lunes, 18 de febrero de 2019

ESTADOS UNIDOS DE JAPON, DE PETER TIERYAS


PETER TIERYAS, LOS MECHAS Y EL NEGOCIO DE ENTRETENER


Os doy la bienvenida una vez más y las gracias por elegir Tungsteno Dreams un ratito de vuestras vidas.
Ya advertí que Febrero iba a ser un mes fuerte, cargado de novedades de las que hablar un poco, o al menos, ubicarnos antes de leer, ver o jugar algunas de éstas novedades CIFI, porque claro, no puedo opinar de ellas, sin haberlas devorado. Hemos dado un repaso ya a la saga literaria Metro de Glukhovsky, que estrenan su tercer videojuego súper ventas éste mes, no exento de polémicas declaraciones por parte del escritor y quejas de la comunidad jugadora debidas a su técnica comercial; Se ha estrenado el film de Alita disparando la hypelina de los mangakas y los cybermongers old school; Y ahora, en pocos días se edita en español la novela Mecha Samurai Empire de Peter Tieryas, autor de Estados Unidos de Japón, y pese a la presencia de otros estrenos cargados de ciencia ficción y distopía en el sector del entretenimiento y la cultura, como puede ser la nueva entrega del videojuego Farcry, ubicada en un cercano futuro postatómico, vamos a darle un par de vueltas a la obra cumbre de Peter Tieryas.

Hace meses, cuando estrené el blog, una de las primeras entradas tuvo que ver con un viejo videojuego llamado Armored Warriors, un viejo brawler futurista en el que nos liábamos a golpes tripulando mechas, y precisamente de eso hablaba un poco, a parte de mechas, y ese es precisamente el gancho comercial o el cebo del que Peter Tieryas hace mayor uso en ésta época creativa suya, para pescarnos a todos con su caña, que parece centrar todo el reclamo de su peculiar saga mecánica en éstas portentosas máquinas de combate.



Tieryas es ciudadano norteamericano de ascendencia coreana, un hombre de la industria, con experiencia y enfocado, y eso, se refleja en su obra literaria. De hecho, como introducía hace unas líneas, sus nuevas obras cumbre del periodo narrativo “mecha”, que tal vez podamos corroborar como saga en un futuro, al encontrarse aún el proceso en asentamiento, tiene más de márquetin y neón que de consistencia, y ya veremos por qué.
Peter se estrenó en la literatura en 2012 con Watering Heaven, no traducido ni editado en España. Es decir, es un escritor joven, reciente, que ha tenido un éxito razonable con la novela que hoy abordaremos, Estados Unidos de Japón, y que tras la experiencia cosechada, parece querer quedarse un tiempo explotando las virtudes de los robots gigantes tripulados, que desde hace poco, han vuelto de los 80, sobreviviendo a unos impopulares 90, para quedarse en los 2000, con otras obras como pro ejemplo, las películas de Pacific Rym.
Pero en verdad, Peter, sabe muy bien de que va el negocio del entretenimiento, ya que en su curriculum puede fardar de haber trabajado como creativo para Sony y para Lucas Arts, y encontraremos su nombre en los créditos de los interminables equipos técnicos de películas como Soy Leyenda, Guardianes de la Galaxia, Men In Black 3, Hotel Transilvania o Lluvia de albóndigas 2. También en videojuegos como Gladius, Medal of Honor, Monkey Island y algunas franquicias de Star Wars. Vaya, que no anda cojo el Tieryas, es un curriculum envidiable y muy apetitoso, son títulos de los que uno puede estar como poco orgulloso de haber participado.
Así que no cuesta mucho permitirnos el lujo de sospechar que sabe de que va el juego del mainstream. Es un convencido miembro del stablishment del ocio. Ha encontrado en los mechas una nueva etapa remunerada y creativa, que para haberse agenciado como seña de identidad, debe de estar dándole como mínimo pingües beneficios. Pero a mi de maravilla, porque sin que ésto se convierta en una crítica, ni mucho menos, me garantiza unos títulos literarios disfrutables de su puño y letra.

Y digo disfrutables porque anticipo, que pese a que Estados Unidos de Japón me gustó y me duró dos telediarios el verano de 2017, no es ningún imprescindible ni ninguna obra maestra. Apostaría a que no se convertirá en incunable, pero ha tenido el acierto de colarse en nuestra parrilla literaria de ciencia ficción con alegría, dejándome un sabor de boca entre la influencia clásica y la literatura juvenil, creativa pero no excesivamente arriesgada. Y bueno, que sí, que bien, pero no creo que se convierta en un clásico. Cosa que no creo que preocupe al autor, o a mi no me preocuparía, porque visto lo visto, tiene mucho talento para otras artes creativas y aburrirse no se va a aburrir. Qué envidia.



LOS BUENOS Y LOS MALOS EN LOS ESTADOS UNIDOS DE JAPON


Entrando en faena, hablemos un poco de Estados Unidos de Japón, editada en español en 2017 por Nova (Ediciones B). La primera vez que lo vi en el mueble de la librería, me dije a mi mismo que debía leerlo a toda costa. Ya sabéis que no hay que juzgar el tomo pro el lomo, pero que narices, reconozcámoslo, somos víctimas del márquetin, y la portada de Estados Unidos de Japón con su ilustración bien hecha del robot gigante, y su banda con citas y halagos de la crítica que ni más ni menos rezan maravillas como:

La secuela espiritual del hombre en el castillo de Philip K. Dick”
(ahí es nada)

Hizo que se me salieran los ojos y se me desencajara la mandíbula como a un lobo sátiro de las fantasías animadas de Tex Avery.

La historia es una ucronía que adopta una línea temporal alternativa, efectivamente, similar a la de El hombre en el Castillo, pero no por eso Nova debía haber fanfarroneado tanto con el eslogan que lo emparienta con al ucronía más famosa de todos los tiempos, porque nada más lejos de la realidad, es mucho ruido y pocas nueces.
Nos ubicaremos en la costa oeste norteamericana... o mejor dicho... los Estados unidos de Japón, porque tal como Philip K. Dick imaginó, Tieryas ha creado una realidad alternativa en la que la GGMM fue ganada por la Alemania Nazi y el imperio japonés y el suelo norteamericano es invadido y ha sido repartido a regla y cartabón por las dos potencias vencedoras. A diferencia de la obra de Dick, Tieryas se centrará mucho más en la exclusividad de gobierno nipón en los nuevos Estados Unidos de Japón que dan nombre al libro. Y en vez de ambientarnos con las magnas maravillas nazis como los aviones supersónicos de la Lufthansa y la llegada del nazi a la Luna, los japoneses lo que tienen son Mechas, la máquina de guerra definitiva, gigantes samuráis tripulados de la misma altura que un rascacielos, hechos de toneladas de titanio y acero, que velan por la seguridad de sus fronteras.

Entonces nos presenta a Beniko Ishimura, hijo de traidores japoneses norteamericanos, pero fiel funcionario del imperio, dedicado al departamento de censura. Su reputación es intachable. Y éste es uno de los principales atractivos de la novela, que sin profundizar demasiado en la distopía social ni sus consecuencias, de una forma ligera, dinámica y muy llevadera, nos deja un poso superfluo de crítica política y social que desmadejar tirando del hilo si nos paramos a reflexionar un rato cuando cerramos las tapas del libro.
La consecuencia de la victoria japonesa en la GGMM, deriva en una modalidad de gobierno totalitario, imperialista, que coloca al Japón de mediados del siglo XX en la picorota de los malvados universales. A falta de nazis, buenos son los leales servidores del emperador. No en vano, y siendo sinceros, los horrores de la GGMM cometidos por la armada japonesa, no distan tantos de los innombrables actos nazis. Y como decía en mi revisión de El Hombre en el castillo, parafraseando uno de los mejores videojuegos CIFI de la historia:

la guerra, la guerra nunca cambia”

Y no hay buenos ni malos en una guerra, todos los bandos son crueles e inhumanos, pero la historia la narran los vencedores. Os animo, si os gusta el tema, el visionado de documentales de la GGMM centrados en el conflicto del Pacífico, para ver cómo Japón, cometió innumerables atrocidades humanas, principalmente contra los chinos, y hasta que límites llegaba su fervor bélico y el fanatísmo de sus generales y militares de alto rango hacia el emperador, y los viejos códigos samuráis, y advierto que no soy ningún erudito en la materia, solo un stalker curioso.
El código de honor nipón queda reflejado como algo muy romántico, pero muy terrorífico.
Expertos torturadores, de los que, igual que de los rusos soviéticos de entonces, se habla menos, por cuestiones culturales occidentales, pero se debería hablar más, en las escuelas, para concienciarnos, de que el demonio no sólo habitó en Europa en la década de los 40. Porque tal vez, y sólo tal vez, occidente hable menos de ello, debido a que EEUU quedó satisfecho con la bandera blanca de Japón tras el catastrófico genocidio civil provocado de una sola tacada por las bombas atómicas, y merece más la pena seguir recordándole al mundo, que los buenos fueron ellos, y los malos los demás, pero que el frente que menos bajas civiles tuvo en la contienda, fueron precisamente, los americanos, y para mi, todos fueron malos, más malos y menos malos. Y que el fin no justifica los medios aunque nos lo camuflen.

Toda esa crueldad es rescatada por Tieryas en Estados unidos de Japón, mostrándonos la luz y la sombra de un alternativo Japón moderno y ucrónico, resultado de la victoria bélica más grande de la historia de la humanidad.
Porque por h o por b, a Japón hoy día, la entendemos como una nación sumisa, que ha asimilado aquella derrota, y ha sabido evolucionar resignada y pacíficamente, antibelicísta (a la fuerza), como ejemplar modelo de superación económica, ejemplo vivo del capitalismo exportado por EEUU al resto de lo que la mass media consideraría el occidente civilizado o primer mundo. La nación que nos exporta tecnología, futuro, moda y cultura juvenil. La sociedad con menos crímen del primer mundo pese a que todos convirtamos la Yakuza en una romántica sociedad de varoniles hombres de negocios con tendencias violentas, como la camorra. La sociedad de las luces de neón, los ojos grandes del manga, y las tradiciones casi medievales del respeto al medio ambiente, la superstición, el folclore, las artes marciales, los bonsais, las geishas, el shushi, y el harakiri.
La cara y la cruz.
Actualmente Japón es un faro para el resto del mundo capitalista y occidental, un exótico ejemplo que mantiene sus barreras culturales para mantenerse limpia y sana de las intoxicaciones globales pero que sabe hacer divisas como la que más de sus competidores.



Teniendo muy claro todo ésto, la novela gana puntos, cobra fuerza, y sobre toda esa maravillosa capa de purpurina pop, otaku y de videojuegos, emerge la sombra ucrónica y ficticia de la opresión, la falta de libertad de expresión y las carencias de desarrollo individual que el gobierno imperial de Estados Unidos de Japón nos recuerda del no tan antiguo japón, o en definitiva, de algunas de nuestras mezquinas y corruptas democracias actuales. Y no solo los complejos individuales del japonés de mediados del S XX, ya que la ucronía mezcla en al coctelera el entonces, la época contemporánea, y el futuro próximo, y nos refleja en Beniko al tópico y típico currito japonés que los holgazanes españoles pudiésemos imaginar, obediente, mermado, que vive para trabajar, y cuyo honor y reputación como profesional son su carta de presentación. De estos en realidad echaba yo de menos alguno en mi entorno laboral pese a todo. Nunca llueve a gusto de todos.

TECH NOIR Y OTAKUS


Beniko, aburrido en su anodina vida de funcionario, ejerce ejemplarmente su labor censora, mecánicamente, ciudadano ejemplar, rol del nipón deshumanizado capaz de clavarse una katana en el pecho si no alcanza los objetivos de ventas de Sanyo a final de mes, por incompetente. Su labor en el departamento de censura imperial se centra principalmente en el campo de los videojuegos, el más lucrativo y popular medio de entretenimiento de la sociedad de los estados Unidos del Japón. Son tiempos convulsos, y el gobierno imperial necesita que la gente sólo se entere, de lo que el Imperio quiere, y hay cierto videojuego, que parece atentar contra los intereses divulgativos de la política imperial. Esto, nos recuerda de pasada al elemento discordante de el Hombre en el Castillo, la novela La langosta se ha posado, convertida en videojuego, que es algo más pop, más actual, más juvenil, más geek, pero que cómo opinaba en mi diserción de la película ReadyPlayer One (que por cierto por fin he adquirido en libro para buscar las 7 diferencias), es un negocio nada inocente que mueve millones de dolares y euros.
Así pues, los videojuegos, se convierten en una de las piezas clave de la novela, y Peter sigue sumando elementos pop a su cebo para que todos piquemos. Mechas y videojuegos ¿Qué puede salir mal en ésta lectura?.
Es un videojuego subversivo, que muestra una realidad alternativa interactiva en la que Japón no ganó la GGMM, lo que está preocupando a las autoridades japonesas. Busca el mismo objetivo que La langosta se ha posado de Philip K. Dick.
Esta similitud, como la de la ubicación atemporal, insisto, no la emparientan espiritualmente con El Hombre en el Castillo ni de broma, más quisiese Tieryas, es una trola inocente que nos cuelan desde las editoriales para que compremos el libro, y que debería catalogarse de homenaje o admiración, pero no de sucesor. Carece del trasfondo y la prestidigitación mental de Philip K. Dick. No hay comparación de contenido posible, nada más a lo sumo que de continente.
En esta ocasión, el videojuego, es puesto en circulación y pirateado ilegalmente por un grupo de nativos inconformistas conocidos como los George Washingtons. Toda una alegoría a la libertad vaya, un tópico algo recalcitrante ésta facción terrorista que lucha por recuperar América para los democráticos Americanos.
Obviamente, me gustaba más la visión derrotista de ocupación de ElHombre en el Castillo en al que los americanos pertenecientes al nuevo gobierno de los estados del Pacífico, asumieron la derrota de su gobierno, cambiaron la chaqueta, y tiraron para adelante con nuevo collar al cuello. Es mucho más realista. El grupo reaccionario que enarbola las verdades sobre lo correcto y la libertad en un gobierno de opresión invasor que ha de ser derrocado desde dentro y mediante guerra de guerrillas, a mi gusto, aunque funciona, está sobre explotado en éste tipo de historias y se ha convertido en el recurso fácil, paladinesco y cómodo para el pastiche conformista carente de sorpresas. Pero bueno, continuemos porque eso no arruinó la lectura, gracias a Dios.

Todo cambiará cuando Ben se vea involucrado en el nudo de la historia tras la llamada del general Matsuraga, el típico personaje que hace las veces del hombre del puro, el fumador de los Expedientes X, el que mucho sabe y mucho calla, y deja a Beniko más liado que la pata de un romano (sin spoilers).
Pronto aparece en escena la compañera de novela, la agente Akiko Tsukino, una estricta y patriótica policía de la Tokko, que tiene encomendada una investigación referente a los videojuegos subversivos en circulación que atentan con desequilibrar el orden civil, con sus realidades alternativas.



Ambos personajes principales, arrastran fantasmas que no os desvelaré, y que retroalimentándose los unos con los del otro, terminarán por reaccionar de formas inesperadas.
Se sembrará la duda sobre su bien estar civil garantizado por la sociedad imperial, poniendo en tela de juicio las verdades del gobierno, detectando de nuevo leves similitudes con El Hombre enel Castillo identificadas en las inquietudes de Frink y el señor Childan.

De ahí en adelante, uno se tira toda la novela esperando los mechas, que salen, llega un momento que salen, y cobran cierto momento de gloria, pero en realidad, Tieryas nos vende historias de mechas, cuando Estados Unidos de Japón, es un entretenido thriller policial, con su conspiración gubernamental y sus tintes de novela negra reconvertidos en tech noir, unas briznas de cyberpunk, y un par de giros secretos e inesperados muy buenos, que es lo que salva la lectura, y la convierte en un digno volúmen de ciencia ficción actual.
Algunos momentos de acción cinematográfica aprobadas; Otros de crueldad y opresión más humanistas que nos despiertan el gusanillo de indagar más en la verdadera historia del japón imperial (casi feudal aún) del siglo XX; Personajes secundarios superficiales pero icónicos, con alguna sorpresita que incluye el body horror y la cibernética; Y en resumen, eso, una novela rápida, fácil, que siendo críticos y justos carece de originalidad al inspirarse tanto en la obra de Dick, que pese a darnos lo que nos gusta, carece de merito aderezarlo con algunos elementos de cultura pop japonesa para darle un lavado de cara a la idea. Se digiere bien, sin pesadez ni reflujos, porque carece de la técnica y la compejidad del maestro del que se copia. Pero fundamentalmente,  ha servido para que el autor regrese a la palestra abusando de los mismos tópicos que nos prometió con éste gustoso refrito de ganchos geek, cultura japonesa y robots gigantes titulado Mecha Samurai Empire que ésta semana estará ya en nuestra librería preferida.



Así que yo, lo compraré, pero no espero tanto robot tamaño rascacielos, aunque seguro que habrá mucho bushido y mucho código de honor en sus personajes. Seguro, o tal vez no, hasta la próxima y a soñar con tungsteno.

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