo entendido que en otra de sus principales sagas, la del Criptonomicón (que por cierto sospecho que nace de ideas creativas subyacentes tras la ejecución de La era del diamante) sigue siendo la tónica reinante.
Y para más I.N.R.I., que conste que Neal estuvo inmerso en la creación de un videojuego MMORPG que trató de financiar por mecenazgo y que al final dejó morir ante la imposibilidad de llevar a cabo todas las mega ideas que deseaba plasmar en las mecánicas del juego online multijugador en un mundo persistente.
Así que sin duda, éste hijo de intelectuales científicos, de carrera científica, está totalmente picado con la interpretación de avatares en entornos virtuales, la forma en al que intercambiarían información, y los lenguajes de programación y las formas de comunicación humana, que ya, atraviesan líneas que hace años sólo hubiese imaginado un escritor de cifi.
De hecho, el mero hecho de pensar cómo ha cambiado nuestra forma de comunicarnos y de interactuar unos con otros, las redes sociales, sin necesidad de un interfaz virtual ni inmersivo, ya rompe las barreras de lo que hace tan sólo 20 años hubiésemos imaginado la sociedad. Ya es habitual ver a dos acompañantes sentados en una mesa, sin dirigirse la palabra, sólo con el teléfono móvil en sus manos, durante largos minutos. Eso es parte del cambio, un cambio que nos resulta lento, si lo comparamos con los sueños de la ciencia ficción, pero que se está produciendo mucho más rápido de lo que nos damos cuenta, silenciosamente.



EL SHANGAI DEL FUTURO CERCANO


La era del diamante, es una obra como decía antes, extraña, inusual, serpenteante y que del mismo modo que Neuromante no es para nada una obra introductoria para novatos, ésta, tampoco lo sería bajo mi humilde criterio de lector. De facto, La era del diamante, comparte varias características estílisticas de forma con Elneuromante sin duda ninguna, como por ejemplo, la de emplear constantemente neologísmos técnicos ficticios, inventados por Neal, para referirse a la tecnología existente en su futuro imaginado, pero que nosotros como lectores, no llegamos a imaginar con precisión, generándonos dudas a cerca de cómo debemos enfocar nuestra imaginación mientras leemos, lo que a mi, me hace perder el hilo en ocasiones y tener que releer renglones, cosa que me pone nervioso y no me gusta nada. Pero hago el sacrificio, y sigo para adelante, sintiéndome troleado y regateado en ocasiones, en las que mientras Neal desarrolla una escena (que yo me voy imaginando), da un quiebro y añade datos del entorno o del suceso, que deberían haber sido detallados al principio, y no cuando suelta la bomba, confundiéndome con sus “sorpresitas”.
No es secreta la admiración de Neal por Neuromante, ya que de hecho, inspiró profundamente su obra Snowcrash, pero eso ya lo contaremos cuando proceda.

Ese estilo barroco (reconocida la etiqueta por él mismo) de Neal, que ya comenzó a cultivar en Snowcrash (aún tengo dudas de como se sucedió el capitulo en el que A.T. Entra en el edificio gubernamental donde trabajaba su madre por lo parco de la narración)  explota en la era del diamante, y es lo que durante la parte central del libro me hastió durante unos días, necesitando un respiro para organizar en mi cabeza lo que estaba leyendo y qué tipo de historia era.
Además, tras el éxito cosechado con el cyberpunk en Snowcrash, la prensa y las editoriales no dudaron en colgarle el mismo San Benito a La era del diamante, pero no, amigos y amigas, no es una obra cyberpunk aunque cumple varios preceptos imprescindibles del género, como lainclusión de cibernética, redes de datos y software autónomo, personajes de baja estofa empujados a cumplir hitos épicos casi de rebote, etc; La ambientación, conserva algunos puntos clásicos de la jungla de neón y asfalto, pero añade elementos neo Victorianos más propios del steampunk.

Para ponernos ya de una vez en situación, La era del diamante se desarrolla principalmente en la Shangai del futuro cercano. Un futuro, en el que las naciones y la geopolítica han cambiado y ya no existen países como tal, más allá de los efectos geográficos geológicos, pero no políticos. Las naciones se componen de personas, asociadas a una jerarquía anarco capitalísta (vaya rizo) llamadas philes, que beben de la más clásica y distópica visión del punk futuro de pandilla (como la Naranja mecánica y sus grupos juveniles), cumpliendo sus miembros requisitos de distinción al  estilo “tribu urbana” de los 90 (vestimentas, modales, etnias, y otras características de identidad distintivas e imprescindibles para permanecer a la phyle); pero que son auténticos grupos organizados, conspiradores, con intereses económicos en juego constante. El explotado zaibatsu megacorporativo del cyberpunk, es suplantado en La era del diamante por estas phyles que hacen las veces de naciones descentralizadas que se rigen e interactúan unas con otras según las leyes de un nuevo código mercantil global aceptado de mutuo propio por todas ellas.
En esa Shangai, Neal se recrea “Tolkienanamente” en dispersas descripciones de su arquitectura, sus contrastes tecnológicos y culturales, neones y pagodas, implantes y salones de té, folklore y tecnología. Un crisol cultural que acoge a diferentes grupos de phyles y a miles de parias autóctonos, “tetes”, desheredados por el sistema de phyles, desplazados al márgen de sus intereses y especulaciones.
En ese futuro cercano, la nanotecnología representa la nueva revolución tecnológica, lo que da una vuelta de tuerca más al enfoque del clásico cyberpunk, porque Neal da por sentada la existencia de redes de datos y una suerte de red llamada Ractiva (muy interesante que luego detallaremos), pero los principales intereses de las phyles y el mayor logro tecnológico en la sociedad es la milagrosa nanotecnología, gracias la que diminutos robots biomecánicos, casi de tamaño atómico, inundan el ambiente, se pegan a nuestra piel sin que lo notemos, se cuelan por nuestras vías respiratorias y habitan en nuestro interior como en El chip prodigioso sin que lo notemos a no ser que tengamos los nano sistemas defensivos adecuados, y monitorizan todo, enviando información de todo tipo a sus operadores (phyles en su mayoría de casos) eliminando por completo el significado de intimidad. Ya que un minúsculo dron, que digo uno, millones, flotarían a nuestro al rededor, haciéndo quién sabe qué, desde grabándonos con fines comerciales, extrayéndonos muestras orgánicas para investigaciones médicas y farmacéuticas, o inoculándonos sustancias convirtiéndonos en conejillos de indias involuntarios de grandes empresas y gobiernos. Terrorífico.
Pero esa nanotecnología va más allá, y ese ejército casi infinito de diminutas máquinas microscópicas, también son excelentes obreros, capaces de recibir “mapas” o “instrucciones” de construcción, y formar objetos, entre ellos mismos, o compilando materia a nivel atómico y materia de la aparente “nada”. Como por arte de magia. Esas nano máquinas, llamadas nanositos, pueden fabricarnos ropa, alimentos orgánicos, o cualquier cosa en un electrodoméstico conocido como el C.M. (Compilador de Materia) que curiosamente, casualidad o inspirado el uno por el otro (La era del diamante es del 95 y Transmetropolitan del 1997), también encontramos en los cómics de Transmetropolitan, dónde Spider jerusalem le pide toda suerte de fármacos, drogas y armas a su electrodoméstico compilador de materia que además, para nuestro deleite y carcajadas, tiene un programa de I.A. Con síndrome de abstinencia molecular.
Estos electrodomésticos milagrosos, capaces de reciclar cualquier materia orgánica o inorgánica y reconstruirla en unos minutos tras un sonido de campanilla de microondas al terminar, están conectados a una red conocida como la toma, que no es otra cosa que una red pública de suministro de nanositos con sus estaciones de toma, como si fuesen estaciones de alta tensión de la red eléctrica actual que proveen nuestros hogares de electricidad.


MAS STEAM QUE CYBER


Ubicados ya, debemos conocer a nuestros protagonistas y una sinópsis de la trama sin spoilers, como siempre, sólo un intenso cebo por si queréis leerlo.
John Percybal Hackworth es un jóven y reconocido nano ingeniero de la phyle neovictoriana, una pandilla de nostálgicos británicos expertos en nano tecnología y arquitectura mediante el uso de nanositos, cuya punta de la pirámide jerárquica es una figura femenina conocida como La Reina. Gustan de amanerados modales y formas repipis, con mucha flema, bombín, chistera, paraguas y desplazarse mediante velocípedos, zancos hidráulicos, o cabalinas (corceles robóticos). Su presencia en Shangai es muy numerosa, y entonces comencé a imaginarme el entorno, como el capítulo La cacería de la serie Love, death & Robots.
En Shangai se han instalado también otra serie de phyles de todo tipo, más industriales, comerciales, o religiosas, como los Boer, los zulúes, los mormones, los judíos, el Sendero, etc...
la población foral, chinos de diferentes etnias, se agrupan en la mayoría regente del reino celeste, o pertenecen si no a otra nación en boga conocida como los puños del recto camino carmesí.
Al margen de todas estas facciones tenemos a los “tetes”, baja estofa, inmigrantes de aquí y de allá que no pertenecen a ninguna phyle, con poco poder adquisitivo, en paro, pocas expectativas de desarrollarse en ningún ámbito personal ni laboral, que sobreviven de la caridad, chapuzas, trapicheo, delincuencia y reciclaje de bienes en los compiladores de materia.
En cierto modo, el invento del compilador de materia, garantiza el bienestar mínimo de cualquier clase social, ya que a demás de ropa, entretenimiento o herramientas, los C.M. Recordemos que pueden crear comida y fármacos. Así que la pobreza absoluta, como tal, queda erradicada para todo aquél que tenga acceso a un C.M.

Hackworth recibirá la tarea de un alto cargo de su phyle de desarrollar una nueva herramienta nanotecnológica, el conocido como Manual ilustrado para jovencitas, que se trata de un libro interactivo, o mejor dicho ractivo, que sirva como herramienta doméstica para la educación autónoma y personalizada de las niñas vickys (neo victorianas) de buena familia y alta alcurnia, mientras sus tutores legales o progenitores, cumplen con sus obligaciones para la phyle.

Ahora tratemos de dejar claro el concepto, ractivo en el Shangai de Neal Stephenson. Ractiva es la nueva tecnología interactiva de ocio y entretenimiento, similar a la red, o internet, pero con un carácter virtual, inmersivo, en la que el usuario, no sólo vive una experiencia pseudo real, muy vívida, pre programada o cuyo desarrollo depende de inteligencias artificiales o programas, si no que interactúa en su vivencia virtual, con otras personas, anónimas en la mayoría de los casos gracias a sus avatares o identidades electrónicas (ractivas) además de con bots y otros programas de comportamiento preconcebido. La antigua industria del entretenimiento multimedia (televisión, videojuego...) es llamada pasiva en la era del diamante, y la ractiva, es la nueva fórmula de interactuación multimedia y tecnológica entre personas.
Suena retorcido, pero en el fondo, es una realidad virtual muy parecida al metaverso de Snowcrash.

¿Te aburres el viernes noche en casa? ¿Sin plan? ¿Quieres ser un espía británico, en un tren hacia Moscú repleto de espías nazis durante la GGMM? Carga el ractivo en tu terminal (del que Neal apenas da detalles durante la obra, y nos vemos obligados a reimaginar una y otra vez ese tipo de conexiones virtuales entre usuarios, aunque finalmente llega a mencionar unas gafas, que imagino como la típica mole de realidad virtual sobre el rostro) y vive una aventura que nunca será igual, porque la mitad del tren son otros usuarios. Una historia sin constantes, y con muchas variables.
Cómo un MMORPG en realidad virtual ¿verdad? Claro. Ya mencioné antes esa obsesión de Neal, que para mi es el papá de Ready PlayerOne, tras inventar La Calle del Metaverso en Snowcrash.
Y aquí entra en escena Miranda, una actriz emergente de ractivos. Porque los ractivos a la carta (me lo imagino en plan netflix o HBO) tienen una serie de papeles adjudicados a usuarios domésticos, y otros que son siempre interpretados por actores y actrices, en sus cubiculos de ractuación, facturando cada minuto de interpretación. Una nueva forma de vida del futuro.
Neal Stephenson dará una increible importancia al factor interpretativo, casi filosófica, a cerca del dramatis personae, de una forma casi “Calderoniana” a lo la vida es sueño, en la que nos costará, tanto a nosotros como a sus propios personajes, distinguir humanos de programas, y la realidad de la r-realidad.

Este libro digital a base de nanotecnología que absorbe los estados de ánimo de la pequeña lectora, y acumula datos de su carácter y sus respuestas, irá generando un entorno virtual ficticio, único y personalizado según los datos recavados, que goza de un protagonismo absoluto en la obra, trasladándonos de esa distópica Shangai a un mundo virtual de hadas y fantasía, no exento de oscurantismo y crudeza, al más puro estilo gótico de los hermanos Grimm, en el que la jovencita irá aprendiendo mediante cuentos y fábulas, que extrapolan datos de la realidad de la pequeña para convertirlos en relatos que serán a la vez clases teóricas de ética y moral con moralejas prácticas y conocimientos académicos, que se van pregenerando a medida que la niña interactúa y crea cada cuento protagonizándolo, mientras el mismo sistema del libro, realimentado por la info recopilada por los nanositos de su lectora, manda guiones de interpretación a los ractores conectados a la emisión de la lectura, como si de una de las anteriores series a la carta se tratase.
Como decíamos antes, barroco, muy barroco, y poco práctico.
No obstante, ese manual ilustrado para jovencitas, es una beta personal en desarrollo que Hackworth testea con su hija Fiona, antes de que la hija de su jefe obtenga su propia copia.

Tremendamente rebuscado todo, la implicación de los ractores en las fábulas del manual, etc... La lectura se va complicando. Pero pensemos en ello, ese manual, es asombroso. Una visión tecnológica para suplantar la educación convencional, las figuras paternas o familiares, y todo creando fantasías persistentes no prescritas, en las que interactuaremos con otros usuarios, bots, o humanos.



Todo se tuerce, cuando Hackworth pierde la beta del manual, siendo asaltado por una pandilla de tetes juveniles, entre los que se encuentra Harv, el hermano de Nell, dos críos que viven en un cuchitril con su madre Tequila, una mala madre, despreocupada, casquibana, de mano suelta, que mete un novio nuevo en casa cada dos semanas, a cada cual peor, borrachos, pederastas, drogadictos y maltratadores. Harv decide regalarle el botín a su hermanita pequeña, y ahí comienza todo, un libro dentro del libro, no al estilo del hombre en el castillo, pero sí un poco la historia interminable en versión “virtual”, en cuanto la pequeña Nell abre el libro, que le habla, le pregunta cómo se llama, y comienza a contarle cuentos.
Como una distópica Arya Stark, que huye de su hogar y crece sola de aquí para allá, agrandándose ante la adversidad, madurando, dejando atrás la infancia de forma precipitada. Nell comenzará un viaje alucinante en el ractivo del libro, y a la vez y como consecuencia, en la vida real, aprenderá a leer, aprenderá a superar sus miedos, sus problemas, y su vida de mierda como niña no deseada en un hogar de mierda, aprenderá lenguajes de programación, y se convertirá en la heroína de la obra, alternando entre una cruel y desangelada realidad y su mundo privado, el mundo del manual, donde es la princesa Nell, en busca de las 13 llaves de los reyes feéricos, en la eterna historia de superación narrada desde su infancia hasta su adolescencia.
El manual es como un “juego de rol” vívido y total.

En el otro extremo, tenemos al némesis de la historia, porque si algo aprendimos también en Snowcrash, es que Neal Stephenson adora crear un buen villano, pero no uno que sea malo y ya está, no, un malvado de manual, carismático, imprescindible y que en el fondo, no es tan malo y tiene unas aparentes “buenas” razones para ir en sentido contrario de nuestros protagonistas. En éste caso es el Doctor X, una especie de Fumanchú de novela de superagentes, un mandarín de los bajos fondos, inmiscuido en planes megalómanos, ni mejores ni peores que los de nuestros protagonistas, antihéroes en cierto modo, si no sencillamente opuestos. Este villano encarna una serie de tópicos y valores tan enigmáticos y folclóricos como jocosos y de xplotation oriental. Porque Neal es un gamberro, y un cachondo, y cuando crea escenas de acción convierte la mejor ciencia ficción especulativa en un espectáculo hollywoodiense para todos los públicos, ácido y socarrón.
Doctor X y sus secuaces, desean la tecnología del manual ilustrado para jovencitas, para otros planes que no voy a desvelar.

LOS NIÑOS SON EL FUTURO


Y volvemos a darle vuelta al torno Perico. Tal y como propuso en Snowcrash, en La era del diamante lo tradicional y lo místico tienen también un papel protagonista entretejido con la trama tecnológica.
En su obsesión de desarrollar una trama relacionada con los lenguajes, y la transmisión de datos, con más o menos fundamento científico que a mi se me pueda escapar, ya que no soy informático, Neal convierte lo virtual en orgánico, y lo orgánico en mecánico, cruzando la línea que separa unos y ceros de un sistema nervioso humano, emplea el recurso de la mente colectiva y tira de biología y genética para computerizar a los humanos. Convierte las células en transmisores de información cifrada, apoyado en la nanotecnología e introduciendo en escena una extrañísima phyle “sintética” conocida como Los Tamborileros. 
Los capítulos en los que entran en acción estos individuos, sin spoilers, son lisérgicos y alucinógenos, rompen toda lógica dentro de la narración. No se que narices tomaba Neal mientras lo escribía. Un despropósito tribal, chamánico y tecnológico, del que mejor, me contáis vosotros cuando lo leáis y compartimos la experiencia.



Finalmente, como yo los llamo, los “troyanos” que la obra nos clava bajo la ficción, parten desde la necesidad de que el humano siga siendo quien controla la máquina y no al revés, hasta la cuestión de la administración de permisos y accesos de la tecnología popular y la liberación de los logros tecnológicos.
Por supuesto también la revindicación del papel familiar en la pronta vida del individuo y la infancia, ya que recordemos, que la obra gira en torno en la visión de una niña desvalida de una vida inapropiada, maquillada, edulcorada, a través de la fantasía que crea para ella el manual inteligente e interactivo, y la implicación de la ractriz Miranda en el desarrollo de sus capítulos, a distancia, desde el anonimato, pero con una implicación que se va tornando maternal pese al anonimato de ambas participantes. Principalmente, eso es La era del diamante, una oda a la importancia de tratar la infancia con el debido respeto, invirtiendo la atención imprescindiblemente necesaria que todos los niños y niñas necesitan para su correcto desarrollo adulto. No se si Neal Stephenson tiene hijos o no, o cuando los tuvo, pero desde luego, La era del diamante, es un perfecto cuento cifi sobre la responsabilidad de criar niños y nunca infravalorar su potencial.
Un despertador biológico en forma de novela, vaya.

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