TODO POR LA PATRIA
Hola de nuevo, una semana más me pongo las gafas de realidad
virtual, me materializo en alguna estación anónima de una sub red de oriente medio, despistando a
los sabuesos del ciberespacio, y os dejo una nueva bitácora del futuro pasado.
Ahora, en la holo pantalla Times Square que flota frente a mi rostro, cargo el nano cassette
de uno de los clásicos más controvertidos de la ciencia ficción clásica. Tropas
del espacio, popularizado en la gran pantalla como Starship Troopers.
Os garantizo que el recuerdo que podemos almacenar en
nuestras neuronas flopy de aquella
película, no es comparable con las sensaciones que el libro puede
despertarnos. Es uno de los más
escandalosos ejemplos de demagogia camuflada de ciencia ficción que podemos encontrar en las bibliotecas
universales de CIFI de la neurored. Mientras que la película
resulta casi cómica y satírica, la novela es una utopía militar, que a la vez,
es una distopía civil. Pero sin adelantar hechos y opiniones, viniendo la obra
del puño y letra de quien viene, podemos imaginar sin mucho riesgo que no es de
extrañar. ¿Por qué? Bien…
Robert A. Heinlein
nace recién empezado el siglo XX en una tradicional y recóndita localidad de
los Estados Unidos de América. En el
seno de una familia conservadora y numerosa. Estudió en la academia naval y
sirvió como ingeniero del ejército en diferentes portaviones y destructores
marítimos. La tuberculosis le retiró forzosamente de la vida militar, pero no
conforme, tras su recuperación y con el estallido de la GGMM, vuelve a filas.
Impedido para acudir al frente, desempeña sus labores de ingeniería
militar en instalaciones patrias, y terminado el conflicto, su vida vuelve a
quedar vacía y carente de sentido. Con ésta breve biografía, parece quedar muy
claro que nos encontramos ante un militar de vocación, un patriota, un
disciplinado hombre de honor, recto e impecable. Y por supuesto convencido de
las virtudes de la espartana vida del soldado y la gloria y honor que eso
conlleva.
Muchos lo tildan de imperialista, o así coloquialmente
hablando, facha, pero qué diantres, no estamos juzgando sus
tendencias políticas, que por cierto intentó practicar oficialmente una vez se
alejó de la vida militar, y que aparte me importan un pimiento, no. Se trata de
la convicción, de la vocación, de la fe absoluta que Robert parecía tener en la importancia de servir a su país y a los
más altos intereses de la nación. Su confianza depositada en la jerarquía
militar, en la necesidad de ponerse al servicio de su pueblo, enfrentándose a
otros pueblos, sin remordimiento ni duda. La satisfacción de cumplir órdenes,
de ser una pieza eficaz en un gigantesco engranaje.
Y eso parece que se le arraigó con fuerza, profundamente,
porque una vez dedicado de lleno a la literatura de ficción, su segundo y más prolífico empleo conocido, dio rienda
suelta a todo eso que llevaba dentro con una de sus obras más famosas, la
premiada con el Hugo, Tropas del Espacio. Que no fue la
única, ya que como escritor destacó más que como militar aún, nunca sabe uno
por donde va a tirar la cabra al monte, o tal vez, fuese que Robert A. Heinlein ponía el 200% en
cada cosa que hacía, y si en el ejército no le readmitían, pues que fuese la
literatura la cazuela donde poner a hervir todas sus energías. Y vaya si lo hízo
bien, 4 premios Hugo y el
reconocimiento de Gran Maestro de la
Asociación de escritores de Ciencia
Ficción y fantasía de Estados Unidos.
Y así transcurrió su vida, creando para nuestro deleite,
hasta 1988. Una salva de fusiles láser por ti, soldado.
LA UTOPIA DEL LEGIONARIO
Con la pechera llena de medallas de diferentes formas y
metales brillantes, abrimos Tropas del
espacio, un libro por el que a excepción de pequeñas formalidades
literarias, no ha pasado el tiempo desde 1959, más de medio siglo, y ahí es
nada. Tiene un estilo literario tan fresco como recién editado ayer, lo que lo
convierte en una obra inmortal, atemporal, donde su futuro siempre será futuro,
lo leamos cuando lo leamos.
Sorprende sin embargo pensar, que del mismo modo, el
ejército, lleva siendo lo mismo desde que el humano es humano, una organización
antigua como las montañas y los mares, que ve como todo cambia, menos la
guerra. Desde las míticas hazañas de los espartanos en las Termópilas, las
conquistas romanas, la paz mongola de 100 años conseguida mediante la guerra
por Gengish Khan, hasta La GGMM, o la de Vietnam, como diría Brian Fargo, “La guerra nunca cambia”. Miles de años de evolución y seguimos
matándonos. ¿Alguien sabe por qué? Ni siquiera Heinlein parecía tenerlo claro pese a aceptarlo con estoicidad.
Esto abriría un melón social tremebundo, y si soléis pasaros por mi blog, ya me
conocéis, me meto en camisas de un millón de varas, pero considero que hoy, no
precede, e iré soltando miguitas de pan como Hansel y Grettel mientras despacho la novela. No nos precipitemos.
El nuevo futuro es demasiado parecido a una nueva Roma
futurista, un imperio, basado en los principios de todo buen imperio. Castas y
conquistas. Todo se cimienta en una pirámide social que divide a sus habitantes
en civiles y ciudadanos, considerándose los civiles paisanos de segunda
(funcionariado, casta productiva) y a los ciudadanos los de primera, con
privilegios de intervenir en las decisiones políticas, la vida social y con
derecho a voto. Si no eres de unos, eres de los, otros, y para escalar y
mejorar tu situación social, sólo hay un método, la meritocracia. En una
sociedad que basa su expansión en la guerra, formar parte del ejército y
sobrevivir es la mejor manera de ser reconocido como ciudadano. Un individuo
capaz de servir a su patria, de dar la vida por los intereses de su nación, es
un individuo que merece el más alto reconocimiento por su riesgo y compromiso
con la sociedad, es un individuo capacitado para tomar las decisiones más
correctas por el beneficio de su país.
Es una muy patriótica manera de purgar la sociedad y
mantener un status quo continuo, porque del alto porcentaje de civiles que se
alistan con las expectativas de llegar a ser ciudadanos tras el servicio
militar, apenas unos pocos vivirán para contarlo. Pero claro, llegar a éste
punto de convicción requiere adoctrinamiento, y mucho. Ningún problema para una
sociedad totalitaria y de escasas libertades camuflada de democracia.
El sistema opta por separar a la población en dos, a parte de civiles y ciudadanos burocráticamente hablando, lo hace en conflictivos y sumisos. Si consigue reunir a los conflictivos en el mismo saco, el ejército, los sumisos nunca vana iniciar una revolución. Y mientras, los conflictivos, caen como monos en el frente, deshaciéndose el gobierno de ellos, y reeducando a los supervivientes.
Si separamos a todos los perros guardianes de las ovejas, tenemos orden. Convertimos al defensor en la herramienta opresora.
Esto viene muy al pelo en paralelo a los tenebrosos tiempos que vivimos de democracia actual.
Nuestro protagonista, Johnny
Rico, es un niño de papá y mamá sin vocación que en contra de la voluntad
de sus padres toma la inocente decisión de apuntarse al ejército, porque es lo
mismo que hace su mejor amigo. Culo veo, culo quiero. Y sin comerlo ni beberlo,
el polluelo, aprenderá a ser hombre, aprenderá a ser un I.M. (Infantería Móvil) y a satisfacer lo que sus superiores
esperan de uno de los miembros del cuerpo.
Un viaje de madurez, superación, dudas, sufrimiento, hasta
la eclosión del hombre maduro, que acepta que la violencia es una forma tan lícita como cualquier otra
de resolver ciertas contiendas, y que sin la violencia, la humanidad no hubiese
llegado a donde está.
“La guerra no es pura y simplemente violencia y muerte, la guerra es la
violencia controlada por un propósito”
Un viaje de descubrimiento y revelación, de clarividencia
sobre la realidad del mundo, los deberes, y las obligaciones del individuo en
la sociedad.
Uno de los puntos más contradictorios, es la yuxtaposición
de que el ciudadano, una vez alcanza ese rango, ejerce la libertad de voto,
máxima expresión de la democracia. Pero durante su etapa militar, no es más que
un peón, una herramienta, carne para la picadora que debe aprender precisamente
a obedecer sin rechistar, que debe reprogramarse a sí mismo y asumir un rol
complaciente, actuar como el mando espera que ha de comportarse un I.M., ni más ni menos. Una anulación
absoluta del libre albedrío y la toma de decisiones propias. Regular un
comportamiento protocolario en cada I.M.
para que sean fiables y cuadriculados.
Para el punto en el que el soldado se convierte en
ciudadano, ya está acostumbrado a obedecer tras años de adiestramiento militar.
Anulado. Ya ha sido digerido por el sistema.
Johnny hará
amigos, perderá amigos, y terminará en el frente, disparando chinches en un
planeta hostil de otro sistema solar. Los chinches son el principal enemigo de
la humanidad terrestre, unos enormes alienígenas insectoides que habitan
túneles bajo tierra, pero son capaces de desarrollar tecnología que rivaliza
con al humana.
La figura del profesor
Dubois, un ex militar mutilado que imparte ética y filosofía, se convertirá
durante la novela en una fuente de principios y razonamientos acordes a la
sociedad imaginada por Heinlein, que
más bien parece el paraíso del soldado convencido.
Su sistema aplica la restricción de derechos y libertades en
pos de hacer cumplir la ley y el orden a toda costa, casi como los jueces de Dredd. El contínuo intento de abolir la
anarquía y la desobediencia. El control total de la población.
Tal vez, tachar la obra de fascista como se lleva haciendo
desde su estreno, sea pasarse y usar el término muy a la ligera, ya que pese a que llega un punto en que la
obra se convierte en una oda o alegato de las virtudes de la vida militar y la
disciplina, los valores de la patria, el sacrificio y una especie de neo
bushido; Hay pequeños detalles vanguardistas en su utopía meritocrática, como
la inclusión de la mujer en las tropas con acceso a escalar puestos sociales, o
feminización del varón con complementos que en su época estaban muy mal
considerados como pendientes para la oreja con formas decorativas. Parece una
tontería, pero una vez estamos bien empapados en la dinámica mental y social
que propone Tropas del espacio,
éstos pequeños detalles son declaraciones de intenciones a favor de la igualdad
y la paridad entre individuos en ésta sociedad futura. Además, la mayoría de
protagonistas tienen apellidos inmigrantes y raíces étnicas variadas que no
representan ningún handycap en sus escaladas militares, algo
muy solicitado en el cine actual por motivos mucho más desnaturalizados y menos
sinceros.
Pero bueno, tal vez Heinlein
no pensó que al gobierno le da igual el color, el sexo y los apellidos de los
cadáveres.
Quizás el principal motivo que la crítica tuviese para
calificar la obra de fascista, es el descarado ataque al comunismo vigente en
toda la obra. Diferentes propuestas de gobierno, diferentes a la imperialista,
salen escaldadas durante los tediosos episodios de clase de filosofía en la
academia militar y las recalcitrantes exposiciones de los profesores, llegando
a burlarse de la propuesta de que gobernasen sabios y especialistas. Pero el
comunismo es vilipendiado comparándolo con un hormiguero lleno de hormiguitas,
bichos. Curioso…bichos…el enemigo, alienígenas que forman parte de una mente
colmena colectiva, sin voluntad propia, todo el día trabajando, cuya otra única
voluntad es destruir a la humanidad. Menudo símil más descarado, los bichos,
los repugnantes chinches gigantes extraterrestres, no son otra cosa que comunistas
camuflados de ciencia ficción.
El estilo literario, decíamos antes, sigue manteniendo una
expresión actual pese al paso de los años, formal, como las conversaciones
entre militares requiere, protocolaria, pero no anticuada ni apolillada. Sin
embargo, el futuro imaginado por Heinlein
no es precisamente innovador. No hace especial gala de su talento imaginativo
en la obra. El ejército sigue siendo la misma rígida institución que hace
milenios, pero con flamantes servoarmaduras
con jump pack y armas de destrucción
masiva como mini bombas atómicas de 2 kilotones para exterminar alienígenas
variados en vez de mosquetes o Kalashnikovs.
Los portaviones que tan bien conoció en su juventud el autor, han sido reimaginados
como enormes naves espaciales, que en vez de anclar frente a costas enemigas,
orbitan planetas enemigos. Pero lo sorprendente, es la falta de detalle que sin
embargo Heinlein no presta a los
pequeños detalles, que es en el fondo lo que nos hace todo más creíble, los
avances del futuro cotidiano, como por ejemplo que sigue empleando cartas de
correo postal en vez de emails, mientras que hace pequeñas alusiones a coches
aéreos o transmisiones holográficas, pero no fue capaz de imaginar un sustito
al papel escrito, ya que también cargan libros de estudios en vez de tablets o cualquier otro ingenio
imaginado en los tempranos años 60 del SXX. Muy romántico mantener la tinta
sobre papel en un futuro lejano plagado de nuevos artilugios fantásticos, pero
a mi me chirria.
También parece una anacronía tremenda la aceptación del
castigo físico y el escarnio público en la sociedad futura planteada en Tropas del espacio. Las desobediencias
se sancionan con castigos físicos, latigazos. Volvemos al paralelismo con el
imperio romano. Pero a la vez, es la máxima expresión de “mano dura”, el padre
zurrando a su hijo con el cinto tras una travesura, porque la charlita enrollada
no va a recordarla, pero los verdugones en el pompis sí.
El método de enseñanza “pauloviano” de “la letra con sangre
entra” como la más fiable de las terapias de adiestramiento. El dolor infligido
por la violencia, estimula el instinto de supervivencia, marcando de por vida
al individuo. Corrección de la personalidad mediante el castigo.
El valor de las cosas así, depende de cuánto ha costado
conseguirlas. Meritocracia dura como la piedra.
Es un imperio futurista muy anticuado.
Finalmente podemos resumir la obra como una neo chaqueta metálica, entre la aventura y
el drama. Nos muestra los horrores de la guerra y la vida militar, pero los
justifica con valores como el compañerismo o la justicia. Una pandilla de
botarates que termina creyéndose que su labor como miembros de la I.M. es, no solo imprescindible para el
bienestar de su país, si no más importante y moralmente superior a la de un
abogado, por poner un ejemplo.
¿Qué conclusiones saco al final? Que el ejército es una gran
factoría de mano de obra barata, mal pagada, donde la vida de sus empleados
carece de valor para el gobierno que ensalza la figura de sus miembros con
patriotismo y fanfarrias. Pero la gloria, las chapas con nombres, las banderas
a medio asta, no dan de comer, ganan menos que un deportista de élite, o que un
artista, pero se juegan la vida en la batalla, lo más importante que tenemos
cada individuo.
Al final el ejército que propone Heinlein no es más que un puñado de pipiolos sacrificables,
yogurines que no saben por dónde les pega el aire, que si sobreviven al propio
ejército, y después al frente, pueden llevar el título Don delante de su nombre
de pila de por vida.
Yo no hice la mili, me salvé con alguna prórroga de
estudios, y después la abolieron. Tampoco tengo familiares militares. Carezco
de experiencia probada, de una idea, de convicción y de vocación militar
ninguna, pero el haber estudiado tampoco me ha dado una mejor vida de la que,
sólo tal vez, me hubiese ofrecido el ejército profesional.
Sólo sé que no nací para jugarme la vida por mis políticos,
al menos de momento, que no puedo estar orgulloso de ellos. Pero que la
violencia está ahí, en el mundo, flotando en el aire, y no podemos obviarla, y
alguien tiene que profesionalizarse en ése sector.
Por último, como nota personal, me queda la sospecha de si
las mentes pensantes de la todo poderosa empresa de ocio Games Workshop, se inspiraron en Tropas del espacio cuando crearon su universo del cuadragésimo
primer milenio, donde la guerra nunca termina, donde los marines espaciales del
emperador, equipados con sus increíbles armaduras, recorren galaxias
acribillando razas alienígenas que supongan una amenaza para la humanidad. ¿No?
LA CARICATURA EN PANTALLA GRANDE
Aunque la profundidad de la novela no queda retratada en lo
más mínimo en la película, debemos admitir que el film recrea muy dignamente
gran parte de lo visto en las páginas de Heinlein.
Se mantiene fiel a lo principal, aunque apenas arañe la superficie de las
intrincadas proposiciones sociales y políticas que se ocultan en la beligerante
novela galáctica, si no que más bien, enfoca el mensaje subyacente hacia la
crítica, casi cómica, de la guerra como solución. Con mucha acción, mucho
alienígena y mucha diversión, para no tener que pensar en ello, ni leernos el
libro.
Las burlas a la era Bush
o a la guerra fría están ahí, en la peli, que convierte la vida militar que
proponía Heinlein en una suerte de instituto
de teleserie familiar repleto de adolescentes felices con las hormonas por las
nubes.
Acida, irreverente, crítica pero gamberra, y muy divertida,
así fue la adaptación de Paul Verhoeven,
veterano de la ciencia ficción más
pesimista con títulos como Robocop y
Desafío Total a sus espaldas.
Casper Van Dien
(El Señor de las Bestias 3 o Drácula 3000) encarna a Johnny Rico, protagonista indiscutible de la novela, casi en
solitario, que en la película sin embargo, para que el film no tuviese ese aire
de diario que en realidad tiene la novela, se rodea de Michael Ironside, Dina Meyer, y Denise Richards.
Michael Ironside
interpreta un papel que es una libertad creativa o reinterpretación del
profesor Dubois, mutilado, claramente
reconocible, reconvertido en el teniente Jean Racszack.
La soldado Flores,
es otra libertad creativa (hay un I.M.
Flores en la novela, masculino además, pero carece de protagonismo y su personaje tan
sólo es un añadido narrativo para crear escena en torno a Rico) de la película. Un papel femenino que fomenta las líneas
románticas (si se pueden llamar así) de la película, trama inexistente en el
libro, interpretada por Dina Meyer (Beverly
Hills, sensación de vivir). Heinlein
no trató temas amorosos en la novela, apenas ni más allá de un pequeño amor
platónico manifestado por Rico hacia
Carmencita, antigua compañera de
instituto que también se alistó a las tropas como piloto, y que interpreta la
chica Playboy Denise Richards (007
El mundo no es suficiente), con un renovado protagonismo de femme fatal y objeto de deseo en el
metraje, aportando la tensión sexual a la cinta.
Así pues las líneas tejidas en el film, pese a suponer una
adaptación estética bastante fiel a lo que podemos imaginarnos en el libro (con
excepciones, ya que la armadura militar del libro es todo un dreadnought brincador y en la película
parecen equipados con equipo ligero de infantería), regatean hacia otros
derroteros mucho más enfocados al entretenimiento, la violencia gratuita como
excusa de la crítica militar, la liberación de endorfinas, y la presunción del
resultado final por CGI de los alienígenas a manos de Phil Tippet.
A destacar con agrado, la inserción de propaganda
imperialista en video, que se cuelan durante del desarrollo de la película a
modo de interludios o anuncios, que rescatan todo el sabor de la manipulación
de opinión pública de los gobiernos totalitaristas para fomentar la inserción
de la población a las milicias. Algo que algunos enlazan con la experiencia
nazi-holandesa de la juventud de Verhoeven,
pero que tampoco dista tanto del famoso Tío Sam norteamericano.
En el libro, quedaba clara la intención del gobierno de
tener siempre atemorizada a la población civil con las noticias de todo tipo de
amenazas extraterrestres, para continuar justificando la necesidad de un
gobierno militar.
La profundidad de los personajes de la novela, se pierde
completamente en la película, se olvida, y da paso a interpretaciones que
fueron muy criticadas, pero tampoco se le puede pedir más a una película que no
parece pretender superar una ácida reinterpretación del clásico original,
adaptado a los nuevos tiempos de finales de los 90. Como decía antes, las naves
espaciales repletas de reclutas, y los campos de entrenamiento, se convierten en
institutos de comedia familiar, y barriadas pijas, en una versión teenager y edulcorada de Tropas del espacio, en la que Rico y compañía, se quitan el sabor del
desamor y las calabazas apretando el gatillo de sus rifles de plasma contra los
chinches, y bebiendo birra en los permisos. El Rico de Heimlein no era
ese tipo de legionario tunante, si no más bien, un burócrata en potencia.
Aparte, toda la tripulación parece sacada de una universidad
elitista norteamericana de lso años 50, todos caucásicos, rubios, altos,
guapos, mientras que Heinlein nos
presentó en el libro un montón de cadetes multirraciales de origen proletario.
Sin embargo, la película está considerada una obra de culto,
entretiene, logra su objetivo, y prorroga su existencia con nuevas entregas de
mercado doméstico como Starship Troopers
2 : Héroe de la federación, Starship Troopers: traidores de Marte, Starship
Troopers: Invasión y Starship
Troopers 3: Merodeador.
Y por si fuese poco material al respecto del universo
expandido de las Tropas del espacio,
tenemos la serie Roughnecks: Starship
Troopers Chronicles, y se publicaron varios cómics como Contacto arácnido y Creaciones brutales, editados, como no
podía ser de otro modo, por la casi siempre presente Dark Horse.
Si queréis saber más acerca de Tropas del espacio, https://starshiptroopers.fandom.com
es la web indicada en la que dejarse caer en el ciberespacio.
Y con esto un bizcocho, voy a ver si me queda spray anti
chinches en el armario de la limpieza. ¡Adiós!
Excelente reseña me acabas de vender el libro,saludos desde Mexico
ResponderEliminarMuchas gracias, bienvenido y un saludo de vuelta!
EliminarMuy buena prosa y excelente redacción. Muy buena reseña. Gracias
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